Jeffrey Sutton fue borrando paulatinamente la sonrisa.

 

—Si me pertenece, sheriff. Yo lo he encontrado, lo he sacado del mar y me quedaré con él. Si también le interesa al Gobierno puede que lleguemos a un acuerdo. Mientras tanto no me...

 

Un ensordecedor griterío ahogó la voz de Sutton. El objeto ya había salido a la superficie.

Estaba en la orilla.

 

Lo arrastraron unas yardas más, adentrándolo en la playa y dejando tras de sí un profundo surco.

Jeffrey Sutton se había aproximado a grandes zancadas.

—¡Limpiadlo...! ¡Quitad toda esa basura!

 

Varias espátulas comenzaron a arrancar las algas, el musgo y las plantas marinas que recubrían por completo el objeto.

 

Sí.

 

Tenía forma de cruz. Cuatro cajas rectangulares de hierro. De algo más de un metro cada una. Cuatro cajas unidas entre sí formando una cruz. Los engarces de unión dibujaban un círculo.

Una plancha circular también de hierro.

—¿Y ahora qué, patrón?

 

Salkow sonreía feliz. El torso desnudo. Sudoroso.

—Quitad los remaches de ese círculo. Parece ser la clave para poder abrir las cajas.

 

—Enseguida, patrón.

—¡Un momento! —exclamó el sheriff— ¿No puede hacer eso, señor Sutton!

 

—Dígamelo por escrito, sheriff. Especificando la orden que lo prohíbe. Sólo entonces le obedeceré.

 

Jerry Collins dudó.

 

Y su indecisión fue aprovechada por John Salkow y dos hombres más para utilizar las herramientas contra los remaches.

Fue una labor difícil.

 

Aquellos engarces parecían soldados al hierro. El enmohecimiento tampoco facilitaba el trabajo.

 

Poco a poco, fueron quitando los remaches. La circular tapa central quedó suelta. Y al quitarla aparecieron las anillas. Asomando a cada lado de las cajas rectangulares.

 

—La caja circular de unión está hueca —dijo John Salkow—, Hay algo grabado en el fondo...

 

—¡Tiremos de las anillas! —gritó uno de los que colaboraban en el trabajo. Su sugerencia fue bien recibida.

 

Varias manos fueron en busca de las anillas.

 

Y al tirar de ellas fue saliendo una fina barra de acero que servía de sujeción a las planchas metálicas.

 

Las cuatro cajas rectangulares abatieron las pesadas láminas de hierro. Dejando al descubierto su contenido.

Cuatro ataúdes.

—¡Infiernos...!