ARCHIVOS DE LA FAMILIA PETROKOV

Carta con fecha del 01 de octubre de 1977

Querido Matthew,

Emily estaba enferma hoy. Ella tiene una infección en el oído, la pequeñita. Me rompe el corazón ver lágrimas en sus ojos, aunque por supuesto no duraron mucho tiempo, una vez que me ayudaron a llegar a un Psy–M, pero fue demasiada espera para una madre.

No te gustó tampoco. Estabas tratando de darle tus juguetes, así ella se sentiría mejor.

¿Y sabes qué? Por ti, ella hipó y jugó un poco de tiempo.

Mientras os miraba a los dos sentada allí, tú cuidando de ella, me di cuenta de algo. He estado tan centrada en cómo el Silencio nos habría afectado que no he pensado en el futuro, en los no nacidos. Si el Silencio tiene éxito, entonces llegará un momento en que los niños nacidos, nunca van a ser besados por sus madres, las madres nunca tendrán a 167

sus preciosos bebés y respirarán ese dulce olor, dulce como una pequeña mano puesta sobre sus corazones.

Parece una opción tan simple, pero...

Greg llamó esta noche. Él está más raro cada vez, por lo que su padre trató de mantener la conversación lejos de la política. Siempre se pelean cuando se mantienen en esa dirección. Pero mientras su padre estaba fuera consiguiendo algo para Greg, hice ese apunte a tu tío sobre la falta de amor entre madres y niños.

¿Sabes lo qué dijo?

Que tantas mujeres están siendo víctimas de la violencia, que ya tenemos una generación que no sabe lo que es dormir en brazos de su madre.

Lo peor de todo es que tiene razón.

Mamá.

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ara sorpresa de Katya, DarkRiver aceptó permitirle ver a Jon. Un hombre de piel oscura con unos ojos color verde intenso le recordó al niño que fue una vez. Mientras Katya hablaba con él junto a un árbol en el patio, la mujer de pelo rojizo que había acompañado a Jon buscó en el asiento trasero y salió con un montón de risas de niña pequeña.

Noor Hassan.

Su corazón se apretaba al ver tanta alegría abierta en la cara de la niña. Quería tocar a la chica, asegurándose que realmente estaba bien, sin embargo, Katya se obligó a luchar contra su cobardía y miró a Jon.

―Has crecido ―dijo ella, preguntándose por qué estaba sorprendida. Los varones adolescentes rara vez se mantenían iguales de mes a mes―. Tu pelo, lo cortaste.

Se encogió de hombros, lanzando las hebras cortas de un brillante color blanco oro cambiando con la luz del sol.

―Gracias por recibirme.

―Tally me lo pidió ―Había algo en su tono de voz que le dijo a Katia que haría cualquier cosa por la mujer que se lo había pedido―. Además, nunca me hiciste daño.

―¿No lo hice? ―Ella se sentó a su lado cuando él se sentó en el suelo, estirando sus largas piernas frente a él―. Yo no te dejé bien, sin embargo, ¿no?

Él la miró entornando los ojos, esos brillantes ojos azules que le habían hecho tan fácil de identificar. No mucha gente se parecía a Jonquil Alexi Duchslaya.

―¿De qué querías hablar? ―Le preguntó.

―Quiero pedir disculpas ―Ya era hora de hacer frente a sus crímenes―. Cuando Larsen te hizo daño, yo no lo detuve. ―Ella no tenía ninguna excusa, porque simplemente, no había ninguna.

―He oído que perdiste tu memoria. ¿La estás recuperando?

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―La mayor parte de ella ―Todavía había piezas perdidas, cosas que si ella estaba siendo honesta, probablemente su mente no quería recordar. Ella estaba en paz con eso. Debido a que Ekaterina, la mujer que había sido un científico Psy y más tarde una víctima, se había ido. Katya se había levantado de las cenizas, y ella haría sus propios recuerdos, su propio futuro.

Jon le lanzó una mirada divertida.

―¿Y no te acuerdas de eso? El te golpeó jodidamente fuerte ―hizo una mueca―.

No se lo digas a Tally, se lo juré, ¿De acuerdo?

Todo su cuerpo se tensó.

―¿Quién me pegó?

―El hombre lagarto, Larsen, como se llame ―A pesar de las palabras descuidadas, él encogió sus piernas, poniendo sus brazos alrededor de sus rodillas. Pero en sus ojos había preocupación, no miedo―. Me estaba haciendo cosas y dijiste que había ido demasiado lejos, que estaba rompiendo los protocolos acordados.

Su mente se quedó en blanco sobre el incidente.

―¿Estás seguro? Estabas drogado.

―Sí, estoy seguro. Es algo que nunca olvidaré, drogado o no ―negó con la cabeza―. Habías intentado sacar su mano lejos de mi frente y ¡Zas!, entonces fue cuando te dio un revés tan duro, que terminaste inconsciente en el suelo.

Seguía sin memoria, pero con una burbuja de esperanza.

―¿Cómo justificó el golpe? ―Se suponía que el Silencio había borrado la violencia y Larsen había estado fingiendo ser el Psy perfecto.

―No lo sé. Te sacaron, por lo que no pude oír nada ―Miraba críticamente su cara―. Estoy bastante seguro de que oí algo romperse. Pensé que te había roto la nariz o la mandíbula.

Un impulso de dolor en la nariz, una memoria fantasma. Confuso. Distintivo.

Pero saliendo a la luz.

―Sí ―susurró, alzando los dedos hacia el puente de la nariz―. Dijo que tenía que hacerlo para que yo no comprometiera el experimento... él hizo el trabajo médico por sí mismo.

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―Así que no te castigues al respecto ―dijo Jon―. Estuviste atrapada, lo mismo que yo. Hiciste lo que podías.

―Eso es muy sabio para alguien de tu edad.

Él sonrió y fue devastador, todo encanto y juventud y una leve arrogancia.

―Shh. todos los demás piensan que soy un infierno sobre ruedas.

En ese instante, Noor se le escapó a la mujer que había estado jugando con ella y corrió atropelladamente hacia ellos.

―¡Jonny!

Alzándose en un movimiento fluido, Jon la agarró y la balanceó a su alrededor con la compañía de la risa encantada. Katya miró a la niña con asombro. Larsen, ella recordó mientras se levantaba, nunca había tocado Noor, Jon había tomado su lugar, pero la niña había conocido el terror. Ahora, ella envolvió sus brazos alrededor del cuello de Jon y miró fijamente a Katya, formándose líneas en su frente.

―¿Quién eres?

―Noor ―dijo Jon―, eso no es agradable.

Noor arrugó su nariz.

―¿Es tu novia?

―¿Por qué te importa? ―bromeó Jon―. Tú vas a casarte con Keenan.

Noor se acercó, susurrando sus siguientes palabras.

―Pero te gusta Rina.

Jon se puso de color rojo brillante debajo de su piel dorada.

―Esta es Katya. Ella es nuestra amiga ―Sus ojos se encontraron con los de Katya mientras decía la última palabra y no había más que la aceptación en ellos―. Ella nos ayudó una vez.

Después de otro momento, Noor asintió con su pequeña cabeza y le tendió una mano.

―Encantada de conocerte.

Katya la cogió con tierno cuidado, muy consciente de la delicadeza de la piel de la niña, de sus huesos.

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―Encantada de conocerte, también. Por lo tanto, háblame de Rina.

La sonrisa de Noor era tan brillante como su nombre.

Cinco horas más tarde, mientras la casa se calmaba después de la cena, Katya aplastó la parte de ella que sólo recordaba la ternura de Dev cuando la tomó en sus brazos y en su lugar recogió el guante que él le había lanzado la primera noche. Tendría que haberlo hecho ayer, pero Dev había estado tan ocupado, con líneas de tensión alrededor de su boca tan profundas, que había dudado en interrumpirlo. Sería tan fácil seguir haciendo eso, encontrar excusas para posponerlo, pero nunca se permitiría ningún tipo de libertad hasta que Dev viera la verdad acerca de quién era ella. Y ella necesitaba la libertad para escapar.

El impulso para ir hacia el norte era una necesidad arañando en su garganta ahora, un hambre con el que tenía que luchar físicamente para evitar asumir riesgos irracionales.

Reduciendo sus sentidos telepáticos a un fino, fino punto, ella envió un pensamiento a Dev. Podría no escuchar las palabras, pero él sentiría el intento.

Tenemos que hablar.

Le espetó de nuevo en su mente antes de que Tag pudiera recogerlo.

Un golpe cortante sonó en la puerta un instante después.

―Adelante.

―¿Qué fue eso? ―Entrando, Dev cerró la puerta tras de sí y se inclinó hacia atrás, con los brazos cruzados. En lugar del traje que se había acostumbrado a ver en Nueva York, vestía una vez más esos pantalones vaqueros que le hacían aún más peligrosamente atractivo y una camiseta blanca normal.

Tenía ganas de tocarlo, sin embargo, se mantuvo en el otro lado de la habitación.

―Una manera de llamar tu atención.

―La tienes.

―Es el momento ―Ella se dirigió caminando a los pies de la cama―. Tienes que entrar en mi mente.

Una simple palabra brutal.

―Te lo dije, eso no ocurrirá.

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―¿Por qué? ―Ella dio un paso más cerca―. ¿Porque te haría sentir como un monstruo?

Él se sacudió como si hubiera recibido un disparo.

―Sí.

―Difícil ―dijo, negándose a ceder a la tentación de dejarlo, de permitirle salirse con la suya. Si ella lo hacía, nunca irían más allá de este punto. Y cada vez que ella miraba en sus ojos, no importaba cuánto la deseara, ella veía desconfianza.

Dolía. Mucho más de lo que jamás hubiera imaginado―. Si yo puedo soportarlo, tú también puedes hacerlo.

Cerró el espacio entre ellos para mirarla.

―Pero aquí está la cosa, Katya. No puedes obligarme a invadir su mente.

Ella cerró sus manos, apretando con tanta fuerza que sus huesos molían juntos de dolor.

―Si coloco los escudos y tú no entras, permíteme cerrarlos alrededor de tu punto de entrada, mi mente estará abierta a cualquier persona con habilidad psíquica.

―¿Crees que me importa? ―Tan fuerte, tan enojado.

―Sí, importa ―forzó ella por la garganta seca por la emoción―. Dado que tú te has responsabilizado de mí. Puede que tengas que matarme, pero hasta entonces, tú me proteges.

―Bonito y manipulador viniendo de ti.

Le costó todo lo que tenía mantener su nivel de tono.

―Una mujer tiene que hacer lo que una mujer tiene que hacer.

―¿Incluso si se destruye a la otra parte? ―Una pregunta suave que cortó sus defensas con la nitidez de una navaja. Sangrando, miró hacia arriba― ¿Será realmente tan malo para ti?

Un áspero ladrido de risa.

―¿No has sido capaz de acceder a los archivos que tienes de mí?

―Yo no tengo esos recuerdos ―Ella le sostuvo la mirada, con la certeza de que si le obligaba a hacer esto, mataría los últimos fragmentos de ese indefinible "algo"

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entre ellos. No habría vuelta atrás para ella. No le habría importado a un Psy, a una persona que lo veía todo como parte de una relación coste-beneficio.

Pero a ella le importaba, importaba más allá de lo soportable.

―Está bien ―dijo, dejando caer la cabeza aun cuando su lado pragmático gritaba revelándose―. Está bien.

Dev sentía la aquiescencia de Katya como un golpe.

―¿Por qué?

―Porque a veces el precio es demasiado alto.

Él le tomó la mano cuando ella se apartó, tirándola contra su pecho y tomando su boca en una especie de furiosa posesión antes de que ella pudiera hacer algo más que jadear. Ella retrocedió cuando le hizo daño.

Le derrumbó, él siempre había sido el protector, el que cuidaba de los demás.

Nunca había esperado que el enemigo tratara de proteger su corazón.

Ecos de sensaciones, demasiados susurros blandos en su cabeza. Él mordió su labio inferior.

―Shh. Tag escuchará.

Sus labios se curvaron sobresaltados.

―Oh.

Aprovechando, barrió su boca, acariciando su lengua contra la de ella, aprovechando su sabor embriagador en sus pulmones. Los murmullos cesaron, y él se enojó inexplicablemente.

―Tendré que aprender ―dijo, besando un camino a través de su mandíbula―, a cómo proteger tus proyecciones de otros telépatas. ―Porque esa era una intimidad que él no le iba a permitir invadir a nadie.

La mano de Katya apretó su cabello cuando la mordió en la línea delgada de la garganta, apenas restringiendo la necesidad salvaje de morder lo suficientemente fuerte como para marcar.

―Eso supone ―ella dijo, su voz entrecortada―, tener muchas ocasiones para practicar.

―¿Y tu punto es?

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Su mirada estaba oscurecida por la excitación cuando ella parpadeó al abrirlos.

―Dev.

Esperó a que ella le dijera que no debía seguir haciendo esto, malditamente seguro de que no era capaz de dejar que se fuera. En cambio, ella se puso de puntillas, puso las manos sobre sus hombros y le robó un beso que fue tan delicado, tan apasionado, tan femenino como poderoso.

Algo en él se rompió, llevándole al borde de la rendición. Todo lo que quería hacer era tumbarla en la cama y desnudarla palmo a palmo, lentamente. Pero ella tenía las riendas... tomando posesión de su propio dulce tiempo.

Cuando ella finalmente retrocedió, todo su cuerpo estaba vibrando con hambre pura, sin diluir.

―No entiendo ―murmuró ella, levantando sus dedos para tocar los hinchados labios besados―, cómo mi raza ha renunciado a estas sensaciones exquisitas.

Su polla empujaba contra la cremallera de sus pantalones, el metal amenazaba con convertirle en un eunuco.

―Katya.

Como advertencia, no tuvo ningún efecto. Dejando caer la mano de sus labios, ella lo apretó sobre su ombligo, como si calmara algún dolor interior.

―Me siento tan... hambrienta, tan caliente, como si mi piel estuviera a punto de estallar.

Él se estremeció, perdiendo la voz.

―¿Es siempre así? ―preguntó, acariciando con su mano su abdomen y su espalda. Y otra vez. Hasta que él cruzó y sustituyó su mano con la suya. Ella contuvo el aliento.

―Dev lo estás haciendo peor ―Sin embargo, ella se presionó más cerca de él, deslizando su mano por el cuello de su camisa, en busca de piel.

―Las cosas que quiero hacer contigo ―dijo, apenas resistiendo la tentación de tirar la parte de arriba y deslizar su mano debajo. . . descendiendo por debajo.

Él ya sabía que iba a estar suave y húmeda para él, un puño de seda que casi podía sentir.

Sus labios se arrastraron hasta su cuello.

―No has respondido a mi pregunta.

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Tardó varios segundos en recordar de lo que estaba hablando.

―No, no siempre es así.

―Así que si doy un beso a otro hombre…

―Le mataré ―Salió con helada precisión, aunque su cuerpo se estaba quemando desde adentro hacia afuera. Enredando la mano en su pelo una vez más, tiró su cabeza hacia atrás―. ¿Estamos claros en eso?

Un parpadeo lento.

―Si mi conocimiento antropológico es correcto, sólo los cambiantes están destinados a ser tan posesivos ―Palabras científicas, voz ronca, un cuerpo femenino, dulce, acunando la parte sobresaliente de su dolorosa excitación.

―Vamos entonces ―dijo, bajando su mano para acariciarle el trasero.

―Empújame y a ver qué pasa ―Cambiando ligeramente de posición, él la situó hacia arriba... y se colocó entre el calor de sus muslos justo donde él quería. Ella jadeó y agarró sus hombros. Él sonrió.

―D-Dev.

Su tartamudez era adorable, decidió. Sexy como el infierno, también. Esa boca, esos labios, que podía mirarlos durante horas, imaginando exactamente lo que quería hacer.

―Dame un segundo ―dijo, y rompió el delicioso contacto con el tiempo suficiente para caminar hacia atrás con ella, distrayéndola mordisqueando besitos mientras tenía sus uñas escarbando en sus hombros.

Ella hizo un sonido sobresaltado cuando su espalda se topó con la pared.

Acariciando con sus manos hasta sus caderas, le pasó los dedos por el botón de la parte superior de sus vaqueros. Sus ojos se hicieron enormes, pero ella no lo detuvo. Agradeciendo a los dioses, él soltó el cierre y tiró de su cremallera.

Katya sabía que tenía que alejarse, pero no tenía fuerza de voluntad cuando se trataba de Devraj Santos y sus malvadas manos.

Cuando él dio un tirón a los lados de sus pantalones, ella levantó la espalda, permitiéndole empujar la prenda hacia abajo. Le hizo levantar las piernas una a la vez mientras él lo retiraba por completo de su cuerpo. Después, todavía en cuclillas delante de ella, le pasó las manos por la parte de atrás de sus piernas.

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La sensación envió olas de oscuridad rodando a través de su mente, pero este fuego negro era tan caliente, tan salvaje y tan masculino como el hombre que la miró con tal poder sensual en sus ojos.

―Ríndete ―susurró―. Déjame hacerte sentir bien. ―Era un increíble salto para ella hacerlo, para una mujer que nunca había conocido la intimidad, pero tuvo que hacerlo... porque no habría segunda oportunidad.

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ofocando rápidamente aquel pensamiento para que no escapara, vio como Dev se ponía en pie y se quitaba la camiseta. Tenía la garganta seca.

― Creo que el kickboxing tiene sus beneficios.

Katya no sabía de donde llegaron las palabras desde el momento en que su cerebro quedo eclipsado por la belleza masculina que tenia ante ella.

Él se rió entre dientes. —Me alegro de que lo apruebes.

Había una arrogante confianza en él, pero a ella le gustaba. La prefería a aquel terrible dolor en los ojos de Dev que había vislumbrado por un instante, cuando Katya había hablado con él, forzándole a invadir su mente.

Las manos en sus caderas. Cálidas. Un poco ásperas. Perfectas. Contuvo el aliento, y cuando él la levantó, el instinto le hizo envolver sus piernas alrededor de su cintura. Él la movió hasta que... ―¡Dev! ―gritó en su boca mientras su todavía cubierta dureza empujaba en su parte más tierna, partiendo con su posesivo calor, el fino algodón de sus bragas como barrera.

Su pulgar acarició el pliegue del final de su muslo, incitándola a moverse con impaciencia… pero tan solo frotó su clítoris contra él, endureciendo aún más el puño que era su cuerpo. Rompiendo el beso, ella empujó sus fuertes hombros.

―Es demasiado.

―Puedes aguantarlo ―la engatusó, besándole el cuello, chupándolo al ritmo de su pulso.

Al mismo tiempo, sus dedos se deslizaron suavemente dentro de sus bragas, separando aún más su intimidad. Jadeando en un suspiro, desesperada, hundió la cara en su cuello. Él olió el calor y el deseo y una esencia tan pura, que despertó al macho. No, no era cualquier macho. Era Dev. Ella se preguntó si iba a ser así con cualquier otro hombre, pero ya sabía la respuesta: No.

Nunca iba a ser así de nuevo. Desde el principio, él era el único hombre que realmente había visto.

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Sus dedos le pellizcaron el clítoris, aquella diminuta nube de carne que siempre había conocido científicamente, pero nunca había entendido realmente hasta ese momento. El placer se arqueó a través de ella en una ola violenta, y podía sentir el puño dentro de ella apretando, y ajustándose.

―¿Te gusta eso? ―le susurró al oído, liberando la presión del círculo de carne que había torturado tan sensualmente un instante antes.

― Sí. ―Empujó hacia él, con ganas de frotarse, pero se mantuvo en su sitio por el delicioso ardor de su cuerpo. El peso, la presión, elevaron su hambre hasta que ella casi no podía respirar. ―¡Tócame!

Sus labios se curvaron. ―Exigiendo, ¿no?

Esa sonrisa hizo que sus pechos se erizaran, llenándose de promesas, de deseo.

―¿Me estás tomando el pelo?

―Es parte de la diversión. ―Un dedo dio un pequeño golpecito sobre el conjunto de terminaciones nerviosas que tan desesperadamente quería que tocase mucho más firmemente.

―Esto ―dijo ella, pasando la mano hacia abajo hasta rozar un liso pezón masculino―, no es divertido.

―Vamos a tener que acordar no compartir la misma opinión. ―Su voz era ronca, su piel caliente bajo su tacto.

Con asombro, se dio cuenta de que él estaba reaccionando a ella. Continuando con las caricias, se encontró escuchando cada chasquido de su aliento, con ganas de complacerlo lo máximo posible. Cuando su estriado abdomen se convirtió en una roca dura a la vez que sus uñas rozaban sus pezones, ella repitió el toque.

Una sola palabra se convirtió en aire azul. Sacando la mano que tenía entre las piernas, Dev agarró sus frágiles muñecas y las colocó encima de su delicada cabeza.

― Ahora ―murmuró, con los ojos cerrados―, ¿dónde estábamos? ―Deslizó su mano libre hacia abajo, por encima del retortijón de dolor en el ombligo, debajo del borde de las bragas, y…

― Eso no es justo, ―jadeó Katya de alguna manera.

Un beso le robó el aliento. ―¿Quién ha dicho nada acerca de un juego justo?

―Frotó suavemente su hendidura, haciendo que todo su femenino cuerpo se 179

apretase― ¿Me dejas entrar, Katya?

Ella sacudió la cabeza. ―No, debería castigarte por burlarte de mí. ―Sin embargo, su cuerpo era como la seda dándole la bienvenida, su carne estaba deliciosamente húmeda.

―¿Por favor?

Otro beso, otro contacto íntimo. Y se encontró arqueándose sobre si misma a la vez que el dedo de Dev la acariciaba con suavidad en su interior. La sensación fue el más exquisito placer-dolor, como si sus terminaciones nerviosas estuvieran sobresaturadas. Pero en lugar de querer menos, quería más. Más y más. Aquí, en sus brazos, el torturador del cuarto oscuro parecía a años luz de distancia. ¿Cómo podrían las pesadillas invadirla cuando había tanto calor, tanto sentimiento?

―Eso es ―murmuró él contra su cuello mientras la besaba de regreso a la boca―.

Muévete conmigo.

Ella no podía detener los extraños movimientos fluidos de su cuerpo, parte de ella sabía qué hacer, cómo hacerlo. ― Más ―ordenó, mordiéndole una oreja.

― Eres demasiado estrecha.

―Más.

Gimiendo, él deslizó un segundo dedo dentro de ella y empujó al mismo tiempo. Dos veces. El placer y el dolor, extendiéndose en éxtasis. Su excitación alcanzó su punto máximo, manteniéndose, esperando, esperando... Su pulgar rozó su clítoris.

Y todo explotó.

Sintió la parte posterior de su cabeza chocando contra la pared al echarla hacia atrás, escuchó la maldición entre dientes de Dev, sintió que sus músculos se apretaban convulsivamente a su alrededor mientras el orgasmo la desgarraba.

Nada de eso importaba. Por primera vez en su vida, había tanto placer corriendo por su cuerpo que estaba delirando.

Dev observó el rostro de Katya llenarse de placer y sólo quería bajar la cremallera de sus pantalones y poseerla. Pero de ninguna manera en el infierno haría eso con Tag y Tiara detrás del muro, por no hablar de Cruz. Había sido lo suficientemente fuerte para mantener las cosas tranquilas durante bastante tiempo. Un poco más y su control sería acribillado a balazos.

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Pero no importaba no haber consumado su atracción, había cruzado la línea y esta noche no habría vuelta atrás. Su mandíbula se endurecía. Él lucharía por ella, por la mujer que había despertado en la cama del hospital y comenzó a luchar por su derecho a vivir. Nadie más tendría ese derecho sobre ella.

Calmando la elevada excitación femenina, la llevó a la cama. Los pesados párpados se abrieron para darle un aspecto arrolladoramente sensual al tumbarla. ―¿Y tú? ―le ronroneó con los dedos recorriendo su pecho.

Él le tomó la mano. ― Más tarde. ―Presionando un beso en los labios, le pareció entrever una sombra que pasaba, pero cuando levantó la vista, los ojos de Katya estaban cerrados y le devolvió el beso. ― Me tengo que ir. ―Habría dado cualquier cosa por pasar la noche a su lado, pero tenía que sentarse y revisar las implicaciones de la conferencia del día anterior. Los agitadores cada vez vociferaban más. Algo había que hacer, pero ¿cómo iba a adoptar una

"solución" que dividiría a su gente?

Los dedos de Katya se posaron en su mejilla. ―Tienes demasiado peso sobre tus hombros. Esta en tus ojos. Desearía poder compartirlo contigo.

La honesta oferta le apretó en su pecho. Apoyándose en un codo para poder mirar su cara, repitió como un eco. ― La oferta es suficiente.

Se preguntó cómo sería tener a alguien propio, en quien pudiera confiar absolutamente.

La ironía es que, la única mujer que podía ver en ese papel era en la única en la que nunca podría confiar.

― Descansa un poco ―dijo, apartándole el pelo de la frente―. Hablaremos mañana.

Ella abrió la boca, luego la cerró. ― Mañana. Buenas noches, Dev.

Se preguntó si ella había estado a punto de pedirle que se quedara antes de pensarlo mejor. Con la sensación de pérdida pesando sobre sus hombros, se levantó de la cama y cogió su camiseta. Entonces, sin poder dejarla, simplemente, se trasladó de nuevo a la cama para presionar un beso en la curva expuesta de su cuello. ― Ten dulces sueños.

Media hora más tarde, mientras Katya terminaba de vestirse, mantenía el comentario final de Dev cerca de su corazón.

Había tanta atención en esas palabras, tanta ternura. La había hecho dudar, pero esta era su única opción ahora que había renunciado a conseguir que él 181

entrara en su mente. Él se pondría furioso, pero también estaría a salvo. Ella no podía hacerle daño desde tan lejos.

La duda la volvió a golpear.

¿Qué pasaría si sus acciones no eran suyas? ¿Y si estaba destinada a correr, a ir donde su corazón y su alma insistían en que fuera?¿Qué pasaba si su compulsión era solo otra trampa?

― No. ―Sabía que esos pensamientos eran propios. Ella lo sabía. Pero, ¿cómo?

Frunció el ceño concentrándose mientras ataba los cordones de sus zapatillas, sintió un dolor de cabeza. Pero esta vez no se retiró... y la respuesta apareció con la niebla.

― Eres un instrumento contundente, nada más. ―Un solo dedo tocando su frente. —

No hay lugar para sutilezas.

―¿Por qué? ―preguntó, demasiado aturdida para tener miedo.

Ella no esperaba una respuesta, se sorprendió cuando volvió a hablar. ―La sutileza requiere control mental. No vales tanto de mi tiempo.

―¿Qué se supone que haré hasta que los desencadenantes se activen?

―Vivirás. Aunque, por supuesto, no es mucho lo que te queda. ―Una oscuridad expandiéndose por su mente, los tentáculos horadando en la profundidad, arañando y viciando.”

Amortiguando un grito de agonía, Katya se inclinó, con el puño apretado contra su estómago. Oh, Dios, le había dolido cuando él había hecho eso. Cada herida había sido realmente mala. Ella había sido poco más que el más primitivo de los seres en aquel entonces, pero se acordó de la tortura final, la destrucción final de su psique.

― Pero yo no he muerto, bastardo ―susurró ella, poniéndose de pie, aunque las náuseas continuaron retorciendo su estómago, un hilillo de sangre serpenteó desde su nariz. Limpiándolo con un pañuelo de papel, permaneció en la puerta―. Y cuando me encerraste en la prisión, me liberaste. ―Porque nadie podía atacarla a través de la PsyNet. Nadie podría espiarla. Nadie la detendría.

Todo lo que tenía que hacer era salir de esta casa.

Lo cual podría tener la suficiente dificultad con la presencia de tres de los otros adultos en la casa. Los tres eran peligrosos. Y Dev... bueno, ella ni siquiera se 182

planteaba en luchar contra él físicamente.

Pero había una quinta persona aquí. Un telépata.

Había contactado con ella ayer, mientras estaba visitando a Sascha–Katya no sabía cómo había eludido a Tag. Cuando esa curiosa mente había rozado la suya, había estado tan asustada, que no se había retirado. Y él había hablado con ella.

Siento que te asustara la última vez.

Sorprendida por la claridad de la voz, ella respondió sin proyectarse, con la esperanza de que él la percibiría. Ellos estaban tratando de proteger a alguien.

Este telépata, ella se dio cuenta en el mismo momento, sabía que no había manera de borrar la información, que ahora ella tenía. Así que tendría que asegurarse de que nunca más nadie sería capaz de abrir su mente . No deberías estar hablándome. Retrocedió antes de meterse en problemas.

Una pausa silenciosa. Tú eres como yo. También tienes miedo.

Estoy tratando de no estarlo, respondió con honestidad . ¿Cómo lo haces?

Me gusta Dev me hace sentir seguro.

A mí también.

Otra pausa. ¿Cómo es que quieres dejarlo?

Había contenido el aliento ante la facilidad con la que él había elegido ese pensamiento, incluso si hubiera estado en un primer plano en su mente. Leer los pensamientos de alguien, no es de buena educación.

Él había permanecido en silencio durante tanto tiempo, que ella había pensado que se había ido . Lo siento. Tranquilo. Permanece tranquilo. No sé todas las reglas.

Está bien. Todos tuvimos que empezar en alguna parte. Queriendo ayudar, ya que había tenido una oportunidad, continuó la conversación. Sólo recuerda, si es algo que no te gustaría que alguien te hiciera, tú no lo deberías hacérselo a los demás.

Entiendo. No voy a leer tus pensamientos.

Gracias.

Sin embargo, puesto que ya lo sé ¿cómo es que quieres salir?

Hay algo que tengo que hacer. Algo que la había empujado hasta sentir como si sus tendones se arrancaran de sus huesos, una necesidad fuerte y secreta. Pero,

¿cómo podía tener secretos? Ming se había llevado todo.

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Un toque de diablura había rozado su mente y había tenido una sensación de novedad, como si el chico no hubiera jugado nunca. Te puedo ayudar.

No. No quiero meterte en problemas.

Mi madre solía decir que los chicos han nacido para los problemas.

La tristeza absoluta en aquella frase había roto su corazón. Había oído cosas maravillosas acerca de Sascha Duncan esperaba que todos los rumores fueran ciertos. Tal vez la Psy cardinal podría reparar a este niño telépata con el corazón destrozado. Eso sonaba bastante bien.

Tengo un plan. Un susurro vacilante.

Encantada a pesar de sí misma, ella le preguntó: Muy bien, lo tengo. ¿Qué es?

Y cuando él se lo había contado, ella misma se dio cuenta de que esa simplicidad estúpida podría funcionar mejor que cualquier otra cosa que ella podría haber pensado. Sin embargo, todo dependía de si el niño podía mantenerse despierto hasta el momento.

Por lo que ella esperaba, lista.

Sin embargo cuando llegó el grito, saltó por los aires. Pasando por la puerta al mismo tiempo que oyó pasos corriendo hacia la parte delantera de la casa, giró el picaporte y salió al pasillo, en esa misma dirección. Su aliento se atascó en su garganta al pasar por delante de la puerta abierta de una habitación desde donde podía oír varias voces. La puerta principal estaba cerrada con llave y con alarma, a pesar de la inesperada interrupción.

Ella inspeccionó las ventanas. Con alarma y bloqueadas, todas ellas.

Consciente de que su tiempo estaba a punto de agotarse, se dijo a si misma que pensara. Podía romper una ventana, pero sabía que no pasaría de los cinco metros antes de que Dev, Tag o Tiara aparecieran corriendo.

Tú eres una científica.

Con el corazón desbocado, se arrastró por el pasillo, hizo una parada rápida en su dormitorio, y luego se dirigió a la cocina, esperando contra toda esperanza de que su joven co-conspirador fuese capaz de mantenerlos ocupados durante unos minutos más.

Como esperaba, una cafetera estaba en el mostrador. Uno de los tres probablemente no bebería, estaría fuera de turno, pero cambiaría dramáticamente las posibilidades. Deslizando los medicamentos que había 184

cogido en el apartamento de Nueva York, disolvió una combinación muy específica en el líquido.

Una rápida agitación y estaba hecho.

Los medicamentos no les harían daño a los demás, sólo los aletargaría, y si tenía suerte, les provocaría sueño. Ella podría haber usado más, pero dudó, si los Olvidados tenían genes Psy… Reacia a hacer un daño serio, retiró el resto de los medicamentos aún en su poder.

Regresó a su habitación, fingiendo que leía cuando su puerta se abrió poco.

―¿Qué fue ese ruido? ―preguntó a Tiara.

― Una pesadilla. ―La otra mujer no explicó de quién. ― Quería decirte que no te preocuparas.

― Gracias.

Y luego Katya esperó.

Hubo algo de movimiento durante la siguiente hora, la gente murmurando, pasos hacia la cocina, regresando a la sala de estar. Poco después de las nueve y media, una puerta se cerró con un tranquilo chasquido, uno de los tres se iba a la cama. Esperando unos veinte minutos para dar tiempo a esa persona a dormirse, ella apartó las mantas y se levantó.

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on el corazón en la garganta, salió por la puerta, sabiendo que su abrigo y las botas delatarían su intención si era capturada. Y ella no tenía ninguna intención de ser encarcelada de nuevo. Arrastrándose por el pasillo, miró hacia la puerta abierta de un dormitorio.

Dev.

Yacía con su cabeza en un pequeño escritorio, con el pelo revuelto. Sabía que sólo debía caminar, no obstante, se acercó a él. Su pulso palpitaba bajo sus dedos. El alivio era una lluvia fría contra sus mejillas.

Al posar un beso en la mandíbula, la aspereza de su barba la hizo desear quedarse, iba a dejar la habitación. Entonces fue cuando vio el stunner1

escondido en la parte baja de la espalda. Dudó. No tenía ningún deseo de herir a nadie, pero si Tag o Tiara despertaban, necesitaba algo para ahuyentarlos.

―No me odies, ―susurró, y se llevó el arma antes de caminar hacia la entrada de la casa.

Tag estaba sentado enfrente de la televisión, mientras se estaba retransmitiendo un programa de ciencia ficción. Tenía los ojos cerrados, la cabeza inclinada hacia atrás en el sofá.

Una taza casi vacía de café estaba frente a él.

Se asustó de su silencio, y fue a poner sus dedos en la garganta.

Él gimió, se movió.

Congelada, esperó a que se despertara y diera la alarma. Pero después de unos segundos tensos volvió a caer en el sueño. Aliviada, extendió sus sentidos, cerciorándose de que el niño estaba bien. Los escudos de Tag eran excelentes–el hombre era un telépata muy fuerte. Insegura de que ellos continuasen dejándole caer aún más en la inconsciencia, envolvió sus propios escudos sobre los de él. Luego, con mil disculpas en silencio, registró la cartera de Tag, cogiendo todo el efectivo que llevaba encima.

La alarma era el siguiente obstáculo.

― Ayúdame, ―susurró ella, sin saber a quién le estaba pidiendo ayuda.

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Se abrió una puerta en el pasillo.

―¿Tag? ―La voz de Tiara se acercó más, ronca por el sueño―. Pensé que sentí…

―La otra mujer se congeló cuando vio el stunner apuntándola. Unos hermosos ojos marrones rayados con un centenar de tonos dorados y color ámbar le dieron un golpecito al enorme hombre en el sofá, la preocupación rastreó en las profundidades.

― Está bien ―dijo Katya―. No quiero herir a nadie, sólo quiero salir.

― No puedo dejar que hagas eso ―murmuró Tiara, con las manos sueltas a los lados.

Katya no relajó la guardia. La mujer tenía un arma en algún lugar. Y era una telépata. Katya contuvo el asalto de la poderosa psíquica con sus propias capacidades, creando un callejón sin salida.

―¿Sabes una cosa, Tiara?

―¿Qué?

― Yo sé que si cambio la dirección de este stunner ―le susurró Katya―, y lo presiono hacia la cabeza de Tag, harás todo lo que yo quiera.

Tiara contuvo el aliento.

― Pero no quiero hacer eso ―dijo sintiendo la culpabilidad―. No quiero convertirme en un monstruo.

― No vas a salir, ya lo sabes. ―El tono de Tiara cambió. ― Dev te cazará.

Katya le devolvió a la otra mujer una sonrisa temblorosa. ―Por lo tanto, no debería importarte si me dejas irme ahora.

― Katia, sé que no me vas a disparar ―dijo Tiara a quemarropa―. Así que este enfrentamiento no tiene sentido.

― El arma está preparada para los casos leves de aturdimiento ―dijo Katya―

¿De verdad quieres dejar a los niños vulnerables para cogerme a mí?

Tiara juró en voz baja. ―No estás tan indefensa como pareces.

―Gracias. Ahora camina hacia el panel de alarma. ―Katya se movió para mantener a Tiara con la suficiente distancia mientras esta caminaba. ―

Introduce el código.

Tiara lo hizo sin preguntas.

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Katia sintió sus caprichosos labios. ―¿Envías una señal de socorro en silencio?

No importa es lo mismo que hacen las alarmas, permanecer en silencio cuando abres la puerta.

―¿Por qué te importa?―Tiara arqueó una ceja perfecta. ― Yo ya estoy despierta.

― No quiero asustar al chico.

Un gran suspiro. ― Estaba empezando a sentirme a gusto contigo, Katya. Ahora vas y me apuntas con un stunner.

― Abre la puerta ―dijo Katya, a sabiendas de que la otra mujer estaba ganando tiempo.

Tiara lo hizo sin discutir. Las alarmas no sonaron. A medida que la Olvidada hembra se dirigió al porche, caminando hasta el césped, Katia la siguió.

Sabiendo que Tiara iría a por su arma, ahora que Tag ya no estaba bajo amenaza, dijo, ― Lo siento, ―y disparó el stunner.

―¡A la mierda! ―Tiara se derrumbó sobre sus rodillas, sus movimientos bruscos y descoordinados. ― No es deportivo.―Cayó lentamente.

Metiendo el stunner en el bolsillo, Katya le pasó un brazo bajo los hombros a Tiara. ― Lo sé. Me puedes maldecir más tarde.

Inmediatamente, cogió uno de los coches de la telépata.

La otra mujer se resistió, pero el stunner provocó un cortocircuito en su sistema nervioso. Sin embargo, nada se podía hacer por el hecho de que la hermosa mujer era más alta y pesada que Katya.

Como resultado, Katya estaba sudando con una mezcla entre pánico y estrés mientras arrastraba a Tiara al vehículo más cercano. Tomando la mano de la mujer, apretó el dedo pulgar en la cerradura.

La puerta se abrió.

Empujando la parte superior del cuerpo de Tiara en el asiento del conductor, Katya consiguió colocar el pulgar de la mujer en el interruptor de encendido. El coche ronroneó tranquilamente.

― No se reiniciará, ―murmuró Tiara, entrecerrando los ojos.

― Solo quiero que siga funcionando. ―Reduciendo a la operativa de Shine al suelo, ella cogió el móvil de Tiara y lo deslizó en su bolsillo. ― He utilizado el ajuste más bajo posible–deberías poder moverte en unos cinco minutos. Me 188

aseguraré de que los escudos del niño sean sólidos hasta entonces.

Tiara sonrió. ―Dev irá a patearte el culo.

Sorprendida por esa sonrisa, Katya vaciló. ― Los paralizadores no tienen efectos extraños en la fisiología de los Olvidados, ¿verdad?

―Diablos, no. ―La charla de Tiara comenzaba a despejarse. ― Acabo de decidir encontrar esto divertido.

Moviendo la cabeza ante el extraño humor de la telépata, Katia se metió en el vehículo y se acomodó con cuidado en el asiento del conductor. Recorrió un centenar de metros más abajo, entonces se sumergió en medio de la noche, la sombra de un árbol de gran tamaño. Nadie sería capaz de verla si venían por el camino. Y si ella estaba en lo cierto sobre la alarma silenciosa, ya estaban en camino.

Ella continuó con el escudo en el niño hasta que sintió que la energía de Tiara la sustituía, cerrándose bruscamente de nuevo antes de que la otra mujer pudiera atacarla a ese nivel. En el último momento dos vehículos se dirigían por el camino privado, en dirección a la casa. Katya esperó hasta que dobló la esquina, y luego tiró el celular y su chip GPS por la ventana y condujo como un murciélago salido del infierno.

El sistema de navegación del coche la llevó fuera de la zona aislada hasta una carretera principal con el tráfico pesado todavía. Condujo durante veinte minutos antes de introducirse en el parking de un restaurante lleno de aparejos de monstruos. La flota de camiones tenía sus propios carriles de conducción automática en las carreteras, a menudo viajando a velocidades tres a cuatro veces mayor que la de los coches.

Aparcando junto a uno de los aparejos, respiró profundamente y apagó el motor. Ahora mismo estaba efectivamente atascada. Pero si ella conocía a Dev, sabía que este coche tenía algún tipo de dispositivo de rastreo incrustado en él.

Dejó el stunner bajo el asiento, al no querer causar más daño.

La conversación se detuvo en el instante en que ella entró en el comedor, pero ella, no retrocedió, tampoco podía.

Tiara probablemente ya estaba poniendo la huella en el marcador.

Preparándose, miró a su alrededor. La mayoría de la gente en el mostrador eran hombres.

El sudor se deslizaba a lo largo de su columna vertebral. Entrar en un vehículo 189

con un extraño no era el más inteligente de los movimientos, pero era la única opción que tenía. Y era una telépata. Nadie la iba a convertir en una víctima.

Nunca más. Sonrió levemente y se dirigió al mostrador.

―¿Quiere un café? ―La oferta vino de un hombre de veintitantos años a su derecha.

―Prefiero un zumo de naranja, ―dijo, juzgándole como a alguien seguro. Si todo lo que tenía eran sus instintos, entonces tenía que confiar en ellos.

Él sonrió, con arrugas en las esquinas de sus ojos. ―Aquí está el zumo. Espero que no le importe que se lo diga, pero debería engordar un poco más.

Una cascada con imágenes de Dev haciendo sus batidos, barras de granola dentro de los bolsillos, barrió su mente.

―Estoy trabajando en eso. Gracias. ―Ella tomó su jugo de naranja y comenzó a beber. ―¿Supongo que no vas al norte?

El camionero la miró decepcionado. —Oh, maldita sea. Voy al Sur. ¡Jessie!

Una mujer con una cola de caballo largo y rubio la miró desde el extremo oscuro de la barra. Su cara era todo pecas y la piel brillaba intensamente.

―¿Qué?

―¿Vas hacia al norte?

―Tal vez. ―La mujer miró a Katya. ―¿Necesitas dar un paseo?

―Si no te importa.

Jessie se encogió de hombros y se levantó. ―Me dirijo hacia allí ahora. Puedes hacerme compañía.

Dando las gracias al hombre por el jugo, Katia siguió a Jessie fuera de la barra.

La mujer camionero no dijo nada hasta que se encontraban en la cabina de un camión plateado liso con una raya que se parecía más a algo que se podría encontrar en la cabina de un avión pequeño.

―No es inteligente lo que estás haciendo ―dijo Jessie, ya en la carretera. ―La mayoría de los chicos, son buena gente. Pero hay algunos que piensan que dar un paseo significa obtener algo a cambio.

―Lo sé. ―dijo Katya, decidiéndose por la honestidad. Algo sobre Jessie le dijo que por su expresión era capaz de detectar una mentira a una milla de distancia. ―Pero no quería ser atrapada por la vigilancia de las estaciones de 190

viaje.

Jessie cambió a navegación automática después de situar el camión en el carril indicado. El control del volante quedó en manos del software de la camioneta, acelerando la máquina a una velocidad que ningún ser humano sería capaz de controlar. ―¿Estás huyendo de alguien? ―Una mirada cuestionándola.

―¿Alguien te ha maltratado, cariño?

Unos brazos sujetándola cerca. Un beso para desearle felices sueños. ―No. Pero hay algo que tengo que hacer. ―Un demonio al que tenía que encarar.

―Está bien. ―Jessie pateó la parte trasera, poniendo sus pies en el salpicadero.

―Así que, ¿te gusta el jazz?

―Yo iba a… ―Dev mordió sus palabras, mirando a una sonriente Tiara.

―¿Acabas de dejarla salir?

―Oye, me sorprendió ―dijo la mujer, enfrentándolo―. Y fui yo, uno de quienes rastrearon el coche hasta la cafetería, incluso pensé que tuvo la suerte del diablo y cogió uno con el rastreador funcionando mal.

Los cuchillos reventaron el estómago de Dev ante la idea de con quién podría haber viajado Katya y lo que podrían haber hecho con ella. ―¿ Lucas volverá a llamar? ―El alfa leopardo había ido hablar a la gente que eran los dueños de la cafetería después de varios intentos de Dev que se había encontrado con un silencio sepulcral.

Su celular sonó en ese momento. Lo abrió y miró el identificador de llamadas.

―Lucas, ¿lo tienes?

―Ella está en un camión hacia el norte ― le dijo el alfa DarkRiver―, con una conductora llamada Jessie Amsel.

―¿Una mujer?

―Sí.

Pero eso, pensó Dev, no significaba que no fuera peligroso. ―Tengo un contacto en el sindicato de los camioneros ―dijo Dev― Voy a conseguir su ruta.

―Se marcharon hará cerca de cuatro horas.

―Entonces será mejor empezar a moverse. ―Colgó, llamó a su contacto y cinco minutos más tarde tenía un listado de la ruta de Jessie Amsel. Entrecerrando los ojos, hizo otra llamada. ―¿Michel? Necesito un favor.

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―Me la vas a deber, primo. ―Una sonrisa que casi se podía oír. ―¿Qué pasa?

Dev le explicó lo que necesitaba. ―¿Es factible?

―Contra las reglas, pero me imagino que sacarás mi trasero fuera de la cárcel si me enfangan.

―Gracias.

―No me lo agradezcas todavía. Incluso si ella no cambia la ruta de antemano, el Tráfico Comp me dice que los caminos están despejados hasta la frontera. Si ella llega a Canadá antes de que la coja, no puedo hacer nada al respecto.

EARTHTWO COMMAND LOG: ESTACIÓN SUNSHINE

18 de agosto 2080: Informe del incidente Oficial: Diez miembros del equipo científico están recuperándose de la exposición en el centro médico. Al parecer, perdieron el sentido de la dirección en la oscuridad de regreso de una misión de reconocimiento.

Ninguno de los diez contactó con el campamento base en busca de ayuda, y no parecen recordar las horas que pasaron sin refugio. Los diez han sido confinados en el centro hasta que puedan ser evaluados por completo.

192

ienes los papeles de recuperación?―Jessie le preguntó a la vez que llevaba el camión a una parada que estaba a tres horas al sur de la frontera con Canadá, todavía era

oscuro, aunque fuera por la mañana temprano.

Katya negó. ―No. Tendré que encontrar la manera de colarme.

―Eso no es precisamente fácil. Ahora también tienen guardias Psy, al parecer, hubo un problema con la gente que usa la telepatía para nublar las mentes de los guardias humanos.

Eso eliminó el plan que Katya había ideado. ―No creo que conozcas a alguien que haga documentos de identidad falsos.

―¿Parezco una delincuente?

―No, pareces ingeniosa.

Jessie sonrió. ―¡Que infiernos! Vamos.

Veinte minutos más tarde, Katya tenía una tarjeta de identificación que era

“para un solo uso”, según el hombre esquelético que lo hizo para ella. ―Ellos se darán cuenta que es falso en quizás unos diez minutos después de escanearlo, así que asegúrate de estar fuera lo más rápidamente posible.

Katya asintió y le entregó la mayor parte del dinero en efectivo que había tomado de Tag. ―Gracias.

―Y si te pillan, nunca me has visto.— Esos ojos negros la inmovilizaron en el sitio. ―¿Entendido?

―Si.

―¿Vas hacia la frontera?―le preguntó a Jessie, una vez que estaban en marcha de nuevo.

La otra mujer negó con la cabeza. ―Mi entrega es en una instalación a unos cuarenta minutos cercanos a la frontera. Puedes hacer el resto del camino con 193

otro camionero hasta allí. Me aseguraré de que sea uno de los buenos.

―¿Por qué me estás ayudando tanto, Jessie? ―preguntó Katia, pasando los dedos por encima y alrededor de los duros bordes de la tarjeta de identificación―. Soy alguien obviamente en problemas, y podría meterte en ellos

―¿Has oído lo de que se paga en otro momento?

―No.

―¿Dónde has estado viviendo, en una cueva? ―Sin esperar respuesta, Jessie explicó rápidamente―. Es como esto: si alguien hace algo bueno por ti, tienes que hacer algo bueno por otra persona en el futuro. Es la intención de devolver ese bien al mundo.

―Ya veo ―dijo Katya lentamente―. El mundo en realidad sería un lugar mejor si todo el mundo hiciera eso. Puedo preguntarte una cosa, ¿qué amabilidad estás pagando?

―Cuando yo era un escuálida adolescente con poco más de dieciséis años, un aterrador jodido camionero me recogió en una calle oscura y desierta. ―La sonrisa de Jessie se volvió radiante. ―Después de que me sermoneó sobre los peligros de viajar a dedo, me alimentó, me dejó ducharme en su camión, y me preguntó a dónde iba. Cuando le dije que no lo sabía, él dio un gran suspiro.

―¿Y?―Insistió Katya cuando Jessie se quedó en silencio.

―Y terminé montando con él durante los siguientes cinco años. Isaac fue el que me enseñó a conducir los camiones grandes, el que me consiguió mi primer trabajo.

―Debe estar muy orgulloso de ti. ¿Está jubilado?

―¡Ah! ¡Sólo es seis años mayor que yo!

―Oh. ―Katya se mordió el labio, pero no pudo contener su curiosidad. ―No lo ves como a un hermano, ¿verdad?

―Dios, soy patética. Y obvia. ―La otra mujer rodó sus ojos. —Todavía me ve como a la chica flacucha que recogió. No se le ha metido en su pequeña mente masculina que no sólo tengo tetas, me gustaría usarlas, ¡muchas gracias!

Katya se echó a reír al igual que el amanecer empezó a susurrar en el horizonte.

―¿Estás esperando por él?

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―Le voy a dar un mes más. Te lo juro, después de eso, voy a aprovechar la primera oferta que se presente.

―Es maravilloso, ya sabes ―dijo Katya, llenando la mente con recuerdos de calor fundido puro―, estar con alguien que toca tu corazón.

―No pareces muy feliz.

―Creo que me va a odiar ahora.

Una sirena rasgó el aire, cortando el aliento.

―¡Maldita sea! ―Jessie frunció el ceño y se detuvo a un lado del largo camino, por lo demás vacío―. Juro ―murmurando la rabia―, que los policías paletos no tienen nada mejor que hacer que fastidiar a los ciudadanos respetuosos con la ley.

―Jessie, estamos en realidad...

―Shh. Piensa en pensamientos respetuosos con la ley. ―Deslizándose por la puerta, Jessie cogió su abrigo y bajó de un salto.

Katya no podía verla mientras se dirigía hacia el oficial, pero oyó sus palabras.

―¿Michel Benoit, no tienes que ir a comer una rosquilla o algo así?

―Oficial Benoit para ti. ―fue la respuesta cansina. ―Tengo un informe según el cual estás llevando contrabando, cariño.

―¡Y una mierda! ―Ahora Jessie sonaba enojada. ―Estoy limpia y lo sabes.

―Contrabando sobre alguien con altura media, pelo rubio oscuro, figura delgada. ¿Te suena?

―Estoy segura de que no sé lo que quieres decir.

Katya tenía mucha fe en las habilidades de Jessie, pero no deseaba meter en problemas con la ley a una persona que la había ayudado tanto, no era como si el policía no fuera a revisar el vehículo. Deslizándose por su puerta, salió al aire gélido invernal y caminó por la parte delantera de la camioneta para estar al lado de Jessie, la madrugada suave y apagada rodeándoles. A pesar de la nieve que recubría el borde de la carretera se veía cálida en la luz roja y dorada.

―¿Qué es exactamente ―dijo Katia, mirando a los ojos hielo azul del policía―, lo que se supone que debo hacer?

Él sonrió, agitando su cabello castaño oscuro en la suave brisa. ―Podría tener algo que ver con el disparo de un aturdidor.

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―¿Se presentó un informe? ―Había algo inquietantemente familiar en este Benoit Michel.

Él arqueó una ceja. ―¿Quieres un acta?

―Eso significa que no hay informe ―le dijo Jessie, con las manos en las caderas―, no tiene derecho a detenerte.

Los ojos de Michel brillaron. ―Esto no es asunto tuyo, Jessie.

―Coge tus negativas y llévatelas ―murmuró Jessie―. Todo el mundo sabe que tienes un título en leyes.

El hombre no pareció ofenderse, su sonrisa volvió cálidos sus ojos. ―Este es el trato ―le dijo a Katya―, puedes venir conmigo fácil y agradablemente, o encontraré alguna acusación para ambas.

―¿Ambas? Jessie no ha hecho nada.

―Jessie ―Michel murmuró―, probablemente ha hecho un montón de cosas.

Katya puso una mano sobre el brazo de Jessie cuando la otra mujer avanzó, como si estuviera tentada de derribar de un golpe a la policía. ―Son los ojos

―murmuró―. El color me confundió, pero tienes los mismos ojos.

La sonrisa de Michel se ensanchó. ―No tengo ni idea de quién me estás hablando.

―¿Te suena el nombre de Devraj?

―Podría tener un primo llamado Dev, pero ya sabes, no es un nombre inusual.

Cierto, ahora sabía que no había manera de que Michel la dejara irse, Katya se volvió a Jessie. ―Gracias.

Jessie seguía con el ceño fruncido, pero ella abrazó a Katya. ―Si necesitas mi ayuda otra vez, me llamas. Tienes mi número, ¿no?

Katya asintió, después de haber memorizado el número de celular. ―Entonces

―le dijo a Michel―, ¿dónde vamos a partir de ahora?