Capítulo 34


Everly, cariño, ¿a qué hora viene Sawyer?

Es Navidad y mi madre no deja de moverse por la cocina, al parecer mientras remueve algo en una olla al fuego, mezcla el contenido de un bol en la encimera y coloca una bandeja en el horno al mismo tiempo.

—Estará aquí a las cuatro para la cena, no te preocupes.

A mi madre le encanta alimentar a la gente y está exultante por mi nuevo novio. Ahora que lo pienso, creo que no he traído a nadie a casa desde el verano antes de empezar la universidad. No me sorprende que esté emocionada.

Abro la fiambrera que contiene todas las galletas navideñas y empiezo a colocarlas en los platos que mi madre ha dispuesto para ello.

—¡Me ha dicho que se muere de ganas de probar mi lasaña! —presume mi madre, y se me cae una galleta al suelo.

—¿Qué? —pregunto mientras me agacho para recoger la galleta y tirarla a la basura.

—Dice que siempre pones mi lasaña por las nubes. —Sonríe de felicidad—. No tenía ni idea de que te gustara tanto, Everly. Te la habría hecho durante las vacaciones. —Vuelve a remover la olla y golpea dos veces en el borde con la cuchara de madera antes de dejarla en un soporte para cucharas al lado de los fogones.

—Mmm, ¿esto cuándo ha sido, mamá? —Inclino la cabeza y me pellizco el puente de la nariz, y mi coleta se balancea con el movimiento—. ¿Cuándo has hablado con Sawyer?

—Ah, no hemos hablado. Nos mandamos mensajes. Por el «feis».

—Mamá, se dice Facebook, no «feis». Y no deberías mandarle mensajes a mi novio. Es raro.

—Sé que se dice Facebook, Everly, pero es más gracioso llamarlo «feis», ¿no crees?

—No. —Niego con la cabeza—. No mucho.

—Es igual, fue él quien me mandó un mensaje.

Reprimo un gruñido. Voy a matarlo. Me pregunto si Facebook tiene la opción de denunciar esto. Me importa una mierda si tengo fotos picantes en la cronología de mi perfil de Facebook, ¿pero esto? Esto no me da igual.

—¿De qué más habéis hablado vosotros dos? —pregunto con una voz aguda mientras cierro un recipiente de galletas y abro otro.

—De nada, Everly. Me envió un mensaje para preguntarme qué podía traer hoy. Eso es todo.

—Eso es todo —repito.

—Y le envié algunas fotos. Eras una niña tan mona. Ha pasado una eternidad desde que ha habido alguien nuevo a quien enseñarle esas fotos.

Saca una tabla de cortar del armario.

—¡Mamá! —chillo horrorizada.

—Es broma, Everly. Es broma. —Sacude la cabeza, saca las verduras de la nevera y las pone en la tabla—. Nunca te había visto tan alterada. —Me sonríe ampliamente, y sus ojos brillan—. Sawyer debe de ser diferente.

Asiento ligeramente con la cabeza.

—Es especial —coincido justo cuando suena el timbre.

Es demasiado pronto para que sea Sawyer, pero mis parientes han empezado a llegar. Mi hermano Eric vendrá con su mujer, Erin. También vendrán mis abuelos, una tía y un tío y dos primas. Oigo como mi padre abre la puerta para dejar entrar a quien sea que haya llegado primero. Al menos Eric no va a montar una escena delante de la familia porque esté saliendo con Sawyer. Espero.

Mi prima adolescente, Vivian, entra dando saltitos en la cocina chillando y me abraza. Se va a graduar en mi antiguo instituto, el Ridgefield High, esta primavera. Se hace cargo de las galletas y me pone al día en cuanto a en qué universidades ha solicitado plaza y a cuál espera ir en otoño. Escucho y me encargo de la ensalada que mi madre estaba preparando. Siento que ha pasado una eternidad desde que estuve en su situación. Salvo que yo, por supuesto, solo envié una solicitud, empecinada en que me aceptarían en la Universidad de Pensilvania y que todo saldría como había planeado. Tenía razón con lo de que me aceptarían, pero me equivoqué con respecto a todo lo demás.

—¿Cuáles son tus planes después de la graduación? —Vivian ha terminado de ponerme al día y me mira expectante. Entonces, birla una galleta y se la lleva en la boca.

—Mmm, todavía no lo sé exactamente —admito—. Pero tengo tiempo para averiguarlo. —Sonrío y hago un gesto con la mano para restarle importancia. Como si no me preocupara para nada.

Vivian asiente con el ceño fruncido.

—Claro que tienes tiempo. —Asiente de modo alentador—. Pero creo que nunca te he visto sin un plan —dice, y se ríe al mismo tiempo que se abre la puerta principal cuando llegan Eric y Erin.

Eric entra en la cocina un momento después y me señala con el dedo mientras dice simplemente:

—Tú.

—Déjala en paz. —Erin está detrás de él. Le rodea la cintura con un brazo, acomoda la cabeza en su hombro y le da unos golpecitos en el pecho con la mano libre mientras Eric me mira con el ceño fruncido.

El timbre suena mientras nos miramos fijamente a los ojos sin casi pestañear. Entonces, mi padre abre la puerta y dice:

—Encantado de conocerte.

Solo hay una persona de las que vienen esta noche a la que mi padre nunca ha visto antes.

—Mucho mejor —anuncia Eric con una media sonrisa, y se da media vuelta hacia la puerta principal.

Abro los ojos como platos, dejo lo que estoy haciendo en la cocina, me limpio las manos con un paño y salgo pitando detrás de él. Va a montar un espectáculo. Esto es mortificante, y mortificarme no me va. Una cosa era cuando Eric la liaba con mis novios del instituto, pero esto es totalmente diferente. Erin y Vivian se chocan conmigo cuando llego al recibidor y me detengo.

—Mierda —susurro.

Sawyer y Eric ya están fuera. Hablando.

—¿Qué pasa? —susurra Vivian como respuesta.

—Tu primo le está dando la charla al nuevo novio de Everly sobre sus intenciones —informa Erin mientras todas nos metemos en la sala de estar para espiarlos a través de la ventana delantera.

—¿Por qué? —pregunta Vivian.

Erin sacude la cabeza con incredulidad.

—A Eric le preocupa lo mujeriego que era Sawyer antes. Como si Eric no se hubiera acostado con muchas tías antes de conocerme.

—¡Puaj, Erin!

—Oh, lo siento. —Se sonroja.

Fuera, Sawyer y Eric se dan la típica palmada en la espalda que se dan los amigos, por lo que nosotras nos batimos en retirada apresuradamente hacia la cocina.

Vivian gruñe.

—Tu hermano es muy sobreprotector. O sea, peor que tu padre.

—Lo incluimos en su paga —anuncia mi madre, y todas nos volvemos para mirarla fijamente, observándola mientras desliza la lasaña en el horno al lado de un asado que ya se está cocinando—. Se llevaba un extra por impedir que pillaras cacho.

—¡Mamá! —No sé qué me horroriza más, si lo que acaba de decir o oír la expresión «pillar cacho» salir de su boca.

—¡Es broma! —Nos dirige una amplia sonrisa.

Gruño. ¿Cuándo coño se ha convertido mi madre en una cómica?

Eric y Sawyer entran en la cocina un momento después y son todo sonrisas. Sawyer besa a mi madre en la mejilla y le da una botella de vino como agradecimiento por haberlo invitado. Ella se sonroja por su atención.

—¿Ese es tu nuevo novio? —me susurra Vivian con los ojos como platos.

Sip.

—Joder, chica.

Lo está mirando sin tapujos de la cabeza a los pies, y yo le doy un codazo en las costillas.

Sawyer nos dirige una sonrisa electrizante y yo le presento a Erin y a Vivian antes de arrastrarlo a un rincón tranquilo.

—¿Qué le has dicho a mi hermano? Parecía que iba a matarte y, entonces, ¡puf!, os fumáis juntos un puro metafórico. —Me cruzo de brazos y lo miro fijamente, consciente de que no estamos realmente solos.

—Fácil —responde, inclinado sobre mi oreja; noto su aliento en mi cuello y siento un escalofrío que me recorre todo el cuerpo—. Le he dicho que estoy enamorado de ti.

—Oh. —Me quedo sin palabras.

Oh. ¿Se supone que tengo que responder a eso? ¿Con mi familia a solo unos metros? Estoy totalmente segura de que he abierto tanto los ojos que parecen los de un búho y empiezo a mirar de un lado a otro rápidamente, preguntándome cuánta intimidad tenemos. Luego me muerdo el labio inferior y me pregunto si puedo llevarme a Sawyer a hurtadillas a mi habitación sin que me digan nada. Lo cual sería ridículo porque tengo veintidós años, pero no voy a tentar mi suerte con Eric.

Sawyer escudriña mi rostro y sonríe ampliamente ante la obvia angustia que siento. Después se inclina y apoya la frente sobre la mía.

—Puedes contarme lo que sientes al respecto más tarde, Botas.

Suelto el aire que estaba aguantando y asiento justo en el momento en que mi madre le pregunta a Sawyer qué le apetece beber.

La hora de las bebidas y tomar el aperitivo transcurre sin incidentes. Sawyer tiene a todos enamorados, y mi abuela me dice en confianza que es un «buen mozo» y que me haría la competencia si ella fuera un poquito más joven. Así que me siento bastante relajada cuando nos sentamos a cenar. La sensación continúa hasta que Sawyer le da el primer mordisco a su porción de lasaña y empieza a decirle a mi madre con entusiasmo que hace muchísimo tiempo que no come lasaña casera a la vez que me guiña el ojo.

—¡Everly puede hacértela! ¡Me ha visto hacerla docenas de veces! —Sonríe felizmente mientras yo me atraganto con un picatoste—. Tiene la receta.

Sawyer me da unas palmaditas en la espalda, pero el hoyuelo aparece en su mejilla mientras intenta combatir una sonrisa. Me aclaro la garganta y bebo agua.

—Eso es sexista, mamá. A lo mejor Sawyer debería hacerme la lasaña a mí. —Le doy a Sawyer una patada en la espinilla mientras pronuncio este edicto.

—Tienes razón, Everly. —Mi madre asiente—. ¿Quizá podríais hacerla juntos? —Se alegra con esta solución y le pasa el pan a mi padre, que está a su izquierda.

—Estaré encantado de hacértela, Everly —se entromete Sawyer—. Hasta te la llevaré a la universidad. Te llamaré antes —añade sin pestañear—. Para asegurarme de que estás.

—¡Qué encantador! —Mi madre tiene el rostro radiante debido a lo perfecto que es Sawyer mientras yo maquino mi venganza. Nunca volveré a allanar el piso de nadie y hacer lasaña otra vez, eso seguro.

Después de la cena nos reunimos alrededor del árbol en la sala de estar. Hay platos de galletas en la mesita auxiliar y tazas de café y chocolate caliente por todas partes. Mi prima pequeña, Bonnie, reparte los regalos que hay bajo el árbol. Viv me da un paquete pequeño con una etiqueta en la que pone que es de Sawyer. Estamos sentados en el sofá, uno al lado del otro, y tiene el brazo en el respaldo, detrás de mí.

Pongo el paquete en mi regazo, a la espera de que Bonnie termine de entregar los regalos, pero obviamente los demás no están de acuerdo con eso.

—Ábrelo —me incita mi madre.

Está claro que es la caja de un collar. Deslizo el dedo por debajo de la cinta adhesiva, retiro el papel y dejo a la vista una caja azul de Tiffany. Abro la tapa y empiezo a reír, cosa que no quiero explicar, así que intento reprimirme y la risa se convierte en un gruñido extraño. Mi madre me mira con extrañeza, pero parece decidir que intento aguantarme las lágrimas en lugar de la risa y no dice nada.

—¡Qué bonito! —Erin se inclina y examina el collar, y Vivian se levanta porque quiere mirar.

—Voy a ponérmelo —les digo a todos.

Lo saco de la caja y lo sostengo contra el cuello. Me echo un poco hacia delante para que Sawyer lo abroche por mí.

—¡Son llaves! —dice Vivian al ver desde más cerca el trío de llaves que cuelga de una cadena delicada de plata alrededor de mi cuello—. Oh, qué mono —añade con admiración, y yo vuelvo a intentar no reírme.

Por supuesto que Sawyer iba a encontrar un collar con tres llaves en lugar de una. Por supuesto. Él tira un poco de la punta de mi coleta para que lo mire y lo hago. El hoyuelo está firmemente en su lugar mientras disfruta viendo como intento no reír. No pasa nada; él todavía no ha abierto su regalo.

Justo en ese momento, Bonnie se lo da. Es como del tamaño de una caja de zapatos y le sonrío con anticipación.

Él deja caer la mano que tiene detrás de mi cuello en el sofá y rompe el papel sin moderación. Abre la tapa, rebusca a través del papel y saca una taza con el dibujo de un gato debajo del cual dice: «Es que me chiflan los gatos, ¿vale?».

—Me la voy a llevar al trabajo —dice con una gran sonrisa.

—Oh, hay más, cariño —le digo mientras le doy golpecitos en la rodilla.

Vuelve a rebuscar y saca un par de gemelos de plata con forma de gato y, finalmente, enrollada en el fondo, una camisa con un gato atigrado que lleva una camiseta, gafas y una gorra de béisbol al revés.

—¿Tienes un gato, Sawyer? —Eric echa un vistazo con cara de estar investigando algo.

—No, pero le encantaría tener uno —respondo antes de que Sawyer tenga la oportunidad de decir algo.

Eric parece escéptico, como si sospechara que esto es algún tipo de broma privada que no debería aprobar, pero se vuelve a sentar sin decir nada más.

—Sawyer, no tenías por qué traerme nada —dice mi madre, que sostiene un paquete plano que Bonnie acaba de colocarle sobre el regazo.

—No es nada; puede que ya los tengas —dice Sawyer, que se recuesta y vuelve a rodearme los hombros con el brazo.

Siento más que curiosidad mientras mi madre desenvuelve con delicadeza el regalo y me da un poco de miedo que sea una broma privada para burlarse de algo ridículo que he hecho y me haga reír.

—¡Oh, qué bonito! —exclama mi madre al levantar lo que parece un ejemplar muy viejo de 1, 2, 3 al zoo de Eric Carle y otro ejemplar igualmente viejo de Henry Huggins, de Beverly Cleary—. ¡Están firmados! —Mi madre se entusiasma con cualquier libro, pero Sawyer ha dado en el blanco con estos dos—. Me sorprende que Everly te confesara quién es su tocaya. Nunca deja que nadie la llame Beverly.

—Y no voy a empezar a hacerlo ahora —afirmo—, pero admito que mi nombre es adorable.

Sawyer también es muy adorable, decido.