círculo.

Un círculo amplio y negruzco.

 

Sin destello alguno del sol. Sin el cristalino añil de las aguas. Sólo una capa negruzca y circular que destacaba poderosamente con el resto de la superficie marina.

 

Janet parpadeó. Perpleja.

 

Fue agrandando los ojos a la vez que la palidez se adueñaba de su rostro. De su garganta brotó un grito desgarrador.

 

El respingar de Sullivan le hizo caer del asiento. También Jeffrey Sutton saltó de la silla.

—¡Janet...! ¿Qué te ocurre?

La muchacha era incapaz de reaccionar.

 

Sólo cuando Sutton se aproximó a ella y la hizo girar zarandeándola por los hombros logró que dejara de gritar abrazándose a él.

—¡Ahí, Jeffrey...! ¡Es horrible!

—¿Dónde?... ¿Qué ocurre?

 

Carol y Sullivan también se habían acercado a la borda.

—¿Algún tiburón? —inquirió Mark Sullivan, aso mandóse—. No se ve nada...

 

Aquellas palabras hicieron reaccionar a Janet.

 

Se separó de Sutton apoyándose en la baranda. Con la mirada fija en la superficie del mar. Donde el cable se hundía.

 

—Dios mío... Ya no está. Ha desaparecido. Sutton sonrió.

 

Rodeó protectoramente los hombros de Janet, conduciéndola hacia una de las tumbonas situadas bajo el entoldado.

 

—No has debido ponerte al sol después de comer. Janet. ¿Te apetece un brandy? Sirve una copa. Mark.

 

—Jeffrey...

—¿Sí, Janet?

 

—Han sido imaginaciones mías, ¿verdad...? Un espejismo...

 

—Seguro. Los rayos del sol al jugar con el agua dibujan extraños objetos. ¿Qué fue lo que te asustó?

 

Janet tomó el brandy a pequeños sorbos. Forzó una sonrisa.

 

—Fue... parecía... tan real... Primero se formó un círculo en el agua. El centro de ese círculo era el cable.

 

—Es lógico que el movimiento del yate origine repetidos círculos centrados en el...

 

—No. Jeffrey. Era un solo círculo —interrumpió la muchacha, con nerviosa voz—. Destacaba poderosamente en la superficie por su negruzco tono. Muy satinado. Y sobre ese círculo fue dibujándose poco a poco la figura. Quedó marcada con toda nitidez. La imagen de un decapitado. Un hombre sin cabeza. Con una vestimenta antigua... una extraña túnica roja con un circulo negro...

 

—Lo dicho, Janet. Has sufrido una alucinación.

—¡Jeffrey...! ¡Jeffrey...!