Capítulo 17
La abuela me dejó sola todo el sábado, salvo por un rápido viaje a Goodwill para buscar una nueva manta que cubriera los hoyos en el sofá, y una visita al hospital para recoger algunas nuevas prescripciones.
El domingo a la tarde fuimos a Wal-Mart para conseguir un par de bolsas de caramelos de Halloween. La abuela preguntó si necesitaba algo de ropa nueva para la escuela, así que deambulé sin rumbo fijo, viendo a otras chicas chillar y arrullar mientras alzaban conjuntos para sus amigas. Ellas hacían que pareciera tan fácil. Me entretuve por un buen rato con las camisetas, frotando entre mis dedos el suave algodón de una ajustada sudadera rosa con capucha, y preguntándome si a Cam le gustaban los colores brillantes. A él probablemente no le gustaban los marrones, grises y más marrones, los cuales describían más o menos mi guardarropa.
La abuela levantó sus cejas cuando vio lo que yo estaba haciendo. ‚¿Rosa?‛ dijo con sorpresa. ‚Ahora sí es un cambio. Ser{ agradable verte en ese lindo color, desde luego.‛
Ella revolvió en el perchero y sacó una de talle L. ‚Luce como si estuviera hecho para alguien de tercer grado,‛ ella desdeñó. ‚Bueno, pruébatelo. Eso no te lastimará.‛
Caminamos hacia los probadores, y la Abuela agarró unas cuantas camisetas más en el camino. Otra rosada, luego una azul con escote en V, y una camisa con botones púrpura a rayas. Ella era toda una comerciante, agarrando camisas de los percheros y colgándomelas a mí, callándome con una mano impaciente cuando yo empecé a quejarme. Finalmente, entré al vestidor con seis camisas, ni una sola de ellas de color marrón.
Primero me probé la sudadera rosa con capucha. Esta se ajustó a mi en una manera que ninguna de mis otras ropas lo hacia, pero no podía decir que lucía mal. Todo ese correr había sido bueno para mí, supuse. Salí hacía dónde estaba la Abuela esperando.
Ella tenía una regla estricta acerca de aprobar cualquier ropa que me comprara.
‚Buen Señor, niña, ¿est{s segura que te dejar{n usar cosas como esta en Delcroix?‛
Yo no estaba segura del rosa de cualquier modo. ‚Probablemente no. Iré a sac{rmelo.‛
‚No, no, no, solo estaba preguntando.‛ Ella frunció sus labios. ‚Date la vuelta, déjame ver la cosa entera.‛
Me giré lentamente, esperando que nadie conocido estuviera en un radio de diez millas para verme modelar ropa a mi abuela, como si tuviera seis años.
‚Est{ bien. La llevamos.‛
‚Pero, Abuela, no creo…‛
Ella sacudió su cabeza. ‚Estoy cansada de verte con cosas marrones.‛
Yo también lo estaba, tenía que admitirlo. Había algo cautivador en el color, el modo que hacía que mis mejillas lucieran cremosas en lugar de pálidas. Además, estaba empezando a preguntarme si vestirme del modo que lo hacía era un poco tonto.
¿Realmente sería menos probable que me metiera en problemas porque no usaba colores brillantes?
El modelo púrpura a rayas fue un desastre, pero el azul destacaba mis ojos. Lo llevamos con un nuevo par de jeans no eran totalmente tan anchos como los que usualmente usaba. La Abuela parecía feliz. Yo sabía que ella siempre había odiado mi guardarropa.
Agarramos unas cuantas cosas más—algunos anotadores para mí, un tabloide barato y limpiador de dentadura para la Abuela—y nos dirigimos a la caja.
La mujer en frente de nosotras recién había comenzado a descargar un carrito lleno, así que busque alrededor una revista para hojear mientras esperábamos.
Me giré hacia el organizador, y entonces di un paso atrás.
Jack estaba detrás del organizador de caramelos y gomas de mascar, con el cabello sobre sus ojos, las manos metidas en los bolsillos de sus pantalones caquis cortados, empujando un carrito lleno de sopas de fideos instantáneas.
‚¿Est{s segura de que quieres esa rosada?‛ dijo él. ‚Luce un poco fr{gil. Tal vez se rasgue si nos hacen volver a subir la pared.‛
Ver a Jack en el Wal-Mart fue tan inesperado, que me quedé boquiabierta hacia él.
En mi mente, Delcroix estaba a cientos de millas de aquí—completamente separada de mi vida en Danville. Pero aquí estaba Jack, usando los mismos shorts rasgados que había estado usando hace un par de días en la escuela.
‚¿Eh? ¿Quién es este, Danny?‛ La Abuela empujó sus anteojos m{s arriba de su nariz y me empujó a un lado para darle una mirada m{s de cerca de Jack. ‚¿Cu{l es tu nombre? Me resultas familiar.‛
‚Jack Landry.‛ El estrechó y extendió su mano. ‚Pero no estoy seguro de cómo nos habríamos conocido. Vine al pueblo hace sólo un par de meses, justo antes de que empezara la escuela.‛
‚¿De dónde eres?‛ demandó la Abuela, arrastr{ndose hasta estrecharle la mano.
‚Portland. Me mudé aquí para ir a la escuela en Delcroix.‛ dijo él señalando en mi dirección. ‚Dancia y yo, estamos en el mismo equipo.‛
‚¿Nunca viviste en Danville?‛ preguntó la Abuela.
‚Por poco tiempo,‛ él admitió. ‚Me mudé cuando tenía cinco.‛
La Abuela lo consideró por otro momento, luego su cara se iluminó.‛¡Aj{!‛ dijo triunfante. ‚Tu debes ser el hijo de Tom Landry. Sabía que me resultabas familiar.‛
La sonrisa en la cara de Jack se congeló. ‚¿Usted conoce a mi padre?‛
La Abuela bufó. ‚Él vivió a unas cuantas cuadras de nosotras. Nunca los vi mucho ni a ti ni a tu madre.‛ Ella me codeó en el costado. ‚Tu recuerdas a Tom, ¿no? Era maestro en la secundaria. Se mudó a California hace un año o dos. ¿Cómo le está yendo?‛
‚No lo vemos,‛ dijo Jack, sus labios fruncidos como si las palabras le dejaran un gusto amargo en su boca.
La mujer al frente de nosotros estaba discutiendo con la vendedora, insistiendo en que el camisón que ella había agarrado estaba en la estantería de liquidación y debía salir un cincuenta por ciento menos.
‚¿Te mudaste aquí con tu madre?‛ la Abuela preguntó.
Le dirigí a ella una oscura mirada. ¿Ella no sabía que era grosero sacar temas tan personales en la fila para pagar de Wal-Mart? Yo había tratado de hablar con Jack unas cuantas veces acerca de sus padres, pero a él no le gustaba mucho hablar de eso. Él tenía algo en contra de su madre, y siempre cambiaba de tema.
‚Me estoy quedando con un amigo,‛ respondió.
Yo había oído todo acerca de su amigo, quién en realidad solo era el hermano mayor de alguien que Jack conocía en Portland. El tipo no tenía un trabajo, y por lo que Jack podía decir, él pasaba la mayor parte de su tiempo haciendo drogas y estrellándose en su casa, la cual le habían dejado sus padres cuando murieron.
Eso no sonaba como un buen acuerdo.
La mujer al frente de nosotros se hartó. Tiró el camisón a la vendedora y salió pisando fuerte. La Abuela se movió hacia delante y sacó torpemente su monedero mientras la cajera pasaba nuestras cosas.
‚¿Est{s listo para Halloween?‛ le pregunté a Jack. ‚No veo ningún caramelo en tu carrito.‛
‚Nah, solo voy a apagar las luces. No quisiera que ningún niño venga a mi casa.‛
‚Deberías venir a cenar,‛ dijo la Abuela mientras tomaba nuestra bolsa del carrito y metía el recibo dentro de su monedero. Ella examinó el contenido del carrito de Jack, sus ojos azules nublados se suavizaron. ‚Tu luces como si pudieras necesitar una buena comida.‛ Jack miró de la Abuela a mí y levantó sus cejas en una mueca. Yo podía sentir la pregunta en su expresión.
No pude lograr formar una decente protesta. Aunque no estaba segura de que hacer con él, el pensamiento de Jack sentado solo en Halloween, comiendo sopa de fideos instantánea en la oscuridad, no me parecía correcto.
‚Seguro,‛ dije. ‚Ven‛
A pesar de mis temores de que la Abuela hiciera algo horriblemente embarazoso, o Jack dijera algo raro acerca de Delcroix, la cena resultó sorpresivamente agradable. Jack resultó ser uno de esos chicos que pueden cautivar adultos hasta hacer con ellos lo que quiera. Él entretuvo a la Abuela con historias acerca de su niñez, como la que él no había aprendido a montar una bicicleta hasta los diez porque él era muy torpe, y cómo él reprobó el jardín porque no compartía sus juguetes. Ella parecía encontrar esto divertidísimo. Él le hizo montones de preguntas, hasta que consiguió que ella hablara acerca de cómo se había mudado a Danville con mi abuelo hacía cincuenta años, cuando eran jóvenes y sólo salían.
El Abuelo había sido un leñador. Él murió antes de que yo naciera.
Jack elogió tanto la sopa de pollo casera de la Abuela que hubieras pensado que ella era Emeril, y a él realmente parecía gustarle, porque comió tres cuencos.
‚Sra. Lewis, esta fue la mejor comida que he tenido en años,‛ dijo Jack, sonando sincero.
La abuela sonrió, pero algo debajo de su sonrisa era seria. ‚Cuando quieras ven aquí a cenar, Jack. No deberías estar comiendo esas cosas de fideos. Un chico en crecimiento como tu, necesita proteínas.‛
‚Aprecio mucho esto. No soy un gran cocinero. Pero usted ya debe de saber que nos alimentan bastante bien en la escuela.‛
La abuela se inclinó hacia él y le dio palmaditas a sus manos. ‚No es buena la comida casera. Ven aquí cuando quieras algo de comida real.‛
Nunca la había visto adulando a alguien así antes. Era embarazoso.
Me puse de pie y empecé a juntar los cuencos. La Abuela los empujó de regreso desde la mesa y los tomó de mis manos. ‚Porqué no van tu y Jack afuera y miran los dulce-o-trucos. Yo limpiaré esto.‛
Ahora si que era perturbador. ¿Estaba tratando la Abuela, con ese inocente brillo en sus nebulosos ojos, de tendernos una trampa a Jack y a mí? Eso definitivamente no estaba en el menú de esta noche. Jack y yo éramos amigos. Nada más.
‚No creo---‚
‚Yo necesitaré estar pronto en casa,‛ dijo Jack.
‚Vayan.‛ La Abuela me empujó hacia la puerta del frente. ‚Tienen unos cuantos minutos para hablar antes de que Jack se vaya a su casa.‛
Salimos al porche, dónde un viejo banco de madera al lado de la puerta estaba descomponiéndose. Me senté sobre un extremo, y Jack se sentó junto a mí.
Cerca, pensé, que fue absolutamente necesario. Había estado caluroso y soleado todo el día, uno de nuestros raros Halloweens donde conseguíamos un último saboreo del clima de verano, y yo pasé mis manos sobre mis brazos descubiertos nerviosamente.
De alguna manera las cosas se sentían diferentes en mi casa de lo que eran en la escuela.
En la escuela nos habíamos sentado uno al lado del otro cientos de veces mientras estudiábamos o comíamos la cena. Y siempre se sentía como que había alguien observando. Aquí, se sentía demasiado privado. Como si pudiera pasar cualquier cosa.
‚Mi abuela es un poco avasalladora,‛ dije disculp{ndome.
‚Ella es genial. Desearía tener a alguien como ella.‛
‚¿Fuiste serio cuando dijiste que no sabias si tenias abuelos?‛ miré fijamente adelante, concentrada en el hecho de que estábamos afuera, en plena vista de la calle entera. Había pequeños niños disfrazados comenzando a descender la cuadra con sus padres. No era como si Jack fuera a saltarme encima justo ahí y en ese momento. Y no era como si una pequeña parte de mi estaba curiosa de saber como sería eso, si él lo hiciera.
‚Si. Supongo que est{n muertos. Mi mama y yo no hablamos mucho. Ella realmente nunca los mencionó.‛
‚¿Tu mamá est{ en Portland?‛ pregunté.
‚No sé dónde est{. No la he visto desde la primavera.‛
Me tiré atr{s, desconcertada. ‚¿En serio? ¿Entonces con quién viviste?‛
Me dirigió una mirada de soslayo. ‚No es mi intención horrorizarte, Dancia, pero algunos niños no tienen una pequeña casa acogedora para vivir. Yo vagabundeé. Hay un montón de lugares para ir.‛
Me giré a él, incapaz de esconder mi impresión. ‚¿Quieres decir que estaban sin techo?‛
Él se encogió de hombros. ‚Usualmente tenía un amigo con quien quedarme.
Prefiero estar por mi cuenta de cualquier manera.‛
‚¿Eso no es ilegal? Para ti estar por tu cuenta, quiero decir. ¿No te meten en un hogar de acogida o algo así?‛
‚Ellos no sabían acerca de mi,‛ dijo Jack. ‚Ellos pensaron que yo vivía con mi mam{.‛
Me recline sobre el banco. ¿Usualmente Jack tenía un amigo con quién quedarse?
¿Qué hacía el resto del tiempo? Yo pensé acerca de lo que dijo el Sr. Judan – algo acerca de Jack viviendo debajo de un Puente. ¿Esto era lo que los niños sin casa hacían en Portland? ¿Vivían debajo de puentes?
‚Pero como… quiero decir, ¿te dio miedo?‛
Él volvió esa media sonrisa hacia mi, esa que él había usado tan efectivamente sobre la abuela. ‚Te lo estoy diciendo, no fue gran cosa. De cualquier modo, no quiero hablar de mí. ¿Cómo van las carreras? No lo has mencionado por un tiempo.‛
‚Est{ bien.‛ Traté de sacudir la imagen de Jack durmiendo en la calle, o debajo de un puente. Me pregunté que clase de ‘extraños trabajos’ había hecho para lograr suficiente dinero para mantenerse él mismo. ‚Corremos mucho mas de lo que lo hago por mi propia cuenta. Se siente bien. Me ayuda a aclarar la mente.‛
‚No soy un buen un atleta. Dudo poder correr hasta el final de la cuadra.‛ Jack se reclino y puso su brazo sobre el banco detrás de él. Prácticamente tocó mis hombros mientras lo hacia, esto hizo que mi piel se ponga de gallina. Me moví enseguida unas cuantas pulgadas al costado.
‚Estoy segura que tienes un montón de cosas por hacer,‛ dije. ‚Probablemente deseas volver a tu casa.‛
‚Supongo.‛ Jack se quedó mirando hacia la calle. ‚Me gusta aquí.‛ Había algo nostálgico en su voz, y una pequeña parte de mi sentía que debía de alargar mi mano y coger la suya.
Él debió haber leído mi mente, porque giró su cabeza y miró hacia mí. No había una sonrisa ahora, sólo una seria expresión que ningún otro chico me había nunca dirigido antes.
Tragué fuerte, esperando que él mirara para otro lado, pero no lo hizo.
Él estaba por besarme. Lo sabía. Ese sería mi primer beso.
Pero no era correcto. Luché contra los dedos invisibles que me retenían en el lugar.
No me gustaba Jack. No de esa manera. Me gustaba Cam. Cam era el chico para mí. No Jack.
Mi mente estaba gritando que me moviera, que saliera del camino antes de que él se inclinara mas cerca y tocara sus labios con los míos, pero mi cuerpo estaba determinado a permanecer quieto.
Un millón de preguntas pasaban por mi mente. ¿Sus labios serían cálidos? ¿Suaves?
¿Húmedos o secos? ¿Inclinaría su cabeza como lo hacen en las películas? ¿Qué si no soy buena en esto…?
En medio de mi pánico, el agudo sonido del teléfono repiqueteando rompió el silencio.
Un segundo m{s tarde, la abuela me llamó, ‚¡Dancia! Teléfono para ti.‛
Me levanté de un salto y prácticamente me lancé a mi misma a través del porche.
‚Volveré enseguida.‛ Salí disparada a la casa; mi corazón estaba golpeando como si hubiera ido a correr.
La abuela me pasó el teléfono. ‚Es Esther.‛
Tomé unas cuantas respiraciones profundas antes de poner el teléfono en mi oído.
‚¿Hola?‛
La voz de Esther rebosaba a través del audífono. ‚¡Dancia! ¿Tienes tu disfraz?
¿Estás lista para Halloween? No podía creerlo cuando llegué a casa – mi hermanita va a ser una calabaza y luce tan dulce, no puedo parar de pellizcarle sus mejillas. ¡¡Me está volviendo loca!!‛
‚Esther, ¿puedo llamarte luego? Tengo un amigo aquí.‛
Jack se quedó parado en la puerta. El sol se estaba poniendo detrás de él, así que yo solo podía ver un contorno oscuro de él, no su cara. Él le dijo algo a la Abuela mientras Esther continuaba parloteando en mi oído. Luego él agarró su bolsa del Wal-Mart del sofá. Me saludó con la mano desde la puerta y se giró para irse.
‚Esther, aguarda un segundo.‛ Cubrí el teléfono con una mano, caminé hacia la puerta tan lejos como el cable se estiraba, y grité, ‚Te veré el Lunes.‛
Él miró atrás y sonrió, luego arrojo su bolsa sobre sus hombros y siguió caminando.
Lo miré irse, con sólo una pizca de arrepentimiento y una libra de alivio.