—¿Miedo? No seas niña, Stella. Ya todo ha terminado. Y debes olvidarlo. Como si se tratara de una pesadilla.
—Los Adoradores de la Sangre... Badham habló de una secta... de unos elegidos...
—La policía está investigando eso. En el domicilio de Badham en Los Angeles han encontrado unos archivos secretos, un laboratorio de brujería... La policía se encargará de todos ellos.
Stella forzó una sonrisa.
—Si... todo ha sido una pesadilla... Ayúdame a olvidarla, Jeffrey. Sutton se inclinó sobre la muchacha.
La besó en los labios. Dulcemente.
—No me separaré de ti, pequeña.
—¡Oh, Jeffrey...! ¡Jeffrey...!
—Estás temblando...
—No... no puedo remediarlo... Ellos... ellos ahora están enterrados. El conde Goldstone y las brujas de Woodsville. También cabezas. Antes era imposible la unión. Mar y tierra. Ahora es distinto. El Gran Maestre Rojo, con su infernal poder, puede llegar hasta donde fue enterrada su... .
—Ya basta, Stella.
—Puedo hacerlo, Jeffrey. Le llevaría tiempo, pero puede conseguirlo.
—De acuerdo. Y volvería a ser derrotado. Tú lo has dicho, Stella. Es la eterna lucha de las fuerzas del Bien contra las del Mal. Una batalla ignorada por muchos. En esa contienda siempre hay un vencedor fijo, Stella. Aunque se pague el tributo de víctimas inocentes.
—Abrázame, Jeffrey... abrázame muy fuerte...
Sutton obedeció de buen grado. Volvió a besar los labios de Stella.
—Yo te ayudaré a olvidar este horror, Stella. Lo conseguiré. Mi amor lo borrará. Stella no respondió.
En sus ojos asomó un brillo de esperanza. Y sonrió. Feliz. Fue Stella la que nuevamente ofreció sus labios a Sutton.
Sí.
Jeffrey Sutton lo conseguiría.
F I N