Fisiología
NO recuerdo haberme meado ni cagado en la cama. Son accidentes que vale la pena contemplar porque, a mi edad, tal vez prefiguren el futuro cercano. Recuerdo muy pocos orgasmos y eyaculaciones en sueños. Mis sueños eróticos, si son realmente apasionados o deleitosos, siempre sucumben por despertarme con su convite a una masturbación consciente y demorada. Esto me ha causado conflictos con algunas parejas que interpretaron mi conducta como una ofensa, o una agresión: personas inteligentes, fueron capaces de ofenderse por el contenido de los sueños del otro, o por el uso que uno hizo de ellos.
La ventaja de olvidar los sueños es sustraerlos definitivamente del ridículo de su circulación social. Pero tal vez los sueños sean lo social en estado puro. En los diarios de Kafka sus sueños parecen calculados relatos, en cambio sus relatos, y los bocetos de relatos que intercala en sus doce cuadernos y sus cuatro diarios de viaje, están colmados de escenas de sueños que nunca se confesó. Reconozco en su relato de los ocho hermanitos un sueño que pudo haberme sucedido a mí. Lo mismo ocurre con el sueño del combate con el padre, en la ventana. Tiene la misma estructura emocional que mi sueño de combate doméstico con un gato, o un perro, que a su vez repite la forma del sueño de mi combate con el niño gigante.