Capitulo 10
Los psico escáneres que el Invid empleó en Garuda (en Hunter y el resto) fueron modelados según dispositivos similares desarrollados por los Tiresianos. Irónicamente, los Maestros Robotech habían usado los escáneres en Zor poco después de su muerte, (y los volverían a usar para monitorear a Zor Prime después de que el clon había sido insertado en el Decimoquinto ATAC), al igual que el Invid los estaba usando en Rem.
Historia de la Segunda Guerra Robotech, volumen XXXI, “Tirol”
Sueña un pequeño sueño conmigo.
Lírica de una canción de finales del siglo XX
El humano masculino estaba soñando con una persecución. Él estaba siendo perseguido por un tipo de criatura pájaro con una envergadura de alas enorme, y –un científico Invid había notado– un cuerpo de forma curiosamente parecida a aquellas de las aves de rapiña retratadas enfrentadas en la insignia del uniforme humano. El humano estaba corriendo colina abajo, desesperadamente fuera de control, con el ave picoteándolo en el cuello y la espalda, batiendo sus grandes alas todo aquel tiempo. El telón de fondo del sueño era un mundo de paisajes asolados, estéril, extensiones craterizadas de flujo volcánico solidificado. El humano era, y al mismo tiempo no lo era, ambos: el perseguido y el perseguidor. Multitudes de otros humanos parecían estar observando el evento desde fuera del campo, señalando con ademanes, indicando, aplaudiendo, riendo. Uno vestía la cara de la hembra humana herida la que estaba siendo aterrorizada ahora por sus propios sueños –sin embargo ella estaba favorablemente dispuesta aquí, deseosa de ayudar al hombre que corría, eso parecía.
“No hay nada de utilidad para nosotros en los pensamientos de éste,” el científico principal dijo desechándolo. Desilusionado, él volteó de las imágenes en la esfera instrumental y se dirigió hacia la esfera que sus asistentes habían instalado para monitorear los sueños de la hembra herida.
Lisa, al igual que Rick, Karen, y Rem, estaba sujeta por su espalda a un tipo de camilla, con su cabeza situada debajo de un dispositivo de apariencia gruesa y pesada en forma de anillo que se asemejaba a una versión a menor escala de un escáner MRI. A lo que los científicos Invid llamaban sueños, sin embargo, eran una variedad de los muy alterados estados de consciencia, infernal de una manera general, normalmente mantenidos bloqueados detrás de esas puertas proverbiales de la percepción. Cinco minutos de exposición a la atmósfera contaminada de Canadá habían sido suficientes para producirlos. Los científicos no tenían manera de saber si esta exposición podía llegar a ser una exposición letal –algunos Invid habían durado tanto como media hora sin sufrir efectos irrevocables. Pero estos humanos eran cosas frágiles; físicamente fuertes para su tamaño, eso era verdad, pero con poca tolerancia a aún las más leves agresiones psíquicas. Ellos eran habitantes de los reinos de base, los mundos percibidos por los sentidos en el extremo inferior del espectro, tan insubstanciales como el polvo interestelar, y por lo tanto altamente sacrificables.
El líder del grupo vestido de blanco activó ahora la esfera acoplada al dispositivo sobre la cabeza de Lisa, y aquí, también, los científicos encontraron imágenes de persecución. Kami, abozalado y esposado en un rincón del laboratorio de la colmena, estaba muy sumido en su propio delirio para tomar nota de la consternación de ellos.
“Parece haber algo así como una fijación con ellos,” uno de los asistentes aventuró.
La hembra humana estaba para todos los intentos y propósitos atrapada en una escalera de caracol que carecía de cualquier término bien definido. Además, lo que sea que la estaba persiguiendo, cazándola, era una cosa demasiado vaga como para ser intraducible por los circuitos de Protocultura de la esfera. Había destellos momentáneos de una criatura felina, sin embargo, que rememoraba los propios Hellcats del Invid. Pero la preocupación central del sueño y del soñador era el aparentemente reducido tamaño de la hembra.
“¿Una referencia a los Zentraedi, tal vez?”
El científico principal hizo un sonido de descontento. “¿Quién puede decirlo con estos seres? Continuemos.”
Ellos se agruparon delante de la esfera de Karen después, los brazos cruzados y las manos cuatro con cuatro dedos metidas en las mangas de sus mantos. El principal entre ellos se había encontrado extrañamente conmovido por esta humana de ojos verde y de cabellos color miel; pero desafortunadamente sus sueños aterradores probaron ser tan ordinarios y no revelantes como los previos. Su mundo al menos estaba poblado con una multitud de otros seres, pero ellos estaban allí principalmente para asegurarse de que Karen se horrorizase convenientemente por la perspectiva de ser enterrada viva.
El jefe expresó su hastío después de mirar por un minuto. “Que raza lastimosa... Uno se pregunta por qué no caminan temerosos de sus propias sombras. Han sido más traumatizados que la propia Optera.”
Ahora ellos habían alcanzado a Rem –el Tiresiano– y para su asombro absoluto, allí en color vívido y de tamaño natural en el centro de la esfera asistente estaba Optera. Esto habría sido explicado y desechado, pero luego ellos se encontraron viendo imágenes de la Regis en su estado pretransformado! Y esta no era la deshojado Optera de su presente voraz, pero el mundo edénico de su pasado racial –un mundo fantástico verdoso, con campos de Flores asoleándose en el calor de los soles gemelos del planeta, extendiéndose tan lejos como el ojo podía ver a través de un paisaje de belleza idílica. Aquí estaba la armonía perdida, el esplendor inocente, la comodidad paradisíaca que ahora ellos podían acceder sólo en los momentos de trance colectivo, o en los impulsos místicos de la propia Reina-Madre.
Los científicos fueron sometidos al silencio, a lágrimas de una clase etérea.
“Es como si...”
“Dilo,” el jefe demandó.
“...como si éste hubiera conocido a nuestro mundo antes de la llegada de los tecno-viajeros.”
“Éstos son sus pensamientos.”
Con lo que se traduciría como vergüenza, el científico principal desactivó la esfera y guió a su grupo hacia una esfera significativamente más grande que el resto –su instrumental de comunicaciones, dominado por un espécimen relativamente pequeño de un cerebro alojado en una cámara en forma de burbuja.
“Debemos informar al Regente de esto al instante.”
“¿Y decir qué?”
“¡Que hemos encontrado a Zor!”
***
Le había tomado a Jack toda la fortaleza interior que él pudo reunir el abstenerse de arrojarse en ese huerto de la hoya con armas llameantes... Él había oído la explosión que derribó a la primer nave Scout, y había escarabajeado hasta la cima del borde del cráter como una cabra montés que tomó anfetaminas. Fuego de armas, seguido de explosiones... para cuando él llegó allí, Rick y los otros estaban rodeados por soldados Invid. Lisa había caído, Rick inclinado sobre ella. Kami, Rem, Karen! Él había localizado un lugar ventajoso y seguro y observó como sus amigos eran llevados hacia la colmena; entonces poco tiempo más tarde ellos habían reaparecido en la entrada con apariencia de túnel del domo, esta vez despojados de sus transpiradores. Por alguna razón él se había sentido obligado a cronometrar la exposición de ellos, sentado allí impotente y casi enloquecido mientras el display del cronómetro contaba los minutos, ¡cinco minutos con el corazón detenido! Él había corrido hacia el lugar donde ellos habían escondido los Hovercycles, encontrado su camino de regreso hacia los senderos que ellos habían hecho antes del amanecer, reingresado a la aldea... todo ese tiempo esperando que Shock Troopers emergieran de la tierra, que Hellcats o Robo autómatas saltasen sobre él de las copas de los árboles. Perseguido por pesadillas...
Jack estaba terminando ahora su apresurada y jadeante recapitulación, sentado de piernas cruzadas en la vivienda comunal de la aldea y chupando alimento nutritivo por un tubo mientras el jefe y algunos de los Sentinels lo miraban.
“Tenemos que liberarlos,” él dijo finalmente, su sed aplacada. “Inmediatamente, antes de que sean movidos.”
El jefe habló con un miembro de la tribu; el Garudiano masculino inclinó su cabeza varias veces y se marchó apresuradamente. “Él ha sido instruido para pasar la palabra,” el jefe explicó. “Seremos alertados si y cuando sean movidos.”
Learna estaba fuera de sí, el pelaje de su cuello erizado. Ella había intentado una y otra vez Enviarse a la colmena, pero cada uno de sus intentos había terminado en un fracaso. “Kami morirá dentro de la colmena. Él debe ser regresado al aire de Garuda.”
“Él no fue sacado con el resto de ellos,” Jack le dijo, luego volteó hacia Cabell. “¿Cuánto tiempo es demasiado tiempo?”
El anciano hizo como si fuera a acariciar su barba debajo del traje. “No puedo responderte, Jack. Tirol envió a los Zentraedi aquí, a los clones... Creo que Rem y yo somos los primeros Tiresianos en pisar Garuda desde que el mismo Zor desembarcó aquí.”
“¿Siquiera puedes estimarlo?” Jack lo presionó.
Cabell vio la frustración y la preocupación de Jack. “No considero que algo menor de quince minutos resulte fatal.” Él se alivió al ver a Jack relajarse un poco.
“¿Pero por qué harían eso –por qué no sólo matarlos?” Gnea pensó preguntar.
El jefe encogió sus poderosos hombros. “Para torturarlos, tal vez para ver si podían aprender algo de sus pensamientos.”
“Muy bien,” Max interrumpió, “supongamos que esperamos hasta el crepúsculo. Su gente se estará dirigiendo de regreso a los campamentos para entonces, ¿no es así?”
Learna y el jefe inclinaron la cabeza, inciertos.
“Montamos una incursión de distracción en una de las otras colmenas. Tratamos de retirar tantos de sus mecha como podamos. Al mismo tiempo, un equipo de rescate ingresa.”
“De acuerdo,” Jack dijo, y algunos de los otros se le unieron en expresar su apoyo.
“No sé,” Cabell objetó cuando todos se habían aquietado. “Es arriesgado. Esas colmenas son mucho más complejas de lo que aparentan.”
“Bueno, por supuesto que es arriesgado,” Jack argumentó, “pero no veo que tengamos elección. ¿Qué se supone que hagamos –ir y tocar a la puerta? Uh, discúlpennos, pero queremos saber si ustedes estarían dispuestos a regresarnos a nuestro compañeros de equipo–”
“Hay una manera más fácil de hacerlos regresar.”
Jack giró para ver quién lo había interrumpido. Cuando vio que era Burak él se calló, junto con casi todos los demás. El Perytoniano se había convertido en un tipo de ser invisible desde el intento de motín, y el oírlo repentinamente hablar, mucho menos ofrecer una opinión, era algo así como un evento.
“Ustedes están olvidando nuestra raza en el agarro,” Burak dijo a la perplejidad colectiva del grupo.
“Querrás decir ‘as de reserva,’” Jack lo corrigió.
“Lo que sea–”
“ Tesla,” Cabell exclamó.
El diablo de Peryton asintió con la cabeza.
“¿Un intercambio de rehenes?” Max preguntó.
Burak sonrió falsamente debajo de su máscara. “Algo así.”
***
En Optera, el sirviente del Regente reportó que sólo esos cinco Sentinels habían sido capturados en Garuda; él no era tan tonto como para adelantarse a los científicos. El Regente se estaba relajando en su baño nutriente estéril cuando el comunicado fue recibido, habiendo descubierto que él podía esencialmente avalar los mensajes meramente por poner el pie en la tina de tamaño olímpico. Ansioso de alguna noticia de Tesla, o de información referente al próximo destino de los Sentinels, él había pasado la mayor parte de la semana en el baño, esperando. Ahora él prácticamente corrió a la sala del trono, ciñendo su manto al acercarse a la esfera de comunicación.
“Cinco Sentinels,” él dijo sin aliento. “¿Cuáles?” “Un Garudiano, tres humanos, y... un Tiresiano.” El Regente estuvo complacido al enterarse de que él había previsto correctamente el destino de los Sentinels. Él había pasado la palabra a todos sus tenientes de que sus tropas deberían estar en alerta. Pero eran prisioneros en busca de los cuales él estaba esta vez, ningún recuento de cuerpos, y ninguna mención debería hacerse de su supuesto asesinato. Con los prisioneros a su disposición, él esperaba enterarse de si Tesla había actuado solo, o aliado con los rebeldes.
“Un Tiresiano dices.”
“Sí, mi señor. Lo tenemos aquí con nosotros ahora.” El Regente fijó la vista en la cara afligida de terror centrada en la imagen de la esfera, y trajo su mano a su hocico en un gesto de contemplación. “Éste luce... familiar de algún modo.”
“Bueno él debería, Su Alteza,” el científico principal dijo cuando la imagen de Rem desapareció. “Sometimos a los tres humanos y al Tiresiano a la atmósfera de Garuda en un esfuerzo para extraer los datos que usted pidió.”
“¿Y?” el Regente contestó ansiosamente. “Descubrieron la localización del mundo hogar de los humanos –¡la Tierra!”
“No. Sin embargo, podríamos tener una pista en cuanto al paradero de la matriz,” el científico fue rápido en agregar. “Mi señor, permítanos mostrarle en pantalla para su placer los resultados de la exposición del Tiresiano.”
El Regente miró ceñudamente a la esfera. “No me aburran con detalles,” él advirtió.
“Usted encontrará que esto en lo absoluto es aburrido,” el científico le dijo.
El Regente miró la reproducción de la grabación por un momento, luego se tambaleó hacia atrás, postrándose en su trono de respaldo alto. Él se sentó boquiabierto, un esposo vencido mirando videos de su esposa... la seducción, la transgresión, las consecuencias crueles, todo capturado en detalle gráfico. Esa cara, esa cara...
“¿Cómo?” el Regente finalmente logró decir. “¿Cómo es esto posible? Él está muerto.” ¿O es él? el Regente repentinamente se preguntó. Habría estado él engañado todos estos años en pensar que Zor estaba muerto, cuando en realidad... No, él pensó. Zor estaba muerto. ¿Pero cuál era entonces el origen de estas imágenes? Un simulagente, tal vez, como el mismo que él había creado para que tomara su lugar en la cumbre–
“Sabemos que Zor está muerto,” el científico estaba diciendo. “Pero de algún modo sus memorias viven en éste –un clon, sospechamos.”
El Regente se puso de pie de golpe en la silla. “¡La matriz!”
“Precisamente.”
“¡Él debe ser enviado a Optera al instante!”
El científico inclinó su cabeza un poco. “Por supuesto, mi señor. ¿Pero no sería mejor aprovecharse de la proximidad de Garuda a Haydon IV? Puedo recordarle a Su Alteza de los dispositivos de allí, que son por lejos superiores–”
“Sí, sí. Vea que se tomen las medidas. Yo partiré inmediatamente,” el Regente añadió, ya de pie.
“Hay un pequeño detalle, sin embargo...”
“¿Qué?”
“Nos hemos enterado de que la Regis está allí.”
“¡¿En Haydon IV?!”
“Sí, mi señor. ¿Debemos esperar hasta que ella parta antes de transportar al clon?”
El Regente comenzó a coincidir, pero cortó sus palabras. ¿Por qué no dejarla ver al clon? Él se preguntó. ¿Por qué no dejarla ver otra vez la cara de Zor, dentro de sus propios pensamientos y recuerdos? Él soltó una carcajada. Para estar allí, para ver su cara cuando el clon sea presentado...
“No, no deben esperar,” el Regente dijo brevemente. “De echo, simplemente debes decirle que tienes un regalo para ella –¡un regalo de su afectuoso esposo!”
***
“Necesito ver a Tesla al instante,” Burak dijo a Janice cuando él salía de la rampa del transbordador en la bahía de acoplamiento de la SDF-7. Gnea y Max habían viajado con él, pero ellos ya se estaban alejando precipitadamente para encontrarse con Wolff y Vince Grant.
Janice pensó oír algo semejante a la arrogancia en la voz del Perytoniano, pero decidió dejarlo indisputable. “Por supuesto, Burak,” ella dijo, haciéndole una seña para que la siguiera.
Ellos no hablaron por la duración del largo paseo hacia el compartimento de carga que se había convertido en la habitación de Tesla; pero cerca de la escotilla cerrada Burak se detuvo y dijo, “Solo.” El Perytoniano se colocó entre Janice y la escotilla.
“¿Hay algo que yo debiera saber?” ella arriesgó.
“Debería saber que a él no le gusta mucho usted,” Burak susurró en respuesta amenazadoramente, señalando con un ademán por sobre un hombro con su mano de dos pulgares.
Janice rió. “Y hacemos tal pareja adorable. ¿Es mi buena apariencia o mi personalidad?”
Burak torció su cara demoníaca en consideración a ella.
“Sigue haciendo eso y tu cara se quedará así,” ella dijo, yéndose.
Burak bufó y entró al compartimento, extrayendo Frutos contrabandeados de su uniforme y moviéndolos casualmente de un lado a otro hacia Tesla, quien estaba sentado en un embalaje de tablas enorme.
“¿Qué es todo esto?” el Invid preguntó quisquillosamente, cuando uno de los Frutos mutantes rebotó de su hocico.
“Tengo buenas noticias,” Burak anunció, asumiendo una postura orgullosa y permitiendo a Tesla mirarlo un momento. “Tú reclamas ser más evolucionado que el Regente. Eso significa que los científicos reconocerían tu grandeza, ¿no es así?”
Tesla agachó repentinamente su hocico, miró alrededor del compartimento como un felón, e hizo una señal a Burak para que mantenga su voz baja. “Sí, ciertamente,” él dijo. “¿Pero qué tiene esto que ver con algo?”
Burak estudió uno de los Frutos. “¿Supón que pudiera arreglar una audiencia con los científicos aquí?”
Tesla se horrorizó por la perspectiva. “Tú debes–”
“Hunter y unos cuantos de los otros fueron capturados,” Burak rápidamente explicó, levantando la vista hacia el Invid. “Yo sugerí que te intercambiásemos por ellos. De esa manera–”
“¿Tú qué?”
“De esa manera tú serás capaz de afirmar tu derecho al trono –precisamente como tú... lo deseabas... ¿Qué ocurre?”
Cansadamente, Tesla se había vuelto a sentar. “Tonto,” él murmuró, sacudiendo sus manos. “Acabas de sellar mi destino.”
“P-pero...”
“Es demasiado pronto, Burak, demasiado pronto. La Regis me enviará a los posos.” Él levantó la vista. “La próxima vez que veas a Tesla él será un gusano.”
Burak hizo un sonido de angustia, viendo que sus propios sueños para Peryton se esfumaban; y precisamente entonces Janice, Vince Grant, Gnea, y Lron irrumpieron en el compartimento. La amazona Praxiana tenía un blaster armado en sus manos.
“¿Todos listos?” Janice dijo brillantemente, mirando atrás y delante entre Burak y Tesla. Cautamente, Lron y Grant se habían acercado para esposar las muñecas del Invid y colocar una pechera de preso alrededor de su cuello.
“Muy bien, Invid, vámonos,” Gnea dijo, blandiendo el arma.
Lron dio a Tesla un suave empujón.
Tesla miró hacia abajo y atrapó la sonrisa de Janice.
“Supongo que este es su día de suerte,” ella le dijo.
***
Jonathan Wolff estaba sentado en el puente del crucero con sus pies apoyados sobre una de las consolas de las estaciones de trabajo. Él estaba solo para variar, Grant y la mayoría de la tripulación se habían ido apresuradamente hacia el compartimento de artillería. Bien al alcance de la mano, en el piso al lado de la silla de comando, estaba una botella de brandy de las Tierras del Sur. Estaba casi vacía.
“Por el rescate,” Wolff dijo ahora, brindando por Garuda a través del puerto de observación delantero y alzando la botella a sus labios. Él engulló un centímetro y tembló.
Los Hunter habían ido y fueron capturados, junto con Karen, Rem, y ese Garudiano –Kami. Y Max o alguien se imaginó que ellos podían trocarlos por Tesla, sólo Wolff no apostaba mucho a ello. Por supuesto él no se lo había dicho a ellos –oh no, no debía pinchar el globo a nadie, no desanimar y toda esa estupidez anticuada. Pero eso era lo que él sentía. El Invid traicionaría su palabra, quizá los Sentinels traicionarían la suya, alguien traicionaría al otro... él no necesitaba estar allí para ver hundirse todo.
“Así que aquí hay traiciones,” él dijo, y tomó otro trago. “Minmei, tú... malvada.”
Vuelto rápidamente en risa, Wolff balanceó sus piernas lejos del tablero de control. Sí, ella fue una malvada, al decirle que vaya a dar un paseo, enamorándose de su enemigo. “El enemigo de la Tierra,” Wolff enfatizó. “Hay que ser justo con el hombre.” Él bebió de nuevo, mirando inexpresiva y fijamente a la botella cuando la bajaba, meciéndola de un lado a otro.
Sin advertencia, un tono sonó en el puente y casi lo estremeció. Él se extendió para alcanzar el interruptor del comunicador y dejó caer su puño, errándole, pero dándole en el tercer intento.
“Wolff,” él dijo.
“Una nave pequeña,” uno de los nuevos hombres de la tripulación reportó. “No mucho mayor que un Alpha. Un transporte, quizá.”
“Póngala en pantalla,” Wolff dijo, girando hacia una pantalla.
“Imposible, señor. Demasiado lejos para visuales.”
“¿Está a tiro?”
“Apenas.”
“¿Armada?”
“Negativo, señor. Pero fue lanzada desde el sector donde los Hunter están siendo retenidos.”
Wolff contempló la señal luminosa en la pantalla.
“Déjela ir,” él dijo. “¿Del modo en que están las cosas, qué diferencia hará una pequeña nave?”