Capítulo 20
—¿Todo bien, Lenny?
La voz de Lance sonaba, como siempre, indiferente. Era un muchacho extraño y Lenny, como había hecho en muchas ocasiones anteriormente, se preguntó a qué se debía ese comportamiento tan tranquilo. A él no parecía importarle darle la espalda o mirarle de frente, algo que resultaba insultante en su mundo. Estaba demasiado ocupado contando las cajas de vino que le había comprado a un joven que, al parecer, tenía mucho futuro y una habilidad especial para robar a los camioneros. Lance también había demostrado unas aptitudes especiales para lo joven que era olfateando buenas mercancías que pudieran robarse. Definitivamente, era un muchacho con el que debía contar en el futuro y, si conseguía que no lo apresaran ni le dieran una buena paliza en los próximos dieciocho meses, pensaría en contratarlo a jornada completa. De momento, le compraría cualquier cosa que le trajera por una parte de su valor y lo tendría bajo su protección.
—¿Qué te trae por aquí, chico? —preguntó Lenny.
Esperaba una respuesta, pero cuando vio que no le daba ninguna se dio la vuelta lentamente y enarcó una de las cejas, poniendo mirada inquisitiva.
—¿Qué sucede, Lance? Ahora has perdido el habla.
Sintió un ligero escalofrío de miedo, y no por primera vez. Lance le estaba mirando fijamente con esos ojos fríos y Lenny se dio cuenta de que definitivamente no estaba en sus cabales.
—Le debes dinero a mi madre, Lenny, y tú lo sabes. Vengo a recordarte que ya no somos niños, así que no pretendas jugárnosla.
Lenny se mordió el labio inferior. Su gruesa cara se puso roja de ira y parecía capaz de hacer cualquier cosa. Lance, como la mayoría de las personas que conocían bien a Lenny, sabía que ésa era su mejor arma. Sin embargo, a medida que habían pasado los años, y como nadie había contradicho su autoridad, dejó de simular que era un tío legal. De hecho, estaba cometiendo el error que cometen casi todos los hombres que han llegado a lo más alto en su profesión: había dejado de preocuparse por lo que la gente pensara de él. Creía que estaba por encima de cualquiera y no tenía la más mínima consideración por la opinión y las buenas intenciones de la gente que le había ayudado a ocupar ese lugar.
—¡Vaya! Por lo que veo ahora te consideras un tipo duro, Lance.
Pronunció las palabras con un desprecio tal que a Lance le sentaron igual que un bofetón en la cara.
—Tú no me asustas, Lenny. Cuando me dé la gana puedo quitarte de en medio. Al contrario que tú, yo no confío en la gente para que me hagan el trabajo sucio, sino que prefiero hacerlo yo, como bien sabes.
Lenny se dio cuenta de que el muchacho empezaba a flexionar los músculos. También sabía que su hermano mayor había salido de chirona y estaba de nuevo en casa, dispuesto a hacerse de una buena reputación, además de sediento por dinero, dos cosas que podían ser muy peligrosas para gente como él si no extremaban las precauciones.
Cuando una persona está bien asentada comete errores, y Lenny estaba cometiendo ahora el error de infravalorar al muchacho tenía delante. Lance era un tipo peligroso, pero sólo si tenía a alguien más grande detrás. Hasta que su hermano salió de la cárcel, él había sido ese alguien. Ahora, sin embargo, la sangre mandaba, como suele suceder en esos casos. Pat y Lance, además, estaban muy unidos, más estrechamente unidos de lo que suelen estar los hermanos, probablemente por las circunstancias que rodearon la muerte de su padre, que causó un trauma a todos sus hijos, de una manera o de otra.
El amor de Lil por su primogénito había sido una pesadilla durante su relación con ella. No es que quisiera con locura a sus hijos, es que veía en él la representación de su padre. Por eso, mientras viviera Pat Junior, jamás se sentiría abandonada por su marido.
A pesar de haber tenido dos hijos con ella, no había logrado ganársela. Le había utilizado, tanto como él a ella, cosa que podía haber llegado a aceptar ella si no lo hubiera considerado siempre como un segundón.
Lenny se había quedado con lo que le había pertenecido a Patrick Brodie, con todo, salvo lo que realmente importaba. Lil Brodie había sido como la fruta prohibida. La había poseído porque no tenía a otra y él lo sabía, al igual que lo supo ella posteriormente. Una vez que la hizo suya dejó de desearla, así que terminó castigándola con la más completa indiferencia. Había utilizado a Lil igual que utilizaba a todo el mundo, aunque algo en mi interior le decía que se había portado muy mal. Además, eso no le había hecho ningún favor, ya que muchas personas de su círculo le perdieron el respeto al ver cómo se había comportado con la viuda de Brodie.
Los hijos de Lil habían crecido y ahora formaban un equipo, por lo que dependería de él ver cómo resolvería ese problema en el futuro. Cuando miró al muchacho supo instintivamente que cada trapicheo que había hecho y cada mentira que había contado, especialmente las relacionadas con la muerte de Pat Brodie, ahora se volvían contra él. Había hecho creer a la gente que él había sido el hombre que había vengado su muerte, el hombre que había hecho justicia, cuando sencillamente se limitó a ser un mero instrumento de su ejecución; es decir, había dejado que sucediera con el fin de quedarse con lo que consideraba suyo por derecho propio. La historia que había tenido con Lil había sido considerada como una forma de agradecimiento por parte de ella por haber sido tan bueno con su familia y porque necesitaba protección. Su esposa, sin embargo, no lo había visto como una historia tan romántica y ahora vivía en Surrey con un banquero llamado Wright, un hombre con un tupé y suficiente dinero para hacerle olvidar su sentimiento de minusvalía y proporcionarle todos los caprichos que se le antojaban.
Que Lenny abandonase a Lil después de darle dos hijos dejó a todo el mundo sorprendido y la gente no estaba dispuesta a perdonárselo. Hasta entonces, lo que pensaran de él no le había preocupado mucho. De hecho, ver tirada a Lil de esa manera le había producido cierta satisfacción, ya que había sido como darle el último guantazo a Brodie y a ella. A ella especialmente, porque siempre le dejó claro que sus hijos eran mucho más importantes que él, cosa que no estaba dispuesto a aceptar.
—Escucha, Lance, aprecio lo que has hecho por mí recientemente y comprendo que no quieras que se entere tu hermano, pues no creo que sea tan abierto como nosotros, ¿verdad que no?
Dejó que las palabras produjeran su efecto antes de continuar. Luego, con ese tono de indiferencia tan suyo, dijo:
—Yo jamás te delataré, puedes estar seguro. Para mí eres como de la familia.
Esas palabras las pronunciaba un hombre que había dejado que su esposa se marchase con sus hijos, un hombre que no mostraba el más mínimo afecto por los de su sangre, ni tampoco por ellos, su madre incluida; en definitiva, un hombre que tenía hijos por el mero hecho de ponerles su sello y así asegurarse de que no lo olvidarían, aunque él sí era muy propenso a olvidarse de ellos.
—¿Y qué pasa con mi madre? Ahora que mi hermano ha vuelto ya no podrás mearte en ella.
La forma que tenía Lance de corroborar la llegada de su hermano denotaba claramente cuáles eran sus sentimientos por él. Lance quería a su hermano, de eso no había duda, pero también estaba resentido con él porque había sido siempre el ojo derecho de su madre desde que nació. Lenny sabía además que, en lo concerniente a su madre, él no era uno de sus favoritos y de hecho trataba de evitarle en lo posible.
Lance sabía de sobra que a ella le había costado trabajo incluso darle los más mínimos cuidados, ya que no sentía nada por él, por lo que se vio obligado a aceptar resignadamente el amor de su abuela.
—Pat te meterá en cintura, Lenny. Él sabe muy bien cómo conseguir que la gente le obedezca.
Lenny contuvo su cólera al ver la actitud tan bravucona de Lance, ya que, cuando dejaba desatar su cólera, era incapaz de controlarse y eso lo sabía todo el mundo.
—¿Por qué no dejas que sea yo el que se preocupe de eso, Lance?
Lance volvió a mirarlo y una vez más notó su mirada fría e impasible. El muchacho estaba allí porque se sentía respaldado por Pat, que era quien llevaba la voz cantante. Él sólo era su perrito faldero, siempre había sido así. Lance se sentía ahora intranquilo porque había estado trabajando para Lenny y no sabía cómo le sentaría eso a su hermano. Lance también sabía que su hermano esperaba que él se hubiese ocupado de los intereses de su madre. Sabía que Patrick reclamaría algo para sus hermanos pequeños, por lo que no era de extrañar que le hiciese una visita muy pronto.
—¿Por qué no te vas a casa y dejas que yo me ocupe del gran señor? —repitió Lenny.
Su sarcasmo era evidente, tan evidente como su desprecio por cualquier cosa que alterara su estabilidad.
Lance sabía que Lenny estaba en una situación de ventaja con respecto a él ahora que Pat había salido en libertad y que, por supuesto, la utilizaría contra él llegado el momento sin pensárselo dos veces.
Cuando salió del almacén, Lance le propinó un empujón a una pila de cajas y las tiró, haciendo que muchas de ellas se rompieran al chocar contra el suelo. El vino empezó a salirse de las cajas, formando hilillos que corrían por el suelo y arrastraban la suciedad hasta que terminaban por desaparecer en el fondo de una alcantarilla.
Lenny se levantó durante unos segundos y observó cómo corría el líquido, pero luego se dio la vuelta y siguió haciendo el inventario que tenía entre manos. Lance había hecho algunos trabajillos que no se podía decir que fuesen legales, por los cuales, además, se le había pagado bastante bien. Eso hacía que Lenny estuviera confiado, pues estaba seguro de que no le agradaría que saliesen a la luz.
Lenny Brewster, sin embargo, se dio cuenta de que debía ofrecerle una calurosa bienvenida al hijo pródigo, en parte porque eso era justamente lo que iba a hacer casi todo el mundo.
Lil trabajaba en el club y, la verdad, no se sentía nada satisfecha. Ella había sido quien había abierto aquel club con su anterior esposo y ahora se veía obligada a tratar con gente que la consideraba una incompetente. El tratamiento que le daba Lenny hacía pensar al resto de las chicas que ella ya no merecía ninguna consideración, por lo que le costaba mucho trabajo imponer algún orden sin recurrir a las amenazas y a las intimidaciones. Sabía que corrían rumores acerca de ella. A los pocos días de estar trabajando allí ya pudo percibir la insolencia debajo de aquellos rostros maquillados. La actitud de Lenny con ella era bien conocida por todos, lo que dificultaba aún más su labor.
Desde que Patrick había salido de la cárcel no pudo dejar de pensar que, en su momento, ella había sido la propietaria del club y que ahora se veía reducida a ser sencillamente la encargada. Para mayor desgracia, la nueva generación de chicas que trabajaba allí creía saberlo todo. A los pocos meses de trabajo ya se creían que tenían un don especial, que lo sabían todo, que incluso podían enseñarle a ella la forma de incrementar sus ganancias.
La peor de todas era una chica nueva que respondía al nombre de Ivana. Tendría unos treinta años, aunque aparentaba unos veintidós y parecía tener una opinión muy negativa de todo lo que le rodeaba. Tenía sus ambiciones con respecto a Lenny, cosa que resultaba evidente por la forma en que le hablaba a Lil y por la forma en que le sonreía, como si estuviese por encima de ella en el club.
Lil no estaba de humor para aguantarla aquella noche y, aunque escuchaba educadamente las quejas de ella por parte de las chicas, no estaba dispuesta a dejarse preocupar más de lo debido. Cuando vio que Ivana se le acercaba se dio cuenta de que le esperaban otros veinte minutos de insinuaciones y comentarios, de frasecitas como que «Lil no sabía en realidad lo que hacía», «si escuchase un poco a lo mejor aprendía algo que merecía la pena». La chica era una puta y todo lo que hablaba lo decía por boca de la experiencia. Tenía la mirada dura y fría de una mujer que había pasado por muchas manos en muy poco tiempo. Lil no estaba interesada en mantener con ella ningún tipo de conversación.
—¿Qué te pasa ahora, Ivana? ¿Te llega ya tu gordo culo al suelo o es que los clientes no son suficientemente altos? —le dijo Lil tratando de parecer lo más grosera posible.
Ivana abrió los brazos en señal de impotencia. Su delgado cuerpo estaba embutido en un corpiño color crema y una minifalda de cuero negra. Tenía muy bien arreglado el pelo y su maquillaje era perfecto.
Lil tenía que admitir que la chavala era encantadora, quizá demasiado para ese club. Debería estar en otro lugar, haciendo una fortuna y viajando por el mundo para acostarse con los ricachones árabes que pagarían sumas desorbitadas por su cuerpo y su discreción. De esa manera, también podría tener la oportunidad de casarse con alguien rico, ya que había muchos hombres mayores que estaban dispuestos a comprar chicas para casarse con ellas y convertirlas en mujeres respetables, al menos entre sus compañeras del Soho. Sin embargo, la muy perra estaba trabajando allí, siempre quejándose por algo, como si fuese una jodida dependienta. Lil sabía que tramaba algo, pues las chicas como Ivana siempre ven a las personas como meros instrumentos para conseguir sus propósitos.
—Perdona, Lil, pero lo único que intento es que este lugar funcione mejor. Podemos ganar mucho más dinero, tú incluida.
Empezó a sonar la música porque una stripper salió a la pequeña sala de baile y empezó a hacer su numerito. Era una veterana de los clubes del Soho, tendría unos treinta años y tenía su propio espectáculo: tres minutos de placer semidesnudo y diez segundos de completa desnudez. A la audiencia, por supuesto, le parecían muchos más porque, como todo lo que se ofrecía en el Soho, no era nada más que una farsa que prometía el oro y el moro, pero luego no daba nada. La stripper iba de club en club con su cinta de música y su traje. Por cada número que representaba recibía una cantidad acordada, además de un carné del sindicato que certificaba que trabajaba como bailarina exótica.
Lil conocía el Soho como la palma de la mano y tener una chica como aquélla, con las manos en las caderas y cara de sabihonda tratando de darle lecciones le parecía increíble. Se rió de la completa banalidad en la que vivían todas las Ivanas de este mundo y, acercándose hasta poner la cara junto a la suya, le dijo:
—Escúchame un momento, corazón. Tú eres una puta, una puta pura y dura, ¿lo comprendes? Sé que tienes una opinión muy alta de ti misma, pero éste es un club de alterne. No puedo permitir que los clientes se vayan con cualquiera, tengo que garantizar que emparejo a cada uno con su favorita. Si no lo hiciera, ¿qué crees que pasaría con esas mujeres que ya no están tan lozanas y frescas como antes? ¿Cómo crees que reaccionarían? Pues yo te lo diré: te asesinarían sin dudarlo. Sé que te sientes explotada y probablemente sea cierto. Por tanto, cierra tu jodida boca, vuelve a las mesas y deja que yo haga mi trabajo, ¿de acuerdo?
Lil habló lo suficientemente alto como para que se enterasen el resto de las chicas. Estaba tan enfadada que la próxima vez la chica se lo pensaría dos veces antes de llevarle la contraria. Ivana la miró. Parecía estar a punto de llorar. Regresó a su asiento y Lil miró al techo, lo que provocó la risa de las otras chicas. Todas sabían que Lil era capaz de tener una bronca con la primera que se pusiera delante y entonces Ivana tendría todas las de perder. Al igual que Lil, ellas habían sido jovencitas y sabían el valor que tenía la juventud en su oficio.
Subió a la oficina y se sirvió otra copa. Cuando Lil notó que el vodka hacía su efecto cerró los ojos. Tenía siete hijos cuyas edades oscilaban entre los veinte y los ocho años, y tenía el mismo dinero ahora que hace diez años. No tenía dinero, no tenía un trabajo de verdad, su hijo acababa de salir de la cárcel y ya andaba escondiendo armas por la casa. Una de sus hijas era incapaz de decirle lo que le preocupaba, porque seguro que había algo que le preocupaba, de eso estaba segura. Sus dos hijos menores habían sido prácticamente abandonados por su padre, que ahora no se molestaba ni en responder a sus llamadas. Sin embargo, lo peor de todo es que tenía el presentimiento de que estaba embarazada de nuevo. Fue un día que había bebido más de lo debido. Terminó en la cama con un amigo, más por compañía que por otra cosa. Ahora se sentía como una adolescente aterrorizada de pensar que pudiera estar embarazada.
La vida parecía dispuesta a ensañarse con ella. Cada vez que pensaba que podrían mejorar las cosas para ella y su familia, terminaba equivocándose. Su hijo mayor estaba de nuevo en casa y eso le proporcionaba cierta felicidad, pero Lance se había convertido de nuevo en su sombra y, aunque había tratado de esconder sus sentimientos al respecto durante los últimos días, seguía sin confiar lo más mínimo en él.
Lil se bebió la copa y se sirvió otra. Le quedaban quince minutos para realizar el examen físico a las chicas. Jamás había permitido que trabajaran yonquis en su establecimiento porque eran muy agresivas, siempre andaban necesitadas de dinero y envejecían más rápido de la cuenta. Solían meterles prisa a los clientes y eso provocaba muchos problemas para todo el mundo. Era un trabajo duro sin duda el suyo, llevaba haciéndolo años y empezaba ya a resultarle un fastidio. Mientras se servía otra copa, Lil oyó la voz de Lenny acercándose a la oficina y, por lo que se veía, parecía muy enfadado.
Patrick trataba de olvidar que su madre trabajaba en un club de alterne y no pensaba en otra cosa más que en hacerse cargo de la familia, ahora que ya estaba libre. Las gemelas, Kathy y Eileen, eran su principal preocupación; especialmente Kathleen, pues no se la veía nada bien y, con el tiempo, se estaba convirtiendo en una mujer muy extraña.
—Animo, muchacha. ¿Qué te sucede? Siempre pareces tan triste.
Ella negó con la cabeza y él se dio cuenta de que no le sacaría nada. Siempre había sido una persona reservada, pero jamás la había visto tan callada e inmersa en sus pensamientos. Apenas pronunciaba palabra, salvo que se le preguntase, e incluso así se sobresaltaba como si ella misma se sorprendiera de que alguien le dirigiese la palabra.
—Estoy bien, Pat, de verdad —respondió.
Parecía sincera, pero él seguía estando preocupado. Cambió de tema para tratar de no intimidarla con sus preguntas.
—¿Y cómo va la escuela? ¿Estás estudiando?
Kathleen asintió. Patrick se sorprendió una vez más de lo mucho que se parecía a su hermana, y, sin embargo, lo distintas que eran la una de la otra cuando estaban juntas. Kathleen era como una versión barata de su enérgica y vivaz hermana Eileen y se debía principalmente a su constante y permanente tristeza. Sus ojos azules tenían una mirada profundamente triste que nada hacía desaparecer. No obstante, cuando Eileen estaba cerca, parecía algo más alegre y relajada. Pero en cuanto su hermana se separaba de ella, se encerraba en sí misma y únicamente Lance era capaz de sacarla de ese estado.
Parecía como si estuviese embrujada y eso preocupaba a Patrick porque no comprendía el porqué, pues de niña había sido muy alegre y charlatana. ¿Se debía a todo lo padecido en los últimos años? Patrick pensó que cabía la posibilidad de que su hermana hubiese comprendido más de lo que ellos imaginaban.
Lance entró en la habitación llevando tres tambaleantes tazas de té en una pequeña bandeja. Ver la bandeja hizo reír a Patrick porque la había robado de un bar muchos años antes por la sencilla razón de que le habían gustado los dos perros escoceses que tenía impresos en ella, uno negro y el otro blanco, anunciando la marca de un whisky escocés. En muchas ocasiones la había utilizado para cenar mientras veía la televisión y, al verla de nuevo, le vinieron a la cabeza malos recuerdos relacionados con la muerte de su padre.
Rehuyó los malos pensamientos. El pasado, pasado estaba, lo había aprendido en la cárcel. Cuando uno está allí encerrado se da cuenta de que las cosas suceden fuera y, por mucho que uno se preocupe de ellas, no puede hacer absolutamente nada. Era como estar en el mundo, pero no formar parte de él. Los problemas se hacían enormes, incluso los más pequeños, y uno tenía que asumir su impotencia para resolverlos, para ocuparse de ellos, porque sencillamente habías dejado de formar parte del mundo y no había forma de hacer nada para mejorar las cosas. Todavía se sentía así, sólo que ahora era como si desde fuera mirase hacia dentro. Las gemelas se habían hecho ya mujeres y la pequeña Colleen, que había sido una niña charlatana de cuatro años, era ahora una charlatana de ocho años. Se dio cuenta de que se había perdido una gran parte de sus vidas. Christopher era una alhaja, pero ni tan siquiera le reconocía. Y Shamus había dejado de ser un niño para convertirse en un golfillo al que ya habían expulsado de la escuela. Cuatro años eran muchos en sus infantiles vidas, al igual que en la suya. Las visitas no eran suficientes para que uno estuviera informado de lo que sucedía verdaderamente en una familia, además de que siempre se evitaba hablar de problemas para que la persona que estaba encerrada no se preocupase demasiado. Su actitud era la misma que la del preso: para qué preocuparle si no puede hacer nada al respecto.
Patrick vio cómo los niños se metían en la cama y se dio cuenta de que llevaban años haciéndolo sin su ayuda, cosa que le dolió y le deprimió, al igual que ver a Kathleen. No podía evitar dejar de preguntarse si podía haberle prestado ayuda de haber estado presente. Al parecer, para eso recurría a Lance. Era un buen muchacho y un buen hermano, y siempre estaba cuando ella lo necesitaba. Patrick sabía que sin él la familia se habría desintegrado, especialmente en lo concerniente a Kathy. La llevaba en su coche a todos lados y luego la recogía para que no tuviera que preocuparse de regresar sola a casa. Luego, cuando la veía deprimida, se sentaba con ella en su habitación y pasaba horas enteras haciéndole compañía. Por muy extraño que fuese Lance, siempre se podía contar con él cuando se le necesitaba. Patrick deseó haber estado también allí para quitarle un poco de esa carga de encima.
Ahora él había regresado a casa de nuevo y se iba a ocupar de que a ninguno le faltase nada, además de que no pensaba permitir que ninguno de ellos se separase.
En cuanto a Brewster, pensaba meterlo en vereda en cuanto tuviera tiempo para ello. El muy cabrito se pasaba la vida con putonas cuando su madre aún tenía que dirigir su club. Se estaba tomando su tiempo y, cuando consiguiera lo que tenía entre manos, le iba a hacer pagar a ese capullo su indiferencia por su familia. Lenny iba a darse cuenta de una vez por todas que él tenía una misión en la vida, y ésa era cuidar de su familia, incluso de la familia que él había creado antes de irse de parranda. Patrick se había marchado siendo un muchacho, pero había regresado convertido en un hombre. Había aprendido muchas cosas en la cárcel, y una de ellas era que necesitaba recuperar el control de las personas que se consideraban intelectualmente superiores. Brewster era un capullo y un gilipollas, y él pensaba tomarse su tiempo antes de restregárselo por la cara. Necesitaba primero ver cómo andaban las cosas, ya que le llevaría un tiempo adaptarse a estar fuera. Sin embargo, cuando hubiera evaluado todas las opciones gozaría enormemente vengándose y haciéndoselas pagar por todas.
Mientras tomaban el té, vio que Lance le fruncía el ceño a Kathleen. Sabía que estaba tan preocupado por ella como él. Después de todo, él era el primogénito y, como tal, debía de cuidar de todos. Luego miró alrededor y vio que la habitación apenas había cambiado durante esos años. Tenía el mismo colchón, la misma televisión, la misma moqueta, todo era exactamente igual, sólo que más viejo. De hecho, parecía una habitación de ésas que se ven en los documentales sobre la pobreza en los países occidentales. La habitación entera necesitaba un buen lavado de cara y la mayoría de los muebles estaban para tirarse. Pero siete niños son muchos niños, y la mayoría de los muebles no están hechos para familias tan numerosas.
Aunque Brewster estaba forrado, al parecer nada había ido a parar a manos de su madre. Cuando su padre murió, ella había necesitado a alguien, que la protegiese, tanto a ella como a su familia, y Patrick comprendía por qué lo había hecho e incluso la admiraba por ello. Fue lo suficientemente sensata como para saber que corrían peligro, pues eran una amenaza para los hermanos Williams y para el que estuviera detrás de ellos. Brewster había sido la mejor elección posible y ése era el precio que había pagado por ello.
Lenny solía visitarles en su casa, tanto a Lil como a ellos. Había sido como la respuesta a sus oraciones después de la muerte de su padre. Luego, repentinamente, dejó de venir y su madre se vio con dos hijos más. Patrick, entonces, ya era lo bastante mayor como para comprender lo que había pretendido aquel cabrón con su madre y cuál había sido su intención. Fue entonces cuando él asumió el papel de la persona que trae el sustento y eso le había llevado a la cárcel. Ahora, sin embargo, era un hombre hecho y derecho y no pensaba permitir que interfiriese en su vida nunca más. Su madre se las había apañado para mantenerlos a todos unidos a pesar de todo, pero pensaba quitarle ese peso de encima y volver a asumir el papel de cabeza de familia, tal y como habría deseado su padre que hiciera. Ahora que había regresado y tenía ya alguna idea de lo que se estaba cociendo a su alrededor pensaba urdir mi buen plan de acción y solucionar ese problema para siempre.
—Hola, Lil —dijo Lenny sonriendo.
Lil observó que se le habían oscurecido los dientes desde la última vez que hablaron. Por lo roja que tenía la cara y por lo inflamadas que tenía las venas de las mejillas se podía ver claramente lo que era: un borracho, un viejo, la parodia de lo que fue en su momento. Verlo así resultaba penoso y, por mucho daño que le hubiese hecho, no le deseaba ningún mal; sabía de sobra que las cosas malas ya venían sin que nadie tuviera que desearlas. Como su madre decía, se recoge lo que se siembra. Al parecer eso le estaba sucediendo a Lenny, sólo que antes de lo esperado. Lil sonrió afablemente, sin mostrar ninguna pena ni nerviosismo. Aparentó frialdad y eso le satisfacía.
—¿A qué debo este placer? —preguntó.
Lenny se encogió de hombros de esa forma suya tan irritante, esa forma tan peculiar suya de mostrar una completa indiferencia por la persona con la que estaba hablando. Le había visto hacer ese gesto a mucha gente y ya casi se había olvidado de lo molesto que resultaba.
La miró y se dio cuenta de que tenía buen aspecto y estaba de buen ver para la edad que tenía y para los siete hijos que había engendrado. Lil tenía ese tipo de piel que todas las mujeres envidiaban y eso lo sabía él de primera mano, pues conocía cada rincón de su cuerpo.
—Te recuerdo que éste es «mi» club y no entiendo que pongas pegas a que venga.
Como siempre estaba recalcándole quién era. No podía evitarlo. Era ese tipo de persona que necesita constantemente herir a los demás, hacerlos sentir inferiores. Sin embargo, por una vez en la vida, Lil no se amilanó. Después de lo ocurrido aquella noche se sentía con ganas de pelea. ¿Quién se había creído que era? ¿Con quién coño creía estar hablando?
—Con todos mis respetos, Len, pero éste era «mi» club mucho antes de que fuera tuyo. Mi marido lo compró hace muchos años, mientras que tú sencillamente te lo apropiaste cuando él murió. ¿Acaso no es verdad?
Lenny se quedó sorprendido al oír aquellas palabras. El sabía que Lil podía cabrearse, pero jamás había mencionado una cosa así anteriormente, jamás había hecho alusión a cómo se habían repartido las propiedades de su marido. Se preguntó si también se lo habría mencionado en alguna ocasión a sus hijos. Ahora ya se habían convertido en hombres y estaban en esa edad en que uno necesita demostrar quién es. Lance ya tenía lo suyo, pero ahora que Pat había regresado se estaba convirtiendo en una persona muy ambiciosa, al igual que la mujer que tenía delante, de eso no cabía duda. Se veía en la necesidad de ponerla en su lugar, pues, al parecer, tenía la impresión equivocada de que era alguien en el club. Un gesto muy feo viniendo de una mujer.
—¿Me estás hablando a mí, Lil? —dijo con esa dignidad que aparentaba cuando se sentía insultado y agredido.
Lil sonrió, recordando lo muy cabrón que podía ser.
—¿No piensas ni preguntar cómo están los niños, Lenny?
A Lenny le encantaba oír esa pregunta viniendo de su boca. Se deleitaba demostrándole que no le importaban lo más mínimo sus hijos. Había procurado que ella se quedara embarazada, pero, como le había sucedido con todas sus amantes, una vez que habían dado a luz, perdía el interés por ellas.
Lenny sonrió y ella vio las arrugas de su cara y lo frágil que se había vuelto su pelo. Sintió lástima por él. Lenny la había dejado tirada, le había arrebatado lo que tenía, y no sólo a ella, sino a sus hijos. Luego le había dado un trabajo en ese club, un club que ella había ayudado a levantar. Sin embargo, no había forma de que abriera la mano y le diera un puñado de libras para los hijos que ella le había dado.
—Eres un gusano rastrero, Lenny. Tienes dos hijos bien hermosos y no tienes ni la más puñetera compasión por ellos, ¿verdad que no?
Lenny sacudió la cabeza y empezó a reírse de nuevo, con esa risa sofisticada que él creía que le hacía parecer un hombre de mundo.
—La verdad es que no me importan una mierda, Lil. Al igual que mis otros hijos, no significan nada para mí. Al fin y al cabo, son todos unos hijos de puta, si me perdonas la expresión.
Empezó a reírse de nuevo y Lil se sintió enormemente dolida. Cuando despreciaba a sus hijos de esa manera, se sentía herida en lo más hondo. Podía notar cómo apretaba los puños. Si sus colegas, por decirlo de alguna manera, le oyeran decir esas cosas, no lo creerían. Parecía mentira que pudiera ser tan odioso y repulsivo, pero lo peor de todo es que disfrutaba con ello.
—Asumiendo que tu madre fuese la que te ha parido, entonces no hay duda de que viniste al mundo de manos de una puta. Así al menos tus hijos tendrán algo en común contigo —terminó diciendo.
Luego se quedó callado. Se dio cuenta de que ya no sacaría nada más de él. Su dureza siempre le había seducido a Lenny, pero perdía los estribos cuando algo o alguien amenazaba a sus hijos. En ese aspecto era como un animal salvaje y, cuando estaba como en ese momento, es decir, orgullosa y enfadada, le atraía. La había utilizado, lo sabía, pero no le resultó difícil.
En ese momento alguien llamó a la puerta. Lil la abrió con rapidez, mostrando aún su cólera en el rostro porque se daba cuenta de que era completamente inútil hablar con él.
Ivana estaba de pie, en la puerta, con una sonrisa que decía claramente que la esperaban.
Lenny la miró. Era realmente una chica atractiva, con buenas tetas para lo delgada que estaba, con un pelo rubio que le daba la apariencia de estar más saludable de lo que probablemente estaba. Además, sabía cómo mirar a un hombre, cómo hacerle sentir querido y deseado. Sin embargo, era demasiado profesional para su gusto, a pesar de que ya le había dado un revolcón y consideraba que no estaba mal tenerla de repuesto. Las putas le gustaban en ese aspecto, pues no esperaban nada de él, salvo unas cuantas libras y pasar un buen rato.
Lenny vio la expresión que puso Lil en su cara y disfrutó con ello. Le recordó que ya no era ninguna jovencita y que las chicas que estaban a su servicio estaban también a su alcance. Sabía que la mejor forma de pararle los pies era haciéndola sentir vieja.
—¿Qué es lo que quieres? —dijo Lil con voz despectiva.
Ivana esperó hasta que Lenny la invitase a entrar, así le dejaría claro a Lil que ella era alguien a quien debía tener en cuenta.
Lenny se quedó mirando con esa impasibilidad de siempre y, comportándose contrariamente a lo que solía hacer, miró a Ivana con el ceño fruncido y le preguntó:
—Bueno, ya has oído a la jefa. ¿Qué es lo que quieres?
Lil sintió lástima de la muchacha cuando la vio ponerse roja. Se dio cuenta de que Lenny pretendía humillarla. Ella no disfrutaba del espectáculo porque se había visto en ese lugar en muchas ocasiones.
Lenny se acercó hasta donde se encontraba la muchacha y le dio con la puerta en las narices.
—Tienes que imponerte más, Lil, se te están subiendo a las barbas. ¿Cómo cono se toma esa libertad? ¿Qué hace una puta como ésa viniendo aquí en busca de compañía?
—¿Por qué no te vas a tomar por el culo, Lenny?
La voz de Lil sonó tan alta y protectora que, cuando Ivana se marchó, sintió una oleada de gratitud y respeto por la mujer a la .que había despreciado pocos minutos antes.
—¿Por qué haces eso? ¿Por qué hieres a todos los que te rodean? —le preguntó Lil.
Lenny no le respondió. Le estaba haciendo una pregunta genuina y, por una vez, estaba pensando en darle una respuesta del mismo calibre. Podía ver el desprecio en sus ojos, en su cara y sus gestos. Observó todo aquello sin sentir absolutamente nada.
—Esa chica gana una fortuna y, si tuviera una pizca de cerebro, se largaría de aquí y se buscaría un club de verdad, el New Rockingham o el Pink Pussycat. Cualquiera donde la tratasen con un poco de respeto.
Lenny suspiró. Empezaba a aburrirse del tema y respondió:
—¿Y a quién le importa eso? A mí desde luego no me importa una mierda. Y ahora dime, ¿cómo está el joven Patrick y cuándo va a venir a visitarme? Tengo algún trabajillo para él.
Lil sabía lo que pretendía. Creía que el muchacho ya había alcanzado una edad en que debía devolverle de alguna manera lo que él había hecho por ellos.
—Déjalo en paz —respondió Lil—. Él no necesita impregnarse con tu mierda. Ya se las apaña bastante bien él solito.
Lenny se mordió el labio inferior; era uno de sus gestos cuando se sentía ofendido.
—Por lo que veo no comprendes el concepto de jefe y empleada, Lil. No te he pedido tu opinión, ¿lo sabes? Así que cuando te hable, tú me haces una reverencia y obedeces. Y ahora dile al chico que venga a verme.
Lil se encogió de hombros, disfrutando de verlo molesto.
—¿Para eso has venido, Lenny? Imagino que te habrás enterado de que Patrick está de nuevo en casa. Con una llamada telefónica habría sido suficiente para preguntar cómo está.
Lenny no le respondió, sorprendido de ver cómo le hablaba. Sin duda, el poder que había ejercido sobre ella en su tiempo estaba desapareciendo a pasos agigantados. Ahora Pat estaba en casa, asumiría el. papel de cabeza de familia y Lil probablemente no necesitaría de nadie. La observó mientras encendía un cigarrillo. Aspiró profundamente, se pasó la lengua por los labios lentamente y luego le echó el humo en la cara, haciéndole toser.
Lenny agitó las manos para dispersarlo, jurándose que acabaría con su hijo. Le abriría la cabeza y la escucharía a ella llorar mientras él enviaba a su hijo junto a su padre. Al parecer, Patrick había causado una buena impresión en la cárcel y había demostrado a todo el mundo que sabía cuidarse las espaldas y que no requería de nadie para eso. Pues bien, él estaba dispuesto a no permitir que ese pequeño cabrón pusiera un pie en su territorio. Si la gente lo consideraba la viva imagen de su padre, mejor. Ll les recordaría a todos lo que le sucedió a su padre. El había permanecido al margen durante años, esperando el momento adecuado para hacerse con lo que consideraba suyo por derecho propio. Se había adueñado de todo lo que en su día perteneció a Patrick Brodie, incluida su esposa y sus hijos, y ahora no pensaba quedarse de brazos cruzados esperando a que ese muchacho reclamara la herencia de su padre.
Se oían rumores de que la gente estaba esperando para ver si el joven había heredado ese placer por la venganza que siempre tuvo Patrick Brodie. Lenny había utilizado a Lil, se la había tirado y la había tratado como si fuese una cualquiera, además de que se estaba llevando los beneficios de lo que había levantado su marido con tanto esfuerzo. La gente, al parecer, no dejaba de señalárselo ahora que el muchacho estaba de vuelta en casa. Por esa razón, necesitaba ganárselo durante un tiempo, hasta que él supiera por sí mismo qué es lo que se estaba cociendo; entonces, ya vería cómo solucionaba la situación.
—Me he enterado que Patrick está comprando deudas.
Lil asintió.
—Está haciendo lo debido. Como podrás imaginar, necesita dinero. Creo que ha conocido algunos tipos en la cárcel que lo han contratado para eso. Billy Farmer y los antiguos colegas de su padre. Todos le han ayudado a meterse en el negocio y poder ganar algún dinero. Hasta Spider y su hijo trabajan con él ahora.
Le estaba amenazando y Lenny se daba cuenta de ello.
—Entonces dejarás de trabajar pronto, ¿no es así, Lil? —le respondió con un sarcasmo y un cabreo que resultaban más que patentes.
—Eso es lo que él pretende. Es como su padre y sabe cuáles son sus prioridades. Los Mulligan le han pagado tres de los grandes esta misma tarde, así que no tienes por qué preocuparte. Sobreviviremos.
Lil, en definitiva, le estaba diciendo que su hijo había regresado, que ya no era ningún niño y que ella sabía perfectamente lo que andaba planeando. Lenny sabía que él la había tratado desconsideradamente, pero eso no le importaba lo más mínimo, pues él trataba de esa forma a todo el mundo.
No obstante, le dibujó una sonrisa a Lil, sirvió una copa para los dos y, en tono amistoso, le dijo:
—De todas formas dile que tengo un puesto para él si quiere.
Lil no le respondió, pero se preguntó cómo podía tener el descaro de ofrecerle un trabajo a su hijo en lo que un día fue el negocio de su padre. No había duda, no tenía ni la más mínima vergüenza. Sin embargo, ella sabía que su hijo no era estúpido y que Lance era lo suficientemente sensato como para dejar que Pat fuese quien llevara las riendas. Ella quería que su hijo quitase a ese cabrón de en medio, pues había tratado de doblegarla y casi lo consigue. Ahora ya no le tenía el más mínimo respeto, ni ella, ni sus hijos, incluido Lance.
Era un mundo de hombres y ella estaba más que harta de él.