CAPITVLO II

Estando solitario se me iluminó la cabeza

SENTADO en mi cama me puse a pensar que todos me tomaban por un loco. Me subía a los árboles, hablaba con las farolas y en el trabajo me reía sin motivo y hacía pajaritas de papel. Me sentía muy solo. Como dice Hermann Hesse «yo era un lobo estepario perdido entre los demás, dentro de las ciudades, en medio de los rebaños». Pensé que no estaba loco. Era el resto de la gente la que vivía fuera de sus cabales, en un gran manicomio. Empecé a hojear en mi biblioteca los libros de aventuras que había leído cuando era pequeño y de repente una gran idea pasó por mi mente. Me iría de la ciudad y recorrería los bosques para aprender de la Naturaleza lo que la ciudad me negaba. Así que, con gran rapidez, cogí mi maleta y fui a la estación, donde tomé un furgón que me llevó hasta el Pirineo.