CAPÍTULO IV
TÍTULO V
Sobre los peligros que encontraron
Caminaron durante más de veinte jornadas siguiendo la misma ruta que venían llevando. Durante ese tiempo, se habían cruzado con muchos montículos de piedra sin encontrar alguna cueva que les pudiese acomodar.
Nuevos paisajes se repetían no encontrando nada nuevo que marcase aquella tierra como la tierra elegida por los espíritus. Se preguntaban si aún estaría lejos esa tierra y cuanto tardarían en llegar.
Buck, se retrasaba cada vez más en la manera de andar, viéndose obligados a hacer paradas para que descansase. También a Hulk, los muchos años le pesaban, ya que tenía casi la misma edad que tenía Buck, y de vez en cuando se apoyaba en su vara para andar.
―¡Uf…!, con lo bien que estábamos en la cueva… ―decía Buck, cuando estaba cansado.
―Hulk, ¿dónde vamos con tanto caminar, si aquí nada nuevo encontramos de lo que tenemos allá? ―decía Buck, lamentándose por abandonar la cueva.
―¡Esperemos un poco más! ―decía Hulk, creyendo que un poco más adelante aparecerían las tierras prometidas por los espíritus.
Fue en la jornada siguiente cuando caminando en fila sorteando los muchos árboles y arbustos que había, Drako dijo:
―¡Parad de caminar!
―¿Qué ocurre? ―preguntaron.
―¿No escucháis risas a lo lejos? ¡Escuchad!
―Sí, sí ―dijo Elsa.
―¡Subamos todos a uno de esos árboles! ―dijo Hulk.
―¿Y, la carne que llevamos en la camilla? ―dijo uno de los porteadores.
―¡Subidla también!
Todos subieron al mismo árbol al que Buck y Hulk, les costó subir.
―¡Vosotros dos ya estáis mayores para subir a los árboles! ¡jua, jua, jua…! ―reía Drako, enseñando los dientes que le faltaban en la boca.
―¡Pues a ti, por los dientes que te faltan, poco tiempo te queda ya, Drako! ―respondió Hulk.
―¡Ah…, sí! ―dijo angustiado Drako.
―¿Cuándo me queda? ―preguntó a Hulk.
―¡Uhm…!
―Eso…, ¿cuánto es? ―volvió a preguntar.
―Habría que hablarlo con los espíritus, pero… tus dientes tienen prisa por caer ―dijo Hulk, acariciándose el mentón de la cara.
―¿No tienes ninguna pócima que lo pueda evitar? ―preguntó, ingenuamente.
―¡Primero dámela a mí, que me faltan más! ―grito Buck, enseñando su boca.
―¡Huy, huy…!, es verdad, a Buck le faltan muchos ―dijo Cala, señalando su boca.
Nuevas risas cada vez más cercanas, interrumpieron la conversación:
―¡Hi, ji, ji, ji…!¡Hi, ji, ji, ji…!¡Hi, ji, ji, ji…! ―se escuchó.
―¿Cuántos serán? ―preguntó Elsa.
―¡Uf! Parece que son más que nosotros somos ―dijo Drako, agitando la mano.
―¡Escondámonos entre el follaje, así puede que no nos vean! ―dijo Cala.
―Para eso, teníamos que haber subido las dos camillas que estén debajo de nosotros ―contestó Drako.
―¡Ja, ja, ja…!, y ¿cómo saben ellos de quien son esas camillas? ―dijo riendo, Cala.
―¡Huy…!, pues es verdad ellos no usan las camillas que nosotros usamos ―respondió Drako, rascándose la cabeza.
―¡Callad, ya deben andar cerca de aquí! ―susurró Buck.
En esos momentos el follaje dejó paso al primero de estos animales que babeando se acercó al tronco de nuestro árbol. Después, varios más hicieron su aparición.
―¡Son los mismos que somos nosotros! ―susurró Buck, que agarrado a una rama les estaba contando.
―¡Uf!, menos mal, yo pensé que serían más de los que son ―respondió Hulk.
―¡Bajemos y los matamos a todos! ―susurró Buck.
―Se ven muy grandes, ¿no? ―susurró Elsa.
―Sí, sí, baja tu primero, luego bajamos los demás ―dijo en voz baja, Drako.
―¡Yo…solo!
―Sí, entretenles mientras los demás bajamos ―dijo sonriendo, Drako.
―¡Uhm…!
―¡Te burlas tú de mí, Drako!
―¿Yo…?
Cuatro de los animales que ríen siguieron su camino sin saber que en lo más alto de un árbol estaban los cinco agazapados entre sus ramas. Fue el último y el más rezagado de estos animales el que se entretuvo olisqueando cerca del árbol donde todos estaban. Miraba por todas partes, al final se acercó al tronco del árbol siguiendo posiblemente el rastro de sus cuerpos. Un movimiento en las ramas, alertó al animal que levantó su cabeza para mirar. Allí vio al menos a uno de ellos escondido entre sus ramas. Contento empezó a dar vueltas alrededor del tronco. Desde arriba los que estaban allí:
―¡Este, no se va a ir de ahí! ―dijo Hulk.
―¿Está solo? ―preguntó Elsa.
―Sí, los demás se marcharon ―contestó Cala.
―¡Pues bajemos, y cuando nos vea a todos se ira corriendo! ―dijo Elsa.
―¡Que baje primero Buck, que es quien quiere matarlo! ―dijo Drako, riendo.
―¡Vale, yo bajaré primero! ―dijo Buck.
Empezó a bajar por el largo tronco del árbol, y los demás compañeros se sumaron en la bajada.
El animal, al ver que uno bajaba se preparó para atacarle, situándose cerca del tronco. Al ver a muchos más que bajaban trotando se marchó hacia la espesura del bosque en la misma dirección que los otros tomaron:
―¡Hi, ji, ji, ji…!¡Hi, ji, ji, ji…! ―reía mientras corría.
―¡Jua, jua, jua…!, vaya susto que se ha llevado cuando ha visto a Buck frente a él ―dijo Drako, dándole palmadas en la espalda.
―¡Huy, huy…, Drako! ―susurró Buck.
―¡Coged las camillas y salgamos de aquí! ―dijo Hulk.
Hulk, para evitar a estos animales decidió que era mejor caminar hacia donde el río pasaba, allí no había tantos árboles ni matorrales que escondiesen a los depredadores.
Caminaron en dirección al río y poco después los altos árboles y matorrales se sustituyeron por una extensa planicie de hierba tierna. Se adentraron a través de ella acercándose cada vez más al río. De lejos vieron a unos grandes animales que nunca antes habían visto de largos dientes que les sobresalían de la boca y llegaban casi al suelo. Tenían la espalda con muchos pelos, y una larga trompa por nariz.
―¡Eh…! ¡Mirad aquello!
―¿Qué clase de animales son? ―preguntó Buck.
―Buck, si tú que eres el mayor de todos no lo sabes, los demás, ¿qué podemos saber? ―respondió Cala.
Conforme se acercaban los veían más grandes
―¡Uf! Con uno de estos, habría comida para mucho tiempo ―dijo Elsa.
―Sí, sí, pero tú serías la porteadora y no yo ―dijo riendo, Drako.
Los demás, al escuchar la gracia de Drako, rieron también.
―¡Eh! ¡Mirad aquel de allá ha levantado la cabeza y nos está mirando!
―¿Dónde nos podemos esconder aquí?, apenas si hay árboles, y matorrales no hay ―dijo Cala, asustada.
―¡Vayamos hacia aquel árbol de allá! ―dijo Hulk.
―¡Corramos!, que ese animal viene hacia nosotros ―dijo Elsa.
―¡Huy, huy…! ¿Qué nos pilla?, con lo grande que es, y mirad cómo corre y cómo grita ―volvió a decir Elsa.
―¡Soltad las camillas y corramos! ―dijo Hulk.
Soltaron las camillas porteadoras y, libres del lastre pudieron correr más.
―¡Uf!, ya estamos casi, ahí está el árbol, si llega a estar más lejos no llegamos ―dijo soplando, Buck.
Subieron a lo alto del árbol y se agazaparon entre sus ramas, justo cuando el gran paquidermo barritando llegaba:
―¡Brraahh! ¡Brraahh! ¡Brraahh…! ―gritaba levantando la trompa, y dando patadas en el suelo.
―¡Huy...!, qué grande es y cómo me tiemblan los dientes ―dijo Cala, agarrada a la rama del árbol.
―Hulk, ¿es aquí donde los espíritus quieren que vengamos a vivir? ―dijo Elsa, agitando la mano.
―Con lo bien que estábamos en la cueva… ―susurró Buck.
El animal, no contento con el susto que les había dado, empezó a dar golpes con la cabeza al tronco del árbol.
―¡Agarraos fuerte!, este quiere tumbar el árbol ―dijo Hulk.
―¡Ay, ay…!, que me caigo ―gritó Drako.
Drako, cayó del árbol sobre un montón de hierbas.
―¿Estará vivo? ―se preguntaban desde arriba del árbol.
―¡Uhm…!, creo que no, hay demasiada altura para que viva después de un golpe así ―dijo Hulk.
―¡Eh…!, pues el animal, encima lo quiere patear ―dijo Elsa.
―¡Brraahh! ¡Brraahh! ¡Brraahh…!
Los fuertes berridos seguramente fueron los que despertaron a Drako, y este, al ver cómo el animal le quería patear de un salto se levantó, y empezó a trepar por el tronco del árbol hacia donde los demás estaban.
―¡Uf!, creí que no llegaba hasta aquí ―dijo cuando llegó.
Sus compañeros no daban crédito a lo que estaban viendo, y babeando, le miraban y palpaban sus pieles creyendo que estaban soñando.
―¿Qué hacéis? ¡Agarraos bien a la rama o también caeréis al suelo! ―gritó Drako.
―Sí, sí… ―contestaron atónitos.
El paquidermo siguió dando cabezazos al árbol hasta que cansado de golpear dio media vuelta y fue en busca de sus compañeros.
―¡Uf…!, por fin se va ―dijo Cala.
―Creo que va en busca de sus amigos para que le ayuden a tumbar el árbol ―dijo Drako, agarrándose la cabeza con las dos manos, y siguió diciendo:
―¡Miradme! ¿Aún tengo la cabeza bien? ―preguntó.
―¡Uhm…, Drako! ¡Tú nunca la has tenido en su sitio! ¡Ja, ja, ja…! ―contestó Buck.
―¡Es verdad!, si la llego a tener como tú, después del golpe ya estaría muerto ¡Jua, jua, jua… ―respondió Drako, riendo.
―¡Bajemos del árbol, y vayamos hacia la línea de árboles, donde nos podemos esconder mejor que aquí! ―dijo Hulk, iniciando la bajada del árbol.
―¡Recoged las dos camillas porteadoras y corramos todos! ―dijo Hulk.
Corriendo llegaron a la línea de árboles, y desde allí pudieron ver cómo el paquidermo fue a llamar a los demás para que le ayudasen a tumbar el árbol. Muchos de ellos se dirigían hacia el árbol para tumbarlo.
―¡Uf, uf…!, de la que nos salvamos ―dijo Hulk.
―¿Y…, ahora a dónde vamos? ―preguntó Buck, cansado de correr.
―¡Volvamos a la cueva! ―dijo Elsa.
―¿Volver…?
―¿Queréis volver a la cueva, después de tantas jornadas caminando? ―preguntó Hulk.
―¿Y, que quieres Hulk, que nos mate algún otro animal? ―dijo Drako.
―¡Uhm…!, la verdad, es que a mí cada vez me cuesta más andar, y menos aún correr como a veces hacemos.
―¡Tú!, ¿qué dices, Elsa? ―preguntó Hulk.
―¡Llevamos mucho caminando, y a saber dónde estará la cueva! ―respondió.
―Podríamos andar siguiendo la corriente del río hasta llegar a la Gran Charca. A partir de ahí ya conocemos el camino hasta la cueva ―dijo Buck.
―¡Uhm…!, pues no es mala la idea que has tenido, no ―contestó Hulk, acariciándose el mentón de la cara.
―Yo creo que los espíritus no llegaron tan lejos como llegamos nosotros, seguramente ellos se pararon antes de llegar aquí ―dijo Cala.
―Sí, creo que Cala tiene razón en lo que dice, a no ser, que esos animales extraños fueran los espíritus ―dijo Elsa.
―¡Qué va, ¡qué va…!, si llegan a ser los espíritus Hulk, en vez de correr les hubiese hablado ―dijo Cala.
―¡Uhm…! ―susurró Hulk.
―Bu…Bueno, ¡seguimos caminando, o regresamos a la cueva! ¿Qué decís? ―preguntó Hulk.
―¡Regresemos, regresemos!, bastantes peligros hemos tenido ya ―contestaron.
―Si todos queréis regresar, caminemos hacia allá siguiendo el correr del agua del río como bien ha dicho Buck que hiciésemos para llegar a la Gran Charca ―dijo Hulk.
―Y…, tú Hulk, ¿quieres regresar o continuar caminando? ―preguntó Drako.
―¿Por qué lo preguntas?
―¿Cómo vas a correr si te ataca un animal, si arrastras cada vez más los pies al caminar? ―dijo Drako.
―¿Cómo dices…?
―¡Todos lo saben, aunque tú lo disimules, Hulk! ―insistió Drako.
―¡Uhm…!
―Buck, arrastra los pies más que yo ―dijo Hulk.
―Los dos estáis muy mayores y os faltan muchos dientes para estar lejos de la cueva ―insistió Drako.
―¡Ea!, hay que reconocer la verdad, a mí ya me faltan muchas carnes por no tener dientes para masticar ―dijo Buck, abriendo la boca para que vieran que solamente le quedaban dos dientes.
―Y, ¿cómo puedes comer así? ―preguntó Elsa.
―¡Uhm…!, chupo la carne que está fibrosa y la escupo ―respondió.
―¡Oh…!
―Entonces…, ya tendrás ganas de comer animales de agua que son fáciles de masticar ―dijo Elsa.
―Sí, esa carne la como bien y no la escupo ―respondió Buck, sonriendo.
―Y…, las entrañas también se comen bien ―dijo Hulk, que estaba atento a lo que Buck decía.
Emprendieron el regreso a la cueva siguiendo las indicaciones de Buck, al decir, que siguiendo el caminar que el río tenía, este, les llevaría a la Gran Charca, y desde allí sabían, que solo faltaban dos jornadas para llegar a la cueva.