Capítulo 12
Presente
—¿Te gusta cocinar, Everly?
—Vivo en la habitación de una residencia. Me gusta hacer palomitas en el microondas. —Este tío y sus intenciones de conocerme no tienen un final a la vista—. Y, para que lo sepas, preguntarle a una mujer a la que intentas seducir si le gusta cocinar es estúpido.
—A mí también me gusta una buena lasaña casera —dice—. Aunque no recuerdo la última vez que alguien me hizo lasaña. Lleva mucho trabajo.
Oh. Dios. Mío. Siento que me sonrojo por la humillación y dejo caer la cabeza sobre la mano.
—¿Te lo contó? —pregunto con la cara tapada con la mano.
—Por supuesto —responde—. Me llamó en cuanto te echó. —Gruño—. Fue muy astuto por tu parte.
—Una locura.
—Impetuoso.
Suspiro y miro por la ventanilla del lado del pasajero. Allanar el piso de Finn y hacer la cena no salió como había planeado. Ah, sí había planeado que me echaría y lo hizo, pero ni siquiera se quedó con Steve. O sea, ¿quién es capaz de desprenderse de un pez de colores? Todo este otoño ha sido un desastre, la verdad. Empezando con el viaje en coche al volver de la boda de mi hermano. Intenté hablar de sexo con Finn y puso la radio, pero yo soy una chica dinámica y Finn es tímido, así que no dejé que eso me molestara. Nop. En su lugar le puse la mano en el muslo y, mientras empezaba a deslizarla pierna arriba, Finn finalmente habló.
Dijo que no.
«No, Everly», me desanimo con solo pensarlo. «No, Everly, simplemente no». Retiré la mano, mortificada. Nunca me habían rechazado antes. Según mi experiencia, a los chicos les gusta que vaya detrás de ellos. Hasta lo aprecian. Quizá fuese agradable dejar que el chico diera el primer paso, pero hay mucha competición por los que valen la pena. Si no actúas y haces que las cosas pasen, otra chica te lo quitará de las manos mientras tú estás sentada esperando una invitación. Es agotador. Y, claro, sería agradable que te conquistaran, pero no es realista. Especialmente en la universidad. Estos chicos son unos vagos.
Así que Finn me dejó sin palabras cuando me rechazó en el coche, pero entonces me miró y me sonrió.
—Eres como una hermana para mí, Everly.
—No soy tu hermana —interrumpí yo rápidamente, y él se limitó a negar con la cabeza diciendo que iba en contra de las normas de la universidad—. No eres mi profesor —argumenté, desesperada por apoyarme en algo. Sin embargo, él solo dijo que era una mala idea y dio por acabada la conversación.
Cualquier otra chica se habría rendido entonces, pero yo no. No soy una rajada. Estaba preparada para esperar hasta el semestre de primavera para poner en marcha mi siguiente plan, pero entonces me dejé caer por su despacho y encontré a la golfa de la profesora adjunta que trabaja con él sentada en su mesa y tuve que rehacer mi estrategia. Ni de coña iba a dejar que ella clavara sus garras de trol en Finn. No mientras yo estuviera de guardia.
Así que usé una de las llaves que había hecho durante la boda de mi hermano para entrar en su piso hace unas semanas. Hice tres copias de la llave de su casa cuando me pidió que le moviera el coche durante el ensayo de la cena. O sea, ¿quién no lo haría? Había una ferretería justo enfrente de la calle. Parecía el destino, ¿no? Y juraría que Finn me guiñó el ojo cuando me pidió que le moviera el coche. Lo juro. Así que moví el coche e hice tres copias. Porque asumí que él sabía que lo haría. ¿Qué clase de idiota roba las llaves de la casa de alguien y solo hace una copia?
Sin embargo… solo me pidió que le devolviera una llave. Recuerdo estar de pie en el pasillo, conmocionada. Lo tenía todo planeado. Me sonreiría y me pediría que le devolviera las llaves. Le daría dos copias, pero aún tendría la tercera para la siguiente vez que quisiera colarme en su casa. Sin embargo, nunca se le ocurrió que había hecho más de una. Era como si no me conociera para nada.
Me quedé ahí, de pie, sola en el pasillo, aturdida y cuestionándolo todo, cuando la puerta volvió a abrirse. Eso me dio esperanzas.
—Llévate esto.
Estaba a punto de decir «Se llama Steve» cuando la puerta se cerró en mi cara.
¿Tenéis idea de lo duro que es volver a casa a pie cargada con una pecera con un pez de colores? O sea, me dieron al pez en una de esas bolsas de plástico con agua en las que te los venden, pero ya no tenía la bolsa. Solo a Steve chapoteando en su pecera, juzgándome.
—Creo que demostraste un control extraordinario —dice Sawyer, sacándome de mis pensamientos.
Me muevo en el asiento y lo miro bien.
—¿Tú crees?
—Totalmente. Podrías haber aparecido allí con un gatito. O un perro.
—Lo pensé —admito, analizando mi manicura. Tengo las uñas pintadas con el color Sole Mate Purple, «Púrpura alma gemela». Elegí el color con la esperanza de encontrarme con Finn este fin de semana—. Pero no estaba segura de que pudiera tener mascotas en su piso.
—¿Ves? Siempre estás pensando, Everly. Eso me gusta de ti.
Me encojo de hombros.
—¿Podemos dejar ya de hablar?
—Oh, ¿querías recuperar tu teléfono?
—Sí. —Giro la cabeza—. ¿Puedo? —Quizás vaya a callarse por fin.
—Nop.
Gruño y me dejo caer en el asiento mientras él ríe.
—No me creo que Finn no te pidiera que le devolvieras el resto de las llaves.
—¿Qué? —Eso hace que preste atención. ¿Cómo sabía lo de las otras llaves?
—Cuando Finn me llamó, le pregunté si había recuperado las llaves. Me dijo que sí, que había recuperado la llave, pero yo insistí en que habrías hecho más de una. Le dije: «Finn, hazme caso. Esa chica, Everly —dice mientras me guiña el ojo como si lo entendiera a la perfección—, habrá hecho más de una copia». —Me mira a la cara enseguida—. Apuesto a que fueron tres.