Capítulo 25
—No puedo creer que no lo buscara en Google la semana pasada.
Estoy en mi escritorio escribiendo mientras Chloe me dedica una gran sonrisa desde el otro lado de la habitación. Me he duchado, me he depilado las piernas, me he hidratado por todas partes con loción corporal de azúcar y limón y me he secado el pelo. Ahora estoy inquieta.
—¿Por qué no lo busqué en Google?
No me lo puedo creer. Soy la reina del fisgoneo. Busqué en Google al novio de Sophie antes que ella. Creé un perfil en una web de citas para Chloe sin decírselo y la hice ir a una. Aun así, estaba tan distraída que ni siquiera se me ha pasado por la cabeza buscar a Sawyer en Google ni una vez esta semana. Estoy sufriendo lapsus. Tengo veintidós años y ya estoy perdiendo mis facultades.
—Mirándolo por el lado bueno, lo más probable es que no saber quién era hiciera que colarse en su despacho fuera más fácil —dice Chloe. Intenta no reírse, por lo que su risa se convierte en un gruñido.
—No me extraña que el guardia de seguridad pensara que era una idiota —refunfuño y dejo caer la barbilla en la mano—. Intentaron redirigirme al departamento de atención al cliente, Chloe. —Le sigo dando vueltas a lo avergonzada que estoy cuando se me ocurre algo incluso peor—. Probablemente se haya acostado con supermodelos —digo, con los ojos muy abiertos.
—¿Y qué? ¿No hay un dicho sobre eso? ¿Dame a una supermodelo y te daré a un tío que está cansado de follársela? —comenta Chloe cuando se deja caer en la cama—. ¿No es algo así?
—Mmm, eso creo. ¿Pero de qué me sirve? ¿No pasaría simplemente a la siguiente supermodelo?
Chloe reflexiona un segundo.
—Bueno, nunca ha dicho nadie que las supermodelos fueran buenas en la cama ni nada.
Me siento y le dedico una mirada que dice «Buen intento».
—Pero son tan altas —digo mientras me pongo en pie y me acerco al espejo. Me echo un vistazo—. Él es casi treinta centímetros más alto que yo.
—Las supermodelos no son más que huesos.
Me muerdo el labio y pienso.
—Sí, eso me vale. —Tengo bastantes curvas para ser tan pequeña. Me miro el culo en el espejo—. ¿Qué me pongo? —pregunto, observando el reloj mientras vuelvo a sentarme y salgo de Pinterest. Teclear «Salir con un multimillonario» en el buscador no ofrece resultados que me sirvan. Vaya.
—¿Ha dicho dónde vais a ir?
—No. Solo ha dicho que me recogería a las siete. Y yo me he ido sin su número de teléfono.
—Siempre podrías llamar a Finn y preguntarle —sugiere Chloe con picardía mientras desgarra un paquete de galletas con forma de animales y moja una de inmediato en un bote de Nutella.
Arrugo la nariz.
—Puaj. Qué asco.
—No sabes lo que te pierdes —replica y se lleva otra a la boca.
—Creo que sí. Lo he probado. Y es repugnante —le digo y me suena el teléfono.
Es un mensaje. De Sawyer.
«Abrígate. Ponte ropa informal. Unos vaqueros están bien».
—Hijo de puta. Sí que tiene mi número.
Chloe da palmadas y sonríe ampliamente.
—¡Esto es mejor que una noche de cine! —chilla y luego levanta el bote de Nutella—. Debería guardar esto y hacerme palomitas.
«Creía que habías dicho que no tenías mi número».
Veamos qué tiene que decir a eso.
«Dije que nunca me lo has dado, no que no lo tuviera».
«Qué listillo eres, ¿no?».
«Y ponte las botas que te envié. Me quedarán muy bien alrededor del cuello más tarde».
No respondo a eso.
—Chloe, ¿es de golfas querer saltarme la cita e ir directamente a su casa para follar?
—¿Te importa si es de golfas?
—Solo por principios.
Se lleva otra galleta cubierta de Nutella a la boca mientras cavila, con un dedo levantado para indicar que lo va a pensar seriamente. Saco mis pintaúñas y analizo mis opciones. ¡Ajá! Perfecto. Es rojo y el nombre es Size Matters, «El tamaño importa». ¿Cómo no consigo trabajo poniendo nombres a pintaúñas? Se me daría muy bien. O sea, entiendo perfectamente la importancia de un nombre correcto de pintaúñas. Le da unidad a todo el atuendo.
—Es un poquito de golfas. —Chloe ha terminado de masticar y me da su veredicto—. Deberías invitarlo a cenar primero.
Asiento.
—Me parece justo.
Me pongo mis vaqueros favoritos y luego analizo mis opciones antes de ponerme un jersey por encima de una camisola de encaje. Ha dicho informal. El jersey es de un marrón chocolate perfecto y me resalta los ojos, y la camisola de encaje se entrevé por la parte de abajo. Perfecto. Hace buen tiempo para ser principios de diciembre y la nieve que amenazaba antes con caer no se ha llegado a materializar. Tengo un abrigo muy mono de color beige claro que hace juego con el jersey en caso de que quiera dejarlo desabrochado. Por fin, saco las botas Louboutin de debajo de la cama. Al fin y al cabo, ha dicho específicamente que las llevara y soy una chica complaciente. La mayor parte del tiempo. Casi nunca.
Uso una plancha de pelo para añadir unas cuantas ondas a mi cabello y luego completo el atuendo con un maquillaje de ojos ahumados y un pintalabios de color marrón rojizo. Sin duda, Sawyer va a querer saltarse la cena cuando me vea, decido cuando me doy un repaso antes de salir.
A las siete menos cinco le digo a Chloe que voy a bajar al vestíbulo para esperarlo y gruñe.
—¿No subirá? Iba a sacar fotos —bromea y levanta su móvil—. Quizá baje contigo y haga algunas antes de que os vayáis. —Finge que se levanta de la cama de forma muy teatral.
—Cierra el pico, amiguita. Nos vemos luego.
—¿Con «luego» quieres decir mañana?
—Eso espero, te lo aseguro.