8. EL HOTEL CECIL
La joven Elisa Lam estaba hospedada en el hotel Cecil en Los Ángeles y llevaba una vida muy normal. Tenía un novio que estudiaba con ella en la misma universidad, salían juntos, departían con amigos afines y en general era una pareja que creía en un futuro compartido y en paz. No había en su vida nada sórdido ni malsano que la pudiera conducir a un callejón sin salida.
Sin embargo, un buen día los huéspedes del hotel empiezan a quejarse de que el agua está saliendo amarilla, con un olor desagradable, como si las tuberías estuvieran sucias o contaminadas. El hotel enseguida envía a unos técnicos, pero todo parece estar funcionando de manera normal. Cuando revisan en la azotea se llevan una sorpresa nefasta. Por fuera los tanques están en perfecto estado, pero en uno de ellos, en el fondo, encuentran un cuerpo ya en estado de descomposición, un cuerpo putrefacto que tiene el agua amarillenta e infectada. Se trata de la joven Elisa Lam.
Lo primero que sorprende es que una joven delgada y de estatura mediana decida suicidarse corriendo la pesada tapa de un tanque de agua y metiéndose en él para ahogarse. Algunos psicólogos dijeron que quizás, bajo un estado de trance debido a alguna droga que estaba por determinar, la chica había alucinado hasta el punto de suicidarse de ese modo tan extraño y macabro. Lo curioso es que la autopsia no arrojó rastros de ninguna sustancia ni de consumo de alcohol. Elisa no había consumido psicotrópicos, ni cerveza, ni vino, ni ningún tipo de bebida alcohólica.
La segunda hipótesis era algún tipo de trastorno mental, incluida una depresión que se les pudo haber pasado por alto tanto a los familiares como al novio. Revisaron la hoja de vida clínica de Elisa, pero no aparecía ninguna dolencia de esa índole y jamás había sido medicada ni siquiera con algún antidepresivo pasajero. Los amigos, los profesores y el novio aseguraban que ella estaba perfectamente, animada y muy concentrada con sus estudios. Entonces, ¿qué era lo que había sucedido?
La policía tuvo que investigar la hipótesis de un posible crimen, pero nada arrojó pistas de huéspedes extraños o de visitantes sospechosos por esos días. Tomaron huellas, entrevistaron a los empleados y a todos los otros que estaban hospedados en el hotel, y nada se salía de lo normal.
No obstante, al revisar las cámaras de seguridad, se ve a Elisa subir nerviosamente al ascensor, como si estuviera huyendo de algo o de alguien, pero la cámara muestra que el corredor está perfectamente vacío. Ella aprieta los botones con ansiedad, con angustia, echa un vistazo como si la estuvieran persiguiendo, y entonces decide subirse a la azotea. Pero no hay nadie, al menos en apariencia. Y los investigadores se preguntan: ¿de qué está huyendo Elisa? Ni idea, nunca pudieron resolver el enigma.
Como dato a pie de página vale la pena resaltar que el Hotel Cecil fue el hotel donde se hospedaron asesinos seriales como Richard Ramírez y Jack Unterweger, y que fue un lugar patrocinado por Elizabeth Short, la célebre Dalia Negra que apareció descuartizada en enero de 1947. Sin duda, Unterweger, que se hizo escritor en la cárcel, y que fue llamado por ello «El poeta de la muerte», hubiera escrito un bello texto sobre el extraño final de Elisa.