C:\Users\Florin\Desktop\Rambhá\antifaz fondo blanco.jpg25

 

 

Estoy en la cocina. Todavía no he asimilado que mi ex esté ahí sentado en el sillón, acariciando a Gólum. Le está llenando su traje de diseño exclusivo, hecho a medida, de pelos blancos, pero no parece importarle. El gato traidor está ronroneando de lo lindo, disfrutando de las caricias de esas manos.

Me acerco hasta la mesa baja, observándolo. No dejo de pellizcarme el brazo. Quizá, en uno de los pellizcos consiga despertar de esta pesadilla.

He abierto una botella de vino, él ha tomado una copa y yo me estoy terminando la botella.

—Veo que algunas cosas no han cambiado. —Señala mi copa vacía.

—No creo que hayas venido a hablar de lo que bebo, así es que te agradecería que fueras directo al grano, mañana tengo que madrugar. —Lo apunto con una patata frita desde mi sillón. Me he sentado lo más lejos posible de él.

—Como quieras —carraspea y se incorpora en el sofá, lo que hace que Gólum salte enfadado de su regazo, lo mira mal desde abajo—. Tiene el mismo carácter que la dueña. —Sonríe, sentado con las piernas abiertas y los codos apoyados en sus rodillas, me mira fijamente con ese verde esmeralda.

—Si lo tuviera, ya te habría arañado. —«He dicho esto en voz alta… ¿Sí?». Él sonríe y niega con la cabeza.

—Keira, creemos que corres peligro… —Me mira fijamente.

—¿Creemos? ¿Quiénes? ¿Hay alguien más, aparte de ti, que piense que soy una dama en apuros? —lo interrumpo.

—Perdona. —Se lleva una mano a la nuca y se la acaricia—. Tengo tantas cosas que decirte que he empezado por el final.-Mantiene la compostura en todo momento.

—Vale, soy toda oídos.

—Soy un agente secreto del servicio de inteligencia español.

—¡Toma ya! —Me muerdo el labio inferior.

—Estamos investigando una organización que, en un principio comenzó siendo un juego de niños, pero que en la actualidad mueve millones de euros.

—¡Ah, muy bien!, me parece interesante que el dinero público se destine a ese tipo de cosas. —Me cruzo de brazos, le estoy tomando el pelo. Éste no es agente secreto ni en sus mejores sueños.

—Keira, presta atención, por favor. —Toma aire, a lo mejor no está tan tranquilo como me quiere hacer creer.

—Es que no entiendo qué tiene que ver todo esto conmigo… ¿debo dinero a Hacienda? —Veo que contiene una sonrisa, se obliga a mantenerse serio.

—Se han fijado en ti —observa mi reacción.

—¿En mí? ¿Para qué? —Bebo tranquilamente.

—El juego consiste en seleccionar mujeres para que se acuesten con un participante. Las mujeres a conquistar las seleccionan los adversarios de dicho participante, a votación de la mayoría. Según el grado de dificultad, las apuestan suben o bajan. No es lo mismo conquistar a Giselle Bünchen, que a una frutera en el mercado, evidentemente.

—¿¡Giselle Bündchen!? ¿¿En serio?? —Esto se pone interesante—. ¡Juego en la misma liga que la Bündchen!

—Déjame terminar y ahora me preguntas —ha puesto los ojos en blanco.

—Vale —levanto las manos, él manda—. El juego. ¿Hay reglas?

—Hay un límite de edad de dieciocho años, tanto para «presas», como para miembros. Hay también un tiempo límite para conseguir a la mujer, que normalmente es de un mes. Se puede reducir el tiempo, así la apuesta aumentaría. Están permitidas las tapaderas, es decir, identidades falsas, coartadas, involucrar amigos, familiares, mentiras… Todo lo que les permita conseguir el fin.

—Parece divertido, se da un aire al Parchís, ¡me como una y gano veinte! —Me río yo sola de mi original broma.

—Solo hay una prohibición, las drogas. El acto debe ser consensuado, sin ningún tipo se sustancia de por medio que manipule la voluntad de la víctima.

—¿Y cómo saben los demás que el acto ha sido consensuado?

—Mediante pruebas, pueden ser mensajes de WhatsApp, conversaciones grabadas, fotos, vídeos… Te puedes hacer una idea.

—Esto me parece más bien un pasatiempos de hombres prepotentes con pasta, que algo peligroso, ¿qué tiene que ver aquí el CNI?

—La semana pasada, a uno de ellos, la tapadera de médico se le fue de las manos, se puso a operar a un paciente y éste murió. Empezamos a investigar y hemos encontrado varios hechos delictivos en el jueguecito, o lo que ellos llaman El Club. Cada vez hay más integrantes nuevos con ganas de innovar y cada vez se pone más divertido el asunto.

—Joderrrrr…

—Imagina que el ganar o el perder una ingente cantidad de dinero, dependiese de la decisión de una mujer de acostarse o no contigo… Esto deriva en violaciones, extorsiones, secuestros, blanqueamiento de dinero, etc. Estamos investigando algo más gordo, que no estoy autorizado a contarte.

—¿Y qué tengo que ver yo con todo esto? —No he terminado la frase y mi querida Judith Navarro me viene a la cabeza.

—Tu amiguito —dice esta palabra con retintín— Ares Hunter, es el vencedor absoluto de todas las apuestas. Se rumorea que él y Cristian Ritz fueron quienes fundaron El Club. Si los pillamos con las manos en la masa, podremos desmantelarlo y obtener nombres.

—¡Oh, Dios mío! —Ahora sí que me ha entrado el pánico.

—Si los pillamos, Keira, podremos proteger a todas las mujeres que son susceptibles de sufrir todo tipo de aberraciones. Se están cometiendo crímenes con la única excusa de no perder el dinero apostado. Hay verdaderos enfermos involucrados. No creo que necesites detalles. —Se muerde un nudillo.

No puedo hablar.

Me he quedado blanca.

Me recuesto en el sofá, sin articular palabra. Jairo me mira sin saber qué decir.

—¿Por qué siempre tengo que fijarme en el más hijo de puta del lugar? No lo entiendo, debo tener algún defecto de fábrica —estoy hablando conmigo misma, pero en voz alta.

—No creo que el defecto lo tengas tú. —Se levanta del sofá.

—Sí, claro que lo tengo yo, y además bien gordo.

—¿Os habéis acostado? —Apoya ambas manos a cada lado de mis piernas. Siento cómo mi cuerpo reacciona al suyo, como si lo reconociera.

—¿Y a ti qué te importa? ¡Joder! Esto no me puede estar pasando… —Intento centrarme, pero su presencia me paraliza.

Está nervioso, se quita la chaqueta, la suelta en el sofá y se remanga la camisa. Se saca la corbata por la cabeza a lo bestia  y la tira por los aires.

—Keira, necesito saberlo porque si no os habéis acostado todavía podemos pillar a ese cabrón.

Me levanto yo también del sofá, necesito mi espacio.

—Solo te contestaré a esa pregunta si tú antes me respondes a otra. —Clavo mis ojos en los suyos. Esto es un reto.

—Adelante —me anima con las manos. Sigue siendo un kamikaze.

—¿Haces esto realmente por las mujeres del mundo o por otro motivo?

—¿Y a ti qué más te da, Keira? —Empieza a respirar con dificultad, se está enfadando.

—Simple curiosidad —me encojo de hombros exageradamente, los dos sabemos por dónde van los tiros.

—¿Todavía no me has perdonado, verdad? —Tiene las manos metidas en los bolsillos del pantalón.

—¿Tengo algo que perdonarte? ¡Ah, sí!, espera ¿puede que tuviera que perdonarte el que me abandonaras en coma en un hospital y te largaras porque no tenías seguro en la moto? ¿O a lo mejor por no contestar a mis llamadas? ¿O quizá por besar a una mujer delante de mí solamente para hacerme daño?... —estoy gritando, ya está, se me ha ido de las manos.

—¡No te abandoné! ¡Eras mi vida! —Acaba de asestar un puñetazo a la pared con todas sus fuerzas.

—¡Desaparecer de la vida de alguien cuando está a punto de morirse es abandonarla! ¡Ni a un perro se le hace algo así! —Las lágrimas han comenzado a inundar mis ojos y resbalan por mis mejillas.

—Juré no decir esto jamás, pero no me dejas otra opción. —Apoya un brazo en la pared y mira hacia abajo—. Me llevaron detenido a la comisaría después del accidente para hacerme un test de alcoholemia, porque el tío que se saltó el stop dijo que yo iba borracho. Cuando fui a buscarte al hospital, tus padres ya estaban allí… y no me dejaron verte. Me dijeron que era una influencia negativa para ti, que desde que me conocías todo te iba peor, que si de verdad te quería, debía dejarte marchar, para que pudieras ser feliz…

—¡No es verdad, estás mintiendo! —lo interrumpo.

—Yo no tenía nada que ofrecerte, Keira.

Me acerco hasta él y lo miro a los ojos, entonces sé que me está diciendo la verdad.

—¿Y el beso con aquella chica delante de mí?

—Era la única manera de que me olvidaras. —Se está revolviendo el pelo, como cuando éramos más jovencitos. De repente, me da la sensación de que todos esos años no han pasado. Es él.

No puedo soportarlo más. Me abalanzo sobre él y lo beso. Él me rodea entre sus brazos y responde furioso a ese beso voraz, apretando los ojos con fuerza.

No recuerdo haber dado nunca un beso con tanto amor, con tanto sentimiento y tan lleno de emociones. Un beso que habla por sí solo y que borra de un plumazo cada segundo de sufrimiento que he vivido todos estos años. La canción de Bryan Adams ahora resuena en mi cabeza, pero con un significado completamente distinto.

Still feels like our best times are together
Feels like the first touch
We're still getting closer baby
Can't get closer enough
Still holding on
You're still number one
I remember the smell of your skin
I remember everything
I remember all your moves
I remember you yeah
I remember the nights, you know I still do

The one thing I'm sure of
Is the way we make love
The one thing I depend on
Is for us to stay strong
With every word and every breath I'm praying

 

Nos devoramos uno al otro con el ansia de recuperar todo el tiempo perdido. Creo que besa aún mejor que cuando éramos novios, ha depurado la técnica. Enseguida mi mente pervertida se pregunta si también habrá depurado más técnicas… Inmediatamente siento un ardor en la entrepierna.

Me separo de él un instante, intentando recobrar el aliento, me mira con deseo, su mirada felina es la misma de entonces, soy su presa y no puedo escapar de sus garras. Ni quiero.

—No has contestado a mi pregunta, Jairo.

—Cuando me enseñaron la foto del próximo «trofeo» de Hunter no fui capaz de razonar. Vine corriendo a por ti.

—Te perdono.

Me coge por el culo y me sube encima de él, yo enrosco mis piernas en su cintura. Me lleva como un koala, mientras nos besamos, por toda la casa, chocando contra varias cosas, que van cayendo a nuestro paso, hasta que encuentra el dormitorio.

Cuando me baja al suelo, le arranco la camisa y sonríe pícaro. Él me desabrocha la cremallera del mono, que resbala lentamente hasta mis pies. Se detiene un momento para observarme. Menos mal que esta mañana me ha dado por ponerme el bodi de encaje azul y no algo más normal.

—Nunca pensé que pudiera ver algo más hermoso que mis recuerdos —jadea.

Le desabrocho el pantalón y lo dejo caer. Ahí está mi antigua amiga, esperándome ansiosa. No se parece a mi antigua amiga, más bien se parece a su madre.

Se acerca a mí, volvemos a besarnos hambrientos uno del otro. Se sienta en el borde de la cama, observándome con lujuria desde abajo y me atrae hacia sí. Me desabrocha el bodi y me lo quita. Acaricia mi piel como si fuera de porcelana. Besa mis pechos, masajeándolos sensualmente entre sus manos, echo la cabeza hacia atrás para saborearlo mejor. Cosa que él aprovecha para hundir su cabeza en mi entrepierna. Entonces, sin previo aviso… estallo de placer.

—Sigues sabiendo a gloria, pequeña.

Me acaricia todo el cuerpo. Nos besamos de nuevo y aprovecho para ir recostándolo sobre la cama a medida que lo empujo suavemente.

Cuando está tendido completamente, observo sus marcadas abdominales, está muchísimo más fuerte que antes, más definido. No me lo pienso dos veces y me subo encima de él.

—¡Joderrrrr… qué gusto! —gruñe al sentirme.

Me llena completamente, incluso me parece demasiado grande al principio, no recordaba semejante tamaño. Permanezco quieta hasta que mi cuerpo se acostumbra al suyo. Nos miramos.

—No te imaginas cuánto te he echado de menos, pequeña —ruge, mientras lo cabalgo lentamente.

Comenzamos el baile. Al principio nos cuesta un poco amoldarnos, pero después de un momento, los dos seguimos el mismo son. ¡Y vaya son!

Me hace gritar, gemir, sollozar y pedirle más mil veces.

Estoy enloquecida. Estoy poseída por la pasión desbordada que hay entre nosotros, no me sacio de él, en cuanto terminamos uno, quiero otro. Y así pasamos la noche entera.

 

Club de seducción
titlepage.xhtml
CR!6HVRQHJ41N0Q37VGSPQ1EJTBFR7A_split_000.html
CR!6HVRQHJ41N0Q37VGSPQ1EJTBFR7A_split_001.html
CR!6HVRQHJ41N0Q37VGSPQ1EJTBFR7A_split_002.html
CR!6HVRQHJ41N0Q37VGSPQ1EJTBFR7A_split_003.html
CR!6HVRQHJ41N0Q37VGSPQ1EJTBFR7A_split_004.html
CR!6HVRQHJ41N0Q37VGSPQ1EJTBFR7A_split_005.html
CR!6HVRQHJ41N0Q37VGSPQ1EJTBFR7A_split_006.html
CR!6HVRQHJ41N0Q37VGSPQ1EJTBFR7A_split_007.html
CR!6HVRQHJ41N0Q37VGSPQ1EJTBFR7A_split_008.html
CR!6HVRQHJ41N0Q37VGSPQ1EJTBFR7A_split_009.html
CR!6HVRQHJ41N0Q37VGSPQ1EJTBFR7A_split_010.html
CR!6HVRQHJ41N0Q37VGSPQ1EJTBFR7A_split_011.html
CR!6HVRQHJ41N0Q37VGSPQ1EJTBFR7A_split_012.html
CR!6HVRQHJ41N0Q37VGSPQ1EJTBFR7A_split_013.html
CR!6HVRQHJ41N0Q37VGSPQ1EJTBFR7A_split_014.html
CR!6HVRQHJ41N0Q37VGSPQ1EJTBFR7A_split_015.html
CR!6HVRQHJ41N0Q37VGSPQ1EJTBFR7A_split_016.html
CR!6HVRQHJ41N0Q37VGSPQ1EJTBFR7A_split_017.html
CR!6HVRQHJ41N0Q37VGSPQ1EJTBFR7A_split_018.html
CR!6HVRQHJ41N0Q37VGSPQ1EJTBFR7A_split_019.html
CR!6HVRQHJ41N0Q37VGSPQ1EJTBFR7A_split_020.html
CR!6HVRQHJ41N0Q37VGSPQ1EJTBFR7A_split_021.html
CR!6HVRQHJ41N0Q37VGSPQ1EJTBFR7A_split_022.html
CR!6HVRQHJ41N0Q37VGSPQ1EJTBFR7A_split_023.html
CR!6HVRQHJ41N0Q37VGSPQ1EJTBFR7A_split_024.html
CR!6HVRQHJ41N0Q37VGSPQ1EJTBFR7A_split_025.html
CR!6HVRQHJ41N0Q37VGSPQ1EJTBFR7A_split_026.html
CR!6HVRQHJ41N0Q37VGSPQ1EJTBFR7A_split_027.html
CR!6HVRQHJ41N0Q37VGSPQ1EJTBFR7A_split_028.html
CR!6HVRQHJ41N0Q37VGSPQ1EJTBFR7A_split_029.html
CR!6HVRQHJ41N0Q37VGSPQ1EJTBFR7A_split_030.html
CR!6HVRQHJ41N0Q37VGSPQ1EJTBFR7A_split_031.html
CR!6HVRQHJ41N0Q37VGSPQ1EJTBFR7A_split_032.html
CR!6HVRQHJ41N0Q37VGSPQ1EJTBFR7A_split_033.html
CR!6HVRQHJ41N0Q37VGSPQ1EJTBFR7A_split_034.html
CR!6HVRQHJ41N0Q37VGSPQ1EJTBFR7A_split_035.html
CR!6HVRQHJ41N0Q37VGSPQ1EJTBFR7A_split_036.html
CR!6HVRQHJ41N0Q37VGSPQ1EJTBFR7A_split_037.html
CR!6HVRQHJ41N0Q37VGSPQ1EJTBFR7A_split_038.html
CR!6HVRQHJ41N0Q37VGSPQ1EJTBFR7A_split_039.html