12
Un estrépito de música gunk inundó la cabina del Corazón de Oro mientras Zaphod buscaba en la radio subeta noticias de sí mismo. El aparato era bastante difícil de utilizar. Durante años, las radios se habían manejado apretando botones y girando el selector de sintonización; más tarde, cuando la tecnología se refinó, los mandos se hicieron sensibles al contacto: sólo había que rozarlos con los dedos; ahora, todo lo que había que hacer era mover la mano en torno a su estructura y esperar confiado. Desde luego, evitaba un montón de esfuerzo muscular, pero era molesto porque le obligaba a uno a quedarse quieto en su asiento si es que quería seguir escuchando el mismo programa. Zaphod movió una mano y el aparato volvió a cambiar de emisora. Más música asquerosa, pero esta vez servía de fondo a un noticiario. Las noticias estaban muy recortadas para que encajaran con el ritmo de la melodía.
—...escucha usted un noticiario en la onda subeta, que emite para toda la Galaxia durante las veinticuatro horas —graznó una voz—, y dedicamos un gran saludo a todas las formas de vida inteligente..., y a todos los que andéis por ahí, el secreto está en salvar las dificultades todos juntos, muchachos. Y, desde luego, la gran noticia de esta noche es el sensacional robo de la nave prototipo de la Energía de la Improbabilidad, por obra nada menos que del Presidente Galáctico Zaphod Beeblebrox. Y la pregunta que se hace todo el mundo es... ¿Ha perdido finalmente la cabeza el Gran Z? Beeblebrox, el hombre que inventó el detonador gargárico pangaláctico, ex estafador, descrito en una ocasión por Excéntrica Galtumbits como el mejor zambombazo después de la Gran Explosión, y recientemente elegido por séptima vez como el Peor Vestido Ser Consciente del Universo Conocido..., ¿tiene una respuesta esta vez? Hemos preguntado a su especialista cerebral particular, Gag Halfrunt... —por un momento, la música se arremolinó y decayó. Se escuchó otra voz, presumiblemente la de Halfrunt, que dijo—: Puez Zaphod ez precizamente eze tipo, ¿zabe uzted? —pero no continuó porque un lápiz eléctrico voló por la cabina y pasó por el espacio aéreo del mecanismo de conexión de la radio. Zaphod se volvió y lanzó una mirada feroz a Trillian, que había arrojado el lápiz.
—¡Oye! —le dijo—. ¿Por qué has hecho eso?
Trillian daba golpecitos en una pantalla llena de cifras.
—Se me acaba de ocurrir algo dijo ella.
—¡Ah, sí! ¿Y merece la pena interrumpir un boletín de noticias donde hablan de mí?
—Ya has oído bastantes cosas sobre tí mismo.
—Soy muy inseguro. Ya lo sabemos.
—¿Podemos dejar a un lado tu vanidad por un momento? Esto es importante.
—Si hay algo más importante por ahí que mi vanidad, quiero atraparlo ahora mismo y pegarle un tiro.
Zaphod volvió a lanzar una mirada fulminante a Trillian y luego se echó a reír.
—Escucha —le dijo ella—, hemos recogido a ese par de tipos...
—¿Qué par de tipos?
—El par de tipos que hemos recogido.
—¡Ah, sí! —dijo Zaphod—. El par de tipos que hemos recogido.
—Los recogimos en el sector ZZ9 Plural Z Alfa.
—¿Sí? —dijo Zaphod, parpadeando.
—¿Significa eso algo para ti? —le preguntó Trillian con voz queda.
—Mmmm —contesto Zaphod—, ZZ9 Plural Alfa. ¿ZZ9 Plural Alfa?
—¿Y bien? —insistió Trillian.
—Pues... —dijo Zaphod—, ¿qué significa la Z?
—¿Cuál de ellas?
—Cualquiera.
Una de las mayores dificultades que Trillian experimentaba en sus relaciones con Zaphod consistía en saber cuándo fingía ser estúpido para pillar desprevenida a la gente, cuándo pretendía serlo porque no quería molestarse en pensar y deseaba que otro lo hiciera por él, cuándo simulaba ser atrozmente estúpido para ocultar el hecho de que en realidad no entendía lo que pasaba, y cuándo era verdadera y auténticamente estúpido. Tenía fama de ser asombrosamente inteligente, y estaba claro que lo era; pero no siempre, lo que evidentemente le preocupaba, y por eso fingía. Prefería confundir a la gente a que le despreciaran. Para Trillian eso era lo más estúpido, pero ya no se molestaba en discutirlo.
Suspiró y puso un mapa estelar en la pantalla para facilitarle las cosas, cualesquiera que fuesen las razones de Zaphod para abordarlas de aquella manera.
—Mira —señaló—, justo aquí.
—¡Ah... sí! —exclamó Zaphod.
—¿Y bien? —repitió Trillian.
—¿Y bien, qué?
Parte del cerebro de Trillian gritó a otras partes de su cerebro. Con mucha calma, dijo:
—Es el mismo sector en el que tú me recogiste.
Zaphod la miró y luego volvió la vista a la pantalla.
—Ah, sí —dijo—. Eso sí que es raro. Deberíamos haber atravesado directamente la Nebulosa Cabeza de Caballo. ¿Cómo llegamos ahí? Porque eso no es ningún sitio. Trillian pasó por alto la última frase.
—Energía de Improbabilidad —dijo pacientemente—. Tú mismo me lo has explicado. Pasamos por todos los puntos del Universo, ya lo sabes.
—Sí, pero es una coincidencia extraña, ¿no?
—Sí.
—¿Recoger a alguien en ese punto? ¿Entre todo el Universo para escoger? Es demasiado... Quiero averiguarlo. ¡Ordenador!
El ordenador de a bordo de la Compañía Cibernética Sirius, que controlaba y penetraba en todas las partículas de la nave, conectó los circuitos de comunicación.
—¡Hola, tú! —dijo animadamente al tiempo que vomitaba una cinta diminuta de teleimpresor para dejar constancia.
—¡Hola, tú! —dijo la cinta de teleimpresor.
—¡Santo Dios! —exclamó Zaphod. No había trabajado mucho tiempo con aquel ordenador, pero había llegado a odiarlo.
El ordenador prosiguió, descarado y alegre, como si estuviera vendiendo detergente.
—Quiero que sepas que estoy aquí para resolver cualquier problema que tengas.
—Sí, sí —dijo Zaphod—. Mira, creo que sólo usaré un trozo de papel.
—Pues claro —dijo el ordenador al tiempo que tiraba el mensaje a la papelera—, entiendo. Si alguna vez quieres...
—¡Cierra el pico! —gritó Zaphod y, cogiendo un lápiz, se sentó junto a Trillian en la consola.
—Muy bien, muy bien... —dijo el ordenador en tono dolido mientras desconectaba el canal de fonación.
Zaphod y Trillian se inclinaron sobre las cifras que el analizador del vuelo de Improbabilidad hacía destellar silenciosamente frente a ellos.
—¿No podemos averiguar —preguntó Zaphod— cuál es, desde su punto de vista, la Improbabilidad de su rescate?
—Sí, es una constante —dijo Trillian—: dos elevado a doscientos setenta y seis mil setecientos nueve contra uno.
—Es alto. Son dos tipos con mucha suerte.
—Sí.
—Pero en relación con lo que hacíamos nosotros cuando la nave los recogió... Trillian registró las cifras. Indicaban dos elevado a infinito menos uno contra uno (un número irracional que sólo tiene un significado convencional en Física de la Improbabilidad).
—Es muy bajo —prosiguió Zaphod, emitiendo un leve silbido.
—Sí —convino Trillian, lanzando a Zaphod una mirada irónica.
—Es una enorme cantidad de Improbabilidad a tomar en cuenta. El balance general debe indicar algo muy improbable, si se suma todo.
Zaphod garabateó unas sumas, las tachó y tiró el lápiz.
—Necesito ayuda, no me sale.
—¿Entonces?
Zaphod entrechocó sus dos cabezas furiosamente y rechinó los dientes.
—De acuerdo —dijo—. ¡Ordenador!
Los circuitos de la voz volvieron a conectarse.
—¡Vaya, hola! dijeron las cintas de teleimpresor—. Lo único que quiero es hacer que tu jornada sea más amable, más amable y más amable...
—Sí, bueno, cierra el pico y averíguame algo.
—Pues claro —parloteó el ordenador—, quieres una previsión de probabilidades basada en...
—Datos de improbabilidad, sí.
—Muy bien —continuó el ordenador—, es una idea un tanto interesante. ¿Te das cuenta de que la vida de la mayoría de la gente está regida por números de teléfono?
Una expresión de sufrimiento se implantó en una de las caras de Zaphod y luego en la otra.
—¿Te has quedado bobo? —preguntó.
—No, pero tú sí te quedarás cuando te diga que...
Trillian se quedó sin aliento. Manipuló los botones de la pantalla del vuelo de Improbabilidad.
—¿Número de teléfono? —dijo—. ¿Ha dicho esa cosa número de teléfono?
Destellaron números en la pantalla.
El ordenador había hecho una educada pausa, pero ahora prosiguió:
—Lo que iba a decir es que...
—No te molestes, por favor —dijo Trillian.
—Oye, pero ¿qué es esto? —preguntó Zaphod.
—No lo sé —respondió Trillian—, pero esos dos extraños... vienen de camino al puente con ese detestable robot. ¿Los vemos por un monitor de imagen?