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Abro los ojos con pereza, miro por la ventana, está todo nublado, parece el típico escenario de una película de miedo, pero a mí me encantan estos días. Un gruñido hace que me gire hacia el otro lado, descubriendo enseguida que Ares está profundamente dormido a mi lado. Me incorporo para observar su rostro con detenimiento, parece tan relajado, que nadie diría que es el jefe de una banda de psicópatas.

De repente, como si advirtiera que lo estoy observando, abre los ojos, me mira como un depredador asustado, lo que hace que casi me de un infarto. Poco a poco, me va enfocando y sus ojos se tornan cristalinos, al mismo tiempo que mi corazón se recupera.

—¡Qué susto! —tengo la mano sobre el pecho.

—No estoy acostumbrado a despertar acompañado, perdona —sonríe socarrón.

—Te ha faltado inmovilizarme. ¡Vaya despertar más romántico!

Esa idea no me desagrada en absoluto.

Antes de que me dé tiempo a pestañear, lo tengo encima de mí, sujetándome las manos en la espalda, mientras me aprieta boca abajo contra el colchón.

—¿Esto te parece lo suficientemente romántico? —suspira en mi oído, haciendo que se me ponga el vello de punta.

—Recuérdame que no te vuelva a hacer sugerencias —le digo, mientras lucho inútilmente por liberarme.

—Las vistas desde aquí son inmejorables.

Suelta mis manos, me sostiene por las caderas con fuerza, para que no me gire y se apodera de mí con su más que experta lengua, haciendo que me agarre a las sábanas con fuerza y ahogue mis gritos en la almohada. Es extraordinario. Me regala un orgasmo matutino maravilloso.

Cuando estoy intentando recuperarme, me gira para ponerse sobre mí. Introduce su lengua en mi boca suavemente, haciendo que pruebe mi propio sabor. Se aparta un momento y me mira con deseo.

—Podría pasarme la vida entera mirándote, no puedo apartar los ojos de ti. —Todavía me cuesta mucho verlo en esta nueva faceta. El Ares cariñoso es igual de atractivo, si no más, que el implacable cazador de mujeres, pero hay algo dentro de mí que grita «¡peligro!» y no permite que me relaje del todo.

—¿La vida entera? Te estás emocionando demasiado, vaquero —le digo mientras me incorporo. Me observa muy serio, parece que siempre tiene algo entre manos.

—No podré ofrecerte todas las cosas del mundo, Keira, pero te ofrezco todo lo que quieras de mí —se echa boca arriba en el colchón.

—¡Me quedo con el pack completo! —le digo, mientras acaricio sus abdominales tan marcadas.

—Solo te pido que tengas paciencia conmigo, esta es mi primera vez.

—¡No me creo que el gran señor Hunter tenga todavía primeras veces! —digo riéndome.

—Te sorprendería —su risa es arrebatadora.

—¡No te creo!

—Yo tampoco creí que fuera capaz de enamorarme, hasta que te vi.

Se levanta de la cama tranquilamente, sin darme opción a decir nada, me ha dejado con la boca abierta. Se despereza, bosteza, se estira… Me da un beso, para después, irse con paso ligero hasta el baño, como si no acabara de decirme todas esas cosas tan bonitas. Yo me quedo tirada en la cama, perezosa, observando su culo moreno, duro y respingón mientras camina.

Me hace especular, por un lado, si lo que me dice son frases ya hechas que ha dicho a mil mujeres anteriormente, pero, por otro lado, me mira a los ojos de una manera tan pura, que no me queda más remedio que creer cada palabra que sale de esos labios pecaminosos.

Este doble juego es, precisamente, lo que me vuelve loca de él. Siempre supe que tengo algo de masoquista, de no ser así, ya estaría felizmente casada y con niños, como casi todas mis amigas.

Aparece en la puerta del dormitorio, el vaho que sale del baño es similar al de un baño turco, con lo cual, su figura aparece en mi campo de visión como si fuese una especie de actor de cine haciendo su aparición estelar.

Lleva una toalla enrollada alrededor de sus caderas, dejando al descubierto sus espectaculares oblicuos, el pelo mojado y despeinado, gotas de agua resbalan por su torso… Una escena digna de la nominación al hombre más irresistible del planeta. Se me hace la boca agua al mirarlo y me relamo inconscientemente.

—En vez de Ares, debieron ponerte Adonis —me acerco hasta él decidida.

—Creo que Ares sigue siendo más apropiado. —Levanta una ceja.

—Vamos a ver qué esconde esta toalla —levanta las manos y yo le quito la prenda de su sitio, tirándola por los aires. Lo que hace que se dibuje una sonrisa divertida en su boca.

Cuando descubro el pastel, para mi sorpresa, está más que preparado para el desayuno.

—Vaya, ahora entiendo lo del dios de la guerra —susurro mientras me acerco más a él.

—Todavía te quedan muchas batallas por lidiar, cariño, pero vas por buen camino.

Acaricio su pecho, bajando hasta su gran miembro, que me espera sediento. Me arrodillo frente a él y sin más ceremonia, le hago darse cuenta de que a partir de hoy va a perder cada una de las batallas que juegue conmigo. Él echa la cabeza hacia atrás, bufando como un toro. No aguanta demasiado y termina derramándose en mi boca.

—Acabo de darme cuenta de que estoy perdido —me confiesa, todavía con los ojos invadidos por el deseo, mirándome desde arriba y con los dedos enredados en mi pelo.

—Ya lo sabías desde hace tiempo, Hunter, solamente has estado intentando luchar contra ello. —Me incorporo e inmediatamente invade mi boca.

—Tú no me lo has puesto fácil, fiera.

—¡No te lo merecías!

—Vamos a la ducha, a ver si me lo merezco.

Me coge en brazos, haciendo que se me escape un pequeño gritito de sorpresa y nos duchamos juntos.

Siento una conexión extraña con él, aunque realmente no lo conozco, pero me hace sentir segura. No es lógico. Mi sentido de la supervivencia debe de estar completamente atrofiado, esto es lo mismo que si un ratón dijera que se siente a salvo estando junto a un tigre. Llamarme loca de atar se quedaría corto.

Después de unos cuantos arrumacos en la ducha, Ares se viste y baja al quiosco a por la prensa de hoy. Dice que tiene que comprobar la cotización de miles de empresas donde tiene invertida su fortuna.

—Yo no podría vivir si mi dinero dependiera de las acciones de una empresa —le digo, mientras doy un mordisco a mi tostada.

—Eso lo dices porque no lo entiendes. Es muy emocionante. Adrenalina pura. —Él solo toma un café.

—Ares, no entiendo cómo no has sufrido una sobredosis de adrenalina a estas alturas de tu vida. Un poco está bien, pero lo tuyo no creo que sea sano.

—Lo necesito para vivir, yo soy así, o vivo emociones fuertes cada día o me hundo en la miseria. Las inversiones son una de las maneras de conseguirlo.

—Creo que eso ya roza lo enfermizo, tarde o temprano deberás calmarte, a tu edad se aspira a otras cosas.

—No lo creo, yo no soy de esos, preciosa. Piénsalo. Todavía estás a tiempo —ha dejado la taza del café sobre la encimera y me mira con atención.

—¿Qué no eres exactamente?

—Yo no soy de los que están tirados en el sofá una tarde de domingo ni de los que van a hacer la compra al supermercado. No te voy a engañar, quiero hacer las cosas bien desde el principio.

—¿Entonces qué haces los domingos? —«¡Vaya tontería de pregunta!».

—Pronto lo sabrás —dice con su voz de seductor fatal.

Este es el tipo de frase que me hace temblar de miedo, pero al mismo tiempo excitarme como nunca. Creo que me estoy volviendo loca.

—Me tengo que ir, muñeca ¿te recojo a las 9.00?

¡¿Qué me recoge a las 9.00!?

—¿Por qué?

—Para ir a mi casa, eso hacen las parejas, ¿no?

«¡¿LAS PAREJAS?!».

«Bueno, parejas se llama también a las cosas que van de dos en dos, no necesariamente debe significar nada más». Tomo aire antes de dejarme llevar por un ataque de nervios. He tenido una dosis demasiado alta de endorfinas en mi cuerpo, por lo tanto, se supone que debo estar relajada.

¿Con pareja-enfatizo- te refieres a que somos dos personas, verdad? —lo tanteo, intentando sonar tranquila.

—Con pareja —imita mi tono exageradamente, mofándose— me refiero a que somos una pareja, pero si quieres te lo explico…

—¡Espera, espera, espera! —alzo mi mano en señal de stop, interrumpiéndole—. ¿En qué momento exactamente has decidido POR TI MISMO que somos una pareja? —vuelvo a enfatizar.

—En el momento en que entré por esa puerta.

Creo que esto deberíamos discutirlo más detenidamente, no lo tengo claro, hay varios temas que debemos aclarar antes de definir lo que somos.

—Está bien, lo hablaremos durante la cena.

—Ares no me gusta que me organicen la vida, si quieres cenar conmigo me preguntas si puedo, o al menos si me apetece —hago aspavientos con las manos.

—De acuerdo, me lo apuntaré para la próxima. —Permanece en pie, mirándome impasible, pero con el ceño fruncido.

—¡Pero sigues sin preguntarlo!

—Keira, no me gusta que me lleven la contraria, si quiero cenar contigo, lo voy a hacer, ¡para eso eres mi novia!

—¡Oh! Esto va mejorando… —Me tapo la cara con ambas manos.

—¡Ni un terremoto que hundiera la tierra bajo mis pies me detendría, así que ves asimilándolo!

Me da un beso rápido, mientras intento con todas mis fuerzas no ponerme histérica, se gira y se marcha, sin más.

«¡NOVIA!».

Cuando estoy todavía atontada por todo lo acontecido en las últimas horas, aparece Gólum asustado.

—¡Eh! Cariño, ven aquí —sube de un salto a mis brazos y se acurruca en mi regazo—. Shhhhh, tranquilo ¿qué sucede pequeñito? —lo acaricio calmándolo. Mira hacia la puerta muy fijamente. Sospecho que Ares no le gusta.

Pasado un buen rato, el felino ha comprobado que no hay nadie ya en casa y se ha relajado. Los gatos tienen un sexto sentido y no me da buena espina que Ares no le guste.

Suena el pitido que indica que he recibido un wasap:

Ares:

 

 

 

Se me escapa un bufido ante semejante declaración.

Keira

 

 

Ares:

 

 

Sonrío mientras niego con la cabeza, no sé cuando me toma el pelo y cuando está hablando en serio.

«¡No me puedo creer que quiera que seamos una pareja!». Para empezar, no sabe el sentido de esa palabra, sería desastroso, y para terminar, no estoy segura de que yo quiera enseñárselo. En serio, esto promete.

Termino de desayunar tranquilamente, mientras leo el periódico que ha subido Ares. Al pasar una página, encuentro escrito en gigante con rotulador negro:

SI NO TUVIERAS MIEDO, ¿LO HARÍAS?

¿Cuándo ha escrito esto? Ha debido ser mientras subía de la calle, porque aquí hemos estado juntos todo el tiempo.

Me quedo absorta, mirando esta frase que me ha escrito.

¿Tengo miedo? Mucho. ¿A qué? A que me vuelvan a hacer daño. Si he de ser sincera conmigo misma, no tengo miedo de Ares, no entiendo el por qué, pero me fío de él.

¿Qué haría si no tuviera miedo? Creo que se refiere a que seamos algo más, ¿lo haría? ¡Claro que sí…!

Mi cerebro se va a autodestruir de un momento a otro, lo tengo demasiado ocupado día y noche, necesita una tregua, no puedo pensar tanto. Emma siempre me lo dice, soy demasiado calculadora para la edad que tengo. De vez en cuando debería dejarme llevar un poco por la locura, ¿no? Como antes…

Me dirijo hacia mi habitación, abro las puertas del armario. Quiero demostrar al mundo que estoy decidida a disfrutar de la vida, que me siento feliz y que voy a arriesgar. Hoy no voy a ir de mujer seria y respetable. Me voy a poner una mini falda vaquera muy mini, unas botas altas de cowboy color beis y una camiseta rosa con un dibujo de un chihuahua muy cursi del mismo tono que las botas.

Miro mi imagen en el espejo de la entrada antes de salir y me gusta mucho, un poco informal, pero sobre todo muy sexi.

Club de seducción
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