Negro. Atlantis. Shanghai (China)
Nils había preferido hablar primero con Lena y luego acudir a la cita con Él, que, como le había avisado, quería enseñarle algo especial antes de que volviera a Shanghai con el mensaje del clan azul al clan negro. Se despidió de Lena en la playa con un largo abrazo y un beso de amigos, y se encaminó hacia la cabaña donde lo esperaba la mahawk.
Lena y él habían quedado en reunirse para desayunar y marcharse después hacia Bangkok, donde ella pensaba encontrarse con Daniel para tratar de poner en claro sus sentimientos.
Era realmente exasperante no poder conseguir que Lena se decidiera por él; algo que no le había sucedido jamás, en sus más de doscientos años de vida. Nunca había tenido que pasar por la humillación de que la mujer que había elegido no lo aceptara, ni mucho menos que prefiriera a un simple haito. Y, para colmo de males, esta vez ni siquiera era ese el problema principal.
En esta ocasión lo doloroso era que Lena le despertaba un sentimiento auténtico. Más que eso, incluso: un sentimiento que no creía tener en su repertorio, porque no se trataba ya, como habría sido normal en el caso de una conclánida, del comprensible deseo de reproducirse, de dar un hijo a su clan, sino de otra cosa, de algo mucho más profundo.
Si no fuera por lo ridículo que resultaba incluso pensarlo, podría resumirlo diciendo que se había enamorado de Lena. Y eso era absurdo en un clánida; mucho más en un miembro del clan negro. Se imaginaba diciéndole al Presidente que se había enamorado de una clánida blanca de diecinueve años reales y le daba grima pensar en su reacción, aunque había oído decir que en karah habían existido parejas que se habían hecho famosas por su pasión compartida: Ragiswind y Eringard, en su propio clan; Philippe e Isabelle en el clan blanco. Todos, casualmente, siglos atrás, de manera que nadie podía saber si se trataba de una realidad, de una leyenda o de una mentira inventada por los otros clanes para desprestigiarlos.
En cualquier caso, él necesitaba intentar hacer realidad su deseo y, para ello, no tenía más remedio que usar las armas a su alcance, de manera que, aunque fuera poco antes de medianoche, marcó el número de Alix. Le perdonaría que la sacara de la cama porque la propuesta que pensaba hacerle valía la pena.
Al contrario de lo que pensaba, contestó al tercer timbrazo.
—¡Nils! ¡Qué sorpresa! ¿Sigues en Bangkok? —De fondo se oía música y tintineo de copas; debía de estar en uno de sus lugares de jazz favoritos.
—Casi. No puedo hablar mucho, querida, tengo una cita importante, pero necesito que me hagas un favor. Uno grande.
—Dime.
No le había dado tiempo de pensarlo ni de formularlo bien, de modo que decidió ir directamente al grano.
—Necesito que seduzcas a alguien, que consigas que se vuelva loco por ti. Un chico muy joven.
—¿Guapo?
—Va en gustos, pero supongo que no está mal.
—¿Clan?
—Es haito.
Se hizo un silencio helado al otro lado del teléfono.
—Es una de tus bromas estúpidas, supongo ¿Tanto has bebido?
—No es una broma. Es importante y estoy dispuesto a pagar bien.
—Ni lo sueñes, conclánida.
—Si me haces ese favor, yo haré lo que me pediste la última vez que nos vimos. Al menos te prometo intentarlo. Si no funciona, estaría incluso dispuesto a pedir ayuda al clan rojo e intentarlo por inseminación artificial. Ellos tienen el equipo necesario y a un familiar especializado. Lo sé seguro porque, según mis investigaciones, es así como el clan rojo consiguió hacerse con el nuevo miembro.
El silencio se alargó hasta hacerse casi insoportable.
—Tratas de humillarme, ¿verdad, Nils?
—No, Alix, te juro que no, pero sólo puedo pedírtelo a ti. Eres la mujer más impresionante que hay en karah y eres la única conclánida de mi casa.
—¿Y por qué tiene que ser karah para seducir a un chico haito? Hay miles de modelos y actrices y toda clase de profesionales y de mujeres con necesidad de dinero que estarían encantadas de hacer el trabajo.
—Ese chico está enamorado de verdad. No será fácil. Por eso tienes que ser tú.
Tuvo la sensación de que la idea del desafío de seducir a un chico enamorado y derrotar con eso a otra mujer, fuera quien fuese, le resultaba más atractiva que todo lo demás.
—Dame sus datos y su dirección. Iré a echar un vistazo, pero que conste que no te prometo nada aún.
Nils le pasó lo que sabía de Daniel y le envió una foto que había descargado de Internet.
—Te llegará en seguida. Ah, querida, además es una manera de fastidiar al clan blanco, si eso te estimula más.
—¿Es familiar blanco?
—Algo parecido.
—En estos momentos preferiría fastidiar a nuestros conclánidas rojos. Detesto a Eleonora. Si se tratase de seducir a Dominic, no lo pensaría dos segundos.
—Lo siento, de momento no hace falta, pero ¿quién sabe? Tengo que irme, Alix.
—Espera. ¿Te ha dicho Imre que ahora colaboramos con el clan rojo para encontrar a ese maldito mocoso y su maldita mentora?
—Sí. Ahora no puedo decirte más, pero tu colaboración en lo que te acabo de pedir ayudará al clan negro a controlar a Lena.
—¿Controlarla? ¿No tendrías que encontrarla primero?
—Muy aguda, bella prima. En ello estoy. Deséame suerte y ponte manos a la obra hoy mismo.
—¿Me lo juras, Nils? ¿Me darás un hijo si te ayudo ahora?
—Te lo juro por karah. Tú enamoras a Daniel Solstein y yo cumplo mi palabra en el momento en que me lo pidas. ¡Buenas noches, Alix, que duermas bien!
—¡Nils, espera! ¿Y si lo mato? ¿No sería más fácil hacerlo desaparecer? Podría llevarlo a dar un paseo en helicóptero sobre la bahía.
—Si lo mataras, tendríamos un efecto Romeo y Julieta que ahora no tengo tiempo de explicarte y que no nos conviene nada, mientras que, si lo seduces, el odio causará la reacción que necesitamos, o al menos así lo espero. ¡Adiós, bella! Márchate ya mismo a Bangkok y sácalo de allí cuanto antes. Llévalo a algún hotel bonito y vuélvelo loco.
Nada más colgar, inspiró hasta el fondo de los pulmones y fue soltando el aire poco a poco por la nariz.
La luna estaba ya baja en el horizonte del oeste. El mundo parecía dormido; era fácil engañarse e imaginar que el planeta era feliz, que descansaba soñando hasta que volviera la luz del sol. Él mismo se sentía así, expectante, optimista, deseando que comenzara un nuevo día para trazar el futuro que quería alcanzar. Hacía mucho que no se había sentido de ese modo.
Echó a andar a buen paso hacia la playa donde Él lo esperaba.
Era más que posible que Alix hiciera lo que le había pedido. Y estaba seguro de que tendría éxito; para quien no la conocía en profundidad, como él, Alix era un sueño hecho mujer: largas piernas, pechos perfectos, un rostro como dibujado por un artista, el glamour personificado. No había hombre en el mundo que no se sintiera halagado por su interés. Dani era muy joven, y era haito. No podría resistir la tentación de conseguir a una mujer como Alix. Pensaría que, en el peor de los casos, siempre podría después pedirle perdón a Lena.
La reacción de Lena a la traición de Daniel era calculable y él estaría allí para recogerla cuando se sintiera caer. Lo que podía pasar más tarde, si se enteraba de que él había encargado y preparado esa traición, era algo que ya no podía calcular, de modo que tendría que arriesgarse y confiar en haber establecido una relación con Lena para entonces que le permitiera explicarle lo sucedido sin perder su amor. Si conseguía, en el poco tiempo que tuvieran, enseñarle a ser karah, tendría posibilidades de quedarse con ella.
Ahora no podía pensar más en el asunto. Él lo estaría esperando y, por lo que le había insinuado, lo que pensaba enseñarle era realmente impresionante. Ya estaba deseando verlo.