CAPÍTULO IV
TÍTULO IV
La nueva tierra más allá de las aguas.
Después de lo ocurrido con la caza del animal corredor, todos se presentaban voluntarios para ir a cazar al bosque en vez de ir a cazar a los animales de agua.
Ansiosos, levantaban los brazos presentándose voluntarios cada vez que Ator formaba los grupos de trabajo.
―¡Eh, eh…! ¿Qué yo aún no he ido? ―decían algunos, levantando el brazo.
Ator, que era el jefe de todo el grupo, por su parte, también quería ir para cazar a estos, o a otros animales, que al parecer había en esa parte lejana del bosque.
Desde la expedición que trajeron al animal corredor, nadie había ido a recoger las bolsas repletas de raíces y bulbos comestibles que se guardaron arriba de uno de los árboles. Era pues esta, la jornada en la que saldría el grupo de voluntarios, que cruzaría el bosque para recoger las bolsas que se guardaron arriba de aquel árbol.
―Pe…Pero, ¿queréis ir todos al bosque? ¿nadie quiere ir a cazar a los animales de agua? ―preguntaba Ator, sin saber lo que hacer, ya que él también quería ir al bosque.
―¡Uhm…!, no sé, no sé… ―decía Ator.
―Ator, todos los que estamos aquí, queremos ir al bosque a cazar, quédate tú en la cueva, o ve solo a cazar a los animales de agua ―dijo uno, que estaba detrás de todos los demás.
―¿Quién? ¿Quién dice eso? ―preguntó Ator.
Unos se miraban a los otros, y nadie dijo nada. Al final Ator, que era el más interesado en ir, dijo:
―Bu…Bueno, por esta vez formaremos un solo grupo que vaya al bosque.
―Ator, ¿tú te quedas en la cueva? ¿no? ―preguntó el mismo que antes se escondía cuando habló.
―¡Quédate tú en mi lugar, que ahora sí te he visto hablar, Aila! ―dijo Ator, señalándola.
―¡Ja, ja, ja!, ahora sí te vio, Aila ―dijo Bika, que estaba a su lado.
―¡Y…, tú también te quedaras, Bika! ―dijo nuevamente Ator, señalándola.
―¿Yo…? ¿Por qué…? ―preguntó confusa.
―Alguien responsable ha de quedarse en la cueva al cuidado de los niños ―dijo Ator.
―¿Y…, esa soy yo? ―preguntó Bika, rascándose la cabeza.
―¡Uhm…!
―¡Ah…!, ¡me quedaré, me quedaré ―respondió Bika.
―¡Los demás, empecemos a caminar! ―gritó Ator, poniéndose delante de la fila.
Los nueve integrantes del grupo portaban: las cuatro camillas porteadoras que tenían, aparte claro está, de sus varas, sus cuchillos bien afilados y dos hachas rompedoras por lo que pudiere pasar.
En la cueva quedaron los tres niños y las dos mujeres cuidándolos.
Después de algunos descansos y transcurridos casi dos jornadas, llegaban por fin, al árbol donde según señalo Hulk, estaban las bolsas que jornadas atrás dejaron.
―¡Eh…! ¡Mira si aún están ahí! ―dijo Ator, al que caminaba detrás.
Bade, que iba de los últimos en la fila le dijo a su compañero:
―¡Uf!, no sabía yo que las bolsas caminaban solas para marcharse a otro lugar diferente.
Este compañero, empezó a reír al escuchar la gracia de Bade.
―¡Ja, ja, ja…! ¡Ja, ja, ja! ―reía sin parar.
―¿Por qué te ríes tú? ―preguntó el que caminaba delante.
Después de contarle lo que Bade había dicho, este otro, también empezó a reír. Poco después todos reían la gracia de Bade, a excepción de Ator, que no se había enterado.
―¡Eh…! ¿Por qué reís todos? ―preguntó intrigado.
―Es Bade que tiene mucha gracia ―contestó.
―Bade, ven aquí y cuéntame eso para que yo me ría también ―dijo Ator, señalando con la mano.
―¡Uhm…!, si apenas hace gracia lo que dije ―dijo Bade, rascándose la cabeza.
―¡Ah…! Si no tiene gracia ¿Por qué se ríen esos?
―¡Huy…!, seguro que estarán pensando otra cosa ―contestó Bade.
―¡Uhm…!
Después de comprobar que las bolsas seguían en el mismo lugar, Ator dijo:
―Cuando volvamos a pasar por aquí las cogeremos, ahora, continuemos caminando a ver si vemos a esos animales.
―¡Uf…! ¿Y…, para eso me hizo subir al árbol? ―susurró para sí el que subió a ver las bolsas.
Continuaron caminando no muy lejos de la línea de agua que marcaba el final de la tierra. Anduvieron algo más de la mitad de un cuarto de jornada, cuando Hulk dijo:
―¡Eh…! ¡Mirad! ¡Allá, se ve tierra en vez de agua!
―¡¿Cómo?! ―dijo Ator, colocándose las manos ahuecada al lado de los ojos para ver mejor, y siguió diciendo:
―¡Oh, oh…! ¿Cómo es posible, si la tierra terminó varias jornadas más allá?
Hulk, empezó a correr hacia aquel lugar desde el que comenzaba nuevamente la tierra.
―¡Es la tierra prometida por los espíritus! ¡Es la tierra que me dijeron que había más adelante! ―gritaba mientras corría.
Delante de él apareció nuevamente la tierra, y más allá se veía un gran río que entraba dentro de la Gran Charca. Todo esto se podía ver, ya que un gran manto de hierba tierna sustituía a los árboles y matorrales. Apenas unos pocos árboles tapaban la vista de todo lo que había delante.
Cuando llegó el resto del grupo a donde estaba Hulk, dijo Ator:
―¡Uf, uf…! ¿Por qué corrías tanto?
―¡Quería ser el primero en ver la tierra que prometieron los espíritus! ―contestó Hulk.
―¡Mirad allá cuantos animales hay comiendo!
―¡Uf!, los hay de todas clases ―dijo Cala, agitando la mano.
Delante de ellos una larga fila de árboles separaba el lugar donde gran cantidad de animales comían y el bosque.
―¡Vayamos algo más cerca de donde están los animales para ver mejor que clase de animales son! ―dijo Ator.
―Si salimos de detrás de los árboles nos verán y echaran a correr ―dijo uno del grupo.
―Vayamos bordeando los árboles hasta llegar allá donde se ven hierbas altas en las que nos podremos agazapar ―dijo Draco, al que todos consideraban cazador especializado desde que mató al animal corredor.
Caminaron detrás de los últimos árboles, situados antes de llegar al lugar donde crecía la hierba, hasta llegar cerca de donde crecía la alta hierba. Desde allí, a hurtadillas caminaron hacia el lugar donde crecían las altas hierbas
A varias jornadas de allí, en la cueva, Bika le dijo a Aila:
―¡Oye!, en la despensa apenas si quedan raíces para comer, y sobre la empalizada no hay carne de los animales de agua.
―¿Y…, frutos? ―preguntó Aila.
―¿Frutos…?, hace tiempo que se terminaron.
―¿Qué hacemos?
―Habrá que ir a cazar a la Gran Charca, o moriremos de hambre ―respondió Bika, que era la mayor de las dos mujeres.
―¿Y…, los niños? ―preguntó Aila, rascándose la cabeza mientras pensaba.
―¡Uhm…! ¡Habrá que llevarlos con nosotras a la Gran Charca! ―contestó Bika.
―Sí, es verdad, no queda más remedio.
Llamaron a los niños, y les propusieron ir de excursión más allá de la plaza de la cueva.
―¡Qué bien! ¡Qué bien!, vamos de excursión ―decían, saltando y gritando a la vez.
―¿A…dónde vamos de excursión? ―preguntó Emma, que era una de las dos niñas.
―¡No me tires de la piel, Emma! ―decía Aila a Emma.
―¿A dónde vamos? ―preguntó Dina, que era la otra niña.
―¿Vamos lejos? ―preguntó Deco, que era el niño, sujetándose en una de las piernas de Aila.
―¡Estaros quietos ya de una vez! ―dijo Bika, imponiendo su mayor edad, y siguió diciendo:
―¡Vamos lejos, vamos a la Gran charca! ―dijo Bika.
―¿A… la Gran Charca?
―¿Y…está muy lejos de la plaza de la cueva? ―preguntó una de las niñas.
―Sí… ―dijo Aila, agitando su mano.
―¿Tan lejos…? ―contestó la niña, tapándose la boca con las dos manos.
―¡Huy, huy…!, sí está lejos…sí ―contestaron los otros dos niños.
Las dos mujeres, cogieron una vara de tres puntas cada una de ella y los cuchillos bien afilados, también cogieron una vieja camilla que se habían dejado sus compañeros. Con todo, se pusieron en marcha llevando a los tres niños en fila en medio de las dos para vigilar lo que hacían y protegerles de cualquier peligro que pudiere aparecer.
―¡Oye tú! ¡Qué bien lo estoy pasando yo! ―dijo el niño que iba delante de las otras dos niñas, a Emma que iba detrás.
―¡Uf…! y…, yo ―respondió Emma.
―¿Cuántos árboles hay…? ―dijo la otra niña.
―¡Uhm…!, debe haber…muchos ―respondió Emma, agitando la mano.
Manteniendo un buen paso no tardaron demasiado en llegar hasta el final de la tierra conocida.
―¡Oh…! ¿Cuánta agua hay aquí? ―dijo Deco, asombrado y con la boca abierta.
―¿Y…, no hay árboles? ―dijo Emma.
―¿Podemos jugar con esta tierra tan blanda? ―preguntó Dina, cogiendo un puñado con la mano.
―¡Podéis jugar allí!, mientras nosotras cazamos a los animales de agua.
―¿Qué hay animales dentro de esa agua? ―preguntó extrañado Deco.
―¡Ja, ja, ja! ¡Je, je, je! ―rieron las dos mujeres la gracia de Deco.
Dejaron la camilla en la misma orilla de la Gran Charca y con sus varas de tres puntas entraron en el agua hasta que el agua llegó a la altura de las rodillas. No tardaron mucho en cazar al primero de estos animales que moviéndose intentaba escapar.
Bika, dejó al animal que había cazado sobre la camilla porteadora y volvió a entrar en el agua.
Los niños dejaron de jugar y corrieron para ver al animal que Bika había cazado.
―¡Huy, huy…! ¡Mira cómo se mueve! ―dijo el niño.
―¿Se quiere ir?
―¿Cómo se va a marchar si no tiene piernas? ―dijo Deco.
―¿Entonces? ¿Cómo caminaba por el agua? ―preguntó Emma.
―¡Uhm…! ¡Es verdad! ¿Cómo lo haría? ―dijo el niño rascándose la cabeza.
Mientras allá, unas jornadas más lejos, los nueve compañeros seguían agazapados entre las altas hierbas.
―¡Uf! ¿Qué bien se ven a los animales desde aquí? ―dijo Hulk.
―¿Podríamos intentar cazar alguno? ―preguntó Bade.
―¿Qué dices Drako, que eres el más experto? ―preguntó Cala.
―¡Uhm…!, desde aquí poco podemos cazar, los animales están muy lejos, y siguió diciendo:
―Habría que acercarse más, o esperar a que ellos vengan aquí donde estamos nosotros.
―¿Y…, si no vienen aquí? ―preguntó otro.
―¡Uf…!, no sé ―contestó, acariciándose el mentón de la cara.
No pasó mucho tiempo cuando uno dijo:
―¡Ey! ¡Mirad allí!, aquellos animales vienen hacia donde estamos nosotros.
―¡Son de mediana estatura, buenos para poderlos llevar! ―dijo Ator.
―¡No habléis ahora y agazapaos bien para que no nos vean! ―dijo Draco, pareciendo el más entendido.
Sin hablar y sin moverse estuvieron un buen rato.
―¿Ya están aquí? ―susurró uno muy bajito.
―¡No sé!, agachado aquí, no veo nada ―dijo su compañero.
―¿Qué alguien se asome para ver, o los animales pasaran de largo? ―dijo con voz muy bajita.
―¡Asómate tu Draco, que eres el más preparado!
Draco con precaución fue levantando la cabeza para asomarse entre las altas hierbas.
―¡Huy, huy! ¡Ya están aquí!, ¡están ahí mismo! ―dijo con voz baja para que los animales no le escuchasen.
―¡Preparad vuestras varas y cuando yo diga, levantaos y lanzadlas con fuerza! ―dijo Draco.
―¡Eh, eh…!, ¿hacia dónde lanzamos las varas? ―preguntó uno, sin saber ¿dónde estaban los animales?
―¡Uf…!, están delante, delante de nosotros ―dijo Draco.
―¡Ah…!
―¡Esperad a que vuelva a mirar! ―dijo Draco, levantando la cabeza entre las altas hierbas.
―¡Ey…! ¡Que están aquí! ¡Salid todos y lanzad las varas! ―gritó Draco, al ver que los animales con cuernos estaban al lado de la alta hierba.
Todos se levantaron y lanzaron sus varas con fuerza contra el grupo de animales con cuernos que caminaban muy cerca de donde ellos estaban. Los animales al verse atacados emprendieron la huida a toda velocidad.
De los nueve que eran, solo uno acertó con su vara el costado de uno de los animales, las demás varas estaban clavadas o tumbadas en la tierra.
―¿Quién acertó de todos? ―preguntó Ator.
―¡Seguro que será la vara de Draco, es quien caza mejor! ―dijo Buck, que era el hombre más mayor.
―¡Acerté yo! ―dijo Bade, sonriendo.
―¿Tú…?, ¿si no sabes cazar? ―dijo Hulk.
―¡Eh…!, esa vara que mató al animal es la mía ―gritó Bade.
―¡Uhm…! Sí, sí, es verdad ―dijo Ator, recogiendo su vara del suelo.
―¿Y…, la tuya Draco, ¿dónde está?
―¡Se clavó en el suelo!, ¿resbalaría en la piel del animal? ―dijo Draco, intentando justificarse.
―Se ve que vuestros animales tenían mojada la piel y por eso resbalaron las varas al tropezar con ellos.
Todos rieron la gracia de Bade:
―¡Ja, ja, ja! ¡Je, je, je! ¡Jua, jua, jua…!
Bade dijo:
―Ahora…, el cazador soy yo, no lo olvidéis.
―¡Uhm…!, eso fue una casualidad, nada más ―dijo Draco.
―Y…caerse el animal encima de ti, con lo grande que es el campo ¿no fue una casualidad? ―dijo Bade.
―¡Ja, ja, ja!
―¡Je, je, je!
―¡Jua, jua, jua…!
―¡Ji, ji, ji!
Reían todos, tirándose sobre la hierba sin poderse aguantar.
Después de reír muchas veces cargaron sobre una de las camillas porteadoras al animal muerto y le cubrieron con un montón de plantas aromáticas que por allí abundaban.
Como era ya casi la hora de comer, Ator dijo, que regresasen hacia donde antes habían dejado las bolsas con raíces y bulbos. Allí volvió a decir, que unos voluntarios subiesen a unos árboles y llenasen unas bolsas de frutos con los que acompañarían la comida.
Mando a otros que encendiesen la fogata, y a otros, que descuartizasen una parte del animal cazado y lo repartiesen a la hora de comer.
En la madrugada siguiente, Ator mandó a unos voluntarios que subiesen a los grandes árboles de frutos y llenasen todas las bolsas vacías que les quedaban por llenar.
Cargados con las cuatro camillas porteadoras emprendieron el regreso a la cueva.
Después de casi dos jornadas caminando llegaron a la explanada de la cueva.
―¡Eh, mira allí! ―dijo el porteador que iba delante, a su compañero y siguió diciendo:
―Cuando salimos de aquí no había animales de agua sobre la empalizada, y mira los que hay ahora.
―¡Uf…!, seguro que las dos mujeres han ido a cazar a la Gran Charca ―respondió el compañero.
―¿Y…, los niños qué?
―¡Ah…! Sí es extraño sí ―respondió el otro.
Al ver llegar al grupo Aila le dijo a Bika:
―¡Seguro que se han comido todos los frutos, y solo traen raíces y bulbos!
―¿Tú crees…? ―preguntó Bika.
―¡Uhm…!, mira la cara de satisfechos que traen los que van delante, mira ―contestó Aila.
―¡Uhm…!, vayamos a ver lo que traen con tantos bultos como llevan.
En tropel salieron los tres niños de la cueva y corriendo llegaron primero que las dos mujeres a encontrarse son los recién llegados.
―¿Qué traéis? ¿Qué lleváis ahí? ―decían, mientras palpaban todos los bultos.
―¡Estad quietos que se caerán los bultos! ―gritó uno de los porteadores.
Cuando vieron uno de los cuernos del animal muerto que se asomaba entre las plantas olorosas, preguntaron:
―¡Huy, huy…! ¿Eso qué es? ―preguntó uno de los niños.
―¡Cuidado!, a ver si te muerde ―dijo un porteador gracioso.
Los niños asustados se apartaron corriendo. Los demás, empezaron a reír.