Capítulo 38

Después del sí, Erik se cayó al suelo de la impresión y Caye vomitó al instante lo que había bebido de más, pero a pesar de lo accidentado de la declaración, los dos despertaron a la mañana siguiente con la sensación de que no podía haber sido más romántico.

—Me encantaría que los Outsiders tocaran en nuestra boda… —propuso Erik, que estaba con los pelos revueltos, abrazado a Caye.

—¿Ya no te caen mal? —replicó Caye con un dolor de cabeza tremendo, pero feliz.

—No. Le debo tanto a Jose… —sonrió y luego siguió con las confesiones—: Lo he pasado fatal estos meses sin ti, porque mira que me lo has hecho pasar mal…

Caye se llevó la mano a la frente y explicó mordiéndose los labios:

—Tenía pavor a arrancarte de tu mundo y hacerte profundamente desgraciado.

—Tengo las prioridades tan claras que para mí tomar la decisión es muy fácil. Así que te equivocas, me has hecho profundamente desgraciado cuando me has arrancado de ti…

—Nunca he llegado a arrancarte del todo… Si no, no habría aceptado la amistad de FuckingWriterInLove —le confesó risueña.

—Tuve que irme a correr por la playa para digerir tus últimas fotos con los enanitos del bosque…

—Tú nunca has sido celoso.

—No eran celos, era tu terquedad lo que me estaba matando. Menos mal que ha venido el tío de las estrellas a teletransportarme y he podido darte el beso, porque si no a estas horas todavía seguiría corriendo por la playa…

—No te falta razón, si no llegas a venir habría seguido en mis trece —reconoció Caye, mordiéndose los labios.

—¡Y lo dirás orgullosa!

—¿Qué voy a hacer? —replicó encogiéndose de hombros—. ¡Soy así de bruta!

—No hace falta que lo jures, pero ahora que tenemos a nuestro amigo extraterrestre todo va a ir sobre ruedas. Ya no puedes soltarme el rollo de que mi playa está muy lejos y que voy a extrañar muchas cosas. Ahora si me da la morriña, llamaré a mi amigo Lucas y nos iremos los cuatro para Mooloolaba.

Caye puso cara de circunstancias y, sintiendo desilusionarle, le dijo:

—No creo que Lucas esté mucho por aquí…

—¿Tiene fecha de partida?

—Tiene la nave averiada, pero no le van a dejar aquí tirado… Ya has visto la tecnología tan avanzada que tienen, no debe faltar mucho para que su gente venga a llevárselo. Y ahí, se va a liar gorda…

—¿Por qué? —preguntó Erik, preocupado.

—Porque él está pillado hasta las trancas por Isa y ella igual… aunque aún no lo sepa.

—¡Tienen una conexión brutal! Se nota a la legua que tienen mucha complicidad y se devoran con la mirada…

—Sí, pero si yo tenía tantos reparos contigo que estabas en Australia, imagina Isa con un tío de las galaxias. Pedirle que se quede es una renuncia tremenda y ella ya te digo yo que no se va a pirar con él.

—Qué pelma te pones con las renuncias, Caye. El amor todo lo puede…

 —Ya me lo dirás cuando estés más de tres meses sin pisar tu playa…

—Nos bajamos a Tarifa, ya ves tú qué problema.

—¿Y tu madre? —preguntó con el ceño fruncido.

—Hay aviones, Caye.

—¿Y si te entra un repentino mono de su pastel de carne?

—Le pediré la receta…

—¿Y si echas de menos su olor? ¿Sus abrazos?

—Si es un mono terrible, no te preocupes que nos la traeremos a casa… —bromeó.

—No me importaría porque me cae genial.

—¿Y a mi amigo Steve también podemos traérnoslo? —preguntó con más guasa.

—¿El pizzero adicto a los videojuegos? No, gracias, prefiero tener hijos propios…

Erik sonrió, la estrechó contra su pecho y luego le aseguró:

—Va a salir todo bien, ya lo verás. Lo nuestro y lo de ellos…

—Lo nuestro todavía te lo compro, pero lo de ellos… Te recuerdo que Lucas es un E.T. aunque lo veas así tan normal… Por cierto, ¿no le habrás contado a nadie lo de Lucas?

—A nadie. Y eso que Antonio intentó tirarme de la lengua…

—Y a mí también. De hecho, fingí estar más borracha de lo que estaba para dejara de hacer preguntas.

—¿Y cuándo te besé fingías o eras una Blancanieves de verdad? —quiso saber Erik, mientras recorría la punta de la nariz de Caye con el dedo índice.

—Ojalá hubiese sido fingido porque no tendría este resacón…  Pero no, estaba borracha para ver si así dejaba de pensar tanto en ti. Porque el problema era que no solo tú te negabas a olvidarme, es que muy a pesar yo tampoco podía hacerlo. ¿Y qué hacía?

—Besarme. Moló el beso.

—Y cuando dije sí, la gente aplaudió. Te lo perdiste con tu desmayo…

—Si es que colapsé, no me lo creía.

—Me parece que vas a tener que empezar a creértelo —musitó Caye con una sonrisa enorme.

—Y tú también, guapi.

—Yo claro que me lo creo, y me gustaría tanto que a Isa y a Lucas también les fuera genial. Porque de verdad qué mala suerte han tenido los pobres… Encontrarse y ser de distintas galaxias…

—Mala suerte sería que no se hubiesen encontrado.

—Ya, pero yo quiero que acaben juntos…

—Él es un tío enamorado, me lo dijo antes en el bar, y un tío enamorado, créeme, es capaz de todo con tal de estar con su amor… —opinó Erik que sabía bien de lo que hablaba.

—Hasta teletransportarse… —susurró Caye, dándole un beso en los labios.

—Lo que sea… —replicó Erik, devolviéndole el beso.

—Ella todavía va de dura, pero está coladísima por él…

—Si se pone muy pesada, ya se nos ocurrirá algo para que se ablande. Pero dudo que se ponga tan dura como para hacerse selfies medio borracha con los Outsiders —ironizó Erik.

—Uy mucho más, esa es más terca que yo…

—Imposible. Tú tienes todos los récords.

—¿Tú crees? —respondió Caye dándole un beso espectacular.

Ese beso espectacular y los muchísimos más que vinieron después…

Porque se pasaron tres días sin salir de casa, levantándose de la cama lo justo y regresando al momento para recuperar todo el tiempo que habían perdido, y que era muchísimo…

Y así llegó marzo, con los días que eran cada vez más largos y luminosos, con Naso cada vez más colgado de Vega, y sin componer ni una nota, con Chicho detestándole con más razón, y con Isa y Lucas cada vez más enganchados el uno del otro…

Incluso se lo confesaron una tarde, bajo un precioso sol de invierno, tumbados junto al arroyuelo:

—No sé lo que he visto en ti, pero no me canso de verlo… —le confesó Isabel, con la cabeza apoyada en su hombro.

—Muy sencillo —replicó Lucas encogiéndose de hombros—. Soy de otra galaxia…

—¿Todos los de Mequetrefe son como tú? —bromeó Isabel.

—No, como yo no hay dos. Eso te lo garantizo.

—Y yo también. Eres diferente a todo lo que he conocido en la vida… —dijo Isabel cogiéndole de la mano.

—¿Y eso es bueno o malo?

—Diferente —canturreó Isabel, con la vista puesta en las manos entrelazadas.

—¿Y ahora qué haces? ¿Analizar mis manos de E.T?

—¡Afortunadamente en tu galaxia tenéis los dedos mucho más bonitos que los de E.T! —contestó Isabel, muerta de risa.

—Nuestras manos encajan bien… —comentó Lucas, mientras acariciaba con la yema de los dedos la palma de la mano de Isabel.

—Todo encaja bien, hasta cuando discutimos…

—Incluso yo encajo bien, debajo de esta encina, con el sol pasando entre las hojas, con tu mano en la mía… ¿A que podría pasar por un terrícola?

—A mí se me olvida casi todo el tiempo que no lo eres…

—Me siento muy a gusto aquí, te parecerá tonto pero ya no tengo esa sensación de que no pertenezco a ninguna parte, ahora siento como que formo parte de esto, de que ya nunca más voy a estar perdido porque este es mi sitio…

Isabel tragó saliva, pues estaba sintiéndole a la perfección y luego replicó:

—¿Y por qué me va a parecer tonto lo que piensas?

—Porque a lo mejor te parece que es demasiado pronto para desarrollar este sentimiento de pertenencia y estas ganas de echar raíces, aquí y diría que contigo, pero mejor no lo digo para que no me eches la bronca.

—Ni aunque me estuvieras vacilando te echaría la bronca…

—Pero es que sabes que estoy diciendo la verdad.

—Ya… —reconoció Isabel—. Es la mierda de conexión que tenemos desde el principio.

—Para ser una mierda funciona de maravilla.

—Por eso es una mierda, me siento demasiado expuesta —confesó Isabel soltando la mano de Lucas.

—¿Más que cuando hacemos el amor?

—El sexo lo controlo, el corazón no.

—El sexo lo bordas y el corazón lo bloqueas… a ratos —matizó Lucas.

—Porque me estoy acostumbrando a esto —confesó Isabel, arqueando una ceja.

—Yo también.

—Podría estar así en este limbo relacional toda la vida: no somos nada y me encanta. Es el estado ideal. Sin pasado que reprocharse, sin futuro por el que agobiarse, solo un infinito presente despreocupado.

—Yo no estoy en ningún limbo relacional. Para mí esto es todo menos nada —replicó Lucas, reivindicando su verdad.

—Me refiero a que no eres un follorollo, ni un novio, ni un marido… ¡Eres Lucas! Y es perfecto.

—Por lo menos soy algo… —musitó Lucas, con media sonrisa.

—Y perfecto, así tal y como está.

—Yo me siento como tus almendros que florecieron en mitad del invierno —confesó Lucas con los ojos llenos de lágrimas.

—¿Con florecitas por todas partes? —bromeó Isabel.

—Estaba seco por dentro, pero tú lo has cambiado todo —respondió Lucas, girándose un poco para darle un beso en los labios.

—Y tú, vaya si lo has cambiado… Ahora cuando despierto hay un señor con unos ojos verdes que me mira…

 —Flipado, flipado siempre.

—La verdad es que si lo piensas, es alucinante que te cayeras justo aquí.

—Yo no flipo con eso. Caí porque tenía que caer, con lo que flipo es contigo, que a pesar de todo despiertas otra vez conmigo.

—¿A pesar de todo?

—Tus dudas, tus miedos, tus reparos, que además al ser yo de las galaxias se acrecientan… Pero a pesar de todo, amaneces conmigo…

—Es que estoy enganchada, eres como ese frasco de Nutella que sabes que está en la cocina… Te tomas una rebanadita, pero el tarro sigue ahí… Tentándote. Entonces, dices ¿por qué no? —confesó encogiéndose de hombros—. Y encuentras siempre la excusa perfecta. He currado demasiado, ayer caminé una hora, hoy hace un día horrible y me merezco algo bueno… Muy bueno… Entonces coges la cucharilla… —dijo haciendo el gesto de que la cogía —.Y pruebas otro poco, la puntita nada más… Porque te dices a ti misma que controlas y lo único que pretendes es volver a tener por un instante ese sabor dulce en tu boca… Tan dulce que te sabe a tan poco que necesitas meter otra vez la cucharilla en el tarro, esta vez hasta la mitad, y saborearla en estado de éxtasis, mientras ya solo puedes pensar en la siguiente…

—Me pasa lo mismo… —musitó Lucas, que le dio un beso mientras pensaba solamente en el siguiente.