Capítulo 16
POR la mañana Kalina estaba sola.
Se dio la vuelta en la enorme cama y supo instintivamente que él se había ido.
Anoche... Sus pensamientos retrocedieron, se ensamblaron lentamente como las piezas de un puzle. Anoche la habían atacado o algo. Vio unos ojos y oyó unos rugidos y... vio a Rome.
Estaba en la cama y su cuerpo traidor le contaba el resto de la historia. Los muslos doloridos daban paso a su sexo, que aún palpitaba de deseo.
Kalina quiso abofetearse.
Se había acostado con Rome. Su sospechoso.
Tiró de una de las muchas almohadas y se la puso encima de la cara para gritar.
—¡Idiota! ¡Idiota! ¡Idiota!
¿Cómo podía ser tan estúpida? Había puesto en peligro su caso acostándose con el enemigo.
Y lo que era más importante: ¿cómo era tan ingenua como para creer que él aún estaría allí por la mañana?
Esa era su casa, sí, por lo que una parte de ella se imaginó que Rome se quedaría solo por eso. Pero no.
No estaba y ella se encontraba sola. Como siempre.
En realidad era ridículo que se hubiera permitido creer, sentir por una sola fracción de segundo... Sí, de hecho lo había creído desde el instante en que abrió los ojos y lo vio mirándola, el momento en que se dio cuenta de que él disfrutaba viéndola tocarse. Había creído que la deseaba, que a algún nivel la necesitaba. Ese deseo y esa necesidad habían hecho que se sintiera tan bien que abandonó todos los pretextos, dejó que las barreras que había levantado alrededor de sí misma durante toda su vida cayeran de golpe. Le había dado la bienvenida, le había entregado cada parte de su cuerpo. Todo lo que él le había pedido.
Y aun así él no se había quedado.
La idea le escocía, ardía como una bola de fuego en el centro de su pecho. Las lágrimas le irritaban los ojos. Entonces negó con la cabeza, una rebeldía que nunca había sentido antes despertó en ella. Se sentó en la cama, se apretó los ojos con las palmas de las manos y respiró para tranquilizarse.
Que se vaya a la mierda.
Se habían acostado. Pero eso no cambiaba nada. ¡Él seguía siendo un sospechoso y ella la poli que iba a hundirlo por traficante y mentiroso!
Bajó de la cama y cogió su ropa, que estaba cuidadosamente extendida en un sillón reclinable de cuero. Evitó a propósito fijarse en la habitación y percibir su espacio personal. Le importaba una mierda la vida privada de Roman Reynolds. Cómo vivía, a quién se tiraba, nada de eso era asunto suyo. Ella tenía cosas que hacer y unos acontecimientos rarísimos la habían desviado de su camino momentáneamente, pero ahora, mientras entraba airada en el cuarto de baño y le daba un manotazo al interruptor para encender la luz, solo le importaba su trabajo.
¡Así que más le valía a Roman Reynolds cuidarse las espaldas!
—Por fin nos honra con su presencia, líder de Facción Reynolds. —El veterano Alamar estaba sentado en la cabecera de la mesa de la sala de reuniones con la majestuosidad de un rey. El traje marrón de rayas con botonadura doble le quedaba bien pero no estaba a la altura de la serena hegemonía del jefe de la tribu Topetènia.
El veterano Alamar gobernaba a los jaguares y era el oficial de enlace de la Asamblea. Era un hombre de apenas cincuenta y tantos años, un poderoso felino con instintos astutos y asesinos tan extraordinarios y sagaces como el día que nació.
—Buenos días, veterano —dijo Rome mientras saludaba con la cabeza a sus dos segundos al mando, que le habían llamado al móvil solo media hora antes para informarle de la reunión.
Después él había preguntado por qué no le habían dicho que Alamar se encontraba en su casa. Baxter había llegado solo unos segundos después de la llamada con el traje de Rome y una sombría expresión en la cara. No había duda de que sabía que Kalina estaba en la cama de Rome, igual que no había duda de que sabía lo que había pasado entre ellos la noche anterior. Rome no estaba seguro de lo que Baxter opinaba de la situación, y no lo iba a averiguar justo en ese momento.
—Hay movimiento en el bosque —comenzó a decir Alamar sin preámbulos. Sus manos oscuras estaban pegadas a la suave superficie de la mesa mientras su mirada atravesaba a los tres hombres—. A la Asamblea le han llegado rumores de una revuelta. El miedo está aumentando.
X asintió con la cabeza, se recostó en su silla y entrelazó las manos.
—Aquí también se está cociendo algo.
Por la cara que puso Alamar fue evidente que ya lo sabía.
—Los envíos de provisiones están siendo asaltados y la mayoría de los artículos no llegan al poblado. Y ha habido muchos asesinatos.
Nick se incorporó al instante, alerta.
—¿Felinos?
Alamar negó con la cabeza.
—No. Otros habitantes del bosque, pero sus muertes no son normales. La brutalidad es obvia, como si estuvieran intentando mandar un mensaje.
—Como los asesinatos de aquí —añadió Rome—. Aquí hemos tenido unos cuantos asesinatos brutales. Y justo la otra noche se nos acercaron unos rogues.
—¿Los habéis visto? ¿Quiénes son? ¿De qué tribus? —preguntó Alamar.
—Jaguares —dijo Rome.
—Y un guepardo.
—Normalmente no luchan juntos —fue la respuesta de Alamar.
—Con el debido respeto, señor —añadió Nick—, esta no es una situación normal.
Rome puntualizó:
—Buscan algo.
—De eso no hay duda —añadió X—. Pero ¿qué?
Todos miraron a Alamar.
—Poder. Es lo que les mueve. Lo que no pudieron tener en el bosque es lo que buscan aquí. Empezarán por abajo y se abrirán camino. Lo que están haciendo es crear un ejército.
—Y para ellos es más fácil hacerlo aquí porque perciben a los humanos como la especie más débil. No esperan un combate, y saben que en el caso de que lo hubiera los humanos nunca ganarían —explicó Rome.
—¿Y una vez que tengan el control? —preguntó X—. Estamos perdidos.
—Bueno, si quieren algo —dijo Nick mientras fruncía el ceño—, ¡que vengan a cogerlo! No me voy a rendir sin luchar.
Rome levantó la mano para hacerlo callar.
—Ninguno de nosotros se va a rendir sin luchar, Nick. Pero no vamos a luchar como animales en la calle. Tenemos que ser más listos o todo el mundo conocerá nuestro secreto.
X asintió con la cabeza para mostrar que le daba la razón a Rome. Sin embargo, su gesto era serio; estaba claramente pensando como un guerrero, igual que Nick.
—Hemos encontrado al rogue que estaba allí anoche —dijo.
Eso enseguida llamó la atención de Rome, que casi transformó su liderazgo tranquilo y preciso en la bestia de su interior que ansiaba pelear.
—¿Quién era?
—Se llama Chávez. Es el guepardo al que nos enfrentamos en el callejón la otra noche —prosiguió X.
—¿Quién lo envió? —Su instinto le decía que el grupo había sido enviado por otro rogue. Si los rogues estaban formando un ejército necesitarían a alguien al mando, alguien con la suficiente visión como para crear esa legión del mal. Los guepardos Croesteriia eran corredores rápidos que cazaban con la vista en lugar de con el olor como los Topètenia. No eran del Gungi; que hubiese un Croesteriia mezclado con los rogues les daba a todos una idea de la gravedad de la situación.
—Ahora mismo no está muy hablador. Pero eso va a cambiar —dijo Nick.
—Estaba en la fiesta buscando a la mujer. Y también en esa casa anoche intentando cogerla otra vez. La quieren desesperadamente —señaló X.
Nick miró a Rome.
—Tienes que preguntarte por qué.
—Está buscando una companheira —dijo Alamar despacio, y su mirada se centró en Rome.
—¿Quién está buscando una pareja? ¿El rogue? —preguntó Nick.
Alamar mantuvo sus ojos en Rome mientras se levantaba y se acercaba a él.
—Creo que los dos. La unión es muy fuerte, vincula a los Shifters de por vida, hace a la pareja mucho más fuerte que cualquiera de ellos por separado. Los Shifters unidos son casi invencibles.
—Esta batalla no es por una mujer —dijo Rome, aunque últimamente se pasaba la mayor parte del tiempo pensando en una. Aun así, lo que Alamar estaba sugiriendo era más de lo que Rome quería considerar.
—No —espetó Alamar, que se detuvo detrás de Rome—. No es solo una mujer. Una companheira. La compañera de por vida de un Shifter, la que completará la unión. —Puso una mano en el hombro de Rome, cerró los ojos y asintió con la cabeza—. Has encontrado a tu companheira.
—¡De eso nada!
Rome se puso de pie para protestar pero vio cómo Alamar resoplaba enfadado y doblaba la cabeza para que su cara casi tocase el pecho de Rome.
—Veterano —dijo Rome tan tranquila y respetuosamente como pudo—, usted no lo entiende.
Alamar solo negó con la cabeza; se levantó con el cuerpo rígido mientras miraba fijamente a Rome.
—Usted es el que no lo entiende, líder de Facción.
—¿Ella es la pareja de Rome? —preguntó X, que obviamente no estaba seguro de si era ahí adonde el veterano quería llegar.
—Como líder de nuestro pueblo conoce la leyenda —señaló Alamar, y se alejó con ligereza de Rome.
Fue este quien se aclaró la garganta y se alejó un poco más del veterano.
—Un companheiro es el compañero de por vida de un Shifter. Los dos nacen para estar juntos, para continuar la especie y para reforzar la solidaridad entre el pueblo. Una vez que completan la unión no pueden ser separados excepto por la muerte. El aroma de un companheiro es único en cada pareja, es un aroma compartido que los atrae con un deseo apremiante de aparearse, de consumar la unión. Se llama companheiro calor. —Rome lo recitó como si fuera un estudiante delante de la clase.
—Joder —suspiró Nick mientras se recostaba en su silla para mirar fijamente a Rome—. Kalina Harper es tu pareja.
—¡No! —exclamó Rome justo antes de taparse la boca con la mano. La negativa era demasiado fuerte, su voz demasiado alta y el sonido se aferraba a su piel—. No creo en este rollo de emparejarse de por vida. Solo es una vieja leyenda. Además, Kalina no es una Shifter. Lo sabría si lo fuese.
Alamar hizo un sonido indistinguible.
—No blasfeme nuestras tradiciones. Fueron aquellos que nos precedieron los que hicieron posible que usted sea quien es. Ellos han visto muchas cosas, saben muchas cosas. La leyenda es verdad. Y puede que ella aún no haya tenido el acordado.
—El despertar —susurró X, que seguía mirando a Rome con incredulidad.
—En las mujeres la transformación tarda un poco más. Pero si la estás olfateando, si la has acogido en tu interior, entonces su acordado está a punto de llegar.
Rome intentó negar que hubiera estado inhalando el aroma de Kalina como un adicto a la cocaína. Pero se lo guardó para sí. La idea de Kalina transformándose en un felino era algo que nunca había considerado y en lo que no quería pensar en ese momento. Todo el concepto de companheiros y calor, uniones y despertares era ridículo. No creía una palabra, no lo creería. No podía.
—Con el debido respeto, veterano, yo decido si hay una persona para mí —dijo Rome con rotundidad—. No estamos en el bosque.
—No, líder de Facción, el bosque está en usted.
Nick y X se mantuvieron en silencio mientras las sienes de Rome comenzaron a latir.
—No puede deshacerse de aquello que es parte de su alma, de su sangre, de su herencia. Usted es un Shadow Shifter, uno de los hombres legendarios que también son bestias. Toda su existencia es una leyenda para algunos, una verdad para otros. —Señaló con la cabeza a X y Nick—. También es el líder de muchos. Negar su destino no es una opción.
—Le he entregado mi vida a la Asamblea, he dedicado mi tiempo y mi dinero a cuidar de las tribus. Esto —dijo insistentemente— no se lo puedo consentir. Ni estoy buscando una pareja ni voy a aceptar una basándome solo en una leyenda.
El hecho de que estaba yendo abiertamente contra la palabra de un veterano no se le escapó a Rome. Era una falta grave, que podía costarle su puesto de líder de Facción. Pero no le importaba. No se uniría a una mujer solo porque lo decía una leyenda. Era otra responsabilidad más para él, una que no estaba dispuesto a aceptar. Otra vida que él sería responsable de proteger.
Además, un companheiro también tenía que ser un Shifter. Y Kalina no lo era.
Abandonó la sala antes de que nadie pudiera pronunciar otra palabra, antes de que la leyenda pudiera empezar a cobrar más sentido dado lo que estaba pasando a su alrededor.
—¿Ella es una Shifter? —preguntó Nick a X cuando estaban saliendo de casa de Rome más tarde esa misma mañana.
—Tiene que serlo —contestó X.
—Pero ¿por qué no le iba a decir a Rome directamente que lo es?
—A lo mejor no lo sabe. A lo mejor es mestiza como nosotros y la educaron para creer que era humana.
Nick suspiró mientras se acercaba a la puerta del conductor de su Porsche.
—Entonces ¿qué quiere Chávez de ella? Solo puedes ser pareja de por vida de un felino. Si Kalina es la de Rome, ¿por qué la quiere Chávez?
X se encogió de hombros.
—Ya sabes que algunos siempre quieren lo que tienen los demás.
—Pero nadie sabe que Rome la tiene. La conoció hace unos días.
—¿Estás seguro de eso? —preguntó X.
Nick se quedó pensativo.
—No, supongo que no. Entonces necesitamos averiguar quiénes fueron los padres de Kalina. Porque si ella está a punto de pasar por su primera transformación y los rogues han percibido su aroma estamos ante un problema mucho más grave de lo que pensamos al principio.
X asintió con la cabeza.
—Ahora mismo me pongo con ello; te pondré al día más tarde. ¿Qué hacemos con Rome?
Nick pensó un momento en la cara meditabunda de su amigo. Entendía la indecisión de Rome. Una pareja sería alguien que se uniría a él de por vida, alguien a quien podría perder, de la misma forma que perdió a sus padres. Ese tipo de pérdida lo hundiría, seguramente lo llevaría a una cólera mortal. Rome no estaba dispuesto a pasar nuevamente todo ese dolor, por eso se negaba a admitir lo que todos casi habían ya reconocido. Si resultara ser verdad lucharía contra ello como contra el más feroz de los ataques.
—Vamos a mantener esto en secreto por ahora. Le diremos lo que necesite saber cuando necesite saberlo.
—¿No crees que necesita saberlo ahora? —preguntó X.
—¿Quieres que mate a cada rogue de esta ciudad sin importarle quién lo ve o si acaban descubriéndolo? Porque eso es exactamente lo que hará una vez que se dé cuenta de que quieren llevarse a su pareja. —Nick respiró hondo, dejó salir el aire lentamente y miró a su alrededor, al despejado día de verano—. Yo quiero exterminar a esos cabrones como el que más, pero no deseo que toda esa sangre manche las manos de Rome. Ya ha tenido suficiente. Averigüemos cuál es la amenaza antes de arrastrarlo a él.
—No le va a gustar que le ocultemos cosas —dijo X mientras abría la puerta del coche y se metía dentro.
Nick hizo lo mismo y puso la llave en el contacto.
—Cierto, pero somos sus amigos. No nos va a cortar el pescuezo. Con el tiempo nos lo agradecerá.
—No estés tan seguro —dijo X cuando salieron del caminito de entrada de la casa de Rome—. Y cómprate un coche de tamaño real o una furgoneta, tío. Este cochecito de juguete de las narices hace que me duelan las piernas.
—Eso es porque tu culo gordo no está hecho para un vehículo elegante y delicado como este. Yo, por otra parte... —Nick se puso unas Ray-Ban oscuras—, estoy guapísimo al volante de este cachorrito.