Agradecimientos
Doy las gracias a Milko Dalacchi y a su madre Giulia Palmeri, que me abrieron generosamente los armarios de su extraordinaria colección de vestidos antiguos; a Marco Denti, por su solícito asesoramiento acerca de las músicas de Mali; a Nicola Gardini, que me ha «regalado» sus hermosísimas traducciones de los versos de Anacreonte, Píndaro y Teognis.
Por último, como siempre y más que nunca, doy las gracias a Alberto Rollo y a Giovanna Salvia, que han estado muy próximos a mí y me han apoyado en la génesis y en el desarrollo de esta novela, escrita durante el periodo de luto por mi madre.