5. PROYECTO PEGASUS
Andrew Basiago, un abogado de Washington, afirma haber sido reclutado cuando era un niño para hacer parte de un programa secreto del gobierno norteamericano llamado Proyecto Pegasus, que consistía, básicamente, en lograr crear un bucle espacio-temporal para desplazarse por él. En medio de la Guerra Fría fueron reclutados ciento cuarenta niños y sesenta adultos. Según Basiago, la física cuántica había permitido escindir la línea cronológica y desplazarse por esas bifurcaciones.
—Un túnel se abre en el espacio-tiempo como una pompa de jabón siendo soplada por un niño. Y cuando esa burbuja se cierra, nos reposiciona en otro lugar en el tiempo-espacio en la faz de la Tierra.
En uno de esos viajes se tropieza con un joven llamado Barack Obama y, por el comportamiento de este muchacho, Basiago se da cuenta de que él también ha sido reclutado, que sabe perfectamente que lo están preparando para ser algún día presidente de los Estados Unidos.
Lo extraño de un viaje temporal es que se puede presentar lo que los físicos llaman «la paradoja del abuelo». Esto significa que si yo viajo hacia un pasado no muy remoto, digamos la época de mi abuelo, y lo conozco, podría interferir en la línea que conduce directamente hacia mí. Por ejemplo, mi abuelo paterno llegó a Colombia desde el Líbano y se instaló en la zona de Santander, donde puso una tienda de telas en el Cocuy. Se llamaba Simón Tebcheranny.
Supongamos que yo, alguna tarde, logro aparecerme por la tienda y saludar a mi abuelo, al que en realidad nunca conocí porque murió antes de que yo naciera. Le doy la mano, lo invito a almorzar y le propongo un negocio. Desvío la línea inicial y él nunca se tropezará con mi abuela, una santandereana con la que tuvo varios hijos, entre ellos, mi padre. No la conoce, y en consecuencia nunca se casará con ella y nunca tendrá esos hijos. Significa que yo, inmediatamente, desaparezco, no existo, me esfumo en el aire (esta es la mejor parte del ejemplo). Es decir, viajar al pasado puede significar la destrucción inmediata de este presente que me permitió realizar el viaje.
Ahora supongamos que viajo en el tiempo unos cuarenta años y que conozco en Chapinero a un niño llamado Mario Mendoza, que está aprendiendo a escribir en una máquina manual. Le gusta teclear y redactar sus propias ideas de manera torpe, sin saber nada de mecanografía. Le quito la máquina y le digo que eso no es para él, que no sirve para nada y le rompo el aparato. Él se dedicará entonces al deporte o a la medicina, y jamás será un escritor. De inmediato se anula la posibilidad de que yo pueda estar escribiendo esta página, y se anula también la posibilidad de que usted, el lector o la lectora, la esté leyendo. Una mínima variación en el pasado anularía el presente desde el cual ejecuto el viaje.
Sin embargo, algunos físicos opinan que es posible bifurcar el pasado sin anular el presente. Así desaparece la paradoja. Esto es, en una línea temporal mi abuelo conoce a mi abuela y tiene una descendencia que llega hasta mí. Pero en un universo paralelo que yo creé gracias al viaje, mi abuelo nunca conoció a esa mujer y llevó una vida muy distinta en la cual yo no existo. Ambas líneas coexisten y siguen cada una su camino. El señor Tebcheranny vivirá ambas vidas sin sospechar de la escisión. Es imposible no pensar aquí en el famoso relato de Borges, El jardín de los senderos que se bifurcan.
Lo mismo sucede si viajo al futuro: puedo regresar y modificar el presente para que ese futuro que contemplé no ocurra. Bueno, eso es lo que justamente dice Basiago que ha sucedido: que se ha modificado una y otra vez el presente pensando en crear un futuro que no pase por la devastación y la autodestrucción. Aún así, una línea catastrofista parece inevitable y nos conduce siempre a la debacle. Por eso asegura él que hay una élite muy bien informada que se viene preparando para lo peor (guerras, hambrunas, caos general), y una población desinformada que vive el día a día sin sospechar siquiera lo que se avecina.
Y bueno, no suena tan delirante.