Dos corolarios y un escolio

Primer corolario

Entre los sentidos de don Quijote, el que actúa preferentemente es el de la visión. Don Quijote transforma «lo visible» en algo que también debe de ser visible: molinos en gigantes, ventas en castillos, etc. Pero hay una ocasión en que no ve la realidad, sino que la oye, y no puede pues, actuar:

«… llegó a sus oídos un gran ruido de agua. (…) y, parándose a escuchar hacia qué parte sonaba, oyeron a deshora otro estruendo que les aguó el contento del agua…» (Primera parte, capítulo XX).

Es la aventura de los batanes, ruido o estruendo en la noche oscura. Si don Quijote hubiera sabido de qué se trataba, es indudable que lo hubiera transformado; pero, al no ser visible y al no poder identificarlo, se mantiene a la expectativa, acepta la única realidad perceptible, que es el ruido (que forma parte de la realidad «como efecto»), mientras Sancho se muere de miedo. Al descubrir, con la luz, los batanes, don Quijote se ríe.

¿De su miedo, del de Sancho? El narrador no lo dice y todo cuanto se pueda añadir aquí será mera conjetura.

Segundo corolario

Si se considera que, como se ha dicho repetidas veces, don Quijote, para poder serlo, necesita transformar el mundo real en un mundo caballeresco (la realidad sin más en realidad poética), ¿no es sospechoso que no se equivoque ni una sola vez al aplicar su método transformativo o dejarlo en suspenso? La aplicación correcta del procedimiento, ¿no supone, como condición previa, la aprehensión, igualmente correcta, de la realidad? Otra cosa sería si metaforizase apariencias o realidades de por sí suficientes: galeotes en prisioneros de guerra o encamisados en almas en pena (como quizás haya hecho el miedo de Sancho). O si se intentase convertir a los yangüeses en materia caballeresca y no caballuna. Pero nada de esto sucede. Búsquesele otra explicación que la insinuada.

Escolio

De intento ha quedado fuera de estas consideraciones la intervención de los encantadores cuando don Quijote acude a ellos para explicar al atónito y ya casi incrédulo Sancho la transformación inversa de gigantes en molinos, de ejércitos en rebaños, de castillos en ventas, porque será objeto de estudio singular. Baste ahora señalar que es también una constante de las aventuras del tercer tipo, aunque no sólo en ellas.