Alix Black
Fue como una puñalada y, a la vez, como un dolor esperado, conocido. Siempre, desde cuando aún lo llamaba Lenny y creía que era un chico normal, había pensado que era un egocéntrico y que todo lo que hacía obedecía a un motivo ulterior que lo beneficiaba. Sin embargo, todas las veces que se habían encontrado, Nils le había hecho sentir que la quería de verdad, que sus sentimientos eran reales, auténticos. Incluso le había salvado la vida, arriesgando la suya.
Sin embargo, aquella nota de Alix que rezumaba veneno y que quizá en otro momento le habría parecido sólo una venganza, la invención de una mentira para hacerle daño tanto a ella como a Nils, ahora le parecía que tenía visos de verdad. Había algo en la formulación, en el mensaje, que sonaba totalmente sincero.
Quizá por eso la noche en que vio a Dani y Alix besándose en el Cloud 9, la noche de la lluvia violeta, Nils llegó tan de prisa al Bund, donde estaba ella teniéndose lástima y dejándose mojar por la llovizna hasta que él apareció para abrazarla.
Nils podía haberlo organizado todo y luego haber esperado el momento propicio para acudir en su ayuda. Sonaba posible. Dolía lo suficiente como para creer que había sido así. ¿Lo había hecho para recuperarla, para quitársela a Daniel, o había sido lo que Alix insinuaba en su nota, que lo único que Nils quería era asegurarse de que el nexo estaba bajo su control por la fuerza del amor y del deseo? Y a cambio estaba dispuesto a procrear con esa Alix. Sintió una sensación de asco apoderarse de ella, y no sólo asco; por mucho que lo detestara, podía reconocer con toda claridad que también sentía celos cuando pensaba en Nils, su Nils, su Lenny, acostándose con esa víbora de piel perfecta y ojos de color violeta.
Siempre que estaban solos, las pocas veces que había sucedido, Nils era dulce, cariñoso, ligeramente gracioso sin llegar nunca a tomarle el pelo de un modo vulgar, como había sido tan frecuente en Innsbruck cuando estaba con chicos de su misma edad. Sin embargo, cuando había aparecido en Koh Samui a buscarla, Nils había actuado de un modo absolutamente arrogante y posesivo, dejando claro que él era ahora su novio y el único que podía besarla en público. Eso abonaba la hipótesis de que sólo quería tener el control.
¿O era un típico comportamiento de macho marcando su territorio frente a un rival?
En cualquier caso, detestable.
Pero no todo era negativo. La nota le había hecho ver que Dani podía tener razón cuando decía que las cosas no eran como parecían, que tenía que darle una oportunidad.
De hecho, no había sido sólo la nota, sino la breve conversación que había tenido con Ritch, quien se había pasado por su cuarto a ver si ya le había mejorado el enfado de la piscina. Ella le había enseñado el mensaje de Alix y su único comentario había sido: «¡Será puta!», lo que a ella le había arrancado una sonrisa.
—No voy a decirte lo que tienes que hacer —había añadido él—. Al fin y al cabo eres el nexo y yo no soy más que un familiar recién pescado que aún no se entera de la mitad de la película, pero, yo de ti, le daría a Daniel un voto de confianza. Es un tío legal. Y te quiere. Es un simple haito, eso sí, y tú eres karah, como ese tipo del clan negro. Pero tú verás.
Entonces ella le había pedido que se pasara por el cuarto de Dani y le dijera que quería verlo en el jardín. Antes de que se fuera le había dicho:
—Gracias por todo, Ritch, pero tengo que pedirte otro favor. No le cuentes nada de esto a Dani. —Arrugó el papel en el puño—. ¿De acuerdo?
Y él asintió, le apretó el hombro y se fue a llevar el mensaje a Daniel.
Ahora, en el avión, Lena le daba vueltas y vueltas a aquella nota, asustada de encontrarse de nuevo con Nils, pensando en qué le diría, cómo se saludarían al encontrarse, qué vería en sus ojos cuando se cruzaran sus miradas.
—¿Qué te pasa, cielo? —preguntó Dani en ese momento, sintiendo lo tensa que estaba y cogiéndola de la mano.
—Tengo miedo. —Lena apoyó la cabeza en el hombro de él.
—Si te sirve de algo, yo también.
Se sonrieron y, en ese momento, el avión escoró violentamente y el piloto empezó a descender para el amerizaje.
—Mira, Dani —dijo Lena en un susurro—, ahí está. ¡Atlantis!