CAPITVLO XXVI

Insectos, miniaturas del bosque

AGRADECIDOS al sol por su brillante luz, pululaban por la hierba numerosos insectos de bellos colores. Posada en las gramíneas, la mantis religiosa, llamada así por su actitud similar a la de estar rezando, suele comerse al macho en cuanto nacen los hijos.

Mil mariposas de vida fugaz esparcían el polen de las flores a lo largo y ancho del valle. Parece mentira que las orugas, gusanos poco llamativos, se conviertan en semejantes seres multicolores: mariposas blancas de la col, mariposas limoneras de color amarillo, el apolo, moteado de rojo y negro, el Manto de Oro, anaranjada, la azul mariposa hormiguera y la verde geómetra esmeralda.

En el suelo, las hormigas aprovisionaban víveres para el invierno, y me quedé mirándolas un rato tomando ejemplo de su paciencia y lamentando la férrea disciplina que les obligaban a llevar.

Espléndidas abejas libaban las flores. Cuenta una leyenda que habiendo creado Dios a los animales, todos estaban satisfechos con sus atributos. Sin embargo, la abeja no se conformaba con fabricar miel y pidió a Dios que le concediera un arma para defenderse de los hombres que pretendieran arrebatarle tan preciosa sustancia. Dios le concedió aguijón, pero en castigo a su maldad le dijo que moriría cada vez que lo utilizase. Por eso las abejas, cuando pican, mueren a continuación.

Eran cientos las especies de arañas multicolores que fabricaban sus telas entre las hierbas del prado. Normalmente son inofensivas y no deben temerse. Cuentan de Luis XIV que mandó fabricarse un traje únicamente con la resistente seda que tejen las arañas, más fuerte que un hilil1o de acero del mismo grosor. La tela de araña aplicada sobre las heridas es curativa, y mezclada con manteca sana las calenturas. Las arañas son unos animales con grandes habilidades: caminan igual en todas las direcciones y predicen el tiempo, acurrucándose en un rincón de la tela cuando se avecina lluvia. Tienen un gran instinto.