39

Retrato de familia

Connor abrió la puerta del camarote de Lola y se sorprendió de encontrarlo en silencio y vacío. No, vacío no… al cerrar la puerta, advirtió que había otra persona: Grace. Estaba de pie detrás de la mesa, delante de un caballete tapado con una tela roja de terciopelo. Al advertir su presencia, Grace se volvió. Al principio, Connor se sorprendió al verle el tatuaje del corazón negro en el ojo izquierdo, pero enseguida se dio cuenta de que, en realidad, ya lo llevaba desde hacía varias noches, aunque él tuviera la sensación de que no haberlo visto realmente hasta ese momento.

—¿Dónde están todos? —preguntó mientras se acercaba a la mesa. Estaba servida con comida, aunque, en comparación con otras veces, la cantidad era modesta: una merienda-cena más que un banquete.

—Se están preparando para el abordaje —respondió Grace—. Aquí hay una nota de Lola. —Señaló la mesa, pero Connor no se molestó en coger el papel—. Dice que ella y Sidorio vendrán después y que deberíamos empezar sin ellos.

Connor vaciló, reacio, por alguna razón, a sentarse a la mesa.

—El abordaje de esta noche —dijo Grace—. Es contra tu barco, ¿verdad? El Tigre.

Connor asintió.

—Sí, aunque, para ser exactos, el Tigre es el barco de Cheng Li.

Grace lo miró a los ojos.

—¿No estás preocupado por ella y tus otros compañeros?

—Claro que lo estoy —respondió Connor—, pero, si alguien puede defenderse de los vampiratas, es la tripulación del Tigre. De hecho, si alguien debe preocuparse, es Obsidian Darke. Es quien dirige el abordaje.

Grace se estremeció solo con oír el nombre. Darke tenía algo inquietante. Se acercó a la mesa e inspeccionó la comida. Como de costumbre, parecía deliciosa, pero, desde que había empezado a beber sangre, los manjares del cocinero Escoffier ya no le apetecían tanto. De pronto, se volvió hacia su hermano.

—Has avisado a Cheng Li del abordaje, ¿verdad?

Connor sonrió pero no dijo nada.

Grace asintió, encajando mentalmente las piezas del rompecabezas.

—Por eso ha venido Bart. Has enviado un mensaje con él.

Connor negó con la cabeza.

—Casi, pero la aparición de Bart me ha cogido por sorpresa. Mandé el mensaje antes de su visita.

Grace apartó una silla y se sentó.

—Te envidio, Connor. Con todo lo que estamos pasando, tú siempre has sabido en qué bando estás. Tu vida tiene tanta claridad…, eres un pirata en misión secreta. Pase lo que pase aquí, por mucho que Sidorio y Stukeley intenten congraciarse contigo, nunca has perdido de vista tu misión. Estás aquí para espiar a los rebeldes y enviar información y eso es lo que has hecho. Y ahora imagino que tu misión ha concluido con éxito y volverás al Tigre, suponiendo que sobreviva al abordaje de esta noche.

Connor sacó la silla contigua a la de su hermana.

—Sobrevivirá al abordaje —afirmó mientras tomaba asiento—. Cheng Li y Cate llevan meses preparándose para esto. —Hizo una pausa antes de volver a hablar, en voz más baja—. Pero no voy a volver.

Grace lo miró con asombro.

—¿Qué quieres decir?

Connor le sostuvo la mirada.

—Justo eso. Ahora soy un dampiro. Por supuesto, lo he sido siempre, solo que no lo sabía. Así que ahora siempre tengo sed de sangre. ¿Cómo voy a volver y vivir entre personas normales?

—Mortales —lo corrigió Grace.

—Eso, personas normales. Yo ya no soy mortal. Soy un dampiro, el hijo de Sidorio. Odio serlo, por supuesto. Odio el hambre y la violencia. Francamente, lo odio casi todo de mi vida a bordo del Capitán Sanguinario. Pero, sobre todo, odio el ser en el que me he convertido. Lo daría todo por recuperar mi vida anterior, pero eso es imposible. No puedo luchar contra mi verdadera naturaleza, pero puedo proteger a las personas que quiero. Y eso significa que debo mantenerme lo más alejado posible de ellas.

—Oh, Connor —dijo Grace mientras le cogía la mano—. Lamento que te sientas así. Ojalá hubiéramos hablado antes.

Connor se encogió de hombros. Le apretó la mano pero luego se la soltó.

—¿Qué sentido tiene hablar? Probablemente, lo superaremos. Siempre lo hacemos.

Grace frunció el entrecejo.

—Connor, detesto verte así. Ahora eres inmortal. Los dos hemos sido bendecidos con este don asombroso. No puedes resignarte a vivir eternamente y ya está. Tiene que haber algo más que eso. ¡Tenemos que dar un sentido a nuestras vidas!

Connor sonrió con amargura.

—Bart y Molucco tienen un lema: la vida de un pirata debería ser «corta pero alegre». Hasta ahora, no le veía sentido, pero, cuando pienso en la alternativa, esta alternativa, lo entiendo perfectamente.

Grace se estremeció.

—¿De verdad me estás diciendo que te cambiarías por Molucco? Ahora está muerto, ¿no?

Connor asintió.

—Sí y sí.

—Oh, Connor —se lamentó Grace.

—Hablemos de ti —dijo él—. Parece que te has adaptado a esta vida con bastante facilidad, a diferencia de mí.

—Con demasiada facilidad —observó Grace—. No olvides que yo también vine con una misión. Bueno, dos misiones, de hecho. Mi misión oficial era similar a la tuya: espiar a los rebeldes e informar a los nocturnos. —Al ver la expresión vaga de su hermano, le recordó—: Es el nuevo nombre que Mosh Zu y Lorcan han puesto a su tripulación.

—Sí, me acuerdo —dijo Connor—. ¿Y cómo ha ido tu misión?

Grace asintió.

—He cumplido y les he informado todas las noches proyectándome astralmente a su barco. —De pronto, se quedó callada y lo miró—. ¿Y tú? ¿Cómo has enviado la información a Cheng Li?

Connor sonrió.

—Lo he hecho a través de una cola de pez, una especie de sirena. ¿Cómo si no?

Grace volvió a asentir, impresionada.

—Bueno, como digo, he cumplido. Les he explicado cómo funcionan las cosas aquí: las cacerías de Lola, ese tipo de cosas. Creo que opinan que ha sido útil.

—No pareces muy segura —dijo Connor.

Grace se encogió de hombros.

—Estoy segura de lo que opinan ellos; lo que tengo menos claro es lo que opino yo. Aunque vine en misión oficial, también tenía mi propia misión. Creía que podría utilizar mi influencia, esta nueva posición como hija de Sidorio, para cambiar su forma de hacer las cosas. Ingenuamente, creía que podría civilizarlos.

—¿Qué ha pasado que te ha hecho cambiar de opinión? —preguntó Connor.

—Esto —respondió Grace, señalando la mesa. Cogió una galleta rosa y se la puso en la palma de la mano—. Estas preciosas galletitas, y todo lo que nos han estado dando de comer desde nuestra primera noche aquí, lleva sangre. Lo han estado utilizando para estimular mi hambre. Y, por supuesto, la tuya.

Connor hizo un gesto afirmativo. Todo tenía sentido.

—Parece que tú has conseguido dominar tu hambre mucho mejor que yo —continuó Grace—. Estoy descontrolada, Connor. Me da muchísima vergüenza admitirlo, pero, hace unas noches, en una de las cacerías de Lola, casi maté a una chica. ¿No es terrible?

Connor se encogió de hombros, con expresión sombría.

—Ya hay un asesino sentado a esta mesa —dijo—. ¿Por qué no dos?

Grace compuso una mueca de disgusto. Detestaba que su hermano se flagelara de aquel modo.

—Tenías buenas razones para matar a aquel guardia. Actuaste para salvar la vida de tu camarada. Pero las cacerías de Lola solo son por diversión. Toda esa sangre, embotellada en su bodega, es totalmente innecesaria.

Connor negó con la cabeza.

—A mí parecer, es totalmente necesaria. Todos los tripulantes de estos dos o, mejor dicho, cinco barcos necesitan sangre para sobrevivir, Grace. Incluidos nosotros.

—Sí —admitió Grace—. Pero hay otra forma: la forma de los nocturnos. El hambre me ha ofuscado y he perdido eso de vista, pero ahora empiezo a ver otra vez con claridad—. Se volvió hacia Connor—. La idea de que alguien beba sangre de otra persona nunca me ha parecido tan terrible porque he visto que puede hacerse de un modo disciplinado y responsable mediante el sistema de donantes. —Trituró la galletita en el puño y echó las migas al suelo—. No hace falta que muera gente para que nosotros vivamos.

La repentina muestra de fortaleza de su hermana impresionó a Connor.

—Decías que envidiabas mi claridad, pero parece que la clarividente seas tú, Grace. Si eres capaz de aceptar tu sed de sangre, sabes en qué barco deberías navegar, sabes de qué personas necesitas rodearte. Desde mi perspectiva, parece que lo tengas todo resuelto, hermanita.

Grace no estuvo de acuerdo.

—No es tan sencillo, Connor, y tú lo sabes. Me gusta estar aquí. Los vampiratas siempre me han parecido fascinantes. Adoro su cultura y siempre me ha encantado oír sus historias personales. Lo peor no ha sido descubrir que pertenecía realmente a este mundo. Pensaba que estar en el Vagabundo iba a ser horrible, pero, en muchos aspectos, es mucho más divertido que el Nocturno. Aquí he hecho muy buenos amigos: Mimma, Jacqui y Nat…

—¿Y Johnny? —añadió Connor.

Grace se ruborizó.

—Sí, y Johnny. Es genial. Ya lo conocía, ¿sabes? De Santuario. Cree que es un chico malo, pero, en el fondo, no es más que un gatito.

Connor enarcó las cejas.

—Por lo que he oído, él dirigió el ataque contra Molucco. Tu gatito puede ser otro tigre devorador de hombres.

La expresión de Grace se tornó circunspecta.

—Johnny se deja influir muy fácilmente —dijo—. Así fue mientras fue mortal y así ha continuado siendo desde que cruzó. Ha tomado ejemplo de Sidorio y Stukeley, pero está igual de abierto a las buenas influencias…

—Como tú —sugirió Connor.

—Bueno, sí —convino Grace.

—Creía que ya tenías novio —dijo Connor.

Grace frunció el entrecejo.

—Así es —respondió—. Y quiero muchísimo a Lorcan. Él ha sido increíble, desde el mismo principio. Lo último que quiero es hacerle daño, pero creo que es posible que ya se lo haya hecho.

Connor le apretó la mano.

—Eres joven —dijo—. Los dos lo somos. Siempre hemos sabido que teníamos toda la vida por delante; solo que no sabíamos que, además, iba a ser eterna. Grace, después de todo lo que hemos pasado, creo que podemos permitirnos cometer unos cuantos errores, para averiguar en qué creemos y quiénes somos.

Grace sonrió.

—Sí —convino—. Tienes razón.

—Ha sido agradable tener esta oportunidad de hablar, solos los dos —dijo Connor—. Es de locos, en realidad; estamos cerca por primera vez en un montón de tiempo y, sin embargo, casi no nos hemos hablado ninguna de estas noches.

—Sí —dijo Grace—. Pero nos estaban pasando muchas cosas. Me bastaba con saber que te tenía cerca.

Connor le sonrió.

—Gracias, Grace. Eso significa mucho para mí.

Ella volvió a apretarle la mano.

—Siempre estaré a tu lado —dijo—. Puedes apartar a otras personas de tu vida, pero no me apartes a mí, por favor. —Sonrió—. Creo que estoy empezando a darme cuenta de que somos más dueños de nuestro destino de lo que creemos.

Justo en ese momento, la puerta se abrió y entró Lola, con Sidorio pisándole los talones.

—Hola, queridos —dijo al acercarse. Arrugó la frente—. ¿Qué os pasa? Apenas habéis probado bocado.

—No tengo hambre —adujo Connor, sin tono de disculpa.

—Hemos estado demasiado ocupados hablando —añadió Grace—. Es agradable pasar un rato en familia.

—Hablando de la familia —dijo Lola, mirando a Sidorio—. Tengo una sorpresa para ti, amor mío.

Tres pares de ojos la miraron con expectación. Sonriendo, ella pasó por delante de los gemelos hasta el caballete tapado con la tela roja de terciopelo.

—El signor Caravaggio ha traído nuestro retrato de familia hace un rato. Me he contenido para no verlo hasta que estuviéramos todos. ¡Acercaos y lo descubriré!

Los gemelos se levantaron de la mesa y se acercaron. Sidorio los siguió.

Lola cogió la tela por una esquina y tiró de ella.

—Una… dos… ¡tres!

Grace contuvo un grito.

Connor frunció el entrecejo.

Sidorio sonrió.

Lola se deshizo de la tela y aplaudió.

—Es una maravilla, ¿verdad? ¿No es una obra magnífica?

—Sí —respondió Sidorio, rodeándola por la cintura—. Mi familia.

—Nuestra familia —lo corrigió ella mientras indicaba a los gemelos que se acercaran.

Connor se quedó junto al retrato, reacio a participar en un abrazo de grupo. El cuadro era absolutamente grotesco. Los habían pintado a todos con el fuego del hambre en los ojos y tanto él como Sidorio tenían regueros de sangre en la boca. Aunque el pintor los había retratado bastante bien, también se había tomado muchas licencias artísticas. Viendo el resultado, entendía por qué habían posado tan pocas veces.

—Es muy bueno —dijo Grace, con contundencia—. ¿Dónde lo vais a colgar?

Sidorio se encogió de hombros, pero, como de costumbre, Lola se le había adelantado.

—Querido, he pensado que deberíais tenerlo en el Capitán Sanguinario. A fin de cuentas, es el barco que lidera tu flota. Y de esa forma, aunque Grace y yo no estemos físicamente a bordo, servirá para recordarte a las dos mujeres más importantes de tu vida.

Sidorio asintió y se inclinó para besar a su mujer.

—Me parece perfecto —dijo.

Lola alzó el cuadro y se lo ofreció a su esposo.

—¿Por qué no te lo llevas ahora? —sugirió. Miró a los gemelos—. Bueno, viendo que ninguno de los dos ha tocado la comida, doy por terminada la refacción. Además, esta noche va a ser muy excitante para los dos. —Sonrió de forma enigmática.

—¿A qué te refieres? —preguntó Grace.

Lola miró a Sidorio.

—Dejaré que os lo explique vuestro padre —respondió.

Sidorio sonrió y sus colmillos de oro centellearon.

—Lola tiene razón. Esta noche es una noche muy especial para los dos —dijo—. Grace, tienes que presentarte en la cubierta del Diablo. Obsidian Darke ha pedido que te unas a su equipo de ataque.

Grace palideció.

—¿Quiere que participe en el abordaje del Tigre?

—Es excitante, ¿no? —dijo Lola—. Corre, querida, ya casi están listos. Oh, y quizá quieras cambiarte de zapatos.

Antes de que Grace pudiera protestar, Sidorio se dirigió a Connor:

—Hijo mío, esta será la noche de tu iniciación. Esta noche, te convertirás en un dampiro hecho y derecho cuando tú y yo bebamos sangre juntos. —Sonrió a Connor con orgullo—. Ve a tu camarote del Capitán Sanguinario. Allí encontrarás una nota mía y el primero de los tres regalos que señalarán esta noche trascendental.