CAPITVLO XXI

Como alma que lleva el diablo huyo del fiero estampido

VN día que paseaba tranquilo por el bosque noté que unos cazadores merodeaban el territorio. Al cabo de un rato, mientras yo recogía hierbas apaciblemente, un estruendoso disparo pasó silbando en mi oído. Erizáronseme los cabellos por aquel fogonazo y tuve que huir despavorido. Al parecer habían confundido mis ropajes con la piel de algún animal salvaje y, como muchas veces, son más rápidos de gatillo que de pensamiento, habían disparado hacia mí.

Cuando mis pies pudieron parar me senté junto a un árbol y me quedé pensando que si yo fuera cazador y tuviera un animal delante de mi rifle, cuando lo tuviese a tiro me quedaría extasiado al ver la belleza y arrogancia del animal, y desistiría de mi empeño, prefiriendo contemplarlo a matarlo.