Capítulo 13

—No me toméis el pelo. No pienso daros ni un penique.

Dave y Tommy Williams estaban llegando a un punto en que empezaban a considerar el asesinato como una opción. El hombre con el que discutían lo sabía, pero no le preocupaba, al menos no tanto como debiera. Ambos hermanos se dieron cuenta de que ni tan siquiera les prestaba atención. Colin Parker era un capullo, pero hasta entonces un capullo nervioso.

—¿Dónde coño está el dinero, Col? Dánoslo o...

La voz de Dave sonaba insegura y Parker se dio cuenta de ello. Resopló con desprecio, su cara roja y sin afeitar le daban un aspecto aún más horrible. Era un tipo feo ya de por sí y sus resoplidos sólo lo hacían más feo aún.

—¿Os puedo hacer una pregunta? —dijo con voz sosegada, como si la respuesta fuese muy interesante.

Dave asintió, llevado por la curiosidad.

—Por supuesto.

Colin sonrió, como si ése fuese un gesto sarcástico y valiente. Luego levantó las manos y dijo lentamente:

—¿Tengo aspecto de estar asustado? Vosotros dos no me asustáis. Sólo sois un par de lelos.

Encendió un porro con las manos firmes y, cuando lo tuvo bien prendido, dijo con mucho sarcasmo:

—Sin vuestro hermano Dennis no sois nadie. Afrontadlo de una puñetera vez. Él era el único que tenía un par de cojones.

Colin Parker dibujó una sonrisa, ese tipo de sonrisa tan segura que resulta molesta. Era un jugador de poca monta, seriamente enviciado y con deudas aún más serias. No podía devolver lo que no tenía.

Colin era un tipo bajo, fornido y con la cabeza afeitada. Era uno de los miembros fundadores de la ICF 8, un chulo que creía estar por encima de los demás, alguien capaz de cuidar de sí mismo si llegaba el momento. Se peleaba en las terrazas casi todos los sábados, pero siempre cuando iba en grupo. Solo también se las podía apañar, pero siempre le gustaba llevar un grupo respaldándole. La seguridad numérica era su lema. Sin embargo, esos dos que tenía delante no parecían gran cosa. Y menos después de lo que había oído por las calles: que estaban en las últimas. En su momento, los hermanos Williams fueron personas a las que se les reconocía y respetaba, pero eso ya era agua pasada. Esos dos eran como Mutt y Jeff9. Daban tanto miedo como una monja con una pistola de agua.

Colin sabía que los hermanos Williams ya no eran los mandamases que fueron en su momento, por lo que no veía razón para darles un dinero que él estaba utilizando en su propio provecho. Una apuesta era una apuesta, y si podía retrasar el pago, mejor que mejor. No era de las personas que sintiera aversión a retrasarse en sus pagos para concederse algo de tiempo y resarcirse de su dinero o recuperar lo que debía.

Sonrió una vez más y dijo con convicción:

—Es cosa vuestra, capullos.

No había ni respeto, ni miedo en su voz. Su actitud se estaba repitiendo con mucha frecuencia en los últimos tiempos y eso fastidiaba. Dave se dio cuenta de que no le iban a sacar nada a ese tío si no empleaban unas amenazas más serias o la violencia. Pero Colin era un jugador de fútbol que se pasaba los sábados buscando camorra por las terrazas. Como ciudadano de Beleyn, nacido y criado allí, consideraba el North Bank como su territorio. Upton Park 10era su excusa para hacer daño a la gente y el juego su excusa para relajarse.

Los hermanos Williams no suponían ya una verdadera amenaza en su opinión. Eran agua pasada. Incluso cuando estuvieron en lo más alto no le causaron nunca verdadero miedo. Les pagaba por Brodie, por nadie más, y siempre antes de que nadie se lo tuviera que recordar seriamente. Esta vez, sin embargo, le debía el dinero a Cain y Spider. Personas a las que prestaba menos cuidado incluso que a Dave y sus hermanos.

Cuando apostaba con Patrick siempre fue un buen pagador, lamas se retrasaba en liquidar sus deudas, no más de unos cuantos días, y siempre pagaba antes de la fecha límite, y con una sonrisa. Va nunca más. Ahora, al parecer, le debía uno de los grandes a alguien a quien sólo consideraba un cabrón negro y ambicioso, como si él fuese tan poca cosa que tuviera que rebajarse ante un capullo que no tenía ni media hostia. A Brodie le debería dar vergüenza por haber puesto a los negros como encargados de cobrar las apuestas.

Si no tuviera un trabajo tan importante en las terrazas separando a los hombres de los muchachos, habría ingresado en el ejército. Y ahora, además, tenía que soportar el insulto de ser acosado por un par de recaudadores de mierda que venían a reclamarle el dinero que tanto le había costado ganar para dárselo a los negros. ¡Qué asco!

Era un ultraje y se sintió ofendido.

—Dile a esos negros que no pienso darles nada.

Dave vio lo fútil que resultaba su nuevo papel y su hermano Tommy le estaba mirando con una expresión en el rostro que mostraba el poco aguante que le quedaba, que estaba esperando alguna clase de consejo. Dave deseó haber traído a Ricky también. Aunque era el más pequeño, no estaba a cada momento esperando que le indicara cuáles debían ser sus movimientos.

A él también se le había acabado la paciencia. Sabía que Colin Parker era un tipo duro, pero también sabía que si no regresaba con el dinero y se lo daba a Cain entonces se oirían las sirenas de las ambulancias, pero no por él, sino por ellos. No se sentía seguro de sí mismo, estaba hecho un manojo de nervios y su vida se había convertido recientemente en un culebrón. Armar broncas y beber alcohol era lo único que podía hacer aquellos días para salir del pozo de cieno en el que se veía inmerso. Se dio cuenta de que Colin Parker les estaba plantando cara, sólo eso, pero también se daba cuenta de que su táctica había funcionado. Salió del piso en Leytonstone con el corazón en la boca y el estómago completamente revuelto.

Respiró profundamente, tratando de calmarse mientras esperaba a que su hermano le siguiese.

—¿Te estás cagando o qué te pasa, Dave?

Tommy le habló en voz baja, consciente de que podían oírle.

Dave negó con la cabeza y dijo murmurando:

—Esto es una mierda. Una puñetera y jodida mierda. Y nosotros somos los chivos expiatorios, gracias a ése que llamábamos nuestro hermano...

Tommy estaba harto de Dave y de sus gimoteos. Estaba muy enfadado y estaba de un humor de perros. Ya no era un tipo al que se le pudiera joder más. Algo había que decir y él sería la persona encargada de ello. Su enfado era patente, incluso consigo mismo, pero también con el hermano que tanto había admirado desde siempre. Los tiempos eran difíciles y las cosas estaban cambiando muy rápidamente, como vería Dave muy pronto.

—¿Quién coño eres? ¿Y tú eres un hombre? ¿Uno de los Williams? ¿Le vas a dar a este tío una buena o qué? Tenemos que llevar ese dinero o estamos jodidos. Estoy más que harto de ti, ¿lo entiendes? ¿Te importaría por una vez concentrarte en lo que tienes entre manos? No pienso pasarme la vida lamentándome por lo ocurrido, ni pienso lamentarme por el gilipollas de nuestro hermano y sus errores. Lo único que quiero es el dinero, eso es todo. Y lo quiero ahora, Dave.

Dave asintió con total comprensión, pero sin ninguna clase de energía, ni de credibilidad. Estaba acabado, lo sabía, pero lo peor de todo es que Tommy también.

—Lo sé. Por supuesto que lo sé. Pero ya has visto a Colin, es un jodido cabrón. ¿Qué se supone que debemos hacer? Yo no quiero enfrentarme a él. No quiero seguir haciendo esto nunca más.

Y no lo hizo. Dave ya no tenía el valor necesario para enfrentarse a sus enemigos. Había perdido la excitación y la energía que traen consigo una buena pelea. Dave era un puñetero don nadie, igual que las personas a los que acosaban. Dave había cometido el último error; se había convertido en la persona de la que ellos dependían para su subsistencia.

Tommy cerró los ojos y suspiró, tratando de calmarse para poder hablar racionalmente.

—¿Qué vamos a hacer, tío? ¿Cómo vamos a resolver este asunto? Por favor, Dave, cálmate y vamos a darle a este tío una paliza que se acuerde de nosotros.

Tommy estaba irritado y Dave se daba cuenta de ello.

—No sé lo que hacer, Tom. Necesitamos ese dinero, pero Colin es un puñetero loco.

Tommy suspiró. Podía oír y sentir el miedo en la voz de su hermano, su indecisión y su nerviosismo. Por un lado, comprendía su excesiva consideración por la familia, pero, por otro, le estaba tocando los cojones. Ya había escuchado bastante. Miró a su alrededor durante unos momentos, respirando el aire de la tarde, tratando de calmarse para no perder el control completamente.

Se encontraban en la terraza que había delante de los pisos, el aire olía a aceite grasiento y tabaco rancio. Podían oír el ajetreo y el bullicio típico de las viviendas de protección oficial a primeras horas de la tarde. Las jovencitas estaban vestidas con sus mejores galas y paseaban sin hacer nada, a la espera de algún joven que fuese su perdición. Los trapicheros ya habían salido a las calles en busca de su primera víctima y las viejecitas iban de camino al bingo, con sus guantes tejidos y sus sombreros de última moda. Todavía había algunos niños de unos tres años que jugaban en los portales, con la ropa sucia y con el rostro endurecido por el esfuerzo que suponía tener que criarse por sí solos.

Le recordaba su infancia y Tommy estuvo a punto de derramar lágrimas, lágrimas de furia y humillación por lo que estaba pasando. Tommy era un zoquete, según decían los del barrio. Era grande y podía pelear, además de que estaba en la edad en que podía dejar huella. Por eso no comprendía que sus hermanos mayores se contentasen con ser tan poca cosa. No podía creer que hubiesen echado a perder el trabajo de su vida, sólo porque le tenían miedo y eran muy cautelosos con Brodie. Pues bien, que le den por culo a Brodie, que se vayan a follarla todos ellos. El estaba dispuesto a dejar su huella, no importaba cómo, y pensaba luchar por ganarse el puesto más alto dentro de esa profesión que había escogido.

—¿Qué coño vamos a hacer entonces?

Era una afirmación. Dave notó en la voz de su hermano un tono de rabia y desafío. Se percató de que era un don nadie para su hermano. Lo único que deseaba es encontrar las palabras apropiadas para explicar en qué situación se encontraban ahora.

—¿Vas a responderme, Dave? Por lo que más quieras, sabes que tenemos que cobrar ese dinero y pienso hacerlo con o sin ti.

Dave sacudió la cabeza, sorprendido.

—No importa lo que hagamos, Tom. No conseguiremos nada con ello. Lo único que lograremos es el odio de Colin Parker y sus compinches.

Tommy le miró a la cara y se controló para no estamparle un puñetazo.

—Es uno de los grandes, eso es todo. Eso no significa nada para ese capullo. No creo que le estemos pidiendo nada del otro mundo, pero si no lo cobramos, podemos darnos por acabados. ¿Quién coño nos va a contratar en el futuro? ¿Para qué coño iban a hacerlo? O nos ponemos las botas ahora y le damos una lección a ese cabrón o vamos a estar comiendo mierda el resto de nuestra vida.

Dave sabía que estaba en lo cierto, pero él ya no quería en— (rentarse más a Jimmy Brick o Patrick Brodie.

—Le daremos una semana para que piense en ello, ¿de acuerdo?

Tommy negó con la cabeza, hizo un ruido con la garganta y escupió en el suelo. Luego volvió a entrar en el piso, cogió una silla de la cocina y la partió en la cabeza de Colin Parker.

Colin se quedó tan sorprendido como Dave. Trató de andar a gatas por la habitación, con la cabeza sangrando y tratando de abrir la boca para lanzar algún tipo de advertencia, pero apenas pudo musitar un gruñido. Tommy William le golpeó una y otra vez. La rabia y el desengaño lo habían convertido en una persona decidida y viciosa. Parker trató de meterse debajo de la mesa, pero Tommy le siguió pateando una y otra vez hasta que se hartó y vio que Colin yacía muerto. Tommy le quitó las joyas, el dinero y salió una vez más.

Miró a su hermano mayor y le dijo con cara de odio:

—Qué te den morcilla, Dave. A ti y a Brodie.

Se metió en el bolsillo lo que había cogido y se alejó de su hermano, sin mirar ni tan siquiera para atrás.

Dave lo observó marcharse, con el corazón compungido porque sabía que había sido derrotado y humillado, pero con toda la razón del mundo. Sabía lo que podía pasar si uno pretendía más de lo que podía y lamentaba no habérselo podido explicar a sus hermanos más pequeños.

Spider y Cain estaban en el club que solían frecuentar en Paddington. Los clientes habituales les hicieron el gesto de saludo que esperaban y, después de cruzar la barra principal que conducía hasta la pequeña oficina que había en la parte trasera, saludaron a todos los presentes con una sonrisa y los gestos habituales.

El club era de su propiedad, aunque eso nadie lo podría probar, pues no pagaban ni los impuestos más legítimos. De todas formas, no eran muy amigos de permanecer en el mismo sitio por mucho tiempo, en parte por la bofia. Este sólo era otra guarida, eso era todo. Nada de lo que mereciese hablar, ni tampoco un lugar donde pudieran encasillarlos a ellos.

En la habitación trasera, a la que llamaban oficina por la simple razón de que no encontraba una palabra más adecuada, estaban Jimmy Brick y Patrick Brodie. Resultaba evidente que ambos se sorprendieron de verlos, pero que se recuperasen de la sorpresa ion tanta facilidad le resultó sospechoso a Patrick Brodie.

—¿Qué pasa, tío? ¿Cómo te va? —dijo Spider, siempre feliz de ver a su amigo.

Patrick sonrió.

—Bien —dijo—. Como siempre.

Se levantó y estrechó la mano de su amigo con firmeza, para demostrarle que estaba en forma pasara lo que pasara.

Patrick se sentó y miró a Cain fríamente.

—¿Qué pasa? ¿Cómo te va, colega?

La pregunta estaba cargada de malicia y Patrick se alegró de ver ese fogonazo de miedo que pasó brevemente por los apuestos usgos de Cain. Había dado en el blanco y esperaba que eso fuese suficiente para meterlo en vereda.

Sin embargo, Cain recuperó el equilibrio muy rápidamente y se encogió de hombros despreocupadamente. Luego, llevado por la arrogancia e inexperiencia de la juventud dijo:

—Mejor que nunca.

Spider observó la mirada que se intercambiaron Jimmy y Patrick y su instinto natural lo puso en alerta.

Me alegra oír eso.

Patrick arrojó un fajo de billetes encima de la mesa.

—¿Por qué le estáis concediendo crédito a personas como Colin Parker?

Los ojos de Spider se abrieron de par en par al oír esas palabras. Nadie hubiera observado que se ponía nervioso por lo que había dicho Patrick. Sin embargo, Patrick sí lo sabía, razón por la cual las pronunció de sopetón.

—¿Sabías algo acerca de eso?

Spider esperaba la pregunta tanto como Patrick esperaba que lo supiera. No lo habría preguntado de no ser así. Brodie no deseaba cogerle desprevenido, deseaba paz a toda costa.

Estaban sencillamente interpretando, por lo que Spider apreció la decencia de su amigo y la sinceridad con la que le habló. Spider estaba tan molesto que podría haber empezado a aporrear a su hermano con lo primero que pillase a mano. Sin embargo, respondió con honestidad:

—Por favor, Pat. Ya sabes que yo jamás toleraría semejante cosa.

Cain percibió el tono enojoso en la voz de su hermano, pero era demasiado novato en ese juego como para darse cuenta de que estaba siendo criticado por los tres jugadores principales que había en la habitación, su hermano incluido.

Cain no era consciente de lo enfadado que estaba Patrick Brodie con él, ni que se había metido en el territorio de otro. No comprendía aún que era por su hermano por lo que habían sido tan tolerantes con él.

Cain era lo suficientemente astuto como para darse cuenta de que se había ganado una seria reprimenda, pero sólo estaba interesado en liberarse de responsabilidades.

—¿He hecho algo malo? —dijo.

Cain se comportó groseramente y estaba muy colocado. No tenía ni pizca de cerebro si pensaba que se iba a librar de ésa. Estaba de pie, al lado de Patrick, y tenía las manos abiertas y con gesto suplicante. Su conducta denotaba que había metido la pata, pero que estaba dispuesto a aprender de los errores. Sin embargo, también era un gesto que indicaba que estaba tomándose su tiempo, que todos ellos eran dinosaurios, su hermano incluido. Tenían la impresión equivocada de que era demasiado inteligente como para que nadie lo cogiera, que nadie sabía en realidad qué asuntos se traía entre manos.

Spider se rió a carcajadas y le propinó un puñetazo a su hermano con más fuerza de la acostumbrada.

—¿Le has concedido crédito a un chorizo racista como ése?

Cain se encogió de hombros con arrogancia.

—¿Y qué importa lo que piense? Quería seguir jugando y ahora nos debe más dinero.

Patrick señaló el dinero que había encima de la mesa.

—No te debe nada. Ahí tienes doscientos por tus problemas.

—Pero todavía me debe uno de los grandes —respondió de inmediato, sin darse cuenta a quién se estaba dirigiendo, sin respeto.

Patrick le miró con un desprecio frío y calculado.

—Tú coge lo que te he dado.

El ambiente estaba cargado de malicia y Cain se sorprendió al ver que su hermano estaba del otro lado. Por primera vez en su vida, estaba solo y no le gustaba.

Spider estaba muy enfadado. Sus gruesas trenzas parecían cobrar vida cuando perdía la calma.

Cain fue muy rápido en notar que Patrick ni se había inmutado, pero su hermano estaba que echaba chispas. Jamás había experimentado una cosa semejante y no estaba impresionado. Él estaba produciendo «ganancias», que es para lo que ellos se suponía que estaban. Entonces, ¿por qué se lo reprochaban? ¿Se le estaba ultrajando por sacarle unas cuantas libras a esos cabezas rapadas que él tanto detestaba? La cuestión era sacarle la pasta a la gente, para eso es para lo que estaban allí.

—No sucederá nunca más, Pat. Te lo garantizo.

Spider habló con respetuosa autoridad y eso molestó a su hermano aún más. Se suponía que Spider era alguien importante. Se suponía que Spider y Patrick eran socios. ¿Por qué entonces su hermano actuaba como un jodido recadero?

Patrick sabía lo que Cain andaba pensando; de hecho, lo esperaba. El muchacho era joven, impetuoso y, si lo que había averiguado era cierto, entonces también estaba pidiendo a gritos una buena patada en el culo.

—Tómate el día libre, anda —dijo.

La risa que sonó en la habitación hizo más daño que nada.

Patrick sacudió la cabeza completamente incrédulo. El muchacho era un jodido borrachín. Estaba loco de remate si pensaba que eran tan gilipollas que lo iban a considerar un hombre de negocios. ¿Quién en su sano juicio le dejaría dinero a gente como Colin Parker? Parker era un jugador del que uno sólo se podía fiar si pagaba al contado. Era tan mentiroso que si le preguntaban qué ha desayunado, mentiría, diría que comió salchichas y luego se inventaría que alguien se la había robado. Era también miembro del ICF, una organización con la que más valía no mezclarse. Ellos salían solamente a buscar bronca, no tenían otro propósito. Patrick no tenía ganas de tener problemas con ellos por una simple deuda. Lo habría hecho si no quedaba más remedio; eso por descontado. Pero no quería que la atención recayera sobre él o sobre su organización por un asunto tan trivial. Si Cain pensaba que iba a ascender prestando dinero a tipos como Parker, entonces es que era un retrasado mental o necesitaba que le pusiesen las cosas claras.

En cualquier caso, eso correspondía a Spider y Patrick se alegró de poder dejar ese asunto en sus manos. Si Spider fracasaba, entonces él intervendría sin pensárselo dos veces. Vio que Cain aún se encontraba alterado, así que decidió pararle los pies de una vez por todas.

—No crees que esto sea lo correcto, ¿verdad?

Patrick y Spider vieron que Cain continuaba molesto y que ninguno se había percatado dónde radicaba el problema. Como la mayoría de los jóvenes, había puesto en función una serie de mecanismos que podían traerles muchos problemas. Era tan estúpido que hasta llegó a preguntarse por qué lo marginaban de esa manera. Era tan jodidamente arrogante que no tuvo ni la argucia de preguntarle a los mejores y así aprender una lección para el futuro.

Cain no le respondió. Tenía el orgullo herido, pero la sensatez le dijo que más le valía que tuviera el pico cerrado. La forma en que Jimmy Brick lo miraba le resultaba desconcertante, por no decir otra cosa, así que decidió dejar el asunto por el momento.

—Le prestas dinero a gente que devolverlo lo consideran un anatema, especialmente a personajillos como tú. Tommy Williams ha terminado matando a Colin Parker por uno de los grandes. «Por sólo uno.» Una puñetera inmundicia, y tú has sido la causa de esa muerte. La muerte de Parker podía haber puesto a la policía tras nosotros y vernos enchironados. ¿Y todo por qué? ¿Por uno de los grandes? Eres un pobre lelo. Nosotros no necesitamos que nadie nos cause ese tipo de problemas, y cuanto antes te enteres, mejor.

Patrick miró al apuesto joven que tenía delante y deseó poder tratar con él de otra manera, pero no podía. Cain tenía que aprender en qué consistía la vida por la vía rápida y Spider lo había protegido excesivamente. Ahora estaban todos en la cuerda floja por un pelele como Parker. Después de todo, Parker era un ciudadano y, cuando la gente muere, los demás empiezan a hacerse preguntas.

Spider sacudió la cabeza desesperado. Cain iba a recibir la paliza de su vida y él pensaba disfrutar dándosela. El muchacho necesitaba aprender cuáles eran los límites y las pautas a seguir en su mundo. Y ahora era un buen momento para impartir esa lección; como cualquier otro, si se trataba de aprender la realidad.

Jimmy Brick lamentó que no se hubiesen necesitado de sus servicios. A él no le gustó Cain nunca, pero Spider había sido uno de sus héroes cuando era un chaval. Un tipo a imitar, una leyenda en su mundo. Además de que fue el primero que le proporcionó el primer trabajo de verdad.

Ahora, sin embargo, veía a Spider como un hombre normal, alguien que estaba asustado de su propio hermano. La familia era un auténtico estorbo en los negocios, pues solía ser utilizada como arma. Si un hombre estaba solo, estaba seguro y podía ser valiente y honorable. Sin duda era una ventaja no tener nadie a quien cuidar, salvo a ti mismo. Las familias eran un peligro, las familias y los niños habían provocado el derrumbe de hombres muy importantes. En cuanto tienes alguien de quien cuidar, es como si tuvieras un agujero en tu armadura. Se te abre un agujero enorme en tus defensas que la gente utilizará en contra tuya sin dudarlo. Jimmy sabía eso porque él haría lo mismo si no obtenía lo que deseaba.

Spider era un tipo duro a los ojos de Jimmy, pero ya no sería lo mismo después de haberle visto tener que tragarse la mierda de su hermano. Especialmente porque su hermano menor no se merecía esa lealtad, ni tampoco que por él pusiera en peligro la amistad que él y Brodie habían mantenido durante años. Cain no iba a dejar pasar las cosas, estaba demasiado preocupado por lo que la gente pensara de él dentro de su mundo.

Eso ya de por sí constituía un motivo de preocupación, pero Jimmy pensaba que lo mejor era mantenerse al margen, observar cómo se jugaban las piezas y luego decidiría de qué lado estaba.

Hasta entonces, seguiría tal y como estaba.

Sin embargo, sabía una cosa: eso no se había acabado, ni por asomo.

—¿Pero todavía estás aquí? —preguntó Patrick en voz alta.

Lil, a pesar de lo mucho que le molestaba la forma que tenía Patrick de saludar a su madre, casi se echa a reír. Su madre había decidido tomárselo de buena manera, aunque era bien sabido por lodos que lo hacía por simple malicia.

Annie suspiró teatralmente, puso los ojos en blanco y levantó el busto, pero dibujó una sonrisa que resultaba evidente para todo aquel que la estuviese mirando.

Los chicos estaban sorprendidos, al igual que su padre.

—¿Te encuentras bien, mujer?

Annie se rió como una chiquilla de escuela y Patrick no sabía si debía reírse de la vieja o preocuparse. Había cambiado tanto en los últimos meses que se preguntaba si los cuentos que le contaba su abuela tenían algo de verdad.

Empujó a Lil dentro de la cocina y murmuró:

—¿Está tomando drogas o algo parecido? Ya me había acostumbrado a que estuviera siempre jodiendo la marrana y ahora parece que se ha reencarnado en Doris Day.

Lil se reía a carcajadas y Patrick estaba contento de verla así. Llevaba mucho tiempo sin verla así de feliz y, a veces, se sentía culpable porque sabía que pasaba el día preocupada por él.

—¿Cómo te encuentras, cariño?

Se encogió de hombros.

—Hecha una mierda. Me sentiré bien en cuanto tenga el bebé. Es el peor embarazo que he tenido, pero ya sabes que no soy una persona a la que le guste ir lamentándose.

Patrick la estrechó entre sus brazos, reconociendo la certeza de sus palabras.

Tenía aspecto de estar enferma. Estaba tan pálida y débil que le preocupaba su estado. Prefería conservar a su esposa antes de tener otro hijo, aunque no expresó en voz alta sus pensamientos. La verdad es que no tenía un aspecto saludable, así que le dijo:

—Siéntate y trata de quitarte ese peso de encima. Voy a prepararte algo de comer.

Annie no había salido de la cocina y él se sintió agradecido por ello. Normalmente, habría estado comportándose como una vaca loca y habría tratado de hacerle sentir como un auténtico inútil en su propia casa. Aunque él era capaz de hacerla callar, a ella le gustaba ponerle las cosas difíciles.

La Annie de ahora, la nueva Annie, era como una espina en el costado. Él la prefería cuando se comportaba como una puñetera hija de puta, pero sabía que no era el mejor momento para mencionar una cosa así.

En lugar de eso, se puso a ayudar a su esposa a preparar unos sándwiches y un poco de té. Que fuese ya más de medianoche carecía de importancia. Patrick era de esos hombres que esperan que su mujer cumpla con sus obligaciones a todas horas y siempre que ellos deseen. A él le resultaba normal que ella le preparase algo de comer cuando regresaba a casa y que hablaran de los acontecimientos del día cuando ya todo el mundo está metido en la cama. A ella, además, le agradaba. Por muy cansada y pesada que se sintiera, Patrick seguía siendo su prioridad; él, ese hombre egoísta, y los hijos que había engendrado con ella. Lil le agradecía cada día de su vida que la hiciera sentir necesitada, valorada y deseada. Él le había proporcionado una vida que ella no se habría ni atrevido a soñar y pensaba agradecérselo de todas las maneras posibles.

A Lil le gustaban esos momentos, cuando estaban juntos y el resto del mundo dormía. Entonces sentía que podía disfrutar de su marido para ella sola. Podía palpar el amor que le mostraba y sabía que, pasara lo que pasara, ella era lo más importante de su vida, ella y sus hijos.

Mientras ponía mantequilla en el pan y enjuagaba la ensalada, Lil notó una patada del bebé. Había sido una patada muy fuerte que la hizo doblarse. Patrick la agarró y se rió con fuerza.

Mientras la sostuvo en sus brazos, ella le miró su apuesto rostro. Él le dijo alegremente:

—¡Vaya tela, Lil! Me ha dolido hasta a mí. Se nota que es otra Brodie, otra que está esperando para salir al mundo y comérselo. Hacemos buenos niños, Lil, los mejores. Todos nuestros hilos llegarán a ser algo importante, de eso estoy seguro. Debemos estar agradecidos por ello.

Patrick le miró a los ojos y vio las enormes ojeras que tenía y lo hundidas que tenía las mejillas. Se dio cuenta de que esta vez se encontraba verdaderamente enferma, que el bebé le estaba quitando la salud y que él no se había dado cuenta hasta ese preciso momento. Le esperaba a que llegase todas las noches y él aceptaba que se levantase, le preparase la comida y estuviese escuchando mientras él hablaba de sus asuntos. Repentinamente se sintió culpable por no haberse dado cuenta de la presión que ejercía en las personas que le rodeaban. Cuando la sostuvo, se sintió avergonzado de no haberse dado cuenta de lo delgada que estaba; lo único que le quedaba era la barriga del niño. Su otra vida fuera del hogar le parecía, en ocasiones, más real que los pequeños dramas con los que tenía que bregar su esposa a diario. Sin embargo, ahora apreció verdaderamente lo que su esposa hacía por él, ya que procuraba en todo momento que las preocupaciones que tuviese no estuvieran relacionadas con su hogar y su familia. Oyó que la puerta principal se cerraba y se dio cuenta de que su suegra había salido de la casa en silencio. Entonces se dio cuenta de que ni eso había sabido apreciar. Sabía lo mucho que le molestaba su suegra por el mero hecho de respirar el mismo aire que él, y se dio cuenta de que esa mujer que él tanto humillaba y odiaba hacía la vida de su esposa más fácil con su sola presencia y sus pequeños favores, aunque tuviera que pagar su precio.

Mientras abrazaba a su esposa, sintió la enorme fuerza de su sexo y de su bondad; una combinación que le provocaba mucho miedo. Como la mayoría de los hombres de su generación, se dio cuenta de que no le había prestado la debida atención ni como esposa, ni como madre de sus hijos. En cierto momento incluso había llegado a dirigir sus clubes y se había ganado el respeto por su sagacidad y astucia. Ahora, gracias a él, estaba de nuevo convertida en una simple ama de casa al cuidado de sus hijos, y ella lo había aceptado de la misma manera que aceptaba todas las cosas en la vida; es decir, con dignidad y sin provocar ningún tipo de discusiones. Patrick se sintió como un cabrón, pues prácticamente se había olvidado de ella y de todo lo verdaderamente importante en su vida mientras resolvía otros asuntos. Se sentía enormemente culpable. Lo peor de todo es que estaba delante de una mujer que estaba en las últimas y, sin embargo, trataba de ocultárselo para que él no se diera cuenta de que necesitaba su apoyo.

Le besó dulcemente en los labios, en los ojos, en el rostro mientras ella permanecía de pie, pacientemente, y le permitía que accediera a ella como lo había hecho siempre.

Su Lil era una mujer de una sola pieza, una luchadora a la que tenía que mirar desde muy cerca, como estaba haciendo ahora, para que le dijese algo de ella, pues siempre se había procurado librarle de las preocupaciones y que se sintiera feliz y contento cuando regresara a casa. Sin embargo, tenía muy mal aspecto y eso empezaba a inquietarle porque no sabía cómo decírselo sin herirla. Siempre que había estado embarazada, se había sentido feliz y en buen estado de salud, y jamás le había pedido nada que él no estuviera dispuesto a concederle. Y, además, le había hecho que se sintiera bien mientras lo hacía.

Lo peor de todo era que él la había necesitado esa noche, más que nunca, y fue ese deseo carnal el que le hizo darse cuenta de que la vida que había elegido le había afectado a ella y a los que le rodeaban.

Por primera vez estaba viendo la vida de su esposa desde su perspectiva, y eso era algo de lo que no podía sentirse orgulloso, ni algo en lo que quisiera pensar más de la cuenta. En su lugar, la hizo sentarse en la silla más cercana, procuró que se relajara y se quedó a cuidar de ella, para variar. Sin embargo, aquello era una espada de doble filo. Ella sabía que era un gesto de su parte y simuló que él lo hacía todo exclusivamente por ella.

Ver a Patrick mirándole con esa tristeza y preocupación era más que suficiente para que Lil deseara darle un bofetón en la cara. Odiaba que por el hecho de estar embarazada Patrick la viese como una persona débil y necesitada, pues la hacía sentirse inútil, ya que él no era de los hombres que valoraban a las mujeres. Siempre que había estado embarazada, se había dado cuenta de la enorme importancia que tenía lo que hacían las mujeres, de lo muy capacitadas que estaban.

Sin embargo, ese milagro de la vida aún era considerado una banalidad entre los hombres, a pesar de que ellos no podían hacerlo y tenían que confiar en las mujeres para poder llevarlo a cabo. Además, tenían que confiar en ellas, pues sólo ellas sabían con certeza si el hijo que llevaban en las entrañas les pertenecía. Los hombres tienen que dar por ciertas sus palabras, ya que si el hombre en cuestión elegía a una mujer en la que no confiaba plenamente, entonces no sabía lo que le esperaba. Los hombres que habían elegido a la ligera se pasaban la vida dándole vueltas al asunto y tratando de convencerse de que los niños que llevaban sus apellidos y a los que les costeaban todas sus cosas eran en realidad suyos. Patrick Brodie sabía que él no tenía por qué preocuparse en ese sentido, ni ahora, ni nunca. Por eso, a pesar de que su marido sintiera pena por ella, Lil sabía que era la que mandaba porque siempre lo había tenido en primer lugar, había respetado su trabajo y había criado a sus hijos.

Lil conocía los pensamientos y sentimientos de su marido, pero no pensaba hacérselo saber ahora. Lil, como cualquier mujer que vale su peso en oro, trataría de hacerse valer. Amarle era una cosa, pero aceptar esa clase de trato era algo muy distinto. Se sentía molesta por la forma en que había decidido hacerle ver que se daba cuenta de lo que había sido su vida. Por un lado, era un insulto; por otro, algo que merecía valorar. En cualquier caso, mantendría la boca cerrada, ya que no quería provocar una pelea. No obstante, en momentos como ése, prefería que no desempeñase el papel de «hombre bueno y bondadoso».

Patrick empezó a notar que se sentía molesta, pero ella sonrió y permitió que la mimase y la quisiera. Después de todo, era tan solo un hombre y, como su madre decía a cada momento, ni siquiera sabían salir de un vientre a menos que una mujer los empujase hacia afuera. A partir de ese momento, lo único que hacían era tener una mujer o mantenerla. En algunos casos, intentaban ambas cosas. Pero cuando ya todo estaba dicho y hecho, las mujeres eran las que gobernaban el puñetero mundo.

Al ver que Patrick le sonreía con petulancia y la rodeaba de nuevo con sus fuertes brazos, ella se sintió completamente convencida de ese hecho.