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ESCRIBIENDO SOBRE EL OTRO
Deena Metzger
La sombra —ese elusivo fantasma del que no podemos escapar y con el que resulta difícil establecer contacto— es nuestra propia imagen oscura. Por consiguiente, para conectar con la sombra debemos estar dispuestos a entrar en su morada —la oscuridad— a convivir con lo desconocido y a sentir que somos la misma oscuridad. Dirigirnos hacia la sombra nos enfrenta al miedo a ser devorados por ella pero de no hacerlo así corremos el riesgo de que termine abatiéndose violenta y furtivamente sobre nosotros.
¿Pero cómo conectar con la sombra? Para ello debemos re conocer que hay ciertas facetas que normalmente consideramos extrañas y ajenas —aspectos que solemos aborrecer, desdeñar o rechazar en nosotros mismos— y aceptar que por más abominables que puedan parecernos forman parte de nosotros mismos. El hecho de que existan partes de nuestro yo que son extraños y al mismo tiempo próximos a nosotros mismos es uno de los principales misterios del psiquismo. Su reconocimiento y aceptación, sin embargo, constituye una especie de declaración de paz que anima a la sombra a emerger.
Todos somos conscientes de que la sombra se extiende a medida que cae el día y de que la noche es su morada. En el acto de escribir existe también una situación parecida a ésta, el momento en el que la luz meridiana de la razón se atenúa. En esas circunstancias —al desaparecer la luz que podría aniquilarla y de la cual, por consiguiente, escapa— es muy probable que la sombra responda a nuestra invocación y termine por hacer acto de presencia.
Con estas ideas en la mente he elaborado una serie de preguntas y ejercicios imaginarios que pretenden evidenciar la sombra a través de la escritura y el desarrollo de personajes e historias. Se trata de un conjunto de cuestiones tan arriesgadas para el yo como para la sombra y que, por ello mismo, favorece la manifestación de la sombra.
Las primeras preguntas aspiran a definir el territorio en el que reside la sombra, un territorio en el que reconocemos que la sombra es un continuo de nosotros mismos en el que nos convertimos cuando vamos al otro lado. La sombra, por así decirlo, es nuestro rostro oscuro.
¿Cuáles son las cualidades o los atributos de aquellas personas a quienes encuentra más distintas a sí mismo? Recuerde una época en la que haya sentido odio. ¿Esa persona a quien aborrecía también le odiaba? ¿Cuáles son sus prejuicios más incorregibles? ¿Con qué grupo de personas se siente menos afín? ¿Quiénes son las personas que no quisiera imaginarse ser porque le repugnan, le ofenden, le aterran, le encolerizan o que considera indignas de usted o grotescas? ¿En qué circunstancias se sentiría tan humillado como para no seguir viviendo? ¿Cuál es el miedo que le resulta más intolerable?
Cuando analice sus respuestas observará que algunas de sus aversiones están basadas en principios morales o éticos mientras que otras, en cambio, estarán cargadas de desprecio, repugnancia y náusea. Estas últimas están asentadas en el reino de la sombra. Con esas cualidades podrá crear un personaje, alguien con un nombre, una personalidad y una historia. Establezca un diálogo íntimo y sincero con esa persona hasta que lo sepa todo sobre ella —dónde vive, cómo es su casa, qué desayuna, qué piensa, qué teme, qué desea, qué sueña, por ejemplo—. Sea lo más sincero y abierto que la sombra le permita.
Hay otro camino para descubrir a este personaje interno: Imagine que su vida está amenazada y que para escapar del peligro debe crear otra identidad, una apariencia falsa.
Esta fachada debe ser perfecta, una identidad tan parecida a sí mismo y, sin embargo, tan diferente, que le permita estar completamente disfrazado mientras da vida a ese personaje. Ese personaje tendrá cualidades completamente ajenas aunque confortables y familiares. ¿En quién se convertiría si tuviera que disfrazarse para salvar su vida? Imagínese invisible y escoltando a ese personaje día tras día, observándole en su soledad y en su relación con los demás. ¿Qué es lo que piensa cuando sigue sin dormir a las tres de la madrugada? ¿Qué secretos y pesares le afligen? ¿Cuál es la parte esencial de su yo que se oculta tras ese personaje?
No le quepa duda de que si es escrupuloso y amable la sombra aparecerá. Por consiguiente, pregunte, observe, interésese y acepte todo lo que vea y llegue a conocer. Sea cuidadoso y trate de que sus juicios, sesgos y temores no terminen contaminando o destruyendo sus descubrimientos.
Cuando crea que sabe tanto —o más— de la sombra como de usted mismo imagine que este personaje es un hermano suyo, alguien nacido del mismo padre y madre. Describa sus relaciones con él. «Recuerde» cómo fue su infancia, describa algún momento en el que haya sentido una gran afinidad con él. ¿Cuándo comenzaron a separarse sus vidas? Elabore una historia que exprese el momento en que se distanciaron. Imagine a su padre y a su madre evocando el pasado de sus dos hijos y hablando de sus similitudes y de sus diferencias.
Finalmente permita que ese hermano/otro/enemigo/fachada le observe. Deje que ese personaje hable con su propia voz de usted mismo. ¿Cuál es su aspecto desde esta perspectiva? Dialogue con ese personaje. ¿Qué es lo que quiere saber?
En la medida en que este familiar, este otro, esta sombra penetre en su vida, en su familia, por decirlo así, permita que su imaginación y su vida real se fundan. Tenga cuidado de la necesidad de ser literal porque esto siempre oculta el conocimiento profundo. Por otra parte, no permita que la imaginación le distraiga o le distancie de la forma en que la sombra es, de hecho, su familia, su otro, su yo.
Este yo oscuro no está, en modo alguno, separado de nosotros, ni siquiera como lo está un hermano. Esta es la sombra que proyectamos, la única que permanece siempre con nosotros. Observe la imagen de esa persona, reflexione en su vida tanto desde fuera como desde dentro. Entre en esta ironía: la única persona con quien hemos creado una isla común de comprensión mutua es absolutamente otra o, lo que es lo mismo, la única persona absolutamente ajena es aquélla a quien podemos comprender perfectamente. Imagínese a sí mismo viviendo su vida.
Imagine, por último, la muerte de su sombra. ¿Conociendo ya como ha sido su vida, como supone que morirá? La sombra, por supuesto, nunca muere, la sombra siempre nos acompaña. Pero nuestra forma de relacionarnos con ella y viceversa depende de nuestro conocimiento. Este conocimiento implica la inevitable pérdida de una inocencia que jamás recuperaremos y la comprensión de la complejidad de nuestra naturaleza. Este conocimiento es el que puede despertar la amabilidad y la tolerancia por los demás e incluso, en ocasiones, por nosotros mismos.
A fin de cuentas, lo que permanece con nosotros es aquello que sólo podemos conocer cuando estamos solos, desnudos, y la luz está en nuestro interior.
Entro en el bosque y me asiento en el silencio.
En torno a mí las inquietudes se sosiegan
como las ondas sobre la superficie del lago,
y las preocupaciones se aquietan
como el ganado que pace tranquilo.
Entonces aparece aquello que me teme
y permanece un instante ante mis ojos
para desaparecer un momento después
llevándose consigo sus temores.
Canta y escucho su canción.
Luego surge aquello a lo que temo
y perdura un instante ante mis ojos
para desaparecer un momento después
llevándose consigo mis temores.
Canta y escucho su canción.
WENDELL BERRY