CAPITVLO XLIII

En las riberas del Ebro

AL divisar la orilla del río me quedé admirado de tan bello espectáculo. Se ponía el sol entre las choperas y las aguas bajaban caudalosas, anhelantes por llegar al mar. La hierba estaba muy verde debido a que la inundaban periódicamente las crecidas. El río discurría grandioso.

Antiguamente los romanos lo consideraban una divinidad fluvial a la que llamaban Iber. Atraviesa los lugares más secos de la región proporcionándoles agua y permitiendo el cultivo y la riqueza como hiciera el Nilo en Egipto.

En sus orillas hay fértiles sotos, lagunas y galachos con rica fauna y flora. Desgraciadamente en algunos galachos, como en el de la Alfranca, cercano a Zaragoza, algunas garzas, nutrias y águilas pescadoras están en peligro de extinción por culpa de los cazadores y de aquellas gentes que pretenden construir chalets a sus orillas, contra lo cual luchan todos los ecologistas de Zaragoza.