Capítulo 18
Spider salió del hospital con Jimmy Brick, ambos aún en estado de shock. Lil, que Dios se apiade de ella, había dado luz; justo lo que menos necesitaba en ese momento. Se habían quedado con ella en el hospital, ya que no sabían qué hacer. Cuando el chofer entró en el salón y les contó lo que había sucedido, pensaron que se trataba de una broma macabra. Al llegar a la casa y ver la carnicería que habían organizado, les pareció aún más increíble.
La muerte de Patrick fue tan inesperada que nadie se la creyó al principio. Spider, a pesar de haber identificado el cuerpo, aún no estaba seguro porque lo habían dejado casi irreconocible. La muerte de Cain le había afectado emocionalmente, pero la de Patrick le afectó en muchos otros aspectos, ya que suponía una nueva fuente de problemas.
Cuando Jimmy y Spider salieron al frío aire de la noche se miraron, sin saber qué decir acerca de lo sucedido. Parecía increíble que Patrick Brodie hubiese sido asesinado precisamente a manos de los hermanos Williams, y que su asesinato hubiese sido tan bien planeado y ejecutado precisamente por ellos. Al parecer, Ricky Williams se había tomado la justicia por su cuenta y a las pocas horas de morir Patrick ya se estaba congraciando con los principales contendientes de Pat, mostrando una perspicacia y una inteligencia que, si no le hacían ganarse su amistad, al menos sí el respeto que consideraba que se merecía. La policía consideró el asunto como un simple ajuste de cuentas, por lo que no se esforzó gran cosa en detener a los asesinos. Aquello también les sirvió para saber que los hermanos Williams ya se habían puesto en marcha y, fuese quien fuese quien los liderase, al parecer quería quedarse con todo y tenía grandes ambiciones.
—Es indignante —dijo Jimmy—. Matar a Patrick Brodie de esa manera.
Jimmy habló en voz demasiado alta, tanto que dos hombres que fumaban un cigarrillo mientras esperaban que a un amigo le pusiesen unos puntos en la cabeza pudieron oír lo que decía. Sin embargo, viendo la conducta y los modales de ambos, decidieron hacer oídos sordos y darse por no enterados. Jimmy ya tenía un aspecto bastante aterrador con su cara llena de cicatrices y su muy patente agresividad, y del negro se podía decir otro tanto, pero fue oír el nombre de Brodie y el relato de lo sucedido lo que aplacó su natural beligerancia. Tener un altercado con la policía era una cosa, pero asesinar a una persona era algo muy distinto. Aquellos muchachos eran sólo una pandilla de chulillos, de esos que van buscando bronca por los bares.
—¿Qué coño andáis mirando, pandilla de gilipollas?
Jimmy deseaba desahogar su ira y aquellos mequetrefes le parecieron lo más adecuado. Él ya de por sí era un tanto paranoico, pero ahora estaba convencido de que se estaban mofando de él y no pensaba permitírselo. La muerte de Brodie, sin duda, lo había vuelto todavía más paranoico, por eso pensó que aquellos muchachos se estaban haciendo los valientes y estaban esperando para abalanzarse contra él y ponerlo fuera de combate. Eso, claro, en sueños.
Jimmy se fue hacia ellos y Spider le cogió del brazo.
—¿Qué coño haces? Son sólo un puñado de mierdas.
El gesto que hizo Spider con la mano que tenía libre les sirvió de aliciente y se alejaron para desaparecer en la oscuridad de la noche.
Jimmy se quitó la mano de Spider de encima; tenía los puños cerrados de furia.
—Lo han cortado a pedazos, Jimmy —dijo Spider sacudiendo la cabeza—. Dije que era él, pero lo único que he reconocido ha sido su anillo, ya sabes, ese negro con un ónix. Pero si te digo la verdad, parecía un trozo de ternera descarnado.
Jimmy asintió. Él también había visto a Patrick tendido en el vestíbulo y jamás olvidaría la escena. La pobre Lil gritaba aterrorizada mientras abrazaba a todos sus hijos en el sofá. Pat Junior estaba completamente cubierto de sangre, tenía los ojos enrojecidos de llorar, pero, a pesar de eso, seguía tratando de proteger a sus hermanos. Se dio cuenta de que el muchacho estaba aterrorizado de pensar que los hermanos Williams pudieran regresar. Él no era ningún estúpido, sabía cómo funcionaban las cosas y sabía que había sido afortunado al salir ileso. Le habían dicho lo cerca que habían estado de apuñalarle, y sabía que, a partir de ese momento, ya nunca más se sentiría a salvo. Era una desgracia, un acto diabólico y maligno.
Lo peor es que él era el culpable de todo. Patrick le había dado a Spider el encargo de ocuparse de los hermanos Williams y de su hermano Cain, y él había cometido un gravísimo error que le había costado la vida a su amigo a manos de un puñado de gilipollas; era como si una pandilla de boy scouts derrotara a una cuadrilla de paracaidistas.
Miró a Spider y, por fin, se dio cuenta de la realidad.
—No pienso ser un chupapollas de nadie, y menos un chupapollas de los Williams.
Jimmy Brick estaba fuera de sí por lo ocurrido. Pat y él habían construido un bonito nicho entre los dos y había llegado a apreciar y respetar a su amigo. Le parecía un acto propio de animales que los hermanos hubieran tenido la audacia de matar a Pat en su propia casa y delante de sus hijos y su mujer embarazada. La muerte no importaba gran cosa; en el mundo que vivían todos eran objetivos de alguien. Era la forma en que lo habían ejecutado, echándose como una jauría de lobos en presencia de sus hijos. Las gemelas eran apenas unas niñas a las cuales Pat había adorado. La muerte había convertido en mofa todo lo que ellos consideraban sagrado, pues uno no molestaba a las familias, ni a los inocentes, ni a los ancianos.
—Esperemos a ver quién está al mando antes de meternos en problemas —dijo Spider.
Lo sosegada que sonaba su voz resultaba casi insultante para Jimmy, aunque sabía que estaba en lo cierto. Esa noche se estaban llevando a cabo muchos trapicheos y, hasta que supieran quién andaba involucrado, lo mejor era mantenerse al margen.
Estaban en la puerta del hospital fumando cigarrillos y ambos se quedaron muy callados después de decir lo necesario. Ambos sabían que a partir de ahora las cosas iban a cambiar mucho, y no sólo para ellos, sino para todos los de su círculo. La muerte de Patrick Brodie iba a causar muchos contratiempos y todos los que habían estado de su lado serían considerados sospechosos o enemigos, dependiendo de lo que sabían o ignoraban.
—Apuesto que detrás de esto andan los Palmers o los Brewster. Estoy seguro de que los hermanos Williams deben de tener un patrocinador, pues ellos no son capaces ni de encontrarse los huevos con ayuda de un perro guía. Son sólo unos aficionados con la cabeza hueca, una pandilla de memos. Pat debería haberse librado de ellos cuando tuvo la oportunidad y tú lo sabes mejor que nadie.
La indirecta le llegó al corazón a Spider, cosa que esperaba Jimmy. Cain también había sido un cabeza hueca que había encontrado su sitio al lado de los hermanos Williams.
—Dime con quién vas y te diré quién eres, me decía siempre mi madre. Cain era igual que ellos y tú lo sabes, lo que pasa que siempre te tuvo a ti de su lado. Esto lo ha tenido que llevar a cabo alguien más listo, ellos no serían capaz ni de robar en una tienda sin llamar a la marina. No, colega, estoy seguro de que esto lo ha planeado alguien más listo, alguien que conocemos. Ricky Williams ahora es el cerebro de la familia y eso significa que puede apañárselas solito. Sin embargo, alguien ha debido de planearlo todo y los ha utilizado en su propio beneficio. La cuestión es saber quién.
Spider se encogió de hombros. Eso era precisamente lo que él pensaba, pero hasta que no supiera con seguridad quién era el cerebro, prefería guardarse sus opiniones. Jimmy era un hombre de ideas fijas normalmente, pero hasta que supiera con certeza quién había dirigido este asunto, prefería no comprometerse. Ahora se trataba de seguir vivos y Spider pensaba mantenerse en sus trece aunque eso le costase la vida. La charlatanería a veces provocaba muchas muertes, sobre todo cuando la gente no sabía de qué lado debía estar.
Aquello era un rompecabezas y, puesto que la muerte de su hermano estaba aún muy reciente y los hermanos Williams estaban representando su papel en la obra, se dio cuenta de que tenía que actuar con mucha delicadeza y astucia durante las próximas semanas. Pensaban aumentar el número de su plantilla. De su plantilla de negros, ya que pensaba seguir manteniendo sus negocios en el sur de Londres, e incluso extender su área de acción en cuanto tuviera la más mínima oportunidad. Spider sabía que pensaban quitarle todo lo que Par le había proporcionado, ésa era una de las razones por la que lo habían matado. Seguro que lo que planeaban era quedarse con su territorio mientras utilizaban chivos expiatorios como Ricky para conseguir sus fines. La persona que había perpetrado ese asesinato tan despreciable estaba utilizando a los hermanos Williams como escudo, así podrían luego quedarse con toda la cosecha.
Spider tenía que apañárselas solo y la muerte de Cain aún le seguía pesando como la espada de Damocles. Se encontraba en una situación un tanto precaria. Cain había estado tratando con los hermanos Williams y eso no es algo que se olvide fácilmente. Ahora necesitaba ver qué iba a suceder con los negocios que él tenía con Patrick. No había nada escrito, ni legal y sabía que muchos de los que habían trabajado para Patrick tratarían de aprovecharse sin que él pudiera hacer nada para evitarlo. Muchos de los clubes que pertenecieron a Pat tenían socios ocultos, inversores que ahora reclamarían su parte y, sin Patrick para dirigir aquel tinglado, no les resultaría nada difícil. Spider no sabía quién había puesto dinero y quién no y los libros de Patrick requerían de un experto en descodificar enigmas para poder entenderlos. Jamás se había encargado de las cuentas, puesto que siempre había confiado esa labor a Patrick. Él podía llegar a ser un hijo de puta, pero había sido un hijo de puta honesto y un buen amigo suyo. La cuestión es que ahora estaba muerto y eso le dolía, le dolía de verdad, por lo que necesitaba pensar largo y tendido antes de dar el siguiente paso.
Lenny Brewster miró a Lil Brodie y sintió remordimientos de conciencia. Estaba tan delgada como un fideo y su traje oscuro parecía acentuar esa delgadez, al igual que la palidez de su rostro. No obstante, aún estaba de buen ver y la pena que le invadía le daba un aspecto tan vulnerable que le resultó seductora. Después de que guardase luto durante un tiempo razonable, no estaría nada mal echarle un polvo. Después de unos meses a palo seco, seguro que echaba de menos una buena polla y a él le apetecía enormemente tirarse a la mujer de Brodie. Brodie la había tratado como a una diosa y sabía que ella jamás le había puesto los cuernos, por ese motivo, pensar en tirársela le seducía aún más. Su esposa estaba arrodillada para recibir la Sagrada Comunión y él estaba arrodillado a su lado, con la cabeza gacha, como si estuviese rezando. Lenny sabía que estaba ya un poco viejo, pero estaba dispuesto a hacerse con el liderato y había planeado una serie de sorpresas muy agradables para la familia Palmer. Ahora que había muerto Brodie, consideraba que tenía derecho a quedarse con cualquier cosa o con cualquier persona que se le antojara. Siempre había sido un hombre a tener en cuenta, uno de los peces gordos más respetados, y nadie se había percatado hasta ahora de lo grande que se había convertido su imperio. Era un hombre astuto e inteligente que tenía el don de hacer que la gente se sintiera cómoda en su presencia. Disponía de un gran repertorio de chistes que sabía contar con mucha gracia, además de que su compañía resultaba siempre agradable. Había permanecido sentado y a la espera, y su turno había llegado antes de lo esperado, por lo que ahora pretendía sacar el mayor provecho de ello.
Lil estaba sentada en la iglesia, contemplando el funeral de su marido y cualquiera podía darse cuenta de lo dolida que se sentía. Sostenía a su nuevo bebé en los brazos, lo cual provocaba no sólo las lágrimas de todas las mujeres que había presentes, sino además un sentimiento de pena entre los hombres.
Estaba destrozada, de eso no había duda, pero contra eso no podía hacer nada. Sin embargo, también sabía que debía de actuar con astucia y utilizar la inteligencia para poder salvar todo lo posible en favor de sus hijos. Patrick estaría maldiciendo a todos los presentes si los observaba, pero ahora ya nada podía hacer al respecto y todo dependía exclusivamente de ella.
El dinero que había en los bancos le pertenecía, por supuesto, aunque no es que ellos guardasen grandes cantidades porque si no hubieran tenido que darle muchas explicaciones a los de Hacienda. Lil también era la beneficiaria de algunas pólizas de seguro que había hecho Patrick y probablemente recibiría una paga por ellas. Luego se esperaba que agachase la cabeza y se quedara con los brazos cruzados. Lil era ahora un engorro, pues la habían tratado como a alguien de la realeza. Conocía los pormenores de los clubes porque los había dirigido casi todos, pero sus conocimientos no le servirían de nada ahora, ya que era agua pasada y ella lo sabía. Con cinco hijos y un marido muerto era una mujer desprotegida, pero a pesar de la enorme pena que le invadía sabía que debía mantenerse fuerte por sus hijos, tratar de recuperarse lo antes posible y hacer acopio de todo lo que le pertenecía. También sabía dónde Patrick había escondido algún dinero procedente de algunos robos en bancos y pensaba ir a buscarlo en cuanto oscureciese para ver cuánto quedaba. Lil se dio cuenta de que la vida que había llevado se le había acabado, además de que todo por lo que había trabajado Patrick se quedaba en nada. Se había fijado en el abrigo de piel que llevaba la mujer de Lenny, debería de haber costado un. buen puñado de billetes, así como en su forma de entrar en la iglesia, como si fuese la dueña del lugar, saludando a la gente y asintiendo. Ahora ella era la Primera Dama y estaba encantada de interpretar ese papel. Bueno, al menos esperaba que tuviera mejor suerte que ella.
Cuando Lil se sentó en la iglesia le invadió un sosiego extraño, lira consciente de lo unida que había estado su familia después de la total aniquilación de su padre a manos de Ricky Williams. Sabía que Tommy habría matado a Pat Junior sin pensárselo dos veces, así que le dio gracias a Dios por haberlo dejado vivo. Aceptaba el hecho de que todo el trabajo que había realizado su marido, es decir, los clubes y las casas de apuestas, estuviesen gestionados por alguien nuevo, ya que no tenía suficiente poder para oponerse. Aquella mañana, cuando miró a sus hijos, se dio cuenta de que tenía que aceptar su destino de la mejor forma posible y tratar de recoger las sobras en que había quedado reducida su vida, sobre todo por el bien de ellos.
Ricky Williams era ahora el nuevo jefe de la familia y todos se sentían muy entusiasmados con la idea. Una vez más, la gente se mostraba respetuosa con ellos, más dispuesta a concederles un poco de su preciado tiempo. Ricky supo desde el primer momento que tenían que hacer algo realmente espectacular si querían volver a ser los de siempre y había logrado su objetivo con sorprendentes resultados. Palmer y Brewster lo recibieron públicamente como si hubiese ganado algún premio y ahora era considerado por todos como el cabecilla indiscutible de la familia, ya que había sido él quien había recuperado su lugar dentro de su mundo. Mientras estaba de pie en los servicios del Speiler en Bermondsey, uno de los clubes que en su momento pertenecieron a Patrick, se miró al espejo y admiró su buen aspecto y lo elegante que estaba con su nuevo traje. A Ricky le gustaba ir a la moda, le encantaba la ropa y, con su nueva chaqueta de terciopelo y sus botas tejanas, se sentía como un hombre de buen gusto. Le encantaba esa expresión, especialmente cuando se la dirigían a él. Estaba pletórico de euforia cuando regresó a la barra y vio a sus hermanos, o mejor dicho, lo que quedaba de ellos, esperándoles con una sonrisa y una copa. Ricky se bebió de un sorbo un brandy doble y, al sentir el calor, levantó el vaso para que volviesen a llenárselo a sabiendas de que el camarero no se lo llenaría, sino que le daría la botella entera en señal de prestigio.
Él estaba encantado, encantado de estar en la cima, encantado de que las tías se le brindaran, encantado de ver que le hablaban en tono moderado y respetuoso y encantado de que sus hazañas se relatasen en las barras de los bares mientras se bebía cerveza.
Ricky estaba casi pavoneándose de lo encantado que estaba de que sus planes hubieran dado los frutos deseados. La chavala que se había ligado a primeras horas del día, una joven de dieciocho años de Mile End con grandes tetas y una boca aún mayor, estaba borracha por completo. La miró tratando de articular palabras y se dio cuenta de que ese tipo de mujeres eran ya cosa del pasado. Él seguiría teniendo sus escarceos, por supuesto, pero decidió que debía hacerse con una chavala guapa y decente ahora que era un hombre con clase.
Tommy y Dave no paraban de darle detalles mientras hablaban con ella y eso le preocupaba. Dave, Tommy y Bernie eran unos simples patanes. Cuando estaban bajo las órdenes de Patrick consiguieron hacer algo de dinero, pero ninguno de ellos tenía inteligencia suficiente como para dedicarse a trapicheos a largo plazo. Preferían mirar a participar y eso a él le venía muy bien. A Ricky le gustaba ser el cerebro, el creador, el instigador. En ese momento se dio cuenta de que sus invitados habían llegado, por los saludos tan entusiasmados que oyó en la puerta principal. Vio que la frente de sus hermanos se arrugaba; se les veía nerviosos, tomo si alguien les viniera a pedir cuentas por la muerte de Patrick Brodie. Se daba cuenta de que el frenesí que habían puesto en su ataque combinado, causado por la cantidad de alcohol y drogas que habían consumido aquel día, ahora les preocupaba, ya que pensaban que a lo mejor la gente no estaba tan satisfecha tomo aparentaba. Estaba más que harto de ellos. Parecían un puñado de viejas estúpidas cuya gilipollez la llevaban siempre pegada al culo. Ricky observó cómo Alan Palmer se le acercaba con sus andares típicos y levantaba las manos en gesto de amistad.
—No me digas que teníamos una cita —le dijo.
Luego se dirigió a sus hombres, que siempre estaban a medio metro de él y les dijo:
—¿No os lo dije? Está tratando de echarme un polvo. El muy cabrón se follaría a cualquiera.
Ricky se rió como los demás, pero se dio cuenta de que no le había dirigido ningún gesto amistoso y pensaba tenérselo en cuenta en el futuro. Le molestó, además, ver que sus hermanos estallaban en carcajadas, como si fuese el chiste más gracioso que hubiesen oído en la vida. Los muy estúpidos no sabían reconocer un insulto ni aunque se lo dijeran en la cara.
Miro a la jovencita que se dirigía a los servicios tambaleándose y, mediante un guiño a uno de los clientes habituales, le indicó que se acercara. Le dio un billete y le pidió que la metiera en un taxi, ya que, además de que no pintaba nada en esa reunión, ya se había hartado de ella.
Iodos pidieron de beber y se sentaron a charlar, aunque Kicky Williams no era un tipo fácil de convencer. De hecho, estaba a un palmo de sacar su navaja y pegarle una puñalada en el corazón a Alan por mera diversión, pero controló sus deseos y sonrió como si nada le preocupase en este mundo.
Lil aún estaba cansada por el parto y el trauma de ese día. Shamus había pesado cerca de los cuatro kilos al nacer y, como le comentó a su madre, eso le había hecho llorar de dolor. Era un buen bebé, pero ella no lograba dormir a pesar de que su madre lo había cogido para que ella descansara. Todavía había momentos en que creía que Patrick estaba vivo y que su asesinato había sido un horrible sueño. Ver cómo lo enterraban le hizo darse cuenta de que se había ido para siempre y de que debía recuperarse por el bien de sus hijos. Lamentarse era un lujo que no podía permitirse. Como sea, tenía que mantener el control y tratar de recuperar lo posible para garantizar su futuro. En el banco tenía ingresado veinte de los grandes, pero aquello no significaba gran cosa teniendo cinco hijos y una madre a la que alimentar.
Cuando entró en el desguace de su marido esperó no encontrarse con nadie, ya que sabía que el lugar se utilizaba para algo más que recopilar chatarra. Los perros estaban sueltos, como casi siempre, pero los dos doberman la conocían bien y se acercaron para que los acariciase. Luego se dirigió al portacabinas que se utilizaba como oficina. Cuando entró, los animales se echaron en el suelo y la esperaron.
Lil abrió la caja sin tan siquiera tener que encender las luces. Ya había abierto esa caja para pagar los sueldos o para coger algún dinero al contado en muchas ocasiones, por lo que no necesitaba encender ninguna luz. La puerta de metal se abrió y sintió un brote de excitación por lo que estaba haciendo.
—Estoy robando nuestro propio dinero. Pat —dijo.
Se rió como si él estuviera presente para oírla, para apreciar la ironía y para reírse con ella de su propio chiste. Estaba robando dinero que ya había sido previamente robado, parte de su participación en asaltos a bancos, joyerías o fábricas.
La caja estaba completamente vacía, cosa que realmente no le sorprendió, pues imaginaba que alguno de los hombres que habían trabajado para su marido se le habría adelantado. La muerte de Pat debería haber puesto en alerta a mucha gente, especialmente a los que dependían de él para su sustento.
Las lágrimas le provocaban escozor en los ojos y se los secó. Estaba desesperada, sin saber qué hacer, y necesitaba mucho dinero para poder sacar a sus hijos hacia delante.
Se sentó en el suelo de la oficina. Estaba frío y húmedo como la lápida de una tumba. Se dio cuenta de que a partir de entonces ya nada sería lo mismo. Tenía ganas de llorar y las lágrimas se le venían a los ojos, pero se contuvo y logró retenerlas. Tenía tiempo de sobra para llorar en el futuro, ahora lo importante era asegurarse de que a sus hijos no les faltase de nada.
Lenny Brewster no cabía en su propio traje de lo orgulloso que se sentía. Desde la muerte de Pat Brodie parecía un niño con zapatos nuevos. Sus enemigos, sin embargo, lo describían como la reencarnación de un gilipollas, aunque no fuesen capaces de decírselo en la cara. Ahora, cuando vio a los hermanos Williams y a Palmer, todos esperándole para saludarle y para congraciarse con él, se dio cuenta de que por fin lo había conseguido: había cogido lo que por derecho le pertenecía.
Ricky era todo sonrisas y miraba a sus hermanos para asegurarse de que hacían otro tanto y se daban cuenta de lo importante que era el hombre que tenían delante. Lenny se dio cuenta del gesto y observó que el muchacho tenía al menos la suficiente sensatez como para saber cómo funcionaban las cosas en ese mundo.
Ricky ya había chasqueado los dedos para que la camarera trajera una nueva botella de brandy Courvoisier y limpiara la mesa y los ceniceros. El sabía lo importante que era el respeto y él respetaba al hombre que acababa de entrar en el bar como si fuese un conquistador. Lenny Brewster era una leyenda, en parte porque siempre había sabido mantenerse en su sitio y jamás había eliminado a sus enemigos sin tener motivos para ello. Se había rodeado de un buen ejército de hombres, pero jamás se había metido en el terreno de nadie. Era un caballero y, por eso, se había ganado el respeto de todos.
Ricky vio que Alan Palmer le tendía la mano de la misma manera que había hecho él, solo que en esta ocasión el gesto fue respondido con efusión. Le irritó, pero sabía que aún era pronto para que los hermanos Williams fuesen tratados como merecían. Se habían reafirmado como tales, pero ahora tenían que demostrar que eran consistentes, ya que ése había sido su mayor error en el pasado. Les habían concedido oportunidades una y otra vez, pero ellos siempre lo habían fastidiado todo. De algún modo, comprendía la reticencia de esos hombres, ya que a él le habría sucedido lo mismo de estar en su lugar, pero aun así le irritaba porque ahora él se había convertido en el cerebro de la familia y debía respetársele por eso, especialmente después de haber logrado que ellos tuvieran la oportunidad de gozar de la situación en la que se encontraban actualmente.
Lenny estaba de muy buen humor y gesticulaba desmesuradamente, como de costumbre. Alan Palmer, sin embargo, parecía nervioso, o al menos esa fue la impresión que le causó a Ricky Williams, pero supuso que se debía a que, por fin, se encontraba en el lugar que siempre había deseado estar. Palmer se reía de las bromas y chistes que hacía Lenny y, cuando levantaron los vasos para brindar, Ricky observó que éste le guiñaba el ojo a Alan, señal de que entre ellos ya había negocios de por medio. Estaba seguro de que aquello también sería beneficioso para él y sus hermanos, así que sonrió. Sin embargo, en ese momento vio que Tommy le susurraba algo a Dave y Hernie. Luego sacó una bolsa del bolsillo y, mientras se levantaba para ir al servicio de caballeros, metió la lengua en el contenido para probar la calidad. Vio que Lenny le observaba y se dio cuenta de que su comportamiento no causaba ninguna buena impresión, ya que, aunque el bar era un lugar seguro, no estaba bien visto que los demás presenciaran tan abiertamente que consumían drogas cuando los jefes estaban delante. Aquello era una reunión de negocios y debían estar en plena forma, pues nadie podía confiar en lo que dijera una persona cuando estaba bajo los efectos de las anfetas o de la coca. Era una cuestión de sentido común, sencillamente. Ricky, además, sabía que Lenny estaba a favor de cualquier cosa, pero no aceptaba que se consumieran drogas cuando se trataba de negocios. Él las utilizaba sólo para dárselas a las prostitutas, ya que todo el mundo sabía que las precisaban para ejercer su oficio, pero él no era un consumidor de la coca colombiana que estaba llegando esos días. Él era bebedor, simple y llanamente. Tommy los había dejado en mal lugar, como si fuesen unos aficionados, por eso se molestó consigo mismo, ya que debía haber sido más tajante a la hora de decirle a sus hermanos cómo debían comportarse en presencia de esos dos hombres. Había momentos que le entraban ganas de darse con la cabeza en la pared, pues cometía errores imperdonables.
Alan sonrió, pero vio el séquito que había entrado con Lenny y eso le sorprendió, ya que en esta ocasión le acompañaban cinco de sus hombres. Sabía que Lenny era una persona astuta a la que siempre le gustaba sentirse a salvo, pero venir con esa pandilla de matones a una reunión amistosa le parecía excesivo. De repente, se sintió intimidado. También sabía que Lenny era un hijo de puta de mucho cuidado que se sentía menospreciado, y esa inseguridad era lo que le hacía comportarse de esa manera. Durante toda su vida había confiado en sus instintos, como cualquier otro delincuente que se precie, ya que el instinto era el que te decía si estabas navegando con viento favorable o si la pasma se te estaba echando encima. Era un mecanismo de autodefensa, y el suyo se excedía por diversas razones: se sentía un intruso, como alguien que está de más, como si no significase nada. Alan se bebió de un trago su copa e intentó concentrarse en los hermanos Williams y el trato que había realizado con Brewster. Su bravuconería del principio le estaba abandonando y deseó haber venido también acompañado de un buen puñado de guardaespaldas; eso le hubiera hecho sentirse más cómodo.
El bar se fue vaciando lentamente y pasó un rato antes de que nadie se diera cuenta de que Ricky se había levantado y se había ido a los servicios detrás de Tommy. Después de darle la bronca regresó al bar y vio que Lenny estaba hablando con Palmer. Ricky percibió entonces que la mayoría de los clientes habían desaparecido, salvo un pequeño grupo de hombres que estaban en la barra. Todos eran personas robustas, vestidas con abrigos de piel de cordero y hablaban entre sí tranquilamente. Se dio cuenta de que iban armados, pero eso no era inusual en un lugar como ése. La mayoría de las personas que él conocía llevaban un bate de béisbol en el coche, tenía una pistola en casa y llevaban una cachiporra. Las navajas y las pistolas eran sus herramientas de trabajo, pero que llevaran aquellas pellizas de borrego era un claro indicativo de que iban armados. Cuando Ricky se dirigió a la barra se dio cuenta de lo que iba a suceder.
Lenny observó a Ricky cuando se le acercó, le sonrió y luego pidió una ronda para todos. Cuando Alan se levantó para coger las bebidas, Lenny lo cogió por detrás y le apuñaló en el hígado. Cuando Alan se dio la vuelta para mirarle, que es la reacción más normal, Lenny volvió a apuñalarle, pero esta vez directamente al corazón. Los guardaespaldas de Alan miraban la escena impasibles.
Ricky vio que Tommy, Bernie y Dave se daban cuenta de qué iba la cosa. Lenny les sonrió, con una sonrisa amistosa y abierta que denotaba la personalidad tan psicótica que siempre llevaba camuflada.
—Deberías de haberte dado cuenta, Ricky. Tú y Palmer deberíais de haberos dado cuenta de que yo jamás podría confiar en ninguno de vosotros. Tú has quitado de en medio a Brodie y, aunque aprecio verdaderamente lo que has hecho, creo que te tomaste una libertad diabólica. No puedo comprender que personas como tú, que no son nada más que unos jodidos mierdas sin cerebro alguno, se crean capaces de acabar con una persona como Brodie. ¿De verdad creíste que semejante fechoría quedaría impune?
Lenny empezó a reírse sarcásticamente, una risa repleta de triunfo y escarnio. Ricky se dio cuenta de que estaban acabados, que no se iban a limitar a darles una paliza, sino que pensaban acabar con ellos y sentar un ejemplo. Un ejemplo para las personas que luego se enterasen de ello, para todo aquel que creyese que él podía caer en el señuelo de nadie. Se sintió conmovido. Conmovido por su madre, que ya había enterrado a bastantes hijos, y conmovido por él y sus hermanos.
La camarera había desaparecido y Ricky ni se había percatado de ello. Vio que la barra estaba bien decorada para la clase de establecimiento que era. Las luces de las paredes arrojaban una luz fantasmagórica sobre el cuerpo de Palmer y tardaron unos segundos en darse cuenta de que aún seguía vivo. Respiraba con dificultad, ya que la sangre empezaba a inundarle los pulmones.
—Mierda, el muy gilipollas es duro de pelar.
Todo el mundo se rió. Ricky se dio cuenta de que los hombres que estaban en la barra se acercaban para sentarse con ellos y se quitaban las pellizas para sentirse más cómodos. Cuando vio que además se remangaban las mangas de la camisa, pensó que le esperaba una noche muy larga.
—Vamos, Johnjo, acércate y resuelve este asunto.
Oír aquel nombre le bastó a Ricky para saber que pensaban deshacerse de ellos con el mayor sufrimiento posible, pues el nombre de Johnjo Milligan inspiraba ya de por sí terror. Todos sabían que pertenecía a una familia irlandesa de gitanos cuya reputación era bien conocida por sus torturas. Pocas personas tenían la oportunidad de conocerlos, ya que trataban de pasar inadvertidos y pasaban la mayor parte de su vida en los parques de atracciones. Se les contrataba para ciertos trabajos, pero especialmente para torturar. Johnjo era un tipo apuesto, con un acento irlandés ligeramente musical. Tenía un don para las mujeres y otro para tratar con la policía, que jamás podía acusarle de nada, pues contaba con una enorme familia dispuesta a ofrecerle una coartada siempre que fuese necesario.
—¿Por qué haces esto, Lenny? —preguntó Ricky—. Nosotros te hemos abierto la puerta y así nos lo pagas...
Lenny estaba sonriendo de nuevo. Ricky miró a sus hermanos y vio que le pedían con la mirada que tratara de rectificar la situación, de poner las cosas en su sitio.
—Puedo hacer lo que me dé la gana, muchachote. Gracias a ti y a tus hermanos soy el único que queda dentro de este meollo.
Ahora tengo que demostrar mi disgusto, hacerle ver a la gente que no puedo permitir que gentuza como tú se tome la ley por su cuenta, tengo que demostrar mi desprecio por lo que habéis sido desde siempre, especialmente por la muerte de Patrick. No puedo permitir que le hagas eso a un pez gordo como él y salgas ileso.
—Creo que lo que quieres decir es que tienes que sentar un ejemplo —dijo Johnjo con una dignidad que siempre hacía que las personas bajaran la guardia cuando lo conocían por primera vez.
Era un hombre grande, con el pelo oscuro y espeso y con una sonrisa tan seductora que siempre acaparaba la atención de las mujeres. Sin embargo, había algo extraño en su naturaleza, pues era incapaz de sentir el más mínimo afecto por nadie que no perteneciera a su más estrecha familia. Era capaz de matar a cualquiera por dinero y eso lo había convertido en un hombre temible. Además, jamás se preocupaba de las represalias porque había muchos Milligans dispuestos a defenderle y todos eran iguales que él: leales y fáciles de ofender.
Los Milligans eran boxeadores de los que combaten sin guantes. Johnjo había sido uno de los campeones desde que tenía quince años, había peleado por todo el mundo y había cosechado una buena fortuna. Los combates a puño desnudo implicaban que los oponentes podían utilizar cualquier cosa para ganar el asalto, desde mordiscos y arañazos a cualquier otro instrumento que se les proporcionara entre asalto y asalto. Johnjo era un caso excepcional y su talento llevaba aprovechándose desde hacía años. No era sólo su violencia, sino sus dotes para torturar a sus víctimas lo que se solicitaba cuando se le contrataba. Además, el precio tan desorbitado que cobraba por ello era lo que dejaba a la gente pasmada y por lo que más se le respetaba. Si se contrataba a Johnjo Milligan significaba que más valiera que cavaras tu propia tumba, pues nadie en su sano juicio quería ver a esa mole de hombre encima de él con unos alicates o una soldadora.
—Señor Brewster, el señor Palmer sigue aún vivo. ¿Quiere usted hacer los honores o me ocupo yo?
Lenny asintió, sorprendido siempre de la forma tan sosegada y recatada que tenía de hablarle incluso cuando estaba fuera de contexto.
Alan gemía, pero sus ojos abiertos denotaban que se daba perfecta cuenta de lo que sucedía. Lenny se acercó a la mesa de billar y cogió uno de los palos. Tuvo que propinarle cinco golpes en la cabeza a Alan para que todos confirmaran que estaba muerto.
Dos de los hombres de Lenny arrastraron hasta la puerta el cuerpo de Alan. A diferencia de los hermanos Williams, a él sencillamente lo habían eliminado. Alan Palmer era un hombre que había sabido hacerse con un nombre y, en justicia a ello, sencillamente le dieron una muerte súbita. Todo el mundo sabía que había sido él quien había financiado a los hermanos Williams para acabar con Brodie con el fin de lograr sus propósitos. Lenny se convertiría, por tanto, en la persona que había vengado la muerte de Pat, el que había hecho honor a su nombre eliminando a sus asesinos. Se convertiría en el héroe de la historia, además del propietario de su imperio. Era una situación sencilla y llevaba todas las de ganar.
—Atadles los pies y las manos, pero antes desnudadlos, por favor —dijo Johnjo sin dirigirse a nadie en particular. Sus esbirros obedecieron de inmediato y, aunque los hermanos Williams trataron de oponer resistencia, eran demasiados como para poder vencerlos. Una vez en el suelo, con la moqueta arañándoles la piel y el olor a cigarrillos y cerveza impregnándoles las fosas nasales, dejaron de forcejear, pues las fuerzas les habían abandonado. Ricky levantó la cabeza y miró a Lenny y sus matones; el muy cabrón ya se había librado de Alan Palmer y, una vez que quitara de en medio a los hermanos Williams, sería considerado un mesías.
—Cabrón de mierda, ten al menos el valor de hacer el trabajo sucio tú mismo. Venga, no seas cobarde.
Ricky le estaba chillando a Brewster. Estaba decidido a irse de este mundo con cierta dignidad y no pensaba rogar por su vida. Él había tenido su oportunidad y no había sabido aprovecharla, pero no pensaba llorar. Se consideraba ya hombre muerto, al igual que sus tres hermanos, ahora la cuestión estribaba en saber cuánto tiempo tardarían en ello.
Lenny Brewster le dio una patada en la cara y le gritó:
—Cierra tu jodida boca, capullo. Tú descuartizaste a Patrick delante de su familia. ¿Cómo coño pensabas que íbamos a tolerar un acto semejante? ¿Cómo crees que alguien puede considerar esa conducta aceptable? Te has pasado de la raya, colega, y ahora vas a pagar por haber cometido un acto tan obsceno. Cualquiera que tenga una familia se alegrará de verte muerto. Cualquiera que tenga un mínimo de decencia se avergonzaría de estar a tu lado. Eres un cabrón, así que cállate.
Johnjo se había quitado la camisa y sus músculos reflejaban la enorme fuerza que tenía, pero era su tranquilidad la que dejaba patente su capacidad como torturador.
Johnjo le hizo una señal a Lenny para que se apartara de los hombres que estaban en el suelo.
—Retroceda un poco. No creo que le guste estar muy cerca cuando yo empiece con mis travesuras.
Todos los presentes se echaron a reír, movidos en parte por una especie de inquietud. Ninguno de ellos había visto trabajar a los Milligans, aunque habían oído muchas historias acerca de ellos. Algunas de ellas eran tan exageradas que dudaban sobre su certeza, pero por muchos detalles que les hubieran añadido para hacerlas más interesantes, resultaban estremecedoras.
Johnjo miró a Ricky con desprecio, se bebió de un trago el brandy y le dijo con suavidad y tristeza:
—No se debe tocar a los niños, muchachote, ni se debe hacer nada delante de ellos, ése es el undécimo mandamiento. Que hayas matado a Pat Brodie, un buen amigo mío por cierto, delante de sus hijos va a hacer que disfrute más aún esta noche.
Luego les echó el brandy por encima, empapándoles el pelo y la piel. Los demás contemplaban la escena y Ricky y sus hermanos no cesaban de insultarles y maldecirles.
Ricky vio al primo de Johnjo, Toby, encender una antorcha y las lágrimas empezaron a correrle por las mejillas. A los pocos minutos estaba haciendo lo que no había querido hacer, no rogar por su vida, sino rogar por la muerte de sus hermanos. Rogaba que los matasen de una vez y cesara el dolor que les estaban causando, pero le obligaron a que presenciara su lenta muerte y su agonía antes de ensañarse con él.
Un mes después del funeral de Patrick, Lenny Brewster le envió un mensaje a Lil diciéndole que deseaba verla. Sabía que no tenía más remedio que aceptar.
—¿Cómo lo llevas, Lil? —le preguntó.
Su voz era sosegada y tenía un tono compasivo, además de que la acompañaba una expresión de sincera empatía en el rostro.
Lil se encogió de hombros con elegancia y Lenny vio el agujero de su cuello y lo tersos que tenía los pechos bajo el traje. Se acababa de lavar el pelo y su peinado y su maquillaje eran impecables. Cuando ella se cruzó de piernas notó una oleada de calor en su interior.
—Necesito dinero, Lenny, eso es todo.
Se dio cuenta de que ella iba por delante de él, que sabía lo que pretendía con ella y que estaba dispuesta si fuese necesario.
El se había asegurado de que le llegasen ciertos rumores, además de que había procurado que nadie se le acercase para ofrecerle su ayuda, pues le había dicho a todo el mundo que él se haría cargo de todo. Lil estaba desesperada y él lo sabía, cosa que pensaba utilizar contra ella para conseguir sus fines.
—Necesito un trabajo y lo necesito pronto. Yo solía dirigir los clubes de Patrick y no se me daba nada mal. El confiaba en mí, como tú bien sabes.
Lil observó cómo cambiaba de expresión su cara y lo odió ton todo su ser, pero él se había asegurado de que no tuviera a nadie a quien acudir, ni a ningún sitio donde ir. Era el único disponible, por eso no le quedaba más remedio que recurrir a él.
—¿Y por qué iba a querer que trabajases para mí? —le preguntó.
zzzLa estaba tanteando y ella tuvo que reprimirse las ganas de levantarse y decirle lo que pensaba de él, pero los niños necesitaban zapatos y ropa nueva y el bebé precisaba de todo. Necesitaba llevar comida a casa y pagar las facturas. Al parecer nadie estaba dispuesto a ayudarla y sabía que se debía a que ese hombre había procurado que así fuese. Incluso Spider le había abandonado. Lenny era considerado un héroe por lo que le había hecho a los hermanos Williams, pero ella sabía que él tenía sus planes y que ella formaba una parte considerable de ellos.
Lil le puso una de sus mejores sonrisas, se encogió de hombros educadamente y le respondió:
—Porque sé hacer mi trabajo y seguro que te beneficiarás de ello.
Lenny se levantó de su escritorio y se acercó hasta ella casualmente. Iba bien vestido, como siempre, pero había cogido peso recientemente y le sobraba barriga, a pesar de llevar un traje hecho a medida.
Se apoyó sobre el borde de la mesa y sonriéndole le dijo:
—¿Y hasta dónde estás dispuesta a llegar? ¿Cuánta energía pondrás en ello en caso de que te diera el trabajo?
Lil apretó los dientes y respiró profundamente antes de responder:
—Tanta como sea necesario, por supuesto.
Lenny sonrió. La tenía en el saco y lo sabía.
Se bajó la cremallera de los pantalones, se sacó la polla y se la estuvo masajeando hasta que se le puso tiesa. Luego le miró directamente a la cara y se dio cuenta de que necesitaba poseerla, no importaba si tenía que usar la fuerza para ello.
Lenny le miró fijamente a la cara y ella vio que sus ojos ardían de deseo. Se dio cuenta de que aquello era un acto de violencia perpetrado con el fin de hundirla moralmente, de dominar su alma. Lo que pretendía Lenny a través de ella era humillar a Patrick, ya que jamás tuvo los cojones de plantarle cara a su marido.
Ella sonrió y él vio el blanco de sus dientes contrastando con el rojo de sus labios. Luego la cogió por la cabeza y le metió la polla en la boca, sintiendo el calor de su lengua cuando se la pasó por el capullo. La carne se le puso de gallina cuando ella empezó a chupársela y luego empezó a mover la cabeza rápidamente, de arriba abajo hasta que sintió el alivio y la satisfacción de eyacular en su boca, impresionado además porque ella se tragó su semen. Después empezó a chupársela de nuevo, pero más lentamente, alargándole el orgasmo, haciendo que regresara de nuevo a la tierra con una gentileza aún más exhaladora.
Lil le había chupado algo más que la polla, ya que lo había dejado sin aliento y teniéndose que apoyar contra el escritorio para no caerse. Aún tenía los pantalones bajados y su miembro migaba flácido y frío en aquella gélida tarde de febrero. Lenny abrió los ojos y se miró. Tenía la ropa desarreglada y la polla fuera y colgando como un pepinillo arrugado. Se sintió avergonzado. Se había corrido tan rápido como un adolescente, con una rapidez y un deseo que ya había olvidado que existiesen. Ella le sonrió y él vio que tenía la pintura de los labios corrida y una mirada más fría que las tetas de una bruja.
—Te has ganado tu trabajo, Lil —le dijo.
—¿De verdad?
—Puedes empezar en el Baron's Room el lunes.
Lenny estaba acicalándose y arreglándose la ropa.
—¿Utilizaré la misma oficina de siempre o ha cambiado algo?
Se dio la vuelta para mirarla de nuevo. Aún tenía las piernas Hojas y podía percibir su desprecio por él en sus palabras; la odió por el efecto que ellas le causaban.
—No creo que necesites una oficina para el trabajo que vas a desempeñar, Lil.
Lil se dio cuenta de que se había rebajado por nada, pero aun así se reprimió la furia y las lágrimas de humillación. Se levantó y con mucha dignidad le respondió:
—Entonces puedes meterte el trabajo en el culo.
Le dio un trago a la copa de brandy, se enjuagó la boca ruidosamente con él y luego escupió de nuevo el contenido en la copa.
Cuando la vio ponerse el abrigo dispuesta a marcharse, una vez más sintió deseos de ella.
—Vamos, Lil, ¿acaso no sabes aceptar una broma?
Le miró a la cara y él vio una vez más el gris intenso de sus ojos y esa delgada constitución que le hacía parecer una escultura.
—¿Crees que tengo tiempo para andarme con bromas? —le respondió.
El se había acercado de nuevo a ella y, cuando la besó, pudo percibir el sabor de su semen mezclado con el brandy. Una vez más sintió deseos de ella. Sin embargo, esta vez la poseyó como debía ser, tomándose su tiempo. Primero la tumbó en el sofá, la desnudó y la excitó de todas las formas que conocía hasta que ella se abrió de piernas con la misma excitación que él sentía. Cuando la vio gemir y disfrutar se dio cuenta de que jamás sentiría una cosa así con otra mujer. Lil estaba húmeda y ardiendo, deseando que la poseyera. Cuando Lenny la miró, ella se dio cuenta de que ya era suyo. No sabía por cuánto tiempo, pero estaba segura de que había cruzado la línea y había utilizado la única arma de la que disponía. Cuánto duraría, no lo sabía, qué pasaría cuando él se hartase de ella, tampoco, pero de momento había conseguido el trabajo que deseaba. También se había dado cuenta de que podía practicar el sexo con él, e incluso disfrutar con ello, siempre que cerrase los ojos y pensara que era Patrick quien la tocaba y la besaba. Lil había engatusado a Lenny y engatusaría a muchos hombres más en el futuro.
Aquella noche, cuando se acostó en su fría cama, rezó para que sus hijos estuviesen sanos y para que la vida no fuese tan dura a partir de entonces. Luego se echó a llorar y derramó todas las lágrimas que llevaba tanto tiempo conteniendo.
Lenny Brewster era considerado ahora el nuevo supervisor del Smoke. Había echado a los indeseables y había nombrado a Spider su aliado, ya que así no tendría dificultades para controlar el sur de Londres.
Lil empezó a trabajar en el club que anteriormente había sido suyo y a dormir con su actual propietario, aunque la ironía no abandonó a ninguno de los dos.
Los años setenta fue la década en la que el uso recreativo de las drogas se expandió de forma explosiva. La segunda generación de la gente que procedía de la India occidental estaba dejando su huella y el país empezaba a recuperarse de otra recesión y de un gobierno ineficiente. Fue la época en que apareció la música punk y cuando se alargaron las colas del paro. La época en que una nueva generación dejó su marca y mostró el desprecio por el caos que había heredado de sus padres.
Lenny Brewster y sus compinches supieron sacarle el beneficio a todo aquello. Hicieron fortunas a costa de esa generación y disfrutaron de una época en que se flexibilizaron los códigos morales de la gente. Fue una época gloriosa para las sociedades delictivas y todo el mundo se sentía contento con lo suyo.
Para Lil Brodie y sus hijos supuso el fin de su vida, tal y como la habían conocido hasta entonces. La muerte de Patrick Brodie afectaría a la vida de sus hijos y no precisamente de la manera que a él le hubiese gustado.