Capítulo 15

Hace tres horas

Finn está en el sofá, totalmente concentrado en la televisión, cuando entramos en la habitación. Sin embargo, no está solo y no está viendo el partido con su padre, como había supuesto. Hay otro hombre con él en el sofá. Parece un poco mayor que Finn. Estoy segura de que es algo más moreno. Sus cuerpos no son nada parecidos. Finn tiene el físico desgarbado de un corredor, mientras que el cuerpo del otro hombre es totalmente diferente. Sin duda está en forma, pero es más fornido. Debe de pesar diez kilos más que Finn, pues tiene unos grandes pectorales y es más alto.

Este otro hombre se da cuenta de nuestra presencia y sus ojos me arrollan. Brillan con un interés que me resulta familiar. Un interés que siempre busco en Finn y nunca encuentro, sin importar las ganas con que lo intente.

Finn tarda un momento en advertir nuestra presencia y se desanima un poco cuando me ve. Odio admitirlo, pero es verdad. Ahora lo veo. La diferencia entre la reacción de Finn y la de este otro hombre es muy perceptible al analizarlos a ambos simultáneamente.

El momento se pasa en un segundo, cuando Eric saluda gritando y hace que se levanten del sofá y se den palmaditas los unos a los otros en la espalda como hacen los hombres. Entonces hay una pausa, un momento tan breve que sé que soy la única que se da cuenta, y el hombre nos mira a Eric y a mí, analizando rápidamente nuestro lenguaje corporal, el color de nuestro pelo y la similitud de nuestros rasgos y evalúa correctamente quién soy, de la misma manera que yo lo he evaluado a él. Veo en su cara que se ha dado cuenta, y sus ojos se posan sobre los míos, divertidos y con una pizca de fascinación.

—Eres la hermana pequeña de Eric.

Los modales de toda una vida me obligan a asentir y a dar un paso adelante.

—Sí —digo y extiendo una mano para estrechar la suya—. Soy Everly.

—Vosotros no os conocéis, ¿verdad? —Eric cae en la cuenta mientras el hombre me sostiene la mano. No saltan chispas. No me recorre el cuerpo ningún escalofrío. No reconozco de repente a este hombre como mi alma gemela a través de un apretón de manos. Pero su mano es agradable, firme, grande. Me acaricia el dorso de la mano con el pulgar y, vale, solo ese gesto es suficiente para que me dé cuenta de que probablemente sea bueno en la cama. Pero eso es todo.

—No —coincido, mientras me pregunto por qué nunca he pensado en este hombre antes. Claro que sabía que existía. Empiezo a recordar todos los comentarios que Finn ha hecho sobre él durante años. Supongo que, simplemente, no me importaba. No tenía nada que ver con mis intenciones ocultas con respecto a Finn Camden y, por tanto, era irrelevante.

—Soy Sawyer —dice el hombre—. El hermano de Finn.

Ya me había dado cuenta de esto yo sola, claro. Igual que él se había dado cuenta de que yo era la hermana de Eric. No han sido las similitudes entre Finn y Sawyer lo que lo ha revelado, sino la forma en que pertenecía a este lugar. El brazo sobre el respaldo del sofá, las piernas extendidas, seguro de sí mismo, relajado… Apoltronado en el sofá, en esta habitación, una situación mundana.

—¿Cómo van? —pregunta Eric mientras se sienta en el sofá.

—Veintiuno a diecisiete para los Giants —responde Finn y se deja caer en el sofá al lado de Eric.

Yo sigo de pie al lado de Sawyer. Echo un vistazo al hueco que este ha dejado vacío al levantarse, al lado de Finn, pero decido rápidamente que sería raro que me sentara en el sitio de Sawyer, así que, en su lugar, tomo asiento en un enorme sofá desmontable desde el que puedo ver a Finn.

Sawyer se sienta a mi lado.

No puedo mirar a Finn discretamente con Sawyer entre nosotros.

Ya me está sacando de quicio.

Eric y Finn se enzarzan en una conversación y se interrumpen para comentar el partido. Les echo un vistazo un par de veces y me percato de que Sawyer me observa. Estoy sentada en el sofá entre él y la televisión, así que parece que está viendo el partido, pero no es así. Me está mirando a mí. Ni siquiera disimula. Cada vez que echo un vistazo hacia Eric y Finn, lo pillo, si es que puedes pillar a alguien que no intenta esconderse. Lo miro directamente a los ojos y le ofrezco una mirada mordaz que he perfeccionado con los hombres y que dice «Sé que me estás mirando, cabrón».

Él se ríe.

El sonido atrae la atención de Eric y le recuerda que estoy en la habitación. Su cabeza se gira bruscamente hacia mí.

—No tenéis que marcharos antes de que termine el partido, ¿no? —pregunta, mirándome primero a mí y luego a Finn.

Finn parece desconcertado por la pregunta de Eric. Entonces comprende la situación, se frota la nuca y sacude la cabeza un poco.

—Everly…

No estoy segura de lo que está a punto de decir, pero sea lo que sea no va a acabar bien para mí, hasta ahí llego. Abro la boca para decir algo y calmar la situación, cualquier cosa, pero no consigo que salga ni una palabra porque Sawyer me interrumpe antes de que tenga la oportunidad.

—Finn no volverá a Filadelfia hasta mañana por la mañana.

Oh. En cuanto las palabras salen de su boca, recuerdo que Finn no da clase los lunes por la mañana. ¿Por qué no he pensado en eso cuando he tramado este plan para dejarme caer por aquí y hacer que me llevara de vuelta a la universidad? Casi gruño en voz alta. Menudo error de principiante.

—Pues… —empiezo a decir, pero Sawyer vuelve a interrumpir.

—Yo voy ahora a Filadelfia. Sería un placer llevarte.

Por supuesto que sí.

Quiero matar a este tío. En su lugar, intento ganar tiempo.

—¿Vives en Filadelfia? —pregunto, mientras ladeo la cabeza hacia él.

Todavía me mira, por supuesto. Me inspecciona lentamente la cara.

—Sí —responde.

—Estoy segura de que dejarme en el campus te desviaría de tu camino —digo con una sonrisa rígida y la mirada fija en él.

—No —responde e intenta disimular una sonrisa.

Finn asiente con la cabeza y esboza una sonrisa de alivio.

—Perfecto. Sawyer te llevará.

Mi hermano frunce el ceño y nos mira a Sawyer y a mí, pero mantiene la boca cerrada.

Me pongo de pie, derrotada. Me bajo el jersey hasta la cintura de los vaqueros, miro hacia la puerta y digo:

—Voy a coger mis cosas del coche de Eric.

—Tiene veintidós años, Sawyer —dice mi hermano en cuanto cree que no lo oigo.

Pongo los ojos en blanco y sigo caminando.

Está malgastando saliva. Tengo cero interés en Sawyer Camden. Nada de nada.