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Había perdido la cuenta de las horas que llevábamos circulando perezosamente entre campos de olivos, viñedos y almendros, mientras esperábamos a que anocheciera.
Con una actitud propia de mi hija, Lorelei se había mostrado arisca y enfurruñada desde que habíamos salido de Horta. Yo había intentado sonsacarle dónde había estado los últimos días y, sobre todo, qué le había sucedido a Oriol, pero se había limitado a callar mientras buscaba canciones en la radio.
Ahora sonaba un tema de Charlotte Gainsbourg, cuyo estribillo nos iba como anillo al dedo.
In the Time of the Assassins
They say hallelujah
It doesn't take a miracle to raise a
Heart from the dead