ARCHIVOS DE LA FAMILIA PETROKOV

Carta con fecha del 30 de Noviembre de 1971

Querido Matthew,

Hoy te caíste de un columpio y tu rodilla sangraba de forma espectacular. Pero ¿sabes qué? Tú nunca lloraste. En su lugar, te quedaste allí, tu cara toda arrugada, y lágrimas brillando en tus ojos mientras yo limpiaba y vendaba la herida. No fue hasta que te di 66

un beso que arrojaste tus brazos alrededor de mí y me dijiste que "duele." Oh, mi bebé, tú haces que mi vida sea un gozo. Y pronto, tendrás a alguien más para jugar-tu padre me ha encandilado para que le diera otro hijo o hija, tu hermano o hermana pequeño.

Lo amo, tu padre, el hombre es desesperante a veces. Pero me pregunto a cerca de traer un niño a este mundo. La marea está cambiando, Matty. Hoy, la señora Ennis me dijo que tal vez el Consejo tiene razón, que tal vez deberíamos abrazar el Silencio. Yo quería discutir con ella, pero ¿qué podía decir a la cara por su pérdida? Ella todavía está de duelo por su marido. Tan pronto como ejecutan la captura de un asesino en serie, otro toma su lugar. El Sr. Ennis era simplemente una víctima entre muchos-y eso me horroriza. Y, sin embargo, no puedo aceptar un protocolo que roba tus sonrisas, tus lágrimas, tu corazón. Eres más valioso para mí que toda la paz en el mundo.

Con amor,

Mamá.

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levando pantalones de chándal y una camiseta sin mangas, Dev seguía haciendo caso omiso a su móvil a favor de un duro entrenamiento en el gimnasio establecido en la parte trasera de la casa. Golpeando sus puños en el saco de boxeo sacaba algunas de sus frustraciones, pero se quedó sin nuevas respuestas.

Katya le atraía. Tan simple como eso. Y ya era hora de que él lo admitiera.

Ella era el enemigo, incluso había advertido que era una granada esperando estallar en su cara, pero, sin embargo, le atraía. Una parte de él quería protegerla, cuidarla, mientras que la otra parte, puro y duro pragmatismo, le advertía que ella sólo regresaría para morderle en el culo.

Casi la había besado en el piso de arriba, todo su cuerpo zumbando con la cruda emoción que le produjo discutir con una mujer que despertaba una pasión mucho más íntima. Ella no debería haber sido capaz de pasar a través del metal de sus escudos, no debería haber sido capaz de afectarle en un nivel tan visceral, sin una decisión consciente por su parte.

Y sin embargo, ella lo hizo. Lo hacía. Todo el jodido tiempo.

Golpeando su pie en el saco de boxeo, giró y cayó de pies en la colchoneta.

—Eres bueno.

No se volvió, centrándose en su próxima ronda de golpes.

—He estado haciendo esto desde que era un adolescente —.Desde el día que se había dado cuenta de que llevaba dentro de sí las semillas de la misma violencia que había destrozado su vida siendo un niño. "Buen alivio del estrés."

Katya se quedó en la puerta, y él era consciente de su deslumbrante mirada mientras lo observaba. Le tomó toda su concentración mantener su enfoque.

—Vamos a empezar haciendo algunos estiramientos sencillos, para fortalecer los músculos.

—¿Estás seguro de que tengo alguno? —Ese toque de humor, fue una patada en la tripa. Él la miró, apartándose el pelo mojado de la cara, consciente del hecho de que su camiseta se le pegaba al cuerpo, sus brazos brillaban por el sudor.

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—Estoy seguro de que hay escondidos uno o dos en ese escuálido cuerpo tuyo.

Ojos de color avellana oscureciéndose.

—¿Siempre insultas a las mujeres que secuestras?

Genio. Interesante.

—Depende de la mujer.

—¿A cuántas has traído aquí?

A ninguna. Dev tampoco compartía bien sus espacios personales.

—Eso no te interesa. —Limpiándose la cara con una toalla que había tirado en la esquina, se dirigió a la puerta—. Te destrozaré después de la ducha.

Se alejó mientras él caminaba por detrás de ella. Fue una cosa muy Psy de hacer. Ellos odiaban a cualquier clase de contacto físico. Pero Katya había parecido anhelarlo. Irritado por el cambio, anduvo con furiosa confianza. Y

cuando el agua de la ducha llegó helada, la dejó de esa manera.

Katya se inclinó, abrazando sus rodillas, mientras todo el aliento simplemente salió de ella. Querido Dios, sabía que estaba en forma, pero...

Tragó saliva, intentando volver a aprender a respirar. En una ocasión había visto un tigre en una reserva de vida silvestre en la India. Su trabajo había sido con un lobby multinacional para el permiso de explotación en la región, pero fue la imagen del tigre la que se había adherido a ella para siempre. La gracia letal, su belleza -incluso su mente Psy había entendido que era algo extraordinario.

Los músculos de Dev cubiertos de sudor, sus bíceps se definían mientras perforaba el saco -había sido tan salvajemente bello como el tigre, de la misma forma en que un hombre con traje oscuro y camisa formal podía serlo como ella fue Ekaterina, la que había trabajado para el Consejo. Le había tomado hasta la última gota de control que tenía de no extender la mano y acariciarle.

Probablemente le habría apartado la mano si se hubiera atrevido.

Sacando otro suspiro entrecortado, se dirigió a través de la colchoneta para poner su palma en el saco de arena. Era pesado. Y él lo había estado enviando hacia atrás y adelante como si no pesara nada. Sus recuerdos de los detalles podían ser dispersos, pero sabía que toda su vida, había valorado la fuerza 69

psíquica sobre la física. Pero después de ver a Dev en movimiento, su opinión cambió.

El plano físico era tan poderoso como el psíquico.

Especialmente entre hombres y mujeres.

Y por primera vez, ella se sentía muy femenina.

Respiró profundamente, tratando de encontrar el equilibrio… y atrapó un eco del distintivo aroma de Dev, duro, sensual, implacablemente masculino. Algo en la zona baja de su cuerpo se tensó, una sensación para la que ella no tenía nombre, incomparable. Era caliente y apretada y… necesitada. Y anhelaba a Devraj Santos.

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estido de nuevo después de la muy bien recibida ducha de agua fría, Dev tomó el teléfono para ver tres llamadas perdidas. Una era de Maggie y dos de Glen. Maggie había dejado un mensaje diciendo que había reprogramado sus reuniones, pero Glen había colgado en ambas ocasiones.

Se Peinó con los dedos el cabello húmedo en lugar de usar el peine, tecleó los botones para llamar al médico a la vez que se precipitaba escaleras abajo. La seguridad de la casa estaba intacta, lo que significaba que Katya estaba dentro, en alguna parte. Decidió acabar con la llamada antes de ni siquiera encontrar el paradero de la chica, se dirigió a la cocina y sacó la licuadora.

—¿Dev?—Se oyó la voz de Glen en la línea.— ¿Dónde estabas?

—Ocupado. —Puso la leche en el mostrador— ¿Qué pasa?

—Uno de los Guardianes Shine recogió a un niño en Des Moines. Parece un verdadero telépata.

Dev se congeló.

—¿Están seguros?— Los verdaderos telépatas eran extremadamente raros fuera de la PsyNet después del éxodo, los Olvidados se habían casado con seres humanos y cambiantes, había niños de raza mixta. Sus habilidades habían cambiado de manera notable, pero también habían perdido cosas. Lo primero en irse había sido la pureza de ciertas habilidades Psy, algunos Psy en la Red podían comunicarse telepáticamente a través del mundo entero sin pestañear.

Ninguno de los Olvidados había sido capaz de hacer eso hasta la generación rebelde.

—Si, totalmente seguros, —dijo Glen—. Conoces al Guardián Aryan, él tiene algo de telepatía, de bajo nivel, e hizo una consulta telefónica con Tag y Tiara.

Todos ellos están de acuerdo que el chico muestra claros signos de unas fuertes habilidades telepáticas.

Tag y Tiara eran los telépatas más fuertes en el ShadowNet, la red neuronal creada por los rebeldes originales cuando se fueron de la PsyNet, pero incluso su área de telepatía se limitaba a una distancia comparable a la longitud y la anchura de los Estados Unidos. Por supuesto, eso era impresionante.

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—¿Es recuperable? —Dev tenía que hacer esa pregunta, aunque sintiera en su pecho el peso de una roca. Odiaba perder a alguien de su pueblo, lo odiaba y la venganza le había vuelto un ser sin piedad.

—Kid estaba en una casa del estado. —La voz de Glen sonó estrangulada—. Sus padres murieron en un accidente de coche, dejándolo huérfano. Los abuelos al parecer, nunca tuvieron en cuenta que el padre era descendiente de los Olvidados, por lo que el pobre chico se ha medicado la mayor parte de su vida por su aparente esquizofrenia.

A Dev la ira le roía irritándole intestino. Ese conocimiento nunca debería haber sido perdido. A todos los Olvidados quienes se habían dispersado, después de que el Consejo comenzara su caza, se les había dicho que mantuvieran los registros precisos, por la misma razón por la que los genes latentes podrían despertar con resultados devastadores en sus hijos.

—La madre tenía que ser uno de nosotros, también, si el chico es un telépata de verdad.

—Arian rastreó sus registros. Su tatara-tatara-abuela era parte de un grupo original rebelde. —Glen murmuró algo en voz baja—. El niño es frágil, Dev. Él va a necesitarte, tienes algo que te hace conectar con estos niños. Si no te conociera, diría que tienes algún tipo de empatía.

Dev sabía que era lo opuesto a lo que los niños sentían en él -era un Pitt Bull, contra quien les habían dejado sin nadie, ni nada.

—Estaré allí.

—¿Qué pasa con Katya? ¿Quieres que uno de ellos la vigilen?

—No. Ella viene conmigo. —Fue una reacción instintiva, un lazo casi de brutal posesión. Algo en él se estremeció ante esta descripción, al darse cuenta de que estaba perdiendo su frialdad cada vez más rápido.

Pero Glen no discutió.

—Con los actuales medicamentos en su sistema, el niño no va a estar coherente por lo menos en dos días, así que no te necesito hasta entonces.

Colgando tras obtener algunos detalles más, Dev se concentró en la búsqueda.

Este aspecto de sus habilidades, mientras que no era demasiado importante en el esquema de las cosas, era un aspecto interesante de la telepatía. Podía literalmente escanear un área discretamente, identificar correctamente a los 72

individuos en cada habitación, y si alguno estaba emocionalmente ligado a alguien, adivinar con exactitud su estado de ánimo.

Katya estaba sentada en la terraza acristalada en frente.

Su estado de ánimo era opaco para él, sus secretos ocultos.

Colocando un vaso sobre el mostrador, derramó la leche en la licuadora y recogió algunas vitaminas mezcladas con proteínas.

—Katya

Ella apareció en la puerta de la cocina un minuto más tarde.

—¿Sí?

—¿Qué fruta quieres?

Por un instante, pensó que ella le diría que no tenía hambre, en cuyo caso, tendría mala pinta, su necesidad de cuidar de ella era un jodido puño en el estómago, un violento sentido protector le obligaba a liberarlo. Pero ella se acercó y cogió un mango.

Él le dio un cuchillo.

—Pela y pica.

Tomando un segundo mango, él hizo lo mismo rápidamente. Él lo hizo antes que ella llegara a la mitad. . . porque Katya seguía lamiéndose los dedos. Todo su cuerpo se convirtió en un pulso gigante, mientras la miraba cerrando sus labios alrededor de un dedo y acariciándolo.

—Katya.

Ella se ruborizó, malinterpretando aquella solitaria y tensa palabra.

—Tiene un sabor tan bueno.

No pudo evitarlo. Él elevó un trozo de la jugosa fruta color amarillo sobre su boca, diciendo:

—Abre.

Los ojos de ella se clavaron en los suyos, y le obedeció. Sus labios, suaves, exuberantes, húmedos rozaron sus dedos mientras le daba de comer la fruta y era la cosa más erótica que jamás había sentido.

—¿Bueno? —preguntó, con voz ronca.

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Un cabeceo, y su pelo rubio capturó los rayos de luz.

—¿Dónde está el helado?—una pregunta común, sin embargo, la forma en que ella lo estaba mirando, decía otra cosa.

Recordándose a sí mismo que, echando el resto de cosas a un lado, la chica había estado inconsciente no hacía mucho tiempo, cerró la puerta al deseo que amenazaba con hundir cada voto, cada una de sus promesas.

—Voy a cogerlo. —Agregó algo a la mezcla, terminó de batirlo y le sirvió un vaso—. Come un sándwich también.

—No estoy realmente hambrienta.

—Cógelo.

El vaso que ella cogió, golpeó el mostrador.

—¿Qué harás si no como?

—Te ataré a una silla y esperaré hasta que decidas a cooperar. Entonces yo te alimentaré bocado a bocado. —Empujando el pan en el mostrador, comenzó a hacer las guarniciones—. Empieza a hacerlo por ti misma o yo lo haré por ti.

Esta vez, la mirada que le disparó esa mujer era pura furia femenina.

—Sólo porque eres más grande no quiere decir que debas actuar como un matón.

—Sólo porque eres una mujer no significa que voy a dejar que salgas con esas tonterías.

Ella golpeó la mantequilla en el pan, pero no alcanzaba el jamón o el queso, pero si para la jalea de frambuesa.

—Tranquilo —dijo ella, cuando él abrió la boca.

Levantando una ceja, se fue a la despensa y volvió con un frasco de mantequilla de cacahuete crujiente.

—Van bien juntos.

Ella le lanzó una mirada suspicaz, pero tomó el frasco. Sin decir nada, Dev se apresuró a hacerse su propio sándwich, luego se lo llevó junto con su batido a la mesa. Katya le siguió un minuto más tarde, después de guardar la mermelada y la mantequilla de cacahuete con lenta deliberación, como si tuviera la esperanza de que ese hombre se fuera mientras lo hacía.

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Cuando se sentó, mantuvo sus ojos fijamente en su comida.

Él se dio cuenta, que le estaba ignorado. Sonriendo, se reclinó en su silla, con las piernas invadiendo su espacio.

Katya había dedicado su vida a la ciencia. Podría no recordar gran parte de ella, pero sabía que había sido indiferente, tranquila, inalterable, incluso por debajo del Silencio. Pero hoy, con Dev, había estado sorprendente mente cerca de perder los estribos. Y ahora mismo, quería poner sus pies fuera de la silla, consciente de que estaba invadiendo a propósito su espacio personal.

Hombros grandes, piernas largas, poderosos músculos y la arrogancia contenida. No era de extrañar que la hiciera enojar.

Dejó su sándwich, con la boca súbitamente seca como un hueso.

—¿Por qué mi estado emocional no se filtra hacia la Red? —Traicionándose a si misma, advirtiendo a los demás que era una traidora al Silencio.

—Dijiste que estabas atrapada. —Los pelos de sus brazos se erizaron en respuesta al hielo contenido en cada palabra—. Tiene sentido que el escudo no sólo esté destinado a servir como una jaula. Te tiene que ocultar, también, cuantas menos personas sepan respecto al caballo de Troya, más daño puede hacer.

—¿Por qué suenas tan tranquilo al respecto? —Ella se inclinó hacia delante, en busca de respuestas—. Por todo lo que sabes, mi tarea podría ser matarte. —Un escalofrío serpenteó por su columna vertebral, y ella se encontró murmurando—, Hay una buena probabilidad que sea eso.

Un hombro levantado en un gesto negligente.

—Yo no soy fácil de matar.

—No seas tan presumido. Soy una telépata, después de todo.

Un silencio.

Ella parpadeó. Sacudió la cabeza.

—Sí, soy una telépata de nivel medio… y Psy-M. Capacidades duales, tanto con mi telepatía y mi talento médico están en torno al mismo nivel. Por debajo de 5

en el gradiente.

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Dev sabía que el gradiente era la escala que el Psy utiliza para medir la potencia, siendo 10 el nivel más alto. Al parecer, los cardinales eran imposibles de medir más allá de ese punto.

—Envíame algo.

—¡Dev!, Si me encuentran .

—El Consejo ya sabe que tenemos algún resto de las habilidades y no tengo intención de dejarte ir. —Suaves palabras, letales como cuchillas—. Sólo tengo un poco de telepatía. Quiero saber si es suficiente para escuchar una Psy .

Ella pensó en la primera cosa que le vino a la mente. ¿No te consideras Psy?

Dev inclinó ligeramente la cabeza hacia un lado, frunciendo las cejas.

—Casi lo oigo. Al igual que un murmullo demasiado suave. ¿Qué has dicho?

Ella repitió la pregunta en voz alta.

—No —confirmó—. Los Psy mataron a mis antepasados sin pensar, trataron de aniquilarlos. En lo que a mí respecta, esto elimina cualquier conexión familiar.

—Él se inclinó hacia delante con una velocidad que ella no tenía la esperanza de evitar y la agarró de la barbilla, era un control suave pero firme—¿Y tú? ¿Te consideras Psy?

—Es lo que soy. —Pero su pregunta se alzó en su propia mente, apuñalando al dolor fantasma en su corazón—. Ellos me tiraron.

Dev frotó su pulgar sobre su mentón, un golpe lento y profundo.

—O podrías verlo de otra manera. —Los ojos dorados observándola con la misma concentración que había visto en la mirada de un tigre.

—¿Qué otra manera? —susurró ella, dándose cuenta de que se inclinaba hacia él.

Pero Katya no podía retroceder, no podía ser el Psy que su memoria rota le decía que era. Cada átomo de su ser estaba concentrado en la aspereza de la piel de Dev contra la de ella, los ángulos y planos de su rostro a la luz del sol, la forma de su boca mientras le decía.

—Que ellos te entregaron a mí.

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ikita se quedó mirando el parche de la Red que simplemente estaba muerto.

—¿Cuánto tiempo ha estado aquí? —preguntó a la mente que estaba a su lado.

El Consejero Kaleb Krychek le envió una imagen psíquica.

—Algunos hilos han estado corriendo a través de la Red durante algún tiempo, pero nada como esto.

—¿Qué lo causó?

Kaleb hizo una pausa, como si estuviera considerando cuanto revelaba. Como un cardinal telequinético, quizás el Tk más poderoso en la Red, ejercía un control considerable sobre la MentalNed, la entidad neo-sensible que daba forma la Red. Esto proporcionó a Kaleb un flujo de datos que otro consejero no podría igualar. Pero lo único que dijo fue:

—Tú tienes tus propias sospechas.

Ella decidió que no había nada que perder en el intercambio entre ellos.

—El aumento de la violencia en los pasados meses –una compulsión por asesinar. Creo que es una cicatriz psíquica.

—Posiblemente.

—Pero, ¿No estás de acuerdo?

—Creo que el eco de aquella violencia se propagará a través de la Red durante algún tiempo, pero esto habla de un mal más profundo.

—¿Crees que la propia Red está. . . enferma, —dijo, a falta de una palabra mejor—. Si eso es cierto, comenzará a afectar a la población. —Todo los Psy estaban vinculados a la Red en el nivel más básico -no habría manera de evitar el efecto insidioso si esas zonas muertas seguían creciendo.

—Tal vez lo que ha… Quizás la causa y efecto están encerrados en un bucle de retroalimentación. —Kaleb tocó un zarcillo psíquico en los bordes de la oscuridad.

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Nikita se retuvo.

—Podrías infectarte con lo que sea que ha causado esto.

—No —murmuró, casi ausente—. Estoy protegido.

Ella sabía que era más que eso. ¿Podía ser que Kaleb tuviera cierta afinidad con la mancha que se extendía?

—¿Dónde estaba lo malo?— Este parche era pequeño y aislado, como si la enfermedad se estuviera escondiendo. Nikita habría considerado la antropomorfización absurda en cualquier otro contexto, pero en el nacimiento de la MentalNet, la Red había demostrado claramente que era algún tipo de organismo.

—Esto es lo peor. —respondió Kaleb, retrocediendo del zarcillo psíquico que había usado para explorar la oscuridad—. Es como si todos los hilos muertos hubieran emigrado aquí, reuniéndose en una piscina.

—Eso significa que va a seguir creciendo.

—A menos que podamos encontrar una manera de oponernos a los hilos de la oscuridad.

Sintió un destello de advertencia.

—¿Por qué me muestras esto a mí en lugar de a todo el Consejo? —Eran aliados de algún tipo, pero no había habido algo más en esa declaración.

—Pensé que sería obvio —dijo—. Tu hija es un cardinal Psy-E.

—Ya veo. —Y así lo hacía. La última vez que la Red había amenazado con autodestruirse, había sido debido a que los Psy-E habían sido sistemáticamente eliminados. Pero la situación era completamente diferente ahora—. Había millones de Psy-E presentes en la Red. —El Consejo había detenido órdenes de eliminación en todas las concepciones de designaciones E una vez que se hizo evidente que su presencia -no importaba si sus poderes empáticos permanecían contenidos sin piedad- ayudaban a mantener la fragmentación mental, en la zona.

—Esto es otra cosa. —El problema era, que no tenía idea de que.

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stá oscuro. Muy oscuro. Más oscuro que la noche, que el sol de media noche.

No, eso no tiene sentido. No hay tal cosa como sol de medianoche. No… Alaska tiene un sol de media noche. Pero eso significa que habría luz a lo largo de todo el día. Aquí no había luz del día, no hay luz del sol, no hay esperanza.”

Trató de curvar los dedos de los pies y las manos, pero no pudo sentirlos. Era como si hubieran sido devorados por la oscuridad. Estaba tentada a gritar, a oír el sonido incluso si no podía ver, no podía sentir, pero lo mantuvo dentro, atrapado en las paredes de su mente. El monstruo había tomado todo lo que tenía. No le daría sus gritos.

Pero minutos, horas, días más tarde, perdió la batalla y su angustia se derramó de ella en una ola de sonido.

Excepto… que oyó solo el silencio. La oscuridad absorbió incluso su grito.

Y entonces fue cuando lo supo.

Realmente estaba muerta.

Calor.

Toque.

Vida, esta furia eléctrica, bebió de su esencia. Salvaje y exótica. Oscura y masculina.

Un hombre que le rugió, la atrapó… la alimentó.

—Dev —habló contra sus labios, estaba tan reacia a perder el contacto.

Su boca tomó la suya otra vez antes de que pudiera decir algo más, sus dientes hundiéndose en su labio inferior.

Se sacudió, enterrando sus dedos en los sólidos hombros masculinos. Nunca, había experimentado algo remotamente similar. Era tan caliente que quería arrastrarse en él. Su piel quemándole las yemas de los dedos, y quería más, quería estar desnuda, para tenerlo aplastándola contra las sábanas, su peso, una inamovible y pesada manta.

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Su respiración jadeante cuando la soltó, miró fijamente sus ojos, preguntándose si podía leerla arañando las profundidades de su necesidad.

—¿Estás de vuelta? —su voz era ronca, sus ojos destellando con un brillo febril.

Sus pechos rozando contra su pecho con cada respiración, las puntas tan apretadas por la necesidad que era casi doloroso.

—¿Dónde fui?

—Estabas gritando hasta sacar tus pulmones. —Continuó sosteniéndola en un abrazo que sabía que nunca sería capaz de romper—. No te despertabas por más que te sacudiera.

—Así que me besaste. —Lo que había sido, se vio forzada a admitir, una decisión altamente práctica. Incluso una Psy destrozada podía reaccionar a algo tan completamente en contra de su acondicionamiento—. Gracias —Hubiera sido prudente empujarlo, pero nunca se había sentido más viva, más real—.

Creo que… ese fue mi primer beso.

Una palabra baja y áspera.

— Infiernos, lo siento.

— Hazlo de nuevo.

Sus pestañas bajaron. Una vez. Dos. Esperó que la rechazara. Sin embargo, inclinó su cabeza hacia atrás y rozó sus labios sobre los de ella, una única y caliente caricia. Cuando trató de acercarse, se negó a dejarla.

—Dev.

—No te apresures. —Y entonces tocó su boca con la suya otra vez, pero esta vez, se demoró.

Actuando por instinto, probó la plenitud de su labio inferior, sintiendo la áspera calidez de su cuerpo tensarse contra las palmas que tenía presionadas lánguidamente en su pecho. Por un segundo, temió que la detuviera. Pero profundizó el beso con lentos y dulces movimientos, haciendo que sus dedos se enterrasen en el firme músculo bajo sus manos mientras su cuerpo se llenaba con una especie de calor líquido. Sus caderas moviéndose con un hambre que a penas entendía, trató de apretarlo más cerca.

—Suficiente —habló ásperamente contra sus labios.

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—Un poco más. —Cada aliento caliente, cada movimiento, cada cata, la anclaba en la más sensual, más terrenal de las formas—. Tócame.

Sin embargo, sus dedos se apretaron en su cabello, su mandíbula se dispuso en una forma que ya encontraba familiar.

—¿Por qué estabas gritando?

De alguna forma, la suavidad de la pregunta, la fuerza de su abrazo, le hizo recordar la pesadilla más fácilmente.

— Soñé que estaba en el agujero, en la nada, otra vez.

Algo destelló por su rostro, algo tan afilado en su furia, que la habría hecho correr. Pero todo lo que quería era desnudarlo por completo, sentir su cuerpo duro y descaradamente masculino sobre el suyo.

—Dev.

—Estás asustada —dijo, con los dedos sobre su mandíbula—. No voy a aprovecharme.

Sus ojos se hundieron en el elevado bulto de su excitación.

—Tú quieres.

—Lo que queremos —su voz inflexible como la piedra—, no siempre es bueno para nosotros.

Oyendo la decisión en ella, se tragó la necesidad de seguir presionando.

—Gracias por venir a mí.

—¿Estarás bien ahora?

La verdad se le escapó antes de que pudiera censurarse.

—No. —Sin el escudo erótico del beso de Dev, el miedo estaba otra vez trepando por sus piernas, hundiéndose en sus pulmones. No dijo una palabra, simplemente se levantó y la empujó sobre la cama. Se movió con presteza, sintiendo el colchón hundirse mientras el se acostaba a su lado en posición sentada. Notó que solo llevaba un par de pantalones sueltos, su pecho un ágil plano musculoso salpicado con vello oscuro. Sus dedos curvados en sus palmas, encontró su mirada bajando, siguiendo el rastro que…

—Ven aquí. —Extendió sus brazos.

Levantando de golpe la cabeza, sintió sus mejillas quemar.

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—No muerdo.

No estaba tan segura. Este hombre, la confundía. Tan duro como hermoso, y aún capaz de una gentileza que la dejaba tambaleante. Ahora solo la miraba, dejándola tomar su propia decisión. Solo había una elección, solo un lugar donde quería estar.

Aún con el sabor de su carga erótica en la boca, se deslizó encima y descansó su cabeza sobre su brazo. Este se envolvió alrededor de sus hombros, envolviéndola en su cuerpo. Y el contacto -caliente, real, Dev– empujó el miedo a un lado. Cuando tiró una manta sobre ellos, no protestó, recostando la cabeza en su pecho, sus dedos enredándose en los rizados vellos. La última cosa de la que fue consciente, fue del latido de su corazón.

Dev retiró el cabello de Katya de su mejilla y estudió su rostro durmiente, sus ojos demorándose en la dulzura exquisita de su boca. Hambre e inocencia, era un infierno de potente combinación. Su cuerpo se elevó ante el recuerdo, desafiando sus esfuerzos para mantenerlo bajo control. Apretando los dientes, buscó todo el metal en la casa.

El frió beso del hierro y del acero rozó su mente, invadiendo sus miembros. No duraría mucho, no con la ligera forma de Katya descansando confiadamente contra él, pero tendría que usar la calma mientras la tuviera, ver si podía encontrar respuestas a algunas de sus preguntas en la ShadowNet. Había oído historias de la PsyNet, era un enorme campo negro lleno de millones de estrellas blancas, cada estrella representando una mente, pero ese era el concepto que tenía problemas para entender.

¿Cómo podían las mentes permanecer completamente separadas?

Cerrando sus ojos físicos, abrió un túnel psíquico y salió al caos organizado de la ShadowNet. Llevando sus comparativamente pequeños números, el “cielo”

de esta Red psíquica eran poca cosa en comparación con la amplitud sin fin de la PsyNet, pero era un desenfreno de color, de conexiones.

Desde donde estaba parado, podía ver los hilos que lo ataban a ambos grupos de abuelos el lazo con su abuela materna era el más fuerte, pero estaba vinculado indeleblemente a los cuatro, y las dos parejas estaban además conectadas a la otra aunque esos vínculos eran mucho más débiles. Más hilos lo vinculaban a sus tíos, tías, primos, amigos, algunos delgados, oros fuertes, algunos a punto de romperse.

Y entonces estaba el extraño, casi invisible hilo que lo ataba a su padre.

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Todos los lazos entrecruzados hacían a la ShadowNet un lugar sobrecargado para navegar. Mucha gente a veces tendía a seguir las líneas de conexión hasta que encontraban a la persona que querían, incluso entonces, las líneas estaban tan enredadas que les tomaba unos pocos intentos localizar el hilo correcto.

Pero el único que Dev quería localizar era como un faro brillante y resistente como el titanio.

Su abuela materna no soportaba la mierda de nadie.

Sonriendo internamente ante el pensamiento de la mujer que amaba desde el día en que abrió los ojos y la vio mirándolo desde arriba, avanzó a lo largo del hilo plateado y tocó la puerta de su mente. Ella respondió un momento después. La conversación en ShadowNet en sí misma era difícil por la cantidad de ruido psíquico, así que ambos se engancharon en la línea emocional que los conectaba, creando un conducto directo para la conversación que les proporcionaba una infranqueable privacidad.

—Devraj —La energía de su abuela era fuerte, hermosa, llevando en su interior los ecos de incienso y especias, sílice y calor fundidos—. Un poco tarde para una llamada, beta.

Solo su abuela lo llamaba “niño querido” en el lenguaje de su madre.

—Pensé que estarías trabajando en tus diseños.

—El vidrio se está volviendo más y más tenaz con el tiempo. Hoy quería terminar el cristal de una ventana excepto que el rojo se negaba a cooperar. En vez de ello se volvía naranja.

Estaba acostumbrado a que hablara de su precioso vidrio como si fuera un ser sensible.

—Aún no me has enviado mi regalo de cumpleaños.

—Niño descarado. —Una caricia psíquica contra su mente, un beso afectuoso en su frente—. Aceptarás lo que venga a ti.

Rió, y esta era quizás la única vez que lo hacía, con ella, la mujer que lo había amado incluso cuando el se había odiado a sí mismo.

—Nani —dijo usando la palabra Hindi para abuela materna—, necesito algunos consejos.

—Has estado andando un camino solitario estos años pasados.

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—Si. —Nunca le mentía a su abuela. Quizás le había ocultado sus secretos más oscuros, pero nunca mentido.

—El metal -se que te mantuvo cuerdo cuando a otro chico lo habría quebrado

—dijo, el calor de su amor como un suave viento contra sus sentidos—, pero debes ver lo que te está haciendo.

Estaba, sabía Dev, fusionándose en muchas de sus células. A veces su mente estaba tan fría, tan impecablemente tranquila que se preguntaba si era sangre lo que corría por sus venas o algo mucho menos humano.

—No puedo alcanzar el metal más de lo que tú puedes formar vidrio. —Acero y hierro, cobre y oro, todo eso lo llamaba, resonando en una frecuencia psíquica que solo él podía sentir—. Eso me ayuda a hacer lo que necesito hacer.

—¿Entender los Psy?

—Si. Y tomar decisiones que necesitan ser tomadas.

Un suspiro.

—Los metales también se mezclan, beta. No siempre es fácil, no siempre es frío.

—Ese es el problema. Algo está penetrando en mis escudos.

—¿Sin tu control consciente?

—Si. —le dijo acerca de Katya—. Soy el director; no puedo permitir esa clase de entrada en mis escudos.

—No.

—Debo eliminar la amenaza.

—Matarla, entonces.

—Si.

No hubo sorpresa de su abuela. En su juventud, había sido uno de los soldados de a pie de los Olvidados.

—Esta mujer, esta Katya, —dijo ahora— juega con tu debilidad.

Los gritos de Katya hicieron eco dentro de él, llenos de tanto terror, que no entendía cómo había sobrevivido.

—No creo que sea deliberado.

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—Quizás. —Una pausa—. Si es una asesina durmiente, es posible que fuera elegida… no. Que fuera hecha para desarmarte. Tu historia no es de conocimiento público, pero tampoco está completamente oculta; quizás crees que estás rechazando su entrada, pero tu subconsciente es claramente una puerta abierta para ella.

Algo se movió en su interior, disparando dardos a su corazón.

—Si fue diseñada para meterse bajo mi piel, hicieron un buen trabajo. —Se había deslizado en su interior con tal sigilo, el estilete perfecto en la oscuridad.

—Ah, Devraj, no suena como si hubieras estado jugando como un tonto. —Un pulso de energía amorosa que era tan familiar como el sílice derretido de su precioso vidrio—. Estoy tan feliz por ti.

—¿Por qué?

—Esto demuestra que aún tienes corazón, no te moviste inmediatamente para atacar. Y prefiero que lo tengas a que seas un general de sangre fría que no piensa más que en el poder.

—Su mente, —dijo— ¿Crees que serías capaz de descifrar la programación? —

Su abuela era solo una emisora de rango medio, pero era muy, muy buena para desenredar nudos psíquicos; una extraña habilidad que los Psy en la Red parecían haber perdido. Quizás no era tan necesaria ahora que estaban en Silencio.

Era mucho más necesaria para los Olvidados.

Nani era la que había desenredado los lazos de locura que habían asolado al padre de Dev. Los lazos siempre regresaban; más rápido cada vez, pero ahora sabían qué esperar. La primera vez… Dev sacudió su cabeza con una repulsión violenta.

Por un segundo su atención se dividió entre los aspectos psíquicos y los físicos de su naturaleza mientras Katya se agitaba. Colocando su mano en la parte trasera de su cabeza, lentamente la introdujo en el sueño una vez más antes de regresar con su abuela.

—Tengo que verla. —Su tono mental era sereno, aún no menos agudo por ello—. Pero conoces el problema; no somos los iguales que los Psy en la Red.

Quizás no siempre sea capaz de sentir los lazos que bloquean su interior, mucho menos los programados profundamente.

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—En cualquier caso no quiero que lo intentes aún. —Una telépata Psy de rango medio podía hacer mucho daño a una de los Olvidados que hubiese bajado sus escudos.

—Llámame si me necesitas. —Otra caricia psíquica— ¿Quieres hablarle a tu nana?

—No, déjalo dormir.

—Sabes que el nunca duerme mientras estoy despierta. Hombre testarudo.

Le envió un beso de despedida antes de que se dejara caer de la ShadowNet. El regreso a su mente era un suave deslizamiento, una verdad familiar. Entendía exactamente cómo la mujer en sus brazos se sentía al ser separada del plano físico. Debía ser realmente extraño como tener un miembro amputado, un terror claustrofóbico.

Si, por supuesto, estaba diciendo la verdad.

Esta mujer, esta Katya, jugaba con sus debilidades.

¿Cómo podía no haberlo visto? Era como si alguien hubiera entrado en su psique más interna y creado una mujer a la que simplemente no podía dañar, no importaba que se dijera a sí mismo lo contrario. Incluso ahora, con la verdad de las palabras de su abuela andando en su cabeza, no podía repudiar a Katya… no podía enviarla de vuelta a la oscuridad.

Su mano se apretó sobre su pecho.

Tomó aire a través de sus dientes apretados. Era un hombre saludable, en su mejor momento; le gustaban las mujeres, y más que todo, a las mujeres las gustaba él. Pero nunca se había sentido tan cerca del borde, tan cerca de perder el control. Demasiadas emociones chocaban en su interior; incluyendo una naciente posesividad, que sin embargo, podía significar su muerte.

—Dev. – Era una queja—. Para de transmitir.

Se congeló.

—¿Has estado escuchando mis pensamientos? —Eso sería imposible. Nunca había sido capaz de enviárselos a nadie, excepto a su madre. Cuando ella murió, esa parte de él simplemente había sido silenciada.

Una sacudida de su cabeza, sus dedos frotando sus ojos durmientes.

—Es un tamborileo en mi cráneo; bam, bam, bam.

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Intrigado, pasó sus dedos a través de su cabello.

—¿Cómo sabes que soy yo?

—Se siente como tú. —Un bostezo y levantó sus pestañas—. Y me estás dando dolor de cabeza.

Debía de estar arrepentido. Sin embargo, se movió sobre sus brazos, su cuerpo esbelto pero intrínsecamente femenino debajo de él. Fueron sus ojos los que lo hicieron, amplias piscinas que le preguntaban por algo de él que nunca sería capaz de dar; a ella, a nadie. Había dejado esa parte de sí mismo atrás, en una habitación bañada por el sol, el día que su padre cerró aquellas manos, siempre cuidadosas, alrededor de la garganta de su madre.

Las sombras se movieron en la clara neblina, la conciencia chispeando fuera del sueño.

—Dev.

—Shh. Sin palabras. —Se aseguró de ello reclamando su boca, robando su aliento. No había gentileza en él esta vez. La aplastó sobre la cama, pasando sus dientes sobre su cuello, empuñando su cabello en su mano.

Solo un beso, pensó, solo uno.

Entonces ella envolvió sus brazos alrededor de él. Y se dio a sí mismo permiso para tomar este poco de ella. Sus labios se unieron en una oscura conexión sensual, cada suspiro lleno de la inevitable verdad; este momento, este beso, era robado. Muy pronto, la realidad los reclamaría a ambos. Y cuando lo hiciera, Dev tendría que destruir su sonrisa joven y su corazón salvaje… o traicionar todo voto que alguna vez hubiera tomado.