2

La noticia de que Flor de Lluvia había muerto de parto se extendió rápidamente por la ciudad. Los ancianos de la familia se acercaron a la casa del cacique, las mujeres dieron gracias solemnes a la partera por el nacimiento de la niña y los hombres saludaron a la recién nacida con largos discursos. Después, esperaron las señales del cacique para acompañarlo en su duelo.

Chimalpopoca tomó a la niña de manos de la partera y, sin mirarla, se la entregó a su esposa, retiró al bebé muerto de los brazos de su madre y ordenó a todos que salieran de la sala. Se reclinó sobre la estera y lloró sobre el rostro de la concubina. Nunca la había visto tan pálida, parecía sonreír. Aquellos ojos, que tantas veces le miraron con pasión en la oscuridad de la alcoba, no volverían a cruzarse con los suyos. Si pudiera dar marcha atrás, regresaría al momento en que provocó la hinchazón de su vientre y abandonaría la habitación.

No hay mayor culpable que aquel que se apropia de un error que no le corresponde. Ni culpa más dolorosa que la que no puede expiarse, a pesar del arrepentimiento. El cacique lloraba acariciando el cuerpo que no habría fecundado si hubiera sabido que los hijos provocarían su muerte. Recorrió con los dedos aquel vientre que había sido plano, todavía deformado como si faltaran varias lunas para completar su ciclo.

—¡Perdóname! ¡Yo te he matado! ¡Te he matado!

Inclinó la cabeza sobre ella y gritó buscando consuelo en la fuerza de sus alaridos.

—¡No te vayas! ¡No te vayas así!

Chimalpopoca lloró hasta que sus lágrimas se transformaron en cansancio. Se tendió en el suelo y se quedó dormido. Al atardecer, despertó del sueño que le robó las últimas horas del cuerpo caliente de su concubina. Besó sus ojos y su boca, y la cargó sobre su espalda para llevarla a enterrar. Mientras atravesaba el jardín, no dejaba de susurrarle.

—Te buscaré entre las mujeres valientes. Serás mi diosa del paraíso occidental. Buscaré tus ojos negros en la noche.

Como todas las mujeres que morían de parto, Flor de Lluvia se convirtió en una diosa. En lugar de incinerarla, como habrían hecho si la muerte hubiera sido natural, la enterrarían en el templo junto a otras mujeres divinizadas por la misma causa, las mujeres valientes, aquellas que reemplazan al mediodía a los compañeros del águila para escoltar al Sol hasta el ocaso. Las ancianas y las parteras acompañaron al cortejo con grandes voces, al igual que los mancebos que, portando escudos y espadas, intentaban arrebatarles el cadáver.

A la puesta del Sol, Flor de Lluvia reposaba bajo el patio del templo. Durante cuatro días y cuatro noches, el cacique y sus amigos velaron el cuerpo para evitar que los mancebos le cortaran el pelo y el dedo corazón de la mano izquierda. Reliquias que les ayudarían a ser más fuertes y valientes, y cegarían los ojos de sus enemigos.

Mientras Chimalpopoca velaba el cadáver de su concubina, su esposa, Miahuaxiuitl, Espiga Turquesa, organizó los ritos funerarios del bebé muerto. Ordenó que dispusieran la pira mortuoria en el jardín de la casa, indicó a las esclavas que debían amortajar al niño con las mejores ropas que habían tejido para él, en cuclillas, envuelto en varias telas sujetas por sogas. Una vez estuvo todo dispuesto, ella misma colocó hermosas plumas de guacamaya sobre el cuerpo y una máscara de mosaico sobre la cara. En ningún momento dejó que apartaran a la niña de sus brazos.

Los ancianos cuidaron de la hoguera mientras entonaban himnos funerarios para que los teules protegieran al bebé, recogieron después las cenizas y las introdujeron en una jarra en la que depositaron el símbolo de la vida, un trozo de jade. Espiga Turquesa les indicó el lugar en que debían enterrarlo, a la izquierda de su hijito muerto. Los dos niños se harían compañía en el mundo oscuro de Mictlan, hasta llegar al noveno infierno, el último círculo donde encontrarían su reposo.

La princesa india
cubierta.xhtml
sinopsis.xhtml
titulo.xhtml
info.xhtml
dedicatoria.xhtml
deicatoria2.xhtml
Section0000.xhtml
Section0001.xhtml
Section0002.xhtml
Section0003.xhtml
Section0004.xhtml
Section0005.xhtml
Section0006.xhtml
Section0007.xhtml
Section0008.xhtml
Section0009.xhtml
Section0010.xhtml
Section0011.xhtml
Section0012.xhtml
Section0013.xhtml
Section0014.xhtml
Section0015.xhtml
Section0016.xhtml
Section0017.xhtml
Section0018.xhtml
Section0019.xhtml
Section0020.xhtml
Section0021.xhtml
Section0022.xhtml
Section0023.xhtml
Section0024.xhtml
Section0025.xhtml
Section0026.xhtml
Section0027.xhtml
Section0028.xhtml
Section0029.xhtml
Section0030.xhtml
Section0031.xhtml
Section0032.xhtml
Section0033.xhtml
Section0034.xhtml
Section0035.xhtml
Section0036.xhtml
Section0037.xhtml
Section0038.xhtml
Section0039.xhtml
Section0040.xhtml
Section0041.xhtml
Section0042.xhtml
Section0043.xhtml
Section0044.xhtml
Section0045.xhtml
Section0046.xhtml
Section0047.xhtml
Section0048.xhtml
Section0049.xhtml
Section0050.xhtml
Section0051.xhtml
Section0052.xhtml
Section0053.xhtml
Section0054.xhtml
Section0055.xhtml
Section0056.xhtml
Section0057.xhtml
Section0058.xhtml
Section0059.xhtml
Section0060.xhtml
Section0061.xhtml
Section0062.xhtml
Section0063.xhtml
Section0064.xhtml
Section0065.xhtml
Section0066.xhtml
Section0067.xhtml
Section0068.xhtml
Section0069.xhtml
Section0070.xhtml
Section0071.xhtml
Section0072.xhtml
Section0073.xhtml
Section0074.xhtml
Section0075.xhtml
Section0076.xhtml
Section0077.xhtml
Section0078.xhtml
Section0079.xhtml
Section0080.xhtml
Section0081.xhtml
Section0082.xhtml
Section0083.xhtml
Section0084.xhtml
Section0085.xhtml
Section0086.xhtml
Section0087.xhtml
Section0088.xhtml
Section0089.xhtml
Section0090.xhtml
Section0091.xhtml
Section0092.xhtml
Section0093.xhtml
Section0094.xhtml
autor.xhtml