tampoco conseguirás entrevistarme. ¿Sabes nadar?

 

—He llegado a nado hasta aquí, Jeffrey. El pantalón y la camiseta en una bolsa impermeable. Acabo de ponerme la ropa. Sospechaba que hoy no pernoctarías en el Kane Hotel. Allí siguen los periodistas en tu espera.

—Lárgate con tus compañeros.

—No soy periodista, Jeffrey.

 

Sutton había girado sobre sus talones pasando al pequeño salón. Del mueble bar extrajo una botella de whisky.

La joven fue tras él.

 

—No soy periodista —volvió a repetir la muchacha ante el silencio de Sutton—, Necesito hablar contigo. En relación con... con el Gran Maestre Rojo.

 

Jeffrey Sutton hizo una mueca. Vació el vaso de un solo golpe.

 

—¿Me tomas por idiota? No conseguirás engañarme. Eres una periodista. Intentando sonsacarme datos para poder alimentar a tus morbosos lectores. Buena carnaza, ¿verdad? Cadáveres decapitados, supuesta brujería

 

y ahora un bonito asesinato. ¡Vete y déjame en paz!

 

—Te equivocas conmigo, Jeffrey. No necesito datos sobre el Gran Maestre Rojo y las brujas de Woodsville. Sé todo sobre ellos.

 

Sutton interrumpió el iniciado ademán de volver a llenar el vaso. Dirigió una penetrante mirada a la joven.

Aquellos verdes ojos estaban nuevamente nublados.

—¿Quién eres...? ¿Qué quieres de mí?

 

—Mi nombre es Stella Dawn. Hija del profesor Walter Dawn. Mi padre fue catedrático del City College de San Francisco. También profesor de Parapsicología. Escribió varios libros sobre ciencias ocultas, magia negra, brujería, satanismo... Estudios científicos. Siempre basados en hechos probados o documentados. Sabía diferenciar la superchería del hecho supranormal. Mi padre no era fácil de engañar ni se dejaba impresionar por sucesos aparentemente sobrenaturales. Su obra cumbre fue un laborioso tratado sobre la historia de la brujería en Norteamérica. Desde la época de los primeros colonos hasta nuestros días. No llegó a terminar su obra. Quedó interrumpida en el año 1825. Cuando investigaba sobre las llamadas brujas de Woodsville.

 

—¿Murió?

—Sí. Bueno... supongo que sí.

 

—No te comprendo. ¿Qué quieres decir? Stella esbozó una sonrisa.

 

—¿Puedes servirme un poco de brandy? Tengo algo de frío. El agua estaba muy fría y aún no he reaccionado.

 

—Sí, claro... Disculpa mi descortesía. Creí estar frente a uno de esos insaciables periodistas —Sutton le sirvió una copa de Courvoisier—. ¿Qué le ocurrió a tu padre?

 

—Fue hace exactamente cuatro años. Mi padre estaba entusiasmado con su trabajo sobre la historia de la brujería en los EE.UU. También yo. Colaboraba en sus investigaciones. Le ayudaba a seleccionar datos, sinopsis, a mecanografiar folios... El año 1825 fue pródigo en acontecimientos relacionados con la brujería; pero el más