Capitulo 3
En las notas personales del Almirante [Rick] Hunter [registradas en Praxis], nos enteramos de varias discusiones que tuvieron lugar entre Cabell y Bela con respecto al asunto de la maternidad entre las Praxianas. (el mismo Hunter estaba confundido al oír a Bela referirse a Arla-Non como su “madre.”) [Bela] incluso permitió a Cabell recorrer el whaashi –”el centro de nacimiento,” o el jardín de infantes– aunque ella se negó a entrar. Era supuesto que ciertos miembros de la Hermandad eran preseleccionadas para recibir “descendencia” femenina, quienes eran luego criadas como “hijas del Sol.” Las Praxianas tenían poco entendimiento del cortejo, la sexualidad, o el embarazo; el “rito de cópula” era un tipo de caja de misterio que era al mismo tiempo tentador y terrible. Cabell, por supuesto, fue rápido para ver la mano de Haydon en juego.
A. Jow, El Histórico Haydon
De todos los mundos que ella había visitado, este era el más lastimoso, la Regis decidió cuando contemplaba el paisaje urbano de Haydon IV desde la fila de palcos más alta de la sede Invid de allí. Era un mundo pequeño, perfecto en todo respecto, pero con un corazón tan sin vida como los seres sin rostro que revoloteaban a través de su superficie y parecían conocer cada pensamiento de uno. Al Regente le gustaba creer que él había conquistado el lugar a través de engatusar su camino hacia una posición de autoridad absoluta; pero Haydon IV había visto muchos presuntos soberanos llegar y partir, mientras que él permanecía inalterado, ingobernable, inalcanzable. Era uno de los pocos puertos mercantiles abiertos dejados desde que la guerra de Tirol-Optera se había extendido como algún contagio por el Cuadrante; y como tal Haydon IV disfrutaba una apariencia de paz. Sin embargo, la Regis sentía la presencia de un mal incomprensible aquí, por mucho peor que los horrores vulcanísticos que sus experimentos de Posos de Génesis habían desenterrado en la pobre Praxis.
Ella había venido para ver por sí misma lo que los científicos Invid habían encontrado aquí, y ahora, tan agradecida como lo estaba por los datos que ellos le habían suministrado, ella pudo sentir sólo un tipo de temor vago por el futuro, por el mismo camino en el que ella se había embarcado. Los sofisticados escáneres de Haydon IV habían encontrado un rastro del curso de los Maestros Robotech, y en efecto señalaba un camino hacia la nave de Zor con sus Flores de la Matriz. Pero las muestras privadas de la Regis de las vastas provisiones del conocimiento metafísico del planeta habían revelado algo de una importancia potencialmente mayor –una insinuación de que ella había sido tan ilusa como el Regente lo había sido. Que su naturaleza ostensiblemente evolucionada –junto con sus continuos esfuerzos para encontrar la forma física considerada la más perfecta para dar cuerpo a su intelecto– era sólo un delirio cuidadosamente construido, auto-generado y diseñado para mantenerla alejada de la verdad real. Y sin embargo era una verdad que ella rehusó contemplar, un apareamiento que ella no aceptaría –una que ella no estaba de todas maneras preparada para aceptar.
Llegaría un momento cuando hayan pasado muchos años cuando estas verdades caerían sobre ella como la misma bola de fuego primordial, y la Regis Invid renunciaría voluntariamente a los impedimentos de la condición física y se elevaría; pero en este momento, ella escogió quitar las revelaciones de Haydon IV de sus pensamientos, y volvió su atención a la mujer Praxiana que había pedido audiencia.
“Este mundo es un paraíso,” la Regis dijo, volviéndose de la vista incomparable de la torre, pero señalándola con un ademán sin embargo. “He viajado por todo el cuadrante, y nunca he conocido un lugar tan exquisito.”
Arla-Non le tiró una mirada despectiva, y sacudió hacia atrás una melena lujuriante de cabello blanqueado por el sol. “Es mejor una cueva en Praxis que un palacio aquí,” ella dijo despectivamente. “Cada nervio en mi cuerpo me grita que me cuide de este lugar, de este planeta. Cada aliento de su viento acarrea una mentira.”
Ella era alta y fuertemente constituida, vestida con tiras de tela llena de colorido y botas de caña larga de cuero suave. Al mirarla, la Regis no pudo sino recordar sus propios intentos fallidos para emular aquella forma racial, para complacer a Zor...
“¿Es eso justo?” la Reina-Madre Invid preguntó, un filo en su voz cuando se acercaba a la Praxiana. “Tú sólo sabías de penurias, y ahora tienes lujo más allá de los sueños de la mayor parte de los seres.”
“Y tú tienes a Praxis,” Arla-Non respondió.
La Regis hizo un gesto impaciente. “Debes aprender a olvidar a Praxis, como yo lo he hecho con Optera. Tu mundo está definitivamente perdido.”
“Así que prosigue diciéndome. Es tu modo de decretar que Praxis se ha convertido en nada más que una tierra de reproducción Invid.”
“¡Praxis engendrará sólo asteroides!” la Regis ardió. “No puedo cambiar el pasado, Praxiana. Haz tu paz con este mundo, o pasa el resto de tus días en el tormento. No te ofrezco otra elección.”
Sin decir una palabra, Arla-Non giró rápidamente y se dirigió hacia la entrada del elevador de la torre; ella se detuvo a poco de la entrada triangular. “Puedo optar por combatirte hasta el fin, Invid.”
La Regis tenía su espalda dada vuelta, pero las palabras de la Praxiana encontraron su objetivo. Ella estaba comenzando a comprender por qué el Regente nunca había tomado en consideración la persuasión como una opción viable donde la fuerza podía ser empleada. La Regis tomó nota de ello, prometiendo la muerte a los próximos seres que intentasen bloquearla.
***
Praxis, entretanto, estaba comenzando a separarse.
Forzada por ondulaciones del terreno, fisuras, y deslizamientos de rocas a tomar el camino largo para rodear, la GMU llegó a las cuevas preciosas horas antes de su proyectado ETA. Pero con las numerosas cuevas de la región y los pozos para ventilar la presión interna del planeta, a la tierra de aquí se le había perdonado algunos de los alborotos tectónicos que afligían otras áreas. Sin embargo, el aire estaba lleno de carga estática, calor, y hedor, y la cueva que alojaba a las esferas rápidamente se estaba convirtiendo inexplotable. El Skull había llegado horas más temprano, y para cuando Vince y Jean Grant, Janice, Rem, Wolff, Burak, y los otros salieron de la base móvil, el resto de los Sentinels ya estaban bien entrados en la instrucción improvisada de Rick. Varios docenas de esferas de variados tamaños ya habían salido de la cueva, y estaban en camino hacia su enigmático destino en el espacio profundo; pero Veidt y Sarna habían “persuadido” a los rezagados a demorarse por un rato más largo. Kami y Learna habían reportado el surgimiento de aún más esferas de la chimenea interior de la caverna. Cabell especuló que podría ser posible ensanchar el acceso un poco, y con eso aumentar las oportunidades de las criaturas adicionales de alcanzar la superficie.
El plan requería que las esferas alzasen a un Alpha con una tripulación de cinco a través de la atmósfera repentinamente blanquecina de Praxis. Una vez en el espacio y con su propia potencia, el mecha completaría la reunión con el módulo de propulsión. Cuando eso fuera llevado a cabo, la tripulación dejaría caer el módulo en una órbita inferior mientras que las esferas continuarían levantando tripulaciones de cinco personas. Era concebible que la GMU tendría que ser abandonada, pero al menos los VTs y los Hovertanks sobrevivirían. Aunque sonaba loco el plan era suficientemente franco; restaban, sin embargo, varias variables con las cuales tratar. En primer lugar, los Sentinels no tenían idea de cuántas esferas serían requeridas para alzar un VT, o con qué rapidez serían capaces de levantar al VT la distancia requerida. Una suposición incorrecta podía dejar al mecha flotando en el espacio esperando al módulo para que complete otra órbita, ó, peor aún, perder la cosa en conjunto. En segundo lugar, e igualmente problemático, la tripulación inicial tendría que estar compuesta de personal capaz de pilotear el módulo en una órbita inferior, y posiblemente –debido a que las esferas por alguna razón debieran retirar su apoyo– a través de una transposición hacia Karbarra, o hacia la equidistante Fantoma. Tercero, alguien iba a tener que quedarse en contacto con las esferas.
Este último punto se había decidido cuando el contingente de la GMU se unió a los otros cerca de la entrada de la cueva. Sarna iba a estar a cargo de reunir e instruir a las criaturas en su tarea. Veidt simplemente había dicho, “Sarna lo hará,” y nadie argumentó el punto. Ahora Rick tenía al módulo en mente.
La mayoría de los alienígenas XT estaban fuera de carrera para este punto, excepto Veidt –quien era necesitado abajo para el enlace mental con las esferas– y Lron. Rick tenía dudas de que el corpulento Karbarriano pudiera pilotear con éxito la nave a través de un salto; y aunque el módulo era Spherisiano en el diseño, ni Teal ni Baldan estaban calificados para manejarlo. Vince era necesitado para la GMU. Eso sólo dejaba a Lisa, a menos que...
“¿Janice,” Rick dijo repentinamente, “puedes manejarlo?”
Burak casi se ofreció voluntariamente, pero Tesla lo sujetó al último momento, señalándole con un ademán que haga silencio mientras la atención de todos se enfocaba en la ex socia de Minmei.
Ella asintió con la cabeza, sin decir nada. Si ello llegaba a una transposición hacia Tirol, Lang estaría encantado de encontrarla a bordo. Ella sintió a Lisa mirándola, y le dio una mirada reservada pero comprensiva.
“¿Lisa?” Rick dijo, figurándose que él estaría más a salvo con una multitud alrededor de él.
“Estoy de acuerdo con su elección, Comandante,” ella le dijo tranquilamente. “¿Pero a quién tiene en mente para pilotear el Alpha?”
Rick miró a su alrededor incómodamente. “Bien, pienso que soy el más calif–”
Media docena de voces lo interrumpieron a la vez.
“Es demasiado arriesgado,” Max dijo, hablando por todos ellos. “Yo iré.”
“Tu lugar es con el Skull,” Rick indicó firmemente, y todos refunfuñaron en coincidencia. Varios del escuadrón de Max se ofrecieron voluntariamente, incluyendo a Miriya, pero Rick rechazó a todos ellos por una razón u otra. Entonces Jonathan Wolff dio un paso hacia delante.
“Yo soy la elección lógica,” él dijo, dirigiéndose al círculo. “Con Vince y Max, aún tendremos a nuestras fuerzas de aire y terrestres intactas en caso de un ataque consecutivo. Un tanquero menos no influirá en las cosas de un modo u otro.”
Rick tuvo que sonreír al intento de Wolff de humildad; pero el razonamiento de Wolff era sano. “Muy bien,” él dijo por último, “lo ha conseguido.”
Precisamente entonces Tesla comenzó a abrirse paso hacia el centro del círculo. “Comandante, a mí, también, me gustaría ofrecer voluntariamente mis servicios.” Él se volvió hacia los Sentinels, algunos de los cuales estaban ridiculizándolo.
“Todos han visto como me pueden hacer cooperar. Pero ahora no deseo nada más que demostrar mi buena voluntad para cooperar. Estos cuatro meses me han enseñado mucho sobre la libertad y la autodeterminación, y e instaría a todos a comenzar a aceptarme como un miembro de su grupo, antes que un prisionero. En el caso de que las tropas del Regente se aparezcan en el espacio de Praxis, yo estaré allí para contrarrestarlos, como lo hice en Tracialle.”
Rick miró al Invid, recordando lo que Lisa le había dicho del ataque de la Farrago en la ciudad Karbarriana, y se preguntó si Tesla estaba siendo franco o simplemente traba de salvar su propia piel verde. Rick le preguntó si no se estaba cansado de su papel –si él no tenía algunas reservaciones sobre traicionar la causa Invid.
“Ello parece ser mi parte en la vida,” Tesla dijo de una manera teatral. “Además, deseo que esta misión tenga éxito tanto como el resto de ustedes.”
Rick dejó salir una risa corta. “Apreciamos eso, Tesla. Pero dejando las intenciones de lado, creo que usted puede ser muy... uh, grande para el mecha.”
“¡Demasiado grande!” Tesla dijo como si insolentado. “Colóquenme en la sección de carga del Beta, entonces.” Él succionó su aliento, como para estrechar su tamaño, y esperó, haciendo un esfuerzo para inducir las palabras correctas en la mente del Humano.
“¿Piensa que podemos acomodar a Burak y a Tesla allí atrás?” Rick preguntó a Wolff con vacilación.
Wolff valuó el tamaño del Invid y del cornudo Perytoniano, quien estaba luciendo algo demacrado. “Irán un poco apretados, pero pienso que los podemos manejar.”
“Entonces manos a la obra,” Rick dijo concluyentemente.
Tesla y Burak se demoraron un momento en el centro de la repentina actividad. El Invid se dio vuelta parcialmente hacia su cómplice y habló con una voz acallada.
“Asegúrate de traer suficiente fruto a bordo, mi joven amigo. El destino nos llama a ambos.”
***
En Tirol, también, las cosas se fueron a un inicio tembloroso. Durante la primera sesión de las negociaciones de tregua, el Regente había arrojado cierto berrinche de temple, el cual sólo Edwards reconoció que era tan falso como el Invid mismo. Él tenía una comprensión perfecta del objetivo del impostor, y así fue que apenas se sorprendió al enterarse después que el XT había informado al Dr. Lang y al consejo que él se reuniría de aquí en adelante sólo con Edwards. El Regente había explicado cuán difícil y extraño era para él discutir términos con un cuerpo de representantes –especialmente cuando uno de esos doce era un Zentraedi, con quién el Invid nunca haría las paces. Una vez más Lang había tratado de establecerse como mediador, y una vez más el Regente lo había rechazado fuera de control. Edwards era el humano con el que el Regente hablaría, y ningún otro. Lang dejó saber al consejo que él estaba en contra de cualquier arreglo uno a uno e insistió en que sus argumentos fueran agregados al acta. Pero Edwards estuvo encantado de oír que el consejo había anulado las objeciones del científico y que Longchamps y los otros contaban con él para ver que las conversaciones llegasen a su terminación.
Ahora el simulagente y el traidor estaban sentados uno frente al otro en la espaciosa habitación de Edwards a bordo de la SDF-3. Los dos ya habían puesto en escena un verdadero show en el anfiteatro de la fortaleza, pero aquí estaban a salvo de los ojos fisgones del consejo y libres para decir lo que pensaban. Edwards había decidido simular la verdad, y felicitó al Invid por su actuación.
“¿Por qué, sea lo que sea que quiera decir, General?” el falso Regente dijo después de un breve silencio.
Había bastante vacilación en la reacción del Invid para dar seguridad a Edwards de que él estaba tratando con un impostor, pero ello le beneficiaba para seguir fingiendo. “Sus palabras para los escáneres del consejo,” Edwards le dijo. “Todo esa conversación sobre como hay más que suficiente espacio en el Cuadrante para ambas de nuestras razas.”
“Somos un pueblo razonable,” el falso Regente replicó, sorbiendo la preparación verde que había traído con él.
“Sí, por supuesto, que ustedes lo son. Estoy animado por el mismo hecho de que usted haya venido a Tirol. Hay algunos que no creyeron que lo haría.”
“¿Y usted?”
“Oh, yo creo que usted es capaz de casi cualquier cosa, Su Alteza.”
El Invid puso a un lado su copa y miró a través del escritorio a Edwards. “Habla valientemente para alguien de su tamaño, humano. ¿Son todos los de su mundo tan valientes?”
Edwards se recostó en su silla y sonrió falsamente. “Todos sin excepción.”
“Y sus armas hablan con igual poder... Pero lo que me intriga es: ¿cómo exactamente obtuvieron sus sistemas de Protocultura?”
“Se las quitamos a los Zentraedi,” Edwards dijo, inclinándose sobre el escritorio. “Nos estaban molestando.”
El simulagente examinó sus manos de cuatro dedos. “¿Y ustedes vinieron aquí en busca de sus Maestros?”
“Vinimos aquí para terminar el trabajo, si quiere la verdad. Las informaciones decían que ellos iban a aparecerse en nuestra vecindad, así que decidimos traer la pelea hasta ellos. Salvar a nuestro planeta de la incomodidad de una guerra en el patio trasero.”
“Sí, pero parecen haberlos perdido.”
“Los atraparemos.” Edwards se encogió de hombros. “Primero tenemos que encargarnos de un pequeño negocio aquí.”
El Invid ignoró la observación. “¿Dónde queda precisamente su ‘vecindario,’ General?”
Edwards tocó su placa de recubrimiento craneal. “A gran distancia de Tirol.”
“¿Sí, pero dónde?”
“Al oeste de la Luna, al este del Sol.”
“Usted juega conmigo,” el XT dijo amenazantemente.
Edwards hizo algo estúpido y peligroso y colocó ambas palmas de las manos sobre el escritorio. “¡Y usted derrocha mi tiempo! ¿Qué es lo que busca?”
El Invid encontró su mirada feroz. “El regreso del cerebro.”
“¿A cambio de qué?”
“Sus vidas,” el Regente pronunció siseando.
Edwards rió y se alejó caminando del escritorio, sólo para darse vuelta rápidamente y decir, “Usted necesitó mi ayuda para eliminar a una simple nave Karbarriana. Y sé que su flota está tan diseminada que apenas puede proteger los mundos que ha conquistado. ¿Así que qué le hace pensar que me puede intimidar ahora?”
El Regente, también, estaba de pie, llenando la mitad de la habitación. “Pensé por un momento que estábamos del mismo lado, General. Pero tal vez estaba equivocado.”
“Usted ya me ha ayudado más de lo que cree,” Edwards le dijo. “Pero el cerebro se queda hasta que usted tenga algo mejor para ofrecerme que amenazas.”
“Su egotismo lo matará,” el Regente dijo desde la puerta.
Edwards sonrió cuando la puerta se cerró deslizándose. Todo lo que él dijo había sido calculado para provocar al Regente real; la conversación era inútil hasta entonces. Pero él tenía fe en que su maniobra daría resultado. Finalmente el Regente se mostraría –en persona o como antes en la esfera– y cuando ese día llegase, habría mucho para discutir.
***
Increíble como parecía, el Alpha blindado efectivamente estaba siendo levantado por tal vez tres docenas de esferas de tamaños varios, agrupadas como uvas debajo de las alas en flecha del mecha y el fuselaje alargado del Beta. Festejar parecía algo prematuro, pero ese no detuvo a ninguno de los aún en tierra Sentinels de enviar exclamaciones de aliento.
La hazaña había requerido más esferas de las que nadie supuso –más de un cuarto del número que quedaba en la cueva, en la última cuenta– pero Veidt, como prometió, había sido capaz de reunirlas debajo del flotante VT sin mucha dificultad. Varias de las criaturas no comprendieron las instrucciones telepáticas del Haydonita o cambiaron de idea al último momento y optaron por vuelos solitarios a través de los cielos nublados y manchados con humo de Praxis. Las otras, sin embargo, se elevaron rápidamente para la tarea, menos como esferas más livianas que el aire que balas de cañón anti-Galileanas. Cabell calculó que si la tasa actual de ascenso permanecía inalterada, el mecha llegaría al límite de Roche con tiempo de sobra para reunirse con el módulo de propulsión. En ese punto, Sarna, copiloteando el Alpha junto con Jonathan Wolff, diría a las esferas lo que sería igual a un “gracias y hasta luego,” y el VT utilizaría su computadora de a bordo e impulsores para los ajustes de guía. Janice, Burak, y Tesla estaban estrujados juntos en las rabadas del Beta del mecha.
Rick arrojó un par de gritos entusiastas al Alpha antes de alejarse corriendo rápidamente para unirse a Vince y algunos de los otros, quienes ya estaban en el centro de comando de la GMU monitoreando el progreso del mecha y suministrando a sus sistemas de telemetría con actualizaciones recogidas desde las unidades principales de datos y escáneres de la base.
Wolff estaba en la red cuando Rick entró al centro de comando. “Todo verifica bien hasta ahora,” él estaba diciendo a Vince. “Se parece a un paseo de ascensor hacia las estrellas.” La red estaba relativamente clara, excepto por estallidos ocasionales de estática.
“Pregúntale si Sarna prevé cualesquiera problemas de separación,” Rick dijo a Vince.
“Uh, ningún problema,” Wolff reportó un momento más tarde.
Rick se inclinó hacia uno de los micrófonos de la consola. “¿Y Janice?”
“Aquí, Rick. Nos las estamos arreglando bien.” Ruidos enormes podían oírse en el fondo. “Sólo está un poco apretado para ser cómodo.”
Rick hizo una nota mental para decirle a Janice cuánto él la admiraba. “No se muevan, Janice. Casi están allí.”
Wolff y Janice agradecieron y cortaron la comunicación. Rick se encontró cruzando sus dedos, algo que él no había hecho en años. Él rió de un modo burlón para sí mismo, optimista pero extrañamente inquieto al mismo tiempo.
Afuera de la base, miembros del escuadrón Skull y del Wolff Pack estaban comenzando a preparar un segundo mecha para elevarlo. Éste iba a incluir a Lisa, Miriya, Cabell, Lron, y Crysta. El aire estaba lleno de destellos de relámpagos y casi constantes estruendos de truenos. Praxis temblaba bajo los pies como la SDF-3 durante maniobras de transposición. Incluso Cabell se negó a especular sobre cuánto tiempo le quedaba al planeta, pero para unos cuantos de los Sentinels cada minuto se sentía como algo por lo que estar agradecido.
Kami y Learna aún tenían que emerger de la caverna de esferas en lo profundo de la cueva central ahora iluminada de la región. La temperatura había caído considerablemente durante la media hora pasada, y el aire era respirable otra vez. Baldan y Teal se habían unido a los Garudianos para ayudar a llevar la cuenta de las esferas, y con el primer Alpha en camino, Jack, Karen, Rem, y Gnea aparecieron en la escena.
Todos vieron cuando dos esferas del tamaño de una pelota de golf salieron volando del pozo para unirse a sus hermanas, las que estaban agrupadas en varias localizaciones a lo largo del techo abovedado. Un desfile verdadero de esferas sobre las cabezas se extendía desde aquí por todo el camino hasta la boca de la cueva. Jack dirigió su lámpara hacia abajo dentro del pozo y pidió a Karen y a Gnea hacer lo mismo. Él había discernido cierto tipo de movimiento tal vez a dos metros y cuarenta centímetros hacia abajo del pozo; una de las criaturas más grandes estaba luchando por amoldarse a través del estrecho pasadizo. Cada vez que la cosa retrocedía, dos o tres esferas más pequeños se meneaban hacia arriba y fuera del pozo. Los Sentinels habían discutido varias vías para agrandar la apertura, pero Rick desconfió de emplear explosivos o rayos láseres por temor a que las esferas mal interpretasen sus intenciones. Jack no podía ver, sin embargo, ningún daño en bajar para explorar la cueva para una observación más cercana.
***
Mientras que Gnea y Rem regresaron corriendo a la GMU por cuerdas y cualquier cosa que pudieran encontrar del tipo de aparejos y arneses, Baldan y Teal estaban alejados hacia un rincón de la caverna explorando una vía diferente para bajar. Se le había ocurrido al macho Spherisiano –más temprano, cuando él había unido su mano con la pared de la cueva– que allí había fuerzas peculiares trabajando en las profundidades de Praxis, y Teal, los brazos de ella enterrados hasta el codillo en la roca, estaba afirmando eso ahora.
“El contenido mineral es de lo más inusual,” ella reportó analíticamente. “Nada como lo que hemos experimentado en otra parte de Praxis. Parece más parte del pasado del planeta que de su presente.”
“Yo percibí la misma cosa,” Baldan le dijo, señalando con un ademán hacia los afloramientos y formaciones de la caverna. “Estos depósitos han sido exhumados de algún lugar del núcleo, pero de algún modo antinatural. No son tanto el resultado del vulcanismo del planeta como lo son la causa de ello.” Una vez más, Baldan empujó su brazo en lo profundo de las paredes. “Tal vez yo pueda viajar por las Autopistas Cristalinas aquí como lo hacemos en Spheris, y pueda comunicarme con los substratos torturados de este mundo.”
“Es peligroso,” Teal dijo, tirando de una de las manos de Baldan de la pared. “Praxis está desestabiliza. Podrías no ser capaz de volver a tomar formar de nuevo...”
Baldan registró sorpresa por la preocupación de ella por el bienestar de él; no era característico de ella. “Entonces mantén agarrada mi mano,” él dijo cuando comenzó a unir el resto de su ser cristalino con la roca reluciente que formaba la pared de la cueva. Teal pudo ver una porción de la pared asumir las características de Baldan en bajorrelieve; él parecía sonreír, luego desaparecido totalmente.
“Buena suerte,” ella susurró, aún asiendo la mano incorpórea de su amigo.
***
En otra parte de la caverna, Rem, Gnea, y Karen oyeron a Jack decir, “¡Hay miles de esferas aquí abajo! ¡Suficientes para levantar toda la maldita base!” Su voz ascendió por el pozo como la de un oráculo. “¡Son enormes! ¡Tenemos que darles una salida! Díganle a Hunter–”
Justo entonces un temblor violento golpeó la cueva, borrando las palabras de Jack y produciendo una lluvia de rocas y suciedad desde el techo de la gruta. Las esferas comenzaron un baile excitado cuando el temblor pasó, apresurándose hacia la entrada en lo que parecía una estampida de un cojinete de bolas invertido. Karen estaba inclinada en el pozo gritando el nombre de Jack.
“Estoy bien,” él dijo a gritos en respuesta finalmente. “Sólo di un tumbo lejos de la cuerda. Estoy en una saliente o algo por el estilo. Parece haber algún tipo de cavidades aquí abajo... Sería mejor que uno de ustedes baje –y traiga más luz.”
***
Teal había acabado sobre sus rodillas por la fuerza del estremecimiento, pero ella se las había arreglado para mantener agarrada la mano y el antebrazo de Baldan. Ella giró a tiempo para ver a Kami y a Learna levantarse del piso. Luego vio la cara de Baldan manifestarse en la pared: él lucía aterrorizado.
“¿Qué? ¿Qué ocurre, Baldan?”
Su boca pétrea formó la palabra Invid. “Ellos han llevado a cabo un experimento horrible aquí, trayendo de regreso a criaturas del pasado del planeta –como estas esferas, pero también otras terribles. Debes apresurarte y advertir a los otros. Estas criaturas–”
“¡Pero no puedes esperar que te deje aquí!” Teal estaba horrorizada.
“Estoy atrapado,” él le dijo. “Es inútil.”
Teal tiró del brazo de él. “No–” Luego ella miró hacia abajo y notó una fisura en la pared que no había estado allí antes del temblor.
“Baldan...”
“Apresúrate,” él insistió.
De mala gana, ella soltó el brazo de él. Y cuando ella se volvió para marcharse, oyó a Karen gritar a través de la caverna moribunda.
“¡Son Jack y Rem!” una Karen con los ojos muy abiertos estaba diciendo cuando Teal se acercó a ella. Kami, Learna, y Gnea estaban tratando de calmarla. “¡Algo los ha agarrado!”