¿Objetos malditos?
Aquella noche, en el hotel, fui víctima de inquietantes pesadillas y de la sugestión. Sentía que alguien me acechaba desde el interior del cuarto de baño, cuya puerta entreabierta dejaba ver las sombras de su interior. Decidí encender la luz de la mesita de noche y leer alguno de los libros que siempre llevaba conmigo. Apenas pasaron dos horas cuando la luz del día se abrió paso entre las cortinas de la estancia. Sólo entonces pude conciliar el sueño…
Aquella noche de radio uno de los oyentes había propuesto una solución que, aunque en principio podía parecer absurda, tenía alguna lógica. Fue a través de uno de los mensajes de texto que podían enviarse durante la emisión para contactar con el programa. El texto decía: «¿Han hecho recientemente algún viaje exótico? ¿Han comprado allí algún souvenir?». Leticia respondió que el sitio más exótico donde habían estado recientemente había sido Estambul. Allí habían comprado los típicos amuletos de tonos azulados para el mal de ojo, un Corán de bolsillo y un tasbih, de aspecto similar a un rosario cristiano.
Se les propuso entonces que los sacaran de casa, para ver si así remitían los fenómenos. Tan sólo como una prueba. Así, la mañana siguiente al programa, Alberto salió de casa con los objetos en una bolsa para donarlos a una mezquita cercana.
Cuando me llamó, una semana después, me dejó altamente sorprendido. Los fenómenos habían remitido de forma radical. De la noche a la mañana todo parecía haber regresado a la normalidad. Aquellos días consulté a varios expertos de diversos ámbitos de la medicina, como Mariano Betés de Toro, médico psiquiatra de la Universidad de Alcalá, el doctor Manuel Moros Peña o el doctor Justo Hernández, catedrático de Medicina de la Universidad de La Laguna. Algunos de ellos no tuvieron pudor en reconocer que desconocían aquellos síntomas, que no los habían visto jamás a lo largo de sus carreras de medicina. Otros apuntaron hacia una teoría: hematidrosis, sudoración de sangre. Una extraña respuesta fisiológica a situaciones de estrés máximo que ha sido registrada menos de cien veces a lo largo de la historia de la medicina.
—¿Y por qué al sacar los objetos de la casa pueden haber remitido los fenómenos?
—Teorizando que la hematidrosis pudiera ser producida inconscientemente por la protagonista, quizá al haber focalizado el problema en los objetos y al haber sacado éstos de casa, se haya producido en ella una mayor relajación que ha acabado con el problema —contestó el doctor Betés de Toro en el interior de su despacho.
Era, sin duda, una de las posibilidades más coherentes. Pero aún faltaba una última respuesta, esta vez objetivable…