Tonos del sueño
MIRANDO un mazo de notas tomadas en los últimos treinta años advierto que sus evocaciones podrían clasificarse distinguiendo entre sueños de libertad y sueños opresivos. Los primeros son siempre sueños felices; no siempre alegres, pero felices.
Algunos sueños de cementerios y hospitales son tristes, a veces de una tristeza vecina a la emoción del llanto. Pero entre ellos, no pocos son sueños de plenitud y felicidad. Al pensarlo los comparo con la experiencia de la felicidad de las ceremonias fúnebres con su tristeza ante la pérdida y la muerte unida a la alegría —o felicidad— de compartir una misma emoción con otros pares vivos.
Son experiencias que en la rutina de los días se nos escapan y que sólo en la gravedad de las grandes ocasiones se pueden recuperar. Pienso en el folklore rural de la Argentina y en la supervivencia de los velorios musicales y danzantes que celebran la muerte de los niños, y en su contrapartida urbana: la demanda de risa que circula entre quienes asisten a velatorios de clase media de mi país y que narradores orales aficionados satisfacen con tres subgéneros: cuentos sobre muertos, cuentos de borrachos y cuentos obscenos. Cualquier asistente a la ceremonia fúnebre puede agregarse al público de estos microemprendimientos literarios. Y hasta asumir el rol de narrador. Aunque no todos se agregan al público de los cuentos y aun son menos los que toman la iniciativa de narrar.