74
Embarazada.
Estaba claro. Todo había encajado en el preciso instante en el que la médico había pronunciado esa palabra. Todo tenía sentido. Y al mismo tiempo, carecía de él.
Una sola vez. Una noche. Nunca había pensado que pudiera sucederme a mí. Y aquí estoy, hinchada como un sapo, apoltronada en mi fortaleza al sur de Taglios, redactando estos Anales, viendo la lluvia caer (y hacen ya cinco meses), deseando poder dormir boca abajo o al menos de lado, o poder dejar de caminar como un pato.
La radisha me había provisto de toda una tropa de doncellas. A ellas les resultaba divertida. Acababa de regresar de mis intentos por enseñarles a sus hombres las mínimas nociones de milicia, y ahora les daba la oportunidad de señalarme y poder decir que era por esto por lo que las mujeres no son generalas y toda esa ristra de tópicos; no es fácil mostrarse ágil cuando la barriga no te deja verte los pies.
Desde luego, el niño es una criaturita muy activa. Por los saltos que da, quizá esté entrenando para corredor de fondo o para campeón de lucha libre.
Creo que he sido bastante oportuna; ya casi he olvidado todo lo que he registrado, tras escribirlo. Si, como la médico prometió, todos mis temores y dudas no son nada y sobrevivo a esto, aún tendré cinco o seis semanas para volver a ponerme en forma antes de que el caudal del río vuelva a bajar y comience una nueva temporada de campañas.
Recibo cada poco tiempo mensajes de Matasanos, en Dejagore, que superan el río arrojados por catapultas. Todo es calma allí. Anhela mi presencia. Y yo la suya. Eso lo haría todo más fácil. Sé bien que el día que el caudal del Principal haya bajado lo suficiente para poder cruzarse, él estará en la orilla norte y yo allí, al sur.
Desde hace unos días estoy bastante optimista, y pienso que ni siquiera mi hermana podrá echarlo todo a perder. Debe de estar al día de todo lo sucedido. Sus cuervos han estado observando. No se lo he impedido, con la esperanza de que eso haga que se calme.
Aquí viene Martinete, de vuelta de su baño. Cuanto más se acerca la fecha, más nervioso está. Es como un crío.
Creo que le aterra que pueda sucederme lo mismo que les pasó a su esposa y su hijo. Se ha vuelto algo extraño, casi parece angustiado. Algo lo tiene muy asustado. Hasta el vuelo de una mosca lo hace saltar. Escudriña cada rincón y sombra cada vez que entra en una habitación.