CAPITVLO XXXII
Herbolario de las zonas secas de Aragón
POCAS plantas conocía del terreno en comparación con la sabiduría de Hipócrates, que en el año 460 antes de Cristo, decía conocer cuatrocientas especies.
Continué dibujando el cuadro que más tarde colgaría en una cabaña del bosque para información del caminante.
Destaqué el color amarillo de las aliagas que adornaban el borde de los caminos. Son plantas punzantes, cuya flor empleábase para teñir, y sus brotes pueden comerse en ensalada. La retama es parecida, pero carece de hojas.
Hice un dibujo del madroño, arbusto raro, de tierras silíceas, con fruto rojizo. Habita los bosques de encinas. Su fruto es comestible y tiene cierto contenido alcohólico.
Asimismo dejé plasmado el hinojo, con olor a anís y semillas amarillas. Sus hojas pueden comerse y su raíz sirve para hacer las salsas curries indias. En Italia existe la creencia de que el pan amasado con hinojo ahuyenta a los espíritus del mal.
Entre las plantas olorosas predominaban el tomillo de flor blanca rosada, la ontina, planta totalmente blanca, y el romero, de flor azulada y virtudes vulnerarias, planta que formaba parte de un alcohol llamado «Agua de la Reina de Hungría».
Dibujé las malvas, pentapétalas y violetas, que curan la tos tomadas en infusión, y sirven como ingrediente en las ensaladas.
No me olvidé del alargado torvisco de florecillas blancas y hojas venenosas parecidas a las del olivo, ni del escambrón o cambronera, hierba de hojas anchas y flores rosadas cuyas hojas pueden comerse en ensalada y curan la tos pulmonar. Sus bayas sirven para hacer tintes verdes.
Y por fin terminé mi cartel con la ilustración del cardo corredor, sobre el cual crecen las deliciosas setas de cardo y cuyas raíces y hojas tiernas, sin pinchos, pueden comerse cocidas. La comadreja cuando es picada por una víbora, acude al cardo corredor frotándose en él la parte herida. Según dicen, el simple hecho de llevar esta planta en los viajes, evita las heridas en los pies del caminante.
¡Oh, que placer encontrar hierbas tan virtuosas! Cuando el hambre acuciaba no me faltaban exquisitas verduras como el armuelle, la rosa silvestre, la ortiga, la borraja silvestre y los brotes de amapola. Los pétalos rojos de esta flor aromatizan el vino, los quesos holandeses y algunos jarabes. También sirven para teñir la lana.
Y por fin el esparto que podría llamarse espartano por crecer en sitios tan secos, sirve para hacer nobles tejidos.
Piensa en las silvestres plantas que la lluvia como a espejo bruñe.
OMAR KHAYYAN