CAPITVLO I
Gemebundo y desconcertado, hallábame en la ciudad
OS voy a contar mi historia. Yo vivía en una ciudad muy grande y muy aburrida. Las callejas se difuminaban con el humo gris de las fábricas. Se veía el cielo muy lejos, muy arriba. La muchedumbre que transitaba la calle me llenaba de angustia. Todos tenían una mirada inexpresiva y se movían automáticamente como si hormigas fueran. Aburridos estudiantes, enfebrecidos hinchas de fútbol, ejecutivos vestidos de pingüino y mirones de televisión, iban y venían por entre los anuncios publicitarios que invitaban a comprar objetos inútiles a aquellas pobres gentes. Los niños se quedaban en sus casas puesto que en la calle el tráfico les impedía jugar.
Continuaba caminando por las aceras. No se veían músicos por las calles ni deshollinadores por los tejados. Tan solo mujeres con cara de loro, hablando de modas, gente preocupada por los exámenes o por cobrar el sueldo a fin de mes sin saber que de nada sirve la riqueza material si no va acompañada de riqueza de espíritu.
Vi la ciudad agobiante y sin imaginación y regresé a mi casa alicaído, como un sauce llorón.