CAPÍTULO II
TÍTULO IV
El Chamán y su forma de danzar
El camino de regreso a la cueva por parte del grupo que había ido al bosque se alargó mucho más de lo que habitualmente costaba. Esta vez, cuatro porteadores llevaban dos camillas cargadas; una de ellas, con las bolsas tanto de frutos como de raíces y bulbos comestibles que recolectaron. En la otra camilla, llevaban a Bade, que tras sufrir la caída del árbol no podía andar. Se decidió llevar solo a Bade en una camilla por compensar el peso ya que, después de andar bastante, se dieron cuenta que en una camilla aparte de Bade llevaban muchas bolsas con lo que los porteadores de esa camilla apenas si podían andar. Al final, decidieron pasar todas las bolsas a una mima camilla, dejando libre la otra solo para trasportar a Bade, que aun así pesaba mucho más.
―¡Uf…! ¡Ya no puedo más! ―decía uno de los porteadores de la camilla donde Bade se tumbaba.
―¿Por qué no pruebas a andar, Bade? Puede que ya estés curado, luego no te quejes sobre lo que te hará el Chamán ―decía el otro porteador.
―¡Uhm…! ¿Qué crees que me hará? ―preguntó Bade, preocupado por las cosas que el Chamán sin saber cómo curar le curaría a él.
―¿Yo…no llegaría a la cueva tumbado en una camilla por lo que pudiere pasar? ―contestó este, con ganas de que Bade dejase la camilla.
―¿Es verdad? ¿Cómo para fiarse, si aún no ha aprendido a danzar?, igual los espíritus en vez de curarme me aumentan aún más los males que tengo ―dijo Bade, y muy pensativo dijo:
―Aún falta mucho para llegar a la cueva, más adelante intentaré caminar, ahora voy cómodo en esta camilla, y vosotros me lleváis muy bien ―contestó sonriendo Bade.
―Pero… ¡Te burlas de nosotros tú! ―dijo uno de los dos porteadores.
―¿Yo…?
―¡Eh…! ¡Parad! ¡Parad un momento que Bade quiere caminar!
―¿Quién yo…?
―Sí, tú ―contestó el porteador.
―Pero…, si yo no he dicho nada.
―¿Qué pasa ahí? ―dijo el jefe de grupo, que iba de porteador en a otra camilla que delante caminaba.
―Qué Bade tiene miedo al Chamán y quiere antes de llegar a la cueva probar si ya está curado y puede andar.
―¡Ah…!
―¡Prueba!, prueba a ver si caminas ya ―dijo Buck.
―¡Uhm…! No sé si podré.
―¡Piensa en el Chamán, a lo mejor eso te ayuda a andar! ―dijo sonriente el porteador.
―¡Es verdad, es verdad!, lo pensaré.
Con ese ánimo, se levantó de la camilla y puso uno de los pies en el suelo:
―¡No me duele! ¡No me duele ya! ―gritó contento.
―¡Levántate pues! ―dijo Buck.
―¡Ay, ay, ay…! ¡Ay, ay, ay…! ¡Ay, ay, ay…! ―gritaba fuertemente:
―¡Me duele, me duele mucho! ―dijo.
―¡Uhm…! Antes no le dolía y ahora no para de quejarse ―dijo uno de los porteadores, rascándose la cabeza.
―¡Quiere que le sigamos llevando en la camilla! ―dijo el otro, y continuó diciendo:
―¡Seguro que, si nos atacase alguna fiera, sería el primero en subir al árbol!
―¡Seguro, seguro! ¡Ja, ja, ja…! ―dijo el otro.
Después de pensar dijo a su compañero:
―¿Por qué no lo probamos a ver?
―Sí, sí, es buena idea, ¡grita tú que tienes mejor voz!
―¡La fiera, la fiera! ¡Escapemos hacia aquel árbol! ―corriendo los dos porteadores se subieron al árbol; los otros dos porteadores, al ver correr a sus compañeros también corrieron hacia el mismo árbol dejando solo a Bade, que gritaba:
―¡Eh, eh! ¡No me dejéis solo, que me comerá!
Desde el árbol, uno de los cuatro le respondió:
―¿Qué quieres tú que nos coma a todos?
―¡Huy, huy…!, tendré que correr o me comerá a mí solo ―decía en voz baja.
―¡Ay, ay, ay! ¡Ay, ay, ay…! ―gritaba sin poder andar.
―¡Uf…! ¡Pues es verdad que no puede andar! ¡Bajemos del árbol! ―dijo el que antes gritaba,
―¿Cómo…? ¿Vas a bajar tú…? ―le preguntó el jefe de grupo, y continuó diciendo:
―¿No tienes miedo…?
―¡Ah…! Era solo una prueba a ver si Bade, podía andar.
―¿Qué…? ―dijo desde el suelo Bade y continuó diciendo:
―¿No hay ninguna fiera?, pues del susto casi me muero yo ―contestó.
Desde el árbol, los cuatro, al escuchar a Bade que, tumbado en el suelo decía estás palabras, empezaron a reír fuertemente.
―¡Ja, ja, ja! ¡Je, je, je…! ¡Jua, jua, jua! ―rieron tanto que Bade contagiado por la risa empezó a reír también.
―¡Bajemos! ¡Bajemos de este árbol! ―dijo el jefe de grupo.
Acercaron la camilla al lado de Bade, para que este se tumbase en la camilla, después, prosiguieron caminando convencidos que Bade no podía andar por mucho miedo que tuviese.
A las tres jornadas de caminar llegaron a la entrada de la cueva. Durante el viaje, se comieron más de la mitad de las bolsas de frutos y dos bolsas de raíces.
Todos les esperaban impacientes, pensando que algo malo les había pasado.
―¡¿Creíamos que alguna fiera os hubiese comido?! ―dijo Ator, y siguió preguntando:
―¡Huy…! ¿Y este que hace sentado ahí?
―¡Se cayó desde un árbol, y ahora no puede andar! ―contestó Buck.
―¿No será que no quería caminar y lo simuló para que le trajeseis en la camilla? ―dijo Ator.
―¡Ah…, no, no!, ya le hicimos la prueba y realmente no podía andar ―respondió Buck, agitando la mano.
―¡Oh…! Entonces ¡Esto es cosa del Chamán! ―dijo Ator, mandando a un compañero para que fuese a buscar a Hulk a su habitáculo.
Aila, salió corriendo de la cueva y se acercó a la camilla porteadora donde apiladas estaban las últimas bolsas. Empezó a oler una por una todas las bolsas y dijo:
―¿Solo habéis traído estas bolsas de frutos?
―Sí, las que faltan las comimos por el camino ―respondió el porteador mientras caminaba hacia el lugar donde debían descargar las bolsas.
―¿Qué… habéis traído fruta para vosotros nada más? ―preguntó Aila, alterada.
―Bu…Bueno, es que Bade se cayó del árbol, y tuvimos que dejar de recolectar para traerle a él ―respondió Buck.
Aila no contestó al ver llegara a Hulk corriendo desde la cueva, detrás, corría el compañero que le había avisado.
―¿Qué pasa? ¿Qué ocurre? ―preguntó.
―¡Huy, huy…!, ya está aquí el Chamán ―susurraba para sí, Bade sin dejar de temblar.
El Chamán, se acercó a la camilla donde estaba Bade recostado, y dijo:
―¡Ah!, eres tú, ¿qué te pasó que estás tumbado en la camilla? ―decía, dándole unos golpecitos en la espalda.
Después de explicarle con detalle todo lo que había pasado, Hulk dijo:
―¡Huy, huy…! ¿Tan distraído comías frutas que te caíste del árbol? ―y siguió diciendo:
―¡Malandrín que te querías comer todas las frutas y no dejar que los demás las comiésemos! ―esto decía, mientras le daba pequeños coscorrones en la cabeza.
―¡Ah…!, pues mientras venían las siguieron comiendo, apenas si nos han traído para que las probásemos nosotros ―dijo Aila.
―Algo teníamos que comer, ¿no? ―dijo uno de los porteadores.
―A…ver si a Bade le sentaron mal tantas frutas como comió y le empeoró el mal que tenía ―dijo Elsa, que no era muy habladora.
―¡Uhm…!, puede…, puede ―dijo el Chamán acariciándose el mentón de su cara, y continuó diciendo:
―¡Llevadlo a mí habitáculo que yo le trataré de su mal!
―¡Huy…!, la que me espera a mí ―susurraba Bade.
―¿Decías algo?
―¿Quién yo…? ¡Nada, nada!
―¿Me parecía a mí qué…?
―¡No, no! ―respondió Bade, asustado.
Los dos porteadores llevaron a Bade al habitáculo que el Chamán tenía reservado en el interior de la cueva.
―¡Allí, allí! ¡Dejadlo allí! ―indicó a los porteadores el lugar donde debían dejar a Bade.
Era un rincón del habitáculo bastante iluminado por la escasa luz que desprendía la pequeña fogata que en medio de la habitación estaba encendida. En frente, la gran repisa repleta de muchos cachivaches, daban testimonio de los brebajes que el Chamán preparaba.
Sobre la losa de piedra, los porteadores dejaron unas pieles sobre las que tumbaron a Bade, que no paraba de susurrar con voz tan baja que nadie le entendía.
―Pero… ¿Qué dice este, que no le entiendo nada? ―se decía un porteador al otro.
―¡No, sé!, por mucho que acerco la oreja no me entero de nada sobre lo que dice ―contestó el otro.
―¿A ver si…habla con los espíritus, por eso no entendemos nada? ―dijo el otro, rascándose la cabeza.
―¡Eh, vosotros! ¿Qué habláis? ―dijo el Chamán.
―Pu…Pues, que no entendemos nada de lo que dice Bade cuando habla ―contestó uno de los dos.
―¡Uhm…! Es verdad, yo tampoco entiendo nada de lo que dice ―respondió el Chamán, pensativo.
―¿Será que ha aprendido a hablar con los espíritus después del fuerte golpe que se dio? ―dijo uno de los porteadores haciendo muecas con la boca.
―¡Huy…huy! A ver si es Chamán, y no lo sabemos ―dijo el otro.
―¡Eh, eh…! ¡Basta de desvariar!, el único Chamán soy yo y nadie más ―respondió, alterado Hulk.
―Bu…Bueno, es que nos pareció extraño que hablase y que no le entendiese nadie de los que estamos aquí, nada más ―contestó el compañero con miedo.
―¡Uhm…!, sí es algo extraño, sí ―contestó el Chamán, rascándose la cabeza.
―Pu…Pues, mira cómo le salen gotas de agua por la cara, y aquí no hace calor ―dijo uno.
―A…ver, a ver ―dijo el Chamán acercándose.
―¿Qué extraño es esto…? ¿Qué raro?
―¡Oh…!, también los dientes se le mueven como queriendo hablar, aunque por mucho que acerque la oreja solo escucho ¡rgrrgrrgr! ¡rgrrgrrgr! ¡rgrrgrrgr!
―¡Danzaré para que los espíritus escuchen lo que Bade dice y me lo digan a mí! ―dijo el Chamán, colocándose en medio de la habitación y empezando a danzar mientras decía palabras que nadie entendía.
Sus movimientos torpes no tenían elasticidad, y más que danzar, parecían otra cosa diferente.
―¡Uf…! ¿Cómo danza este? ―susurró un porteador al otro.
―Los espíritus, en vez de escucharle, se irán a otro lugar ―contestó el otro, y continuó diciendo:
―Vale más que nos vayamos de aquí, a ver si los espíritus se enfadan con nosotros también.
Los dos, simuladamente empezaron a salir del habitáculo.
―¡Eh…! ¿A dónde vais vosotros dos? ―preguntó el Chamán dejando de danzar.
―Bu…Bueno, te queríamos dejar solo con los espíritus, para que hables sin testigos con ellos y te puedan contar lo que tú quieres saber ―dijo el más atrevido de los dos.
―¡Uhm…!, es verdad ―dijo, acariciándose el mentón de la cara.
Ya en el exterior de la cueva, los dos compañeros se apoyaban uno con el otro para no caerse al suelo, después del mal rato que habían pasado.
―¡Uf…!, de la que nos hemos librado ―decía uno al otro, agitando la mano.
―¡Eh! ¿Qué os pasa a vosotros dos? ―preguntó Aila cuando les vio.
―¡No veas, no veas el susto que traemos! ―decían, agitando la mano.
―¿Qué pasó? ¿Qué pasó? ―preguntó Aila intrigada.
Al ver a los tres reunidos, se les acercaron otros para enterarse de lo que pasaba allí.
Uno de los porteadores explicó lo que había pasado en el habitáculo del Chamán y el susto que pasaron al ver a Bade goteando agua por la cara sin hacer calor.
―¿No sería que Bade tuviese miedo, y por eso tiraba agua por la cara? ―dijo Buck, que era bastante sensato, aparte de ser mayor.
―¿Qué cuando tienes miedo goteas agua por la cara? ―preguntó otro a Buck.
―¡Uf! Sí, sí, y mucho, a mí eso me pasó varias veces, y goteaba por todo el cuerpo.
―¡Ah!
―¡Uhm…!, esta manera de tirar agua era diferente a las que yo he visto ―dijo uno de los dos porteadores que estuvo en la cueva, y siguió diciendo mientras agitaba la mano:
―Pu…Pues, no veas cómo danza Hulk, no veas, seguro que los espíritus habrán salido corriendo de allí, seguro.
―¿Y…qué dice cuando danza?
―Yo, no me he enterado de nada, y eso que estaba a su lado.
―¡Uhm…!, es que hace poco que es Chamán, y estará haciendo practicas ―contestó el otro.
―¿Con la gracia que nos hacía Bade? ―se lamentaba uno.
―¡Eh…!, yo también hago gracia ¿no te acuerdas ya? ―dijo Aila, dándole una palmada en la espalda.
―Bu…Bueno, pero él nos hizo más veces gracia que tú, Aila ―dijo este.
―¡Uhm…, no sé, no sé, últimamente todos reían más conmigo que con él! ―respondió.
―¡Uf…!, a veces sí, otras no ―respondió este.
―Pe…Pero, a ver…, ¿él comía más frutos que yo? ―respondió Aila.
―¡Huy, huy…!, no sabemos los que tú hubieses comido si llegas a subirte a uno de esos árboles, ¡Ja, ja, ja! ―todos, empezaron a reír la gracia del compañero.