CAPÍTULO I
TÍTULO IV
Sobre la caída de Bade desde un árbol
Había transcurrido casi cuatrocientas jornadas desde que encontraron a los árboles que daban frutos, y desde entonces, iban allí siempre que salían de expedición al bosque.
Desde ese tiempo, habían avanzado bastante la línea de búsqueda de raíces y bulbos comestibles. Para llegar al nuevo destino se veían obligados, por la gran distancia que les separaba de la cueva, a pasar la noche por el camino, cosa que a algunos disgustaba y procuraban, siempre que podían, apuntarse al grupo de cazadores de animales de agua.
También encontraron otro inconveniente después de que, en varias de las ocasiones, algunos de los frutos que habían recolectado llegasen a la cueva en distintas condiciones a como a ellos les gustaban, por lo que, nadie los quería comer por el gusto extraño que tenían.
Decidieron no coger los frutos del árbol tan maduros como a ellos les gustaba comer, sino algo menos maduros para que madurasen durante el camino de regreso a la cueva. De esta manera, los frutos llegaban con el punto de madurez que a todos gustaba. También es verdad, que llenaban una de las bolsas con frutos maduros para comerlos los recolectores durante la jornada que se quedaban a dormir en el bosque.
Fue en una de esas expediciones en la que se presentaron pocos voluntarios y tuvo que intervenir Ator para que el grupo se formase con al menos cinco expedicionarios de entre los que a regañadientes tuvo que integrarse Bade.
Salieron como tenían por costumbre antes de que amaneciese para evitar los calores al andar. Una vez en el bosque, caminaban en fila portando dos de las camillas porteadoras. También llevaban sus armas de cazar y dos hachas rompedoras por lo que pudiere pasar. El jefe de grupo era Buck, buen conocedor del camino a través del bosque que les llevaría hacia la línea de agua. Desde allí, seguirían el camino hacia el lugar que dejaron marcado la última vez que fueron a recolectar.
―¡Uf! ¿Qué buena cabeza tiene Buck que se acuerda por donde pasamos la última vez? ―dijo uno de la fila al que caminaba detrás de él.
―¡Es que tú caminas sin mirar por donde vas, por eso desconoces el camino! ―contesto el compañero.
―¡Uhm…! ¿Qué tú lo conoces? ―preguntó este.
―¿Yo…?
―Sí…, tú ―respondió este.
―¡Ah…!
Pasó un buen rato y el compañero no respondía a lo que el otro le había preguntado y dijo:
―¡Oye! ¿Qué piensas tú que no contestas?
―¿Contestar…?
―¿Qué quieres que conteste yo?
―¡Huy…! ¡Pues lo que antes te pregunté!
―¿A…mí?
―¡Sí…, a ti!
―¿Qué querías saber tú?
―¡Uhm…! ¡Uhm! ―decía, rascándose la cabeza para pensar.
―¿Qué…?
―¡No sé!
―¡Ah…!
Después de caminar durante más de un cuarto de jornada dijo Buck, que era el jefe de la expedición:
―¡Pararemos para descansar allí! ―señalaba con el brazo extendido.
―¡Uf…! ¡Menos mal! ¡Ya no podía más! ―dijo Bade.
Una vez sentados sobre unos troncos caídos en el suelo, dijo Bade:
―¡Huy, huy…!, con razón me dolía a mí este pie, mira que pincho llevaba clavado, mira ―dijo al que estaba sentado a su lado.
―¡Uhm…! ¿Te duele mucho?
―¡Jo…!, si apenas podía andar del dolor que tenía, y yo creía que estaba cansado por tanto caminar ―dijo Bade, agitando la mano.
―¿Qué pasa ahí? ―preguntó Buck, al ver a Bade levantando el pie para sacarse el pincho.
―¡Mira, mira mi pie!
―¿A…ver, a ver…? ―dijo Buck, acercándose al lado de Bade.
―¡Uf…! ¡Sí es grande sí! ¿Desde cuándo lo llevas ahí?
―¡Uhm…!, no sé el tiempo que llevará clavado.
―¿Quieres que te lo arranque, o quieres seguir caminando con él?
―¡Ah…no! ¡Quítalo, quítalo, que así es muy difícil caminar!
Buck, de un tirón le arrancó el pincho.
―¡Ay, ay! ¡Ay, ay, ay…!
―¡Ja, ja, ja! ¡Je, je, je…! ―rieron los demás compañeros que atentos lo estaban mirando.
―¿Duele…? ¿O será otra de tus burlas? ―preguntó uno, riéndose.
―¡Uf…! ¡Ya no me quería quejar porque sabía de vuestras burlas! ―dijo Buck.
―¿Entonces…? ¿Por qué te quejaste? ―preguntó uno.
―¡Ey…!, es que Buck con ese tirón casi me arranca el pie.
―¿Creería que tú pie era algún árbol?
―¡Huy…! no sabía que ahora querías ser el gracioso tú ―contestó Bade.
Buck, con el pincho en la mano dijo:
―¡Aún es más grande de lo que se veía antes!
―¡Bah! No será tan grande como el que yo tenía ―contestó otro.
―¡Uhm…! Los malos eran aquellos que te pinchaban en el agua de la Gran Charca ―dijo Buck.
―¡Uf…! Sí, sí, estabas enfermo durante mucho tiempo ―decía, mientras agitaba la mano y resoplaba.
―¡Uf!, hasta a la Chamán con lo mucho que en la otra cueva bailaba para los espíritus la pincharon.
―Bueno, bueno, ¡dejad de hablar y caminemos, que ya hemos perdido mucho tiempo! ―dijo Buck, que era el jefe del grupo.
―¡Levántate, Bade! ¿A ver si puedes andar?
―¿A…ver, a ver…? ―decía Bade, levantándose del suelo.
―¡Me duele cuando apoyo el pie! ―dijo.
―¡Buah! ¡Antes con el pincho no te dolía, y ahora que no lo tienes te quejas más! ―dijo un compañero.
―¿No pensaras…que te llevemos en la camilla porteadora? ¿No? ―dijo otro.
―¡Uhm…! Pues no estaría mal el transporte, no. Nunca he caminado subido en una camilla ―contestó Bade, señalando con la mano la camilla mientras sonreía.
―¡Eh, tú! ¡Trae un poco de barro y se lo pondremos donde tenía el pincho! ―mandó Buck a un compañero.
―¡Eh, Buck! ¡Ponle otra vez el pincho y así caminará como antes lo hacía! ―dijo otro, dándole una palmadita en la espalda.
―¿Cómo dices…tú? ―continuó diciendo:
―¡No, no, mejor pónselo a él en vez de a mí!
Todos rieron la gracia de Bade, que, aunque le doliese el pie, seguía con sus bromas.
Después de colocarle un buen puñado de barro sobre el lugar que tenía la astilla, este dijo:
―¡Uf…!, esto ya es otra cosa, ahora estoy mejor que antes.
―¿Puedes andar ahora? ―preguntó el compañero que le puso el barro en el pie.
―¿No caerá el barro cuando apoye el pie en el suelo?
―¡Esperad! ¡Pondremos unas hojas de árbol y las ataremos en el pie! ―dijo Buck.
―¡Huy…huy! ¿No serás aspirante a Chamán aparte de jefe de grupo? ―preguntó Bade.
Muchos rieron la gracia de Bade, otros, cavilaban las palabras que había dicho Bade, no sabiendo muy bien si aquel saber que Buck demostraba era cosa suya, o le ayudaban los espíritus.
Después de colocarle sobre el barro muchas hojas de un árbol, las ataron sobre el pie ha igual que si llevase una piel para el frio.
―¡Camina ahora!, ¿a ver si puedes hacerlo mejor que antes? ―dijo Buck.
―¡Ahora…sí puedo andar! ―gritó Bade sonriente.
Este volvió a preguntar:
―¿No serás aspirante a Chamán tú?
Después de algunas risas y de dudas por parte de otros, continuaron caminando en la misma dirección que antes llevaban.
Era ya bastante tarde cuando llegaron a la señal que jornadas atrás habían dejado.
―¡Eh! ¡Mirad, mirad! ¡Ahí está la señal que se dejó la última vez! ―dijo uno con buena vista.
―¡A partir de la señal, continuaremos recolectando! ―dijo Buck, y siguió diciendo:
―¡Formad dos grupos!, uno que recolecte frutos, y el otro que escarbe la tierra.
―¡Yo quiero ser recolector de frutos! ¡Yo quiero coger frutos! ―insistió Bade.
―¿Pero…mira cómo tienes el pie, no puedes trepar bien a los árboles?
―¡Sí puedo, sí! ―dijo, convencido que lo podía hacer.
¡Uhm…! Pero…, ¿a qué viene tanto interés por trepar a los árboles? ―preguntó el jefe de grupo.
―Pu…pues los que suben a los árboles comen todos los frutos que quieren, y los que escarbamos la tierra solo podemos comer raíces o bulbos comestibles, y a mí, me gustan poco.
Todos empezaron a reír estrepitosamente al escuchar la gracia que había dicho Bade.
―¡Uhm!, no sé, no se…
―Con ese pie, te podrías caer desde el árbol, y te tendríamos que llevar en alguna camilla para que te curase el Chamán.
―¿Qué va…?, ¿qué va?, yo camino por los árboles mejor que por el suelo ―respondió riendo.
―Bu…Bueno ―respondió Buck, preocupado.
Después de la pequeña discusión se partieron de los cinco integrantes que eran en dos grupos; uno formado por: Bade y Drako, los otros tres compañeros eran los que debían escarbar la tierra.
Llevaban un tiempo Bade y Drako recolectando frutos y tenían varias bolsas repletas de ellos de los varios árboles que habían visitado:
―¡¿Qué buenos son estos frutos?! ―decía Bade a Drako que estaba en el mismo árbol que él.
―¡Uhm…! ¡Sí, sí!, estos son mejores que los otros ―contestó este agitando la mano.
―¿Y querían que no subiese yo… ¡ja, ja, ja! ―respondió Bade, con la boca llena de fruta.
―¡Subamos a aquel árbol y con ese ya llenamos las últimas bolsas que nos quedan! ―dijo Bade a su compañero.
Mientras en el suelo los tres compañeros se habían repartido unas parcelas de tierra que estaban escarbando en busca de raíces y bulbos.
―¡Nosotros aquí arañando la tierra en busca de bulbos y raíces que ahora no queremos comer, y aquellos dos, estarán comiendo frutos sin parar! ―dijo uno de los tres.
―¡Huy…huy! Bien sabes tú eso, ya que la vez anterior estuviste cogiéndolos tú ―respondió el compañero.
―¡Uhm…! ¡Por eso lo sé, por eso! ―contestó.
Estaban hablando estas cosas cuando escucharon:
―¡Plaf! ―y a continuación:
―¡Ay, ay, ay…! ¡Ay, ay, ay!¡Ay, ay, ay…!
―¿Qué pasa ahí? ―gritó el jefe del grupo, y siguió diciendo:
―¿Os ataca alguna fiera?
―¿No, no…?, es Bade que se cayó desde la rama del árbol.
Corriendo, los tres llegaron al lugar donde Bade tumbado en el suelo se quejaba, vieron cómo este, aún tenía la boca llena de fruta.
―¡Ay, ay, ay…! ¡Ay, ay, ay!¡Ay, ay, ay…! ―gritaba una y otra vez.
―¿Te duele Bade?
―Sí, me duele mucho ―respondió.
―¡Uf…!, mucho no te dolerá cuando aún sigues comiendo frutos ―dijo uno de los tres, moviendo la mano.
―¡Eso…!, eso era de antes de caerme, y no de ahora ―respondió Bade, tragándose los restos de frutos que le quedaban en la boca.
―¡Ay, ay, ay…!
―¿Dónde te duele? ―preguntó Buck.
―¡Ay…ay, me duele todo!
―¿La cabeza también? ―continuó preguntando Buck.
―¿La cabeza…? Pues no, ese sitio no me duele ―respondió Bade, palpándola con la mano.
―¿Entonces…ya no te duele todo?, ¿no?
El compañero que estaba con él en el árbol cuando bajó le preguntó:
―¡Bade! ¿Qué te ha pasado?
―¡Fui a coger una fruta y me caí!
―¡Uhm…!, esto no tiene buena pinta, no ―dijo su compañero de árbol.
―¡Uf…!, no sabía que ahora tú te dedicabas a Chamán ―respondió Bade, sonriendo.
―¡Eh! ¡Mirad! ¡Se está riendo! ―dijo uno de los que le rodeaban.
―¡Poco mal tendrá cuando aún se ríe!
―Si se ríe es que nada malo le ha pasado ―decía otro.
―¡Ay, ay, ay…!
―¡Eh! ¡Para ya!, antes te reías ―le dijo uno.
―¡Levántate, y veremos si puedes andar! ―dijo Buck.
―Sí, sí, lo que tú digas, Buck ―respondió Bade.
―¡Ay!, ¡¿cómo me duele?! ―dijo, intentando ponerse en pie.
―¡Camina un poco!
―¿Caminar…?
―Si no puedo poner el pie en el suelo ¿Cómo voy a caminar? ―respondió quejándose.
―¿No será que quieres que te llevemos en la camilla? ―dijo el que estaba a su lado.
―¡Uf!¡Cualquiera carga con él después de los muchos frutos que ha comido! ―dijo, agitando la mano.
―¿Y las bolsas qué…?
―¡Dejadlas aquí, que en la camilla no cabemos todos! ―dijo Bade.
―¡Ah…no!, mejor te dejamos a ti, y la otra jornada que venga el Chamán para que te cure.
―¿El Chamán…?, pero si no sabe danzar, cómo le van a hacer caso los espíritus ―respondió Bade angustiado por si lo dejaban allí.
―¡Uhm!, eso es verdad, con el tiempo que lleva practicando y aún no ha aprendido a danzar ―dijo otro.
―Probemos a ver lo llenas que van las dos camillas ―dijo el jefe de grupo.
―¡Esta va medio llena! ―dijo uno de los que la estaba cargando con las bolsas recolectadas.
―¡Claro! Es que aún no habíamos terminado de recolectar, por eso ―dijo el otro compañero.
―¡Ah…!
―Entonces ¿Me llevaréis en la camilla? ¿No? ―preguntó Bade, preocupado y dudoso por si lo dejaban allí.