Capitulo 6

En algún lugar a lo largo de la línea, todos parecieron perder de vista el hecho de que el amor había ganado la Primer Guerra Robotech. Ahora reducido a conteo de naves y cuerpos; ya no era una lucha por la supervivencia sino una guerra por la supremacía, un juego salvaje.

Selig Kahler, La Campaña Tiroliana

El amor es un campo de batalla.

Letra de una canción de fines del siglo XX

“Malas noticias, Coronel,” el Dr. Lang dijo a Wolff dos horas después de que el consejo había terminado la sesión.

Ellos estaban en la habitación de Lang ahora, junto con Exedore, Janice, y el XT, Sarna. Wolff había pasado el tiempo intermedio recorriendo los pasillos de la fortaleza como un padre que espera por su bebe. Él había tratado de localizar a Minmei, pero nadie parecía saber a dónde había ido después de dejar la bahía de acoplamiento con Edwards y sus oficiales.

“El consejo va a fallar en contra tuya,” Lang continuó, pasando tragos a todos excepto Sarna. “Huxley y Obstat están de nuestro lado, posiblemente el voto de Stinson, y Reinhardt cuenten para algo, pero no tenemos suficiente para ganarnos al resto.”

Wolff frunció el entrecejo y sorbió de su copa. “¿Saben lo que es gracioso? De un modo loco puedo ver su punto. Ustedes nos ayudan, y adiós cualquier esperanza de una tregua.”

“Está en lo correcto, Coronel,” Exedore afirmó. “El destino de los Sentinels era ser nuestros aliados, pero en cambio se han convertido en nuestra responsabilidad. Y como ustedes mismos comprenden, la seguridad de la Tierra sigue siendo la preocupación primaria del consejo. Una guerra extensa con el Invid sólo disminuirá nuestras oportunidades de interceptar a los Maestros Robotech.”

Wolff intercambió miradas con Sarna y Janice; ambas mujeres parecían curiosamente apartadas de la escena, casi como si sirviesen a una causa mayor y desconocida. “Miren,” él dijo, bajando su bebida en un gesto de finalidad, “ahora que todos comprendemos los ángulos diplomáticos de esta cosa, ¿cómo diablos vamos a ayudarles?” Él dijo algo estúpido y problemático. “¿Ustedes creen que yo puedo sentarme aquí, sabiendo por lo que ellos están pasando? Ellos están varados allí afuera.”

“Tal vez haya una manera,” Lang dijo después de un breve silencio. Él sacudió su cabeza de un lado a otro. “Podría tener consecuencias desastrosas, Coronel, desastrosas. Y usted tendrá que prepararse para penurias de un orden enteramente nuevo...”

Prisión, Wolff pensó. Como un apaciguamiento al Regente después del rescate. ¿Lo aceptaría Rick, él se preguntó, u optarían por morir en la degradada Praxis? “Una nave,” Lang estaba diciendo cuando Wolff levantó la vista –¡una nave! Él trató de seguir los movimientos nerviosos del doctor cuando continuó para explicar.

“Es una de nuestros prototipos –no grande, y no especialmente bien armada. Pero es capaz de operaciones locales de transposición, Wolff, y hay una tripulación mínima aguardando –voluntarios, cada uno de ellos leal a los almirantes.”

La boca de Wolff quedó abierta; hasta Janice y Sarna quedaron aturdidas por la revelación del doctor. “¿Pero cuándo podríamos tenerla?” él preguntó.

Exedore giró hacia él. “En primer lugar, Coronel, se requerirá que usted la robe.”

Precisamente entonces el timbre de la puerta de la habitación de Lang sonó. Lang miró a su alrededor inquietamente, luego se levantó para responder. Un momento más tarde, él estaba mostrando a Lynn-Minmei en el medio de todos.

“Janice,” Minmei dijo, acercándose a su ex socia.

Janice evadió el abrazo de Minmei, e inclinó la cabeza indiferentemente.

“Lynn.”

La cantante comenzó a mirar alrededor de la habitación. Lang aclaró su garganta significativa. “Creo que debemos dar a Minmei y al coronel algo de intimidad,” él dijo, ya escoltando a Exedore, Janice, y Sarna fuera de la habitación.

Cuando la puerta se cerró un momento más tarde, fue Minmei quien esquivó el abrazo de Jonathan. “¿Lynn, qué ocurre?” él dijo, quedándose parado allí con sus brazos abiertos.

Ella manoseó torpemente el dobladillo de su chaqueta y forzó una sonrisa. “Coronel, no puedo decirle cuán conten–”

“¿’Coronel’? Lynn, dime qué está sucediendo. Te vi con el General Edwards esta mañana y ahora me estás llamando coronel después de que no te he visto en seis meses...” Él trató de abrazarla otra vez, pero ella diestramente tomó la mano de él entre la suyas y lo llevó hacia el sofá.

“Jonathan,” ella comenzó con vacilación, “Sé que esperas que retomemos en donde nos quedamos, pero las cosas han cambiado.”

“Por lo que sigo escuchando.”

Wolff estuvo repentinamente a la defensiva, y ella notó su tono. “Tienes que recordar, sólo estuvimos unos cuantos días juntos. Y hasta ayer pensaba...”

“Tú pensabas que yo estaba muerto.”

Minmei inclinó la cabeza. “Yo no sabía qué hacer. Estaba prácticamente loca por la pena y la ira.” Ella encontró la mirada de él y la sostuvo. “Te odiaba, Jonathan –te odiaba por haberme dejado, te odiaba por... tantas cosas.”

Wolff consideró sus palabras, luego sonrió en una comprensión repentina. “Y tú encontraste a alguien para llenar todas esas horas solitarias.”

Los ojos de Minmei destellaron. “¿Por qué no me dijiste que estabas casado?”

Wolff trató de abstenerse de registrar sorpresa en su rostro. “Estamos separados,” él dijo. “Además, eso nunca surgió. Iba a decírtelo. Es sólo que todas las cosas se volvieron confusas.”

“‘Échale la culpa al Invid,’” Minmei dijo, casi rompiendo en una sonrisa. La frase se hacía convertido en algo como una excusa adquirida en Tiresia. Wolff estaba sonrojado. “Escucha,” ella le dijo, “Ya no estoy enojada. Sólo estoy... contenta de que todos ustedes estén vivos. ¿Cómo están Rick y Lisa? Y Max–”

“¿Así que cuándo comenzaste a ver a Edwards?”

Minmei se puso de pie y se alejó del sofá, retorciendo sus manos. “Ya te lo dije: tú no estabas allí para mí, Jonathan. Necesitaba a alguien a quien recurrir.”

“¡Y escogiste a Edwards!” Wolff sacudió su cabeza en sorpresa. “¿No te das cuenta de que él está en contra de todo lo que representamos? Él sólo se sirve a sí mismo, es un maniático egotista.”

“¡No te dejaré que hables así de él!” Minmei dijo airadamente. “Él me trató con bondad y respeto, y lo que es más, él es el único interesado en hacer la paz con el Invid y poner un alto a toda esta locura. ¡No como tú y el resto de ésos... Sentinels, viajando apresuradamente por el espacio agitando las cosas, no importándoles un demonio lo que ocurre aquí!”

Wolff estaba demasiado pasmado para responder. Edwards, él pensó, era como una astilla tóxica, contaminando todo lo que tocaba. Minmei tenía sus brazos cruzados por su pecho, como si ella estuviese tratando de mantenerse unida; su pie estaba golpeteando el piso. Wolff se extendió para alcanzar su bebida y vació el vaso.

“Bueno, supongo que no hay nada más que decir, ¿no es así?”

Los labios de ella eran una línea delgada, estaban temblando; entonces de repente ella pareció relajarse. “Quiero que seamos amigos, Jonathan. He abierto una especie de cantina en Tiresia, y me gustaría que la vieras. ¿Puedes prometer hacer una visita?”

Él la contempló como uno lo haría con un recuerdo, reflexionando sobre su actuación, la escena que ambos acababan de terminar. “Seguro,” él le dijo ausente, “Haré una visita.”

“Hay mucho que serás capaz de hacer aquí –todo tipo de cosas. Ya verás.” Minmei parecía excitada, como si ella hubiese ganado un caso en la corte o algo por el estilo. Ella le sonrió a él desde la puerta. “¿Te veo luego, está bien?”

Wolff forzó una sonrisa y levantó su vaso vacío hacia ella. “Por la amistad,” él ofreció.

Ella le arrojó un guiño y se marchó.

Aplauso, Wolff se dijo para sus adentros.

***

Mientras Wolff y Minmei estaban teniendo su intimidad y Exedore y Sarna estaban en alguna parte discutiendo la curiosa historia de Haydon IV, Lang llevó su creación de IA a su oficina y vació la memoria de Janice en uno de los bancos de datos del laboratorio. Él exploró las grabaciones del androide, brevemente revisó los eventos de las campañas Karbarriana y Praxiana, pero enfocándose en las evaluaciones y seguimientos de Janice del personal de los Sentinels. Allí había datos sobre Veidt y Sarna, los seres de Haydon IV, que justificaban análisis adicionales, y algunas anomalías concernientes al Tiresiano Rem; pero por el momento las preocupaciones principales de Lang eran Burak y Tesla. Él había hallado las bio lecturas del Invid desconcertantes, muy diferentes de aquellas de los así llamados científicos, y ¡superiores en ciertos respetos al propio Regente! Además, los datos proveídos sugerían que Tesla estaba en busca de no menos que el trono del Regente. Y aparentemente el Perytoniano, Burak, había estado auxiliándolo de un modo no especificado. Lang se recordó de alertar a Wolff de estas cuestiones.

***

Minmei se había ido para cuando Lang y los otros regresaron a la habitación del científico, y Wolff lucía malhumorado, justo como Lang había previsto. Allí había una botella de brandy casi vacía en la mesa ratona delante del sofá.

“Quiero hablar sobre esa nave, Lang,” el coronel dijo sin preámbulo. “¿Cuándo la podemos conseguir? –robarla, quiero decir.”

“Cuanto antes mejor.”

Wolff entrecerró sus ojos. “¿Qué significará para la cumbre?”

Lang dejó salir su aliento e intercambió miradas con Exedore. Si Wolff no quería mencionar a Minmei, estaba bien para él.

“Ya hemos discutido posibles argumentos con Reinhardt y Forsythe. Podría atrasar las cosas un poco, por supuesto, pero mientras podamos hacer creer al Regente de que actuaste por tu cuenta, no creo que estaremos arriesgando la tregua.”

Exedore concordó. “Además, pensamos que es mejor si llevas a Janice, Sarna, y Burak contigo. Es imposible decir lo que se podría esperar del Regente al modo de represalias por nuestro... descuido.”

“No lo permitiríamos de otro modo,” Janice hizo oír su voz, aparentemente ignorante de las brechas en su pasado reciente.

“¿Qué hay de Tesla?” Sarna pensó preguntar.

Lang acarició su barbilla. “Nos hemos estado preguntando sobre eso. Él podría representar un tanto bien venido en nuestra mesa de negociación. Pero como yo lo entiendo, esa ha sido su función primaria desde el principio.”

Wolff bufó. “No estoy diciendo que no podamos tener éxito sin él, pero él nos ha sido útil.”

“No si el Regente comienza a considerarlo como un traidor,” Exedore tuvo a bien señalar.

Lang pensó sobre los datos que él había ocultado, y las ambiciones de Tesla. “Llévenselo,” él decidió finalmente. “Pienso que él continuará sirviéndoles. De hecho, por lo que Janice me dijo del motín, nuestro Tesla parece tener sus intereses puestos en el liderazgo de los Invid. Debes ser capaz de alentar eso un poco, Wolff.”

Wolff puso sus manos violentamente sobre sus muslos y se puso de pie. “¿Qué estamos esperando? ¿Qué hay sobre las armas y un transbordador para alcanzar la nave?”

“Todo eso ha sido arreglado,” Exedore le dijo.

“¿Qué ocurrirá si Edwards decide perseguirnos?”

“De algún modo pienso que no lo hará,” Lang especuló. “Pero serán cazados. Tendrán que dejar Praxis y permanecer incomunicados por un tiempo.”

Repentinamente Wolff comenzó a sentir la inmensidad de todo ello. “¿Puede sacar a Burak y a Tesla fuera de la prisión sin levantar sospecha?”

“Creo que sí,” Lang le respondió desde el comunicador.

Wolff lo oyó decir a los guardias en el área de confinamiento que trajeran a los dos XTs al laboratorio para examinarlos. Luego vio la cara de Lang palidecer.

“¿Qué es?”

“Ellos ya han sido liberados,” Lang dijo. “Al pedido del Coronel Wolff.”

***

En otra parte en la fortaleza, Burak y Tesla se estaban moviendo cautamente a lo largo de un pasillo vacío, acercándose a un área que había sido designada para el Regente y su comitiva. Sólo minutos antes, ellos habían subyugado a sus escoltas armados; había resultado un asunto tan simple como lo había sido extraer información por engaño concerniente a la localización de la habitación de huésped del Regente. Tesla estaba susurrando alabanzas auto congratulatorias para sus adentros ahora, mientras Burak permanecía en la sombra más grande del ser, con miedo de ser descubierto por personal humano.

“¿De qué estás tiritando?” Tesla dijo, cambiando de dirección, arrojado y molesto. Él indicó con un gesto ampliamente hacia el pasillo. “El destino ha despejado un camino para nosotros.”

Burak tuvo que admitir que ese parecía ser el caso. Ellos no habían visto a nadie desde que dejaron la prisión; de hecho, era casi como si alguien estuviese corriendo delante de ellos, limpiando el lugar. Pero de lo que Tesla no se dio cuenta fue que Burak estaba tan asustado del destino como lo estaba de cualquier otra cosa. Era el destino el que mantenía a su planeta encerrado en el pasado recurrente; el destino que lo había metido en este embrollo en primer lugar...

“Puedo sentir su presencia,” Tesla anunció, deteniéndose bruscamente. Burak se tropezó de cara con él y dio un paso hacia atrás. Tesla parecía estar haciéndose más grande al acercarse a su presa. “Pronto, mi amigo, pronto.”

Burak comenzó a darse cuenta de que el Invid tenía algo más en su mente que hablar, y no quería ser parte de un asesinato. Él dijo a Tesla cuando se acercaban a una intersección a medio camino por el pasillo. “Yo –yo te esperaré aquí –tú sabes, pa-para vigilar.”

Tesla miró hacia abajo hacia él. “Bien. Has eso,” él dijo despectivamente, y se alejó por el pasillo perpendicular.

A una distancia corta de la intersección Tesla se encontró con la primera línea de guardias Invid. Al reconocer al científico principal del Regente, ellos inmediatamente hicieron una genuflexión y ofrecieron su saludo. Luego cuatro de los soldados de élite del Regente se presentaron para escoltar a Tesla dentro del despacho privado del Regente.

“¡Tesla!” el simulagente jadeó, dejando caer una haldada de frutos al piso cuando él se puso de pie. “¿Te han liberado?” Su hocico se levantó en una aproximación a una risa. “¡Sabía que yo podía hacerlo!”

Tesla observó el gesto con indiferencia, demasiado sorprendido en el momento para darse cuenta de con quién y con qué estaba tratando.

“Tengo cosas que discutir con usted, Majestad,” él dijo, dando un paso amenazante hacia delante.

“¡Sí, estoy seguro de que las tienes! Tesla, Estoy contento de verte.”

“Lo veremos,” Tesla le dijo. “Pero tal vez usted deba reservar su opinión hasta que me haya oído.”

La ceja alargada del simulagente se frunció. Había algo en el tono de Tesla... Sus ojos negros comenzaron a recorrer la habitación. Los guardias, él recordó, e hizo un movimiento hacia la puerta.

“Ni siquiera lo piense,” Tesla dijo, caminando en su trayectoria. Él extendió con fuerza un dedo poderoso en el pecho del simulagente y levantó su otra mano para una inspección. “Cinco dedos, Regente. ¡Cinco! Hubo un tiempo cuando su esposa tenía cinco dedos. ¿No le dice eso algo sobre mí?”

Por el empujón de Tesla, el Regente cayó hacia atrás sobre una mesa que de algún modo logró soportar su masa. “¡Tesla, estás loco! ¿Qué tratas de hacer?”

“¿Loco? ¡En lo absoluto estoy loco, Su Alteza! He estado ingiriendo los frutos de los otros mundos, mientras usted ha estado jugando estúpidos juegos de guerra con estos humanos. Y como resultado se ha abierto mi ojo interior hacia las realidades sobresalientes, mientras usted ha puesto su mirada en conquistas sin sentido. He estado evolucionando, mientras que usted se ha hundido hasta el cuello de vuelta en el légamo que nos dio nacimiento. Los frutos estaban destinados ha usted, pero es Tesla quien ha cosechado sus místicos beneficios. Usted acostumbraba ridiculizar mis exploraciones de tales cosas, pero obsérveme ahora: Estoy vivo, Regente,” Tesla entonó, levantando sus brazos sobre su cabeza, “¡y usted morirá a menos que abdique por mí!”

El simulagente abría su boca para pedir socorro, pero nada emergió.

“¡Arrodíllese ante mí!” Tesla demandó, gesticulando hacia el piso.

Paralizado por el miedo, el simulagente engulló y dijo. “Tesla, escúchame: tú no entiendes. Yo–”

“¡Arrodíllese ante mí!”

“Yo–”

Tesla asió al falso Regente por la cabeza y lo hizo arrodillarse. “Gobernaré en su lugar. Lideraré a nuestra raza desde este momento en adelante. ¿Está usted de acuerdo?”

“Tesla,” el simulagente suplicó. “No puedo estar de acuerdo–”

“¡Tonto! ¡Me forzará a matarlo!” Sus manos estaban apretadas alrededor del grueso cuello del simulagente ahora.

“–”

“¡Abdique!”

“–”

“¡Ríndase a mí!”

“–”

Las manos de cuatro dedos del simulagente separaron desesperadamente las de Tesla, pero no pudo oponerse al vigor descomunal que las había provisto. Los pulgares poderosos de Tesla encontraron lugares blandos y vulnerables cuando él continuó exprimiendo la vida de su presunto enemigo. Los ojos negros abultados y un horrible estertor agónico comenzó a emerger de la garganta quebrada del simulagente. Luego había terminado.

Él retiró sus manos y retrocedió, como si despertando de una experiencia sonámbula. El cuerpo del Regente estaba tendido en el piso debajo de él, ya drenado de los colores vernales de vida. Este ser, que había sido como un padre para él... Y repentinamente Tesla conoció un temor que le retorció violentamente las tripas –un miedo suficientemente intenso para sumir toda la ira y el odio y los impulsos maníacos que él había dejado salir sólo un momento antes. Él se volvió hacia la puerta, agachado en una inclinación hacia delante de un fugitivo, fluidos corriendo salvajemente dentro de él. ¡Él se había engañado! ¡Él no podía tomar el lugar del Regente! La Regis lo asesinaría para su traición. Él sería involucionado a la forma de vida más inferior, un mero troglodita, desterrado de su propia raza. ¿Y qué haría ahora?...

Él recordó a los Sentinels. Seguramente Wolff regresaría a Praxis, él pensó. Él persuadiría a Wolff y a los otros para que lo llevasen con ellos, permanecería con ellos hasta que todo esto pasase. La Regis podría gobernar durante un tiempo, pero tarde o temprano él asumiría su legítimo lugar y gobernaría al lado de ella –¡los Sentinels lo alentarían a hacerlo así!

Tesla echó un vistazo final al cuerpo. Él comenzó a tranquilizarse para los guardias, entonces se dio cuenta que tal charada no era necesaria. Con el Regente muerto, ellos eran poco más que dispositivos estúpidos; era posible que ellos ni siquiera recordarían la visita de Tesla.

Con estas cosas en mente, él abrió la puerta.

***

Lang, Wolff, y los otros se habían separado para registrar la fortaleza en busca de Burak y Tesla, después de convenir en un tiempo para reunirse en la bahía de lanzamiento del transbordador. Con una tripulación totalmente humana a bordo –a excepción del Regente y su comitiva– no había muchas esperanzas de que los XTs escapasen a la detección; pero uno nunca sabía qué esperar de Tesla. No había tiempo para investigar la orden de liberación que los había liberado, tampoco, pero Lang prometió investigar el asunto luego.

Fue Exedore quien descubrió a Burak acechando en uno de los pasillos cerca del sector Invid designado de la nave. Se le ocurrió a él que la fortaleza parecía inusualmente desierta, pero apenas lo pensó dos veces. Él estaba explicando la necesidad de la urgencia al Perytoniano cuando Tesla apareció apresuradamente, luciendo como si acabase de ver el rostro del creador.

“¿Dónde ha estado?” Exedore dijo, cara a cara con el altísimo Invid.

Tesla comenzó a tartamudear una respuesta, entonces hizo memoria y dijo, “No tengo que responderle a un clon Zentraedi.”

Exedore se encrespó por el comentario, pero decidió en contra de trabarse en lo que sería una discusión inútil. En cambio, él sacó un arma de mano, informó a los dos de los planes de partida de Wolff, y los llevó deprisa a la bodega. Wolff, Janice, y Sarna ya estaban allí, ansiosos de ponerse en marcha. Los guardias –algunos de los cuales eran parte del plan– ya habían sido despachados, así que era seguro por el momento para ambos, Lang y Exedore, estar presentes.

“Supongo que esto es un adiós por algún tiempo,” Wolff estaba diciendo mientras Sarna y una Janice armada escoltaban a Burak y a Tesla a bordo. “No sé qué decir, Lang.”

“Sólo ruegue que no estemos demasiado retrasados,” Lang dijo serenamente. Él ofreció a Wolff su mano. “Buen viaje, Coronel.”

Wolff dio un paso hacia atrás y saludó a Lang y a Exedore, dio una última mirada alrededor de la bahía, y se apresuró a subir la rampa.

Lang dijo, “¿Hemos hecho lo correcto, Exedore?”

“Hacemos lo que podemos,” el Zentraedi le dijo.

Ellos no esperaron allí para mirar el lanzamiento.

***

“Están en camino, General,” el Coronel Adams reportó a Edwards poco tiempo después. “¿Sus órdenes?”

“Sus hombres han de dar persecución, pero dígales que tengan a raya su entusiasmo. Sólo asegúrense de que luzca bien, y estén seguros de que la nave sea permitida transposicionarse. No quiero ningún descuido ahora.”

“Entendido, señor,” Adams dijo, y cortó la comunicación.

Edwards se postró en su cama, cansado por la monta de la coreografía que el plan había ocasionado. Liberar a los alienígenas, proveerlos de lo que necesitan saber, mantener los pasillos despejados, instruir a los guardias en la prisión y en la bahía del transbordador cómo comportarse... Fue más de lo que la mayoría de los hombres habrían podido manejar. Pero entonces de nuevo, Edwards se recordó, él no era como la mayoría de los hombres.

Y tan lejos las cosas habían ido sin una arruga; la impostor Invid estaba seguramente muerto, y Wolff era un criminal. El consejo no podía sino ver las cosas al modo de él de ahora en adelante, y la amenaza de una guerra acelerada con el Invid daría por resultado la construcción de la flota que él necesitaba para llevar a cabo su más importante plan: la conquista final de la Tierra.