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El Wellness Beauty marcha fenomenalmente. Están las citas completas hasta dentro de tres meses, con lo cual estamos muy contentas.

No le he contado a Emma mi visita a La Finca, evidentemente no lo entendería. Y yo intento olvidarme de ello cada día.

La tal Judith Navarro ha llamado para disculparse conmigo varias veces, pero no me he querido encontrar disponible. Emma, por su cuenta y riesgo, alegando que será bueno para el negocio, le ha cedido «el honor de tomarse un café conmigo», palabras textuales.

Hemos quedado en el Starbucks de enfrente de la clínica a las 12.00 de la mañana.

Entro en la cafetería. Saludo a las camareras, ya las conozco de venir todos los días. Miro las mesas y descubro que ella ya está allí, sentada en un rincón, al lado de la ventana. Me pido el café con leche fría de siempre y me acerco hasta su sitio. Ella me mira, sonriente y se levanta.

—¡Señorita Amor! —Se detiene en seco y lo enmienda rápidamente—. Perdón, Keira. Antes de nada, me gustaría darle las gracias por haber aceptado venir.

—Si te soy sincera, me ha obligado mi amiga, yo solo quería que te despidieran. —Tomo asiento, sin estrechar su mano.

—Y lo hicieron, tranquila —declara.

—¡Oh! —Vaya corte, estaba bromeando—. Lo siento, yo…

—No se preocupe, me ha venido bien para hacer otro tipo de cosas. Ahora estoy en otra cadena. —Se sienta también.

—Llámame de tú por favor, soy más joven que tú —lo estoy mejorando por momentos—, creo. Además me haces sentir mayor.

—De acuerdo, gracias.

Estamos sentadas una frente a la otra.

—Quería disculparme por ser tan idiota contigo aquella noche, me dejé llevar por prejuicios personales y no supe separarlos del ámbito profesional. Estoy muy avergonzada por ello, como ya viste, te envié el reportaje para que lo puedas montar con otra compañía. Para minimizar los daños ocasionados por mi incompetencia.

—Pero yo no te conozco de nada, ¿qué prejuicios puedes tener contra mí? —Estoy alucinando con esta chica.

—Ares Hunter fue mi... No sé cómo llamarlo, mi chico.

Me quedo helada.

—Me persiguió sin darme tregua, todo un romeo, todo iba increíblemente bien, hasta que me acosté con él y al día siguiente decidió que era una interesada, que solo le quería por su dinero y desapareció.

—Ya… —Muy propio de él, la verdad—. ¿Y qué pinto yo en esa historia?

—Tú apareciste con él la noche del aniversario del Ritz, todos los medios decían que eras su actual pareja. Nunca se le han conocido novias, solo aventuras pasajeras. Mi error fue que me creí especial. Simplemente lo pagué contigo. Lo siento, estoy avergonzada.

—¡Es verdad! Estabas allí, le preguntaste que si yo no era una interesada, ahora lo recuerdo. —No la había reconocido.

—Solo quería advertirte una cosa, aunque pienses que lo hago por despecho, lo hago para que mi conciencia esté tranquila. Siento que de alguna manera estoy en deuda contigo. Y a mí me hubiera gustado que alguien me hubiera advertido antes.

—Me empiezas a asustar —admito.

—Él colecciona mujeres. No estoy segura de por qué, ni cuándo, ni dónde, pero está metido en una especie de juego, cuando te has acostado con él, desaparece. Lo hace con todas. Va sumando puntos o algo así, todavía no he averiguado mucho más.

—Eso no es posible… —estoy con la boca abierta.

—Es difícil de creer, pero es la cruda realidad —parece sincera.

—Aunque eso fuera cierto, sigo sin saber qué tengo que ver yo aquí.

—Tú eres la siguiente en su lista, está tejiendo la tela de araña. ¿Te ha dicho ya que nunca ha sentido nada por nadie, pero que tú eres especial? Después vendrá el «es solo sexo, no te enamores» y otras lindezas. Cuando haya conseguido tu confianza, te acostarás con él y desaparecerá.

El pulso se me acelera.

—No, no me ha dicho nada de eso, solo hemos coincidido un par de veces, no somos nada —miento.

—Bueno, yo ya te he advertido, lo demás depende de ti, pero si no quieres que destroce tu corazón, te aconsejo que no lo dejes llegar a ti. Aquí tienes mi tarjeta, por si me necesitas. —Se levanta y se marcha sin decir nada más.

Me quedo aquí sentada un buen rato, mirando por la ventana a la gente pasar.

Si ella está todavía enamorada de él, es lógico que no quiera que ninguna otra ocupe su lugar, pero inventarse todo ese rollo sobre coleccionar mujeres… Creo que es pasarse de la raya.

¿Tendrá algo de razón?

Me llama la atención que haya dicho exactamente las cosas que me ha confesado Ares anoche, aunque no ha nombrado La Finca en ningún momento…

De todas formas, me da igual que coleccione mujeres, gorras, o cromos, porque espero no volver a verlo nunca más. Lo ahuyenté al decirle que quería corazones, salió corriendo despavorido. No espero volver a saber nada más de él.

Al volver a la clínica, Emma está en la recepción demasiado seria. Es raro no verle los dientes.

—¡Hola! ¿Qué pasa, has visto un fantasma? —le pregunto.

—Más o menos —dice muy seria.

—Emma dime qué sucede, me estás asustando. —Suelto mi abrigo en el ropero.

—Jairo.

—¿¡Qué!? —Me giro rápidamente para mirar a mi amiga.

—Ha estado aquí. —Me mira.

—¿¡QUÉ!?

Mi corazón comienza a latir a un ritmo trepidante. No sé si he escuchado a Emma decir eso, o ha sido producto de mi imaginación.

—Te está buscando, Keira.

—Emma, eso no puede ser posible. —Me llevo las manos a la frente.

—Ya lo sé, pero es cierto. Yo todavía estoy en shock.

—¿Estás segura de que era él? —Seguro que lo ha confundido con otro.

—Está muy cambiado, pero es inconfundible. Hasta nos hemos dado un abrazo.

Las lágrimas corren a borbotones por mis mejillas. Esto era lo último que me faltaba para acabar de volverme completamente loca. Mi cerebro ha colapsado, solo veo panderetas de colores en mi mente.

Me dejo caer en un sillón, tapándome la cara. Emma sale del mostrador corriendo a abrazarme.

—No quiero verlo, si lo vuelvo a ver, todos estos años luchando por olvidarlo, no me habrán servido para nada. —No puedo parar de llorar. Estoy sufriendo una crisis de ansiedad en toda regla.

—Ya lo sé, Kei, por eso no le he dado ninguna información sobre ti, me ha pedido tu número de teléfono, pero le he dicho que no querías saber nada de él.

—¿Y qué ha contestado?

Me mira preocupada, no sabe si decírmelo o no. Suspira y dice:

—Que volverá.

Millones de nervios se apoderan de mi ser, no puedo razonar. No logro pensar con claridad. No aguanto más, tengo que relajarme.

 

Club de seducción
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