Capítulo 30

Isabel dejó la copa en la mesa, cogió la mano que Lucas le tendía y se pusieron a bailar junto al fuego, mientras de pronto empezó a sonar una melodía con una especie de violines que ponían los pelos de punta…

—Madre mía… ¿de qué iba la peli? Me están entrando ganas de llorar de lo intensa que es.

—Mejor no te lo cuento porque vas a pensar que me lo estoy inventado para embaucarte…

Isabel miró a Lucas con los ojos como platos y sin dejar de bailar pegados, suave y lento, susurró:

—¿De un tío que viaja a otra galaxia y se enamora de una tía?

—La peli es de acción, por eso has escuchado antes tanto sonido electrónico, sintetizadores, mucha trompeta y violines a discreción.

—O sea que ¿a pesar de estar tan equilibrados os gustan las pelis de acción?

—Estamos equilibrados, pero no veas tú cómo están las galaxias de petadas de tipos chungos… —contestó Lucas, mordiéndose los labios porque ya estaba hablando demasiado—. No puedo decirte más, tan solo que a los habitantes de Mequetrefe les apasionan las pelis de acción y que en esta para la que compuse la banda sonora, el protagonista se enamora de la chica de un planeta que está lleno de malos…

—¿Acaba mal? —preguntó Isabel deseando que no, mientras bailaba pegada a Lucas esa banda sonora tan romántica.

—Todavía no se sabe…

—¿Cómo que no se sabe? —preguntó ansiosa.

—Van por la sexta entrega… Estos días antes de caerme en tu finca, estaba trabajando con las demos de la banda sonora en mi superordenador de abordo, que espero que resucite algún día.

—Entonces serás famoso en Mequetrefe… —dedujo Isabel, mientras pensaba que con el talento que tenía y lo bueno que estaba, ese tío tendría miles de mujeres suspirando por él.

—No tanto como el director o los actores… Por cierto, la protagonista de la película es la chica por la que huí de Mequetrefe…

—¿Tu ex es actriz? —preguntó más alucinada todavía.

—Ella sí que es famosa. Nos conocimos en el rodaje de la primera película, pasábamos muchas horas muertas en el set de rodaje y surgió el amor…

—No sabía que los compositores también estabais en el rodaje.

—Estamos en preproducción, en producción, postproducción y los fiestones…

—¿Y lo echas de menos? —preguntó Isabel, más pensando en la ex que en su vida de compositor de bandas sonoras.

—Cuando nuestra relación se fue al traste perdí la ilusión por todo, hasta dejé de componer por algún tiempo, cosa que jamás pensé que sucedería. La música es mi vida, pero de repente todo dejó de tener sentido. Por eso, decidí subirme a mi nave y marcharme muy lejos… Poco a poco, la herida fue doliendo menos, incluso empecé a componer casi un año y medio después…

—Siento que hayas pasado por eso… —susurró Isabel, sintiendo su pena de una forma muy intensa y muy vívida, y abrazándole más fuerte mientras la música los envolvía.

Lucas deslizó las manos hasta la cintura de Isabel que apoyaba la cabeza en su pecho con los ojos cerrados, y sintió que no había nada que lamentar.

—Tenía que pasar por todo eso para llegar hasta aquí. Ahora lo sé… —dijo Lucas estrechándola contra él.

Isabel levantó la cabeza emocionada, le miró con sus ojos verdes húmedos también y le susurró:

—¿Por qué yo?

—Ese es el misterio del amor. La gran pregunta, pero eres tú. No puedes ser más que tú.

Isabel tragó saliva y solo se le ocurrió replicar, porque estaba muerta de miedo:

—Qué pena que me hayas pillado en una etapa tan descreída…

Lucas acercó los labios a los de ella, y casi besándola susurró:

—Solo tienes que creer en mí.

Isabel enterró los dedos en el pelo de Lucas, le atrajo hacia sí y le beso con ganas…

—Creo tanto en ti que hasta podría enamorarme —susurró con los labios pegados a los suyos.

—¿Y eso es malo? —replicó Lucas, volviéndola a besar.

—¡Es una catástrofe!  —respondió Isabel, entre beso y beso.

—¿Y tienes previsto hacer algo para evitarlo aparte de besarme de maravilla? —inquirió mordiéndole el labio inferior.

—Lo he intentado pero no funciona —confesó sin dejar de besarlo—, porque cada día descubro algo nuevo en ti que me deja más alucinada.

—¿Estás segura? Porque soy un auténtico desastre…

—¿En qué eres desastre, hijo mío? Si es que hasta con el baile eres bueno...

—Qué exagerada eres, Isa.

—Es la primera vez que me llamas Isa…

—¿Ves? Ya acabo de pifiarla…

—¿Por qué? Me encanta que me acortes el nombre… Es cariñoso…

Lucas descendió con los besos hasta el cuello, pero antes le susurró al oído:

—Soy muy cariñoso. Y lo poquito que sé de baile,  lo he aprendido con vuestras películas…

—¿De verdad que en Mequetrefe veis nuestro cine? —preguntó porque no daba crédito.

—Hace mucho que no os quitamos ojo de encima. Conocemos vuestras cosas, yo especialmente el cine porque me dedico a esto…

—Y lo haces muy bien. Esta banda sonora me encanta… —susurró Isabel dejándose llevar por la música.

—Ya te compondré una buena…

—¡Esta es buena!

—No, no lo es —replicó abrazándola tan fuerte que ella sintió la megaerección de Lucas.

—Madre mía cómo estás… —comentó ella, al sentir esa dureza.

—Loco por ti… No sé ni cómo no ha ardido el puente de madera cuando nos hemos dado el beso esta tarde.

—Exagerado.

—No, no lo soy —susurró deslizando las manos por la espalda de Isabel, hasta dejarlas posadas en el culo.

—Tenía que trabajar —se excusó Isabel.

—Tenías que protegerte de lo que estabas sintiendo, pero da igual dónde te escondas. Esto no tiene vuelta atrás —le dijo Lucas, cogiéndola en brazos con una facilidad pasmosa y cargándola sobre su hombro.

—¿Se puede saber qué haces? —preguntó Isabel, pasmada con la fuerza de ese tío que la llevaba en dirección a su dormitorio.

—Lo que llevo queriendo hacer desde esta tarde y tú me has negado por cagona —respondió Lucas, cuando ya estaban frente a la puerta del dormitorio de Isabel.

—¿Cagona por qué?  —preguntó en tanto que Lucas abría la puerta del cuarto de Isabel con la mano.

—¿Por qué va a ser? ¡Tienes pánico a enamorarte! Te has cagado viva en el puente, porque has empezado a sentir cosas que ya están completamente fuera de tu control —respondió dejando a Isabel en el suelo y luego buscando algo en el cajón de su mesilla.

—¿Esto es lo que llevas queriendo hacer desde esta tarde? ¿Ponerte a hurgar en el cajón de mis bragas? —le reprochó Isabel sin entender nada.

—Busco los condones que guardé la mañana que regresamos de Ibiza —dijo metiendo la mano al fondo del cajón y sacándolos con una sonrisa traviesa.

—Ya, los condones… —masculló Isabel, un poco avergonzada.

—No quiero que tengas miedo, por eso te he traído a tu habitación, es territorio seguro y mucho menos romántico que hacerlo delante de la chimenea con mi musiquita moñas de fondo… No vaya a ser que se eche a volar tu imaginación, te proyectes feliz conmigo y salgas por piernas otra vez… —ironizó Lucas, acercándose a ella de nuevo.

—Qué graciosito eres…

—Es cierto. Tengo que protegerme —susurró Lucas con los labios pegados a los de ella.

—¿De qué? ¿No decías que esto no tiene vuelta atrás? —replicó Isabel, a la vez que Lucas deslizaba las manos por su cuerpo.

—Y no la tiene…

—¿Te refieres al sexo? —replicó mientras Lucas la besaba en el cuello.

—Me refiero a todo, pero no te preocupes que acabarás amando esta catástrofe.

—Los de Mequetrefe también sois adivinos… —repuso Isabel, con sorna.

—Sé lo que siento en mi corazón y tú, aunque te engañes a ti misma, también… —susurró Lucas, cogiéndola por el cuello y dándole un beso húmedo y muy largo que los excitó mucho más todavía.

Tanto que la urgencia y las ganas hicieron que Isabel deslizara la mano hasta la erección de Lucas, desabrochara su pantalón, la liberara y le enfundara uno de los condones que él había sacado de su mesilla.

Luego, Lucas le quitó el jersey que llevaba puesto y ella se desabrochó el sujetador que él finalmente lanzó por los aires.

—Adoro tu piel… —susurró Lucas, acariciándole el pecho primero con las manos y después con la lengua y los dientes.

—Y yo eso que haces… —replicó ella, mientras tiraba de la parte de abajo del jersey de Lucas, para sacárselo y sentir también su piel.

Lucas se despojó del jersey con un movimiento rápido, la estrechó con fuerza contra él, acto seguido, la empujó de las caderas hacia arriba y a Isabel le faltó tiempo para encaramarse a él, rodeando su cuerpo con las piernas.

—Te deseo tanto… —musitó Lucas, sin dejar de besarse apasionados, mientras caminaba con ella cuestas hasta la pared del fondo y sin dejar de clavarle la erección en el pubis.

—Yo solo sé que me vuelves loca… —murmuró Isabel en tanto que le mordía los labios.

La respuesta de Lucas fue levantar un poco las caderas de ella y penetrarla a la vez que la empotraba contra la pared.

Isabel gimió de placer al sentirle tan dentro y le besó pidiéndole mucho más. Lucas, dispuesto a dárselo todo, salió casi del interior de ella, de esa humedad exquisita, muy despacio, arrancándole un jadeo entrecortado, que provocó que él volviera a penetrarla con más fuerza, más avidez y más profundidad.

Isabel, muy excitada, sintió el frío de la pared en su espalda, que contrarrestó con el calor del aliento de Lucas en su cuello y el fuego que ardía dentro de ella.

—Me moría por sentirte así… —le susurró Lucas al oído.

—Y yo… —confesó Isabel, mordiéndole los labios y agarrándole fuerte del culo para apretarlo más contra él.

Lucas entonces empujó sus caderas para entrar por completo en ella y hacerla otra vez gemir de tal forma que se encendió mucho más. Porque no es que quisiera más, es que lo quería todo, por eso comenzó a hacerle el amor desesperado, penetrándola frenético, besándola, lamiéndola, mordiéndola, fundiéndose con ella que temblaba de placer entre sus brazos.

Isabel sentía que iba a romperse, que no iba a ser capaz de soportar todo lo que ese tío le estaba dando, pero que no quería perderse por nada del mundo.

Porque Lucas no solo follaba bien, sino que mientras le hacía el amor sin concesiones, la miraba con tanto amor que llegó un momento en que tuvo que cerrar los ojos porque no podía resistirlo…

 —Mírame a los ojos… —le exigió, mientras la penetraba con más fuerza que nunca.

Isabel no obedeció, siguió con los ojos cerrados, mientras Lucas la follaba casi gruñendo…

Y ya a punto de correrse, sin poder soportar la no-mirada de Isabel, la bajó al suelo, ella se dio la vuelta, Lucas deslizó la mano hasta su vulva y apenas sin tocarla le arrancó un orgasmo feroz que a él le hizo arder la sangre…

Isabel sintió tanto de repente, tanto placer, tanta luz, tanto deseo, tanta locura, tanto fuego y tanta emoción que, desbordada, entre lágrimas que ni entendía, solo pudo susurrar una palabra que quería que significara tanto como lo que estaba recibiendo:

—Lucas…

 Lucas sintiendo a Isabel la perfección, le alzó la pierna y la penetró desde atrás, fuerte y profundo, follándola con todo lo que sentía por ella, hasta que se vacío por completo y solo pudo decir, enterrando la cabeza en su pelo:

—Te quiero…