Caye organizó en su bar una fiesta de Carnaval, a la que acudieron todos porque Naso ese sábado no tenía bolo y no iba a perderse la ocasión de volver a ver Vega…
Los Outsiders también se apuntaron y se presentaron, previa sugerencia de Caye, que iba de Blancanieves, disfrazados de enanitos… De qué sino… La cosa era que Erik se jodiese, porque le había vuelto a entrar con un perfil falso de esos que son más ciertos que los de verdad…
Se llamaba FuckingWriterInLove y tenía como foto de perfil a James Dean motero, con la chupa perfecto y el pitillo en la boca.
Por supuesto que le había concedido su amistad al instante, entre otras cosas, para torturarle con la felicidad que rebosaba en su ausencia, rodeada de los enanitos del bosque.
A ver si así espabilaba de una vez y se olvidaba de ella…
Pero Erik, lejos de olvidarse, solo deseaba ser más que nunca el príncipe que le diera el beso de resurrección, mandase a freír espárragos a los enanitos y después, ya solos los dos, ser felices para siempre…
Todo un planazo que tenía un pequeño inconveniente: el príncipe seguía atrapado en Australia…
Y mientras Erik se quedaba pegado a la imagen de Caye disfrazada de Blancanieves, Naso aparecía en el bar disfrazado de extraterrestre…
O mejor dicho, como él interpretaba que sería la moda intergaláctica y que le llevó a ponerse un vestido de terciopelo negro entallado que le pidió prestado a Isabel, unos slim jeans negros y rotos y sus botas con alzas de siempre.
Al verle de esa guisa y con un maquillaje en tonos oscuros: ojos fumeé, pómulos muy marcados y labios y uñas en negro todo de Dior, Vega que iba vestida de vampira sexy por poco no tira al suelo la bandeja, que llevaba llena de vasos, de la carcajada:
—¡Tú disfraz de mamarracho es total! ¡Insuperable, tío! —exclamó mientras Naso, con tal de que esa tía le hiciera caso, le sonrió como un bobo.
—Gracias, el futuro será andrógino o no será —habló él con una voz brumosa, haciéndose el interesante.
—¡Ah, que vas de hombre del futuro!
—No, voy de extraterrestre de una galaxia altamente avanzada en la que imagino que vestirán así…
Vega le miró de arriba abajo y, burlándose de él, replicó:
—¿Con un vestido entallado que apenas te deja levantar los brazos?
—No te quedes en la anécdota, lo esencial es la idea que está detrás de este estilismo. Cuando una mujer se viste de lo que es supuestamente de hombre: un traje de chaqueta, una corbata, zapatones de cordones… el resultado es una mujer sofisticada y elegante. Sin embargo, si un hombre se apropia de atributos clásicos femeninos como el vestido, la falda o el rouge es… un mamarracho. ¿No te da qué pensar? ¿Por qué una cosa es sofisticada y la otra ridícula?
Vega tenía clarísima la respuesta y se la soltó sin contemplaciones:
—Lo que pienso es que tú estás terriblemente ridículo.
—Porque tienes una mentalidad lastrada por el heteropatriarcado, pero te garantizo que, en mundos libres de prejuicios, los hombres irán vestidos como yo voy ahora y será lo más…
A Vega solo se le vino una palabra a la mente que no pensaba quedársela para ella:
—Tío, tú eres gilipollas… —farfulló Vega, sin parar de reír.
El insulto tuvo un efecto altamente erótico, porque Naso se erectó de tal forma que no pudo evitar que se le marcara el bulto a través del vestido.
—También es que llevo un birrioso vestido low cost que me ha prestado mi jefa, pero imagíname a mí con un Balenciaga recto a la rodilla… Es que es un sueño…
—Para mí un sueño es otra cosa… Joder ¿y eso qué es? ¿Te pone cachondo hablar de vestidos? —preguntó Vega, con la vista clavada en el empalmamiento del artista.
—Me pones tú. Burrísimo. ¿Y yo a ti?
Vega resopló porque ese tío solo le despertaba los peores instintos…
—Es que me caes como el culo, pero reconozco que tengo una parte animal descontrolada que solo quiere destrozarte, sin importarle cómo…
Al escuchar aquello, Naso vio luz verde y se lanzó a tumba abierta:
—¿Te gustaría que llenara tus muslos con mi leche caliente y que luego lo extendiera sobre tu piel, trazando un alfabeto nuevo?
—¿Un alfabeto nuevo? —replicó Vega muerta de risa—. ¿Pero tú qué tienes entre las piernas? ¿Una polla o un frasco de leche condensada de un litro?
—Imagínatelo mejor impactando contra tu garganta: mmm, un chorrazo caliente, suave, sedoso, abundante… Mi esencia circulando hasta por la última de tus células. Fusión total —dijo mordiéndose los labios y loco por llevarse a Vega al cuarto de baño y ponerla de rodillas—. ¿A qué esperas para pedírmelo? ¿O te conformas con que te moje las bragas?
—Yo solo follo con la gente que me moja el cerebro… —replicó Vega, tan pancha.
A Naso la respuesta de Vega le puso más perraco todavía y solo pudo replicar, devorándola con la mirada:
—Yo lo haré, te pondré tan húmeda que lo estrujaré y me lo beberé en vaso largo.
—Mientras se te ocurre cómo, me voy a poner a copas… —dijo Vega, dejando a Naso con una erección de tres palmos que le llevo directo al cuarto de baño, donde se alivió entre gritos que asustaron a Antonio, el guardia civil, que estaba afuera disfrazado de pirata.
—¿Va todo bien ahí dentro? —preguntó levantando el garfio.
—Ooooooooooooooooooh. Siiiiiiiiiiiiiiiiiiií. Siiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiií. Ooooooooooooooooooooooooooh —gimió mientras imaginaba que esos chorrazos en vez de impactar contra el lavabo, lo hacían sobre la vulva mojada de Vega.
—¿Está seguro?
—Qué sí, coño, váyase a la mierda, ya. Oooooooooooooooooooooooooooooooooh.
—No voy a irme sin saber por qué grita como si le estuvieran sacando la piel a tiras… —replicó Antonio, que no estaba dispuesto a dejar desasistido a ese hombre que parecía en serios apuros. Tal vez un piedra en un riñón, tal vez una molesta hemorroide… Quién sabía, pensó.
—Porque me estoy corriendo como un puto cerdo… Aaaaaaaaaaaaaah —gritó otra vez cuando liberó la última de sus gotas.
—En ese caso, disculpe…
—¡Qué asco de mundo! ¡No hay ni intimidad! Uno no puede ni correrse a gusto…
—Es que esas cosas se hacen en casa…
Naso abrió el grifo del agua y limpió todo el amor que había derramado por Vega, mientras le gritaba a Antonio:
—¿Me quiere dejar en paz? ¿No tiene bastante con haberme jodido la paja?
—¿Cómo qué jodido? ¿Todavía te queda algo más dentro? Si a tenor de los gritos ha debido echar hasta la primera leche que le dieron…
—Quería correrme en soledad, no con un tío fuera tocándome los huevos —protestó Naso, en tanto que terminaba de limpiar los chorros de su amor, se lavaba las manos y se las secaba con papel.
Luego, salió y se encontró con un tío con el que le sonaba muchísimo la cara pero no sabía de qué…
—¡Ah, eres tú! —exclamó Antonio al reconocerle.
—¿Nos conocemos de algo? —preguntó Naso, mirándole de arriba abajo.
—Soy Antonio Esteban, nos conocemos de la otra noche en el control. Ibas fatal… Tal vez ni recuerdes…
—Algo… —mintió porque no recordaba casi nada, tal vez los ojos saltones y las cejas pobladas de ese tío. Poco más.
—Pues ya que te he encontrado por aquí, me gustaría hacerte algunas preguntas. ¿Tienes tiempo de tomarte una copa conmigo?
—¿Preguntas de qué? —inquirió Naso, arqueando una ceja—. ¿Estás de servicio?
—Siempre —respondió empujándolo hacia la puerta.
—Yo solo soy sospechoso de amar a alguien que pasa de mí como de comer tocino… —replicó Naso en un tono melodramático.
—El tocino está bien rico… —apuntó Antonio, mientras salían de la zona de los aseos y se dirigían a una mesa vacía que estaba unos metros más allá.
—Díselo a ella… —masculló señalando a Vega con la cabeza pues estaba justo en frente de ellos, atendiendo a unos clientes disfrazados de sobres.
—¿Quién te gusta?¿La señora que va vestida de sobre del recibo de la luz? —preguntó intrigado, porque era una señora que como poco debía doblarle la edad a Naso.
—No, hombre, no, señalo a la vampira que está detrás, la que lleva las tetas debajo de las orejas.
—¡Ah, Vega! ¡Es muy buena chica! ¡Y muy trabajadora!
—Me tiene loco, loco, loco… —confesó Naso, mientras caía vencido en una de las sillas forradas de tela morada.
—Ya veo, ya, que te ha dado fuerte… Menudos gritos… —recordó Antonio—. Y hablando de gritos, estruendos y ruidos varios… —comentó el guardia civil levantándose el parche del ojo y colocándoselo sobre la frente—: Dado que ya llevas días en el pueblo ¿no has escuchado hablar de unos estruendos que se escucharon en el valle el día antes de que vinieras a actuar en este local?
—Ni idea. ¿Se escuchó un estruendo antes de mi llegada? ¿Qué insinúas? ¿Qué había tanta expectación que la tierra se movió? ¿Cómo cuando hay un Madrid-Barsa? —inquirió Naso, sacando pecho.
—Me temo que no fue esa la razón. ¿Llegaste el mismo sábado al pueblo? ¿No es así?
—Sí, así es. ¿Por?
—La noche anterior recibimos una llamada de doña Berta alertándonos de que había escuchado un ruido, como si una albóndiga gigante se hubiera caído del cielo…
—No me jodas… —farfulló Naso con los ojos como platos.
—Acudimos a la finca y no vimos nada… Pero curiosamente por primera vez vi en el pueblo a Lucas…
—¿Qué insinúas? —cuchicheó Naso—. ¿Qué Lucas se cayó de la albóndiga esa?
Antonio achinó sus ojos de huevo, se rasco la barbilla y luego habló en voz baja:
—La noche del control dijiste que Lucas se había caído del cielo… ¿Recuerdas algo o ibas muy mamado?
—¿Caído del cielo? Eso sí lo recuerdo, la poesía la cazo aunque esté bolinga, los poetas somos como las fuerzas del orden, siempre estamos de servicio…
—¿Y qué recuerdas?
—Recuerdo que ese tío dijo: “su brillo es tan fuerte que me caí del cielo”. La frase fijo que se la pillo para alguna canción, pero no creo que ese tío sea extraterrestre. Es todo metáfora…
—¿Tú crees? En el pueblo está circulando el rumor de que es el hijo secreto de don Anselmo, el guardés de toda la vida de la finca de doña Berta, pero yo jugaba al dominó con ese hombre, teníamos un vínculo sólido, y jamás me contó nada de nada de su romance con una inglesa en Benidorm… ¿A ti te ha contado Lucas algo sobre su familia, su procedencia y demás?
—Yo es que no soy cotilla, además estoy en la finca para currar. Isabel me ha contratado para que le componga una canción para sus bombones y estoy a mi bola.
—Ya. Entiendo. ¿Pero has notado algo raro en Lucas? ¿Algún comportamiento extraño? ¿Salidas a horas intempestivas? ¿Tal vez le has escuchado hablar en alguna lengua extraña?
—Lo único que puedo decirte de él es que es un puto chacho…
—¿Chacho?
—Sí, joder, parece el criado de la familia. Es de un servicial que me dan ganas de llevármelo a casa. Curra como un cabrón: es jardinero, chófer, cocinero, albañil, electricista, fontanero…
—Vaya…
—Cocina de llorar, de llorar de bueno, ayer mismo nos hizo unas lentejas de muerte, pero vamos que lo mismo te pica la leña, que te pone un enchufe o te limpia el bote sifónico…
—¿Y de mala ostia? —pensando en la mucha que se gastaba Anselmo.
—No, qué va… Alegre perdido. Como unas jodidas castañuelas.
—En eso no se parece a Anselmo, pero en lo servicial es clavadito... Bueno, si ves algo raro, dame un toque… —le pidió Antonio que de pronto se calló porque ya venía Vega a tomar nota.