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Habían transcurrido ya muchos meses. Había vivido muchas cosas, y otras muchas ya las había olvidado. Conservaba en mi memoria detalles insignificantes, y habían escapado a ésta hechos más importantes. Hay cosas que ahora solo sé por terceras personas, y otras que apenas logro adivinar. ¿En qué medida puedo confiar en el juicio de otros testigos?
No fue hasta la llegada del impuesto periodo de inactividad en el que ahora vivo cuando empecé a pensar que estaba pasándose por alto una tradición clave, que nadie estaba registrando las hazañas de la Compañía. En ese momento dudé, pues consideraba que podía ser presuntuoso el que yo cogiera una pluma. No soy ninguna ilustrada. Tampoco historiadora, y mucho menos escritora. Carezco a todas luces del ingenio, la vista o el oído de Matasanos.
Es por eso que me ceñiré a relatar los hechos según los recuerdo. Espero que mi propia presencia en la historia, o lo que esta ha influido en mi devenir, no la empañe.
Así, con estas aclaraciones, me dispongo a conceder mi aportación a los Anales de la Compañía Negra, siguiendo la tradición de todos los analistas que me precedieron, con el Libro de la Dama.
—Dama, analista, capitana.